sábado, 29 de febrero de 2020

Símbolo imperecedero de la lucha independendista




Con los pronunciamientos en esta fecha se produjo el reinicio de la guerra emancipadora, que alcanzaría un impulso decisivo con la llegada al país de los principales dirigentes en el venidero abril

Una misma fecha puede estar marcada por disimiles acontecimientos que la hacen importante y significativa. Dentro de ese grupo de momentos gloriosos para la historia patria que guardan en sí sucesos notables, encontramos al 24 de febrero de 1895, celebrado como el reinicio de las guerras de independencia o, de acuerdo con la historiografía tradicional, Grito de Baire.
Después del fracaso de la Guerra de los Diez Años, los intentos de volver a la manigua por parte de los mambises fueron varios, corriendo diferentes suertes. Viejas contradicciones y diferencias entre los hombres llamados a liderar la contienda hacían que organizar el movimiento independentista fuera una tarea titánica. Pero a ello se dispuso el más grande de los cubanos, José Martí, que, sobreponiéndose a mil y más dificultades, le dio continuidad al proceso iniciado en Demajagua. La búsqueda incansable de la unidad por parte del Apóstol, permitió asegurar las condiciones que permitirían lanzarse en 1895 otra vez a la lucha.
Para el comienzo otra vez de la gesta independentista, Martí había ideado un plan que agrupara tanto los factores internos con los externos, es decir, el alzamiento simultáneo con la llegada de los principales líderes. Esto obligaría a la dispersión de las fuerzas españolas y ponía el factor sorpresa del lado de los cubanos.
Un primer plan de alzamiento, conocido con el nombre de Fernandina pues de ese puerto iban a partir las tres expediciones programadas, fue frustrado en enero de 1895. Esto constituyó un duro golpe para los independentistas, pero no disminuyó la disposición de lanzarse otra vez al combate. La acción decidida del Maestro le imprimió nuevas fuerzas a la conspiración y ya el 29 de enero de 1895, ordenaba efectuar el alzamiento no antes de la segunda quincena de febrero. Acordada la fecha del domingo 24 de ese mes por los dirigentes en Cuba, Juan Gualberto Gómez se lo comunicaba a Martí en un telegrama que rezaba: Giros Aceptados.
No se desarrolló según lo previsto
Como resultaba imposible la presencia en Cuba de los principales jefes de la revolución (Maceo, Gómez, el propio Apóstol) para esa fecha, el nuevo plan ideado por Martí tenía en la simultaneidad del alzamiento una de sus cartas de triunfo fundamentales. El 24 de febrero había sido escogido por coincidir con el comienzo del carnaval. Esto permitiría dar tiempo a hacer las coordinaciones pertinentes, y llegado el día, el desplazamiento de grupos de personas armados sin llamar demasiado la atención. Pero a pesar de la idea martiana de alzamiento al unísono en las diferentes regiones del país, la realidad fue mucho más compleja, y no se desarrolló como estaba previsto.
Los alzamientos en la región occidental del país fueron, en sentido general, un fracaso, ya que no se lograron los objetivos propuestos. El principal líder del movimiento en La Habana, el general Julio Sanguily –quien había combatido bajo las órdenes de Ignacio Agramonte–, a última hora vaciló en lanzarse a la manigua y fue sorprendido y apresado.
Otro de los líderes del oeste cubano, el entonces coronel José María Aguirre fue detenido y encarcelado cuando se proponía tomar el tren Habana-Matanzas. En Pinar del Río no estaba previsto ningún hecho significativo, pues no había nadie con experiencia combativa para que actuara de líder, por lo que los patriotas de esa provincia no recibieron la orden de alzamiento, y quedaron prestos a actuar llegado el momento. Camagüey tampoco participaría del alzamiento, pues Salvador Cisneros Betancourt, líder de la región, le había informado con anterioridad a Juan Gualberto Gómez que no se hallaban en condiciones de hacerlo, pero sí manifestó que se sumarian a la insurrección en poco tiempo.
La acción más importante en occidente fue la realizada por Juan Gualberto Gómez en la localidad de Ibarra, perteneciente al actual municipio de Unión de Reyes. Pero la no llegada de la mayoría de los complotados dio al traste con el éxito y terminó con Juan Gualberto Gómez apresado. Otras acciones realizadas en la región fueron los organizados por Martín Marrero, cerca de Jagüey Grande, y por un grupo de patriotas matanceros y habaneros, encabezados por el capitalino Alfredo Arango, luego coronel del Ejército Libertador, cerca de Aguada de Pasajeros.
En la región oriental sí se logró mayor coordinación y fuerza en los alzamientos al contar con la experiencia de las guerras anteriores y el liderazgo decidido de Bartolomé Masó y Guillermón Moncada. Para evitar delaciones e imprevistos de última hora, ambos amanecieron con sus hombres en el monte, a los cuales se unirían otros grupos independentistas.
Guillermón Moncada, enfermo de tuberculosis, se alzó con sus hombres en La Lombriz, región de Alto Songo. Dando cumplimiento a sus orientaciones, además hubo pronunciamientos independentistas dirigidos por el coronel Victoriano Garzón, cerca de El Caney; Quintín Bandera en San Luis; y Alfonso Goulet con Rafael Portuondo Tamayo en las cercanías de El Cobre; Pedro Agustín Pérez, Periquito, en Guantánamo. En la misma región, Enrique Tudela asaltó y tomó el puesto español de Hatibonico.
Bartolomé Masó coordinó una serie de levantamientos en la región del Cauto. Conocedor del peligro que significaba recomenzar la guerra, dictó testamento el día 20 de febrero. Por órdenes suyas partieron hacia diferentes localidades jefes mambises para lograr mayores alzamientos el día 24.
Masó dio el grito de independencia en Bayate, cercano a Manzanillo. Saturnino Lora y sus hermanos en Baire, que fue replicado con fuerza en la prensa de la época, desconociendo los demás alzamientos y confundiendo el grito independentista con algún movimiento autonomista.
De acuerdo con instrucciones de Bartolomé Masó, Enrique Céspedes se alzó en Calicito, cerca de Bayate. Amador Guerra haría lo mismo en Cayo Espino, donde atacó el destacamento de la Guardia Civil. En los alrededores de Bayamo se dieron diferentes levantamientos: Esteban Tamayo y José Manuel Capote, por un lado, y ya día 25, los coroneles Joaquín y Francisco Estrada, en el poblado de Barrancas. En las inmediaciones de Jiguaní, tropas comandadas por José Reyes asaltaron a las tropas allí acuarteladas y luego, al igual que los efectivos de Baire liderados por Saturnino Lora, se pusieron bajo las órdenes de Jesús Rabí y Florencio Salcedo. José Miró Argenter, Rafael Manduley y los hermanos Sartorio se lanzaron a la lucha en Holguín.
Aunque el plan de alzamiento no salió exactamente como lo había planeado Martí, se comenzó otra vez a luchar por el sueño frustrado de la independencia. La multiplicidad de alzamientos, fundamentalmente en las regiones de Matanzas y Oriente, dirigidos por Juan Gualberto Gómez, Bartolomé Masó y Guillermón Moncada, permitió el reinicio de la lucha armada, que alcanzaría un impulso decisivo con la llegada al país de los principales dirigentes en el venidero abril.
Y aunque el sueño martiano de la República nueva no se cumplió con el cese de la dominación española, el 24 de febrero de 1895 devino fecha fundamental en la historia nacional, símbolo imperecedero de las luchas por la independencia de Cuba.

Ernesto Ustariz Ramírez
Investigador y profesor universitario

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