Entrevista a la profesora e investigadora Natasha Gómez a propósito del nuevo plan de estudios de la carrera Filosofía
Natasha Gómez: «Nos ha tocado recoger una cosecha, proveniente de la siembra de generaciones anteriores de profesores, estudiantes, intelectuales y teóricos»
La carrera de Filosofía que se estudia en tres universidades cubanas, acaba de defender de manera pública, el nuevo plan de estudios «E». El camino aquí, la presencia del marxismo en el nuevo plan, los desafíos de su enseñanza en la universidad y su presencia en la sociedad cubana; han sido parte de los temas de los cuales La Tizza conversó en esta ocasión con Natasha Gómez, Profesora Titular, Doctora en Filosofía, y presidenta de la Comisión Nacional de la Carrera de Filosofía.
Natasha comienza haciendo algo de historia: «Esta carrera, denominada, hasta ahora, ‹Filosofía Marxista-Leninista› se imparte en tres universidades: la Universidad Central de Las Villas —que comenzó en 2008—, y en las universidades de Oriente y La Habana, desde 1976. Más allá de su nombre, el concepto siempre fue el de una carrera de filosofía, en la cual se estudian todas sus áreas de saber, tradicionales y actuales; así como los distintos autores, escuelas, conceptos, teorías, obras, entre otras; desde luego, siempre es una selección pedagógica de toda esa disciplina. Desde 1976, y así ha sido hasta el día de hoy.
La Tizza (LT): Es curioso eso que apuntas… El sentido común hace pensar que, al abrirse en 1976, esa carrera tendría más que ver con «filosofía marxista-leninista» —con todas sus implicaciones—, y, en menor medida con «filosofía». Cuando revisas el impacto mediático-noticioso después del 28 de enero, en que se defendió el nuevo plan de estudios —el «E»—, parece ser que lo más llamativo es la cuestión nominal: el paso de «Filosofía Marxista-Leninista» a «Filosofía». Eso me lleva a la pregunta: ¿Por qué filosofía a secas?
Natasha Gómez (NG): En realidad, lo que se acaba de aprobar es el nuevo Plan de Estudios, lo cual incluye un rediseño y actualización de los sistemas de contenidos, las habilidades a formar, asignaturas, agrupaciones de asignaturas —que llamamos disciplinas—, estrategias curriculares, objetivos, selección bibliográfica; todo lo que compone el sistema de formación. Los aspectos científicos y metodológicos sustentan ese plan. Sucede que, en este caso, el nuevo plan fue propuesto con la denominación de «Filosofía», porque su objeto de estudio es toda la filosofía. Pero no es, en rigor, el cambio de un nombre lo que se aprobó en el acto de defensa de la carrera, sino el nuevo Plan de Estudios.
El Ministerio de Educación Superior (MES) tiene, como sistema de trabajo, que todas las carreras, cada cierto tiempo se actualicen, y esa «actualización» se expresa en cada nueva generación de planes de estudio. Esto que se acaba de defender el 28 de enero, es el Plan «E»; lo que supone que ya hemos atravesado por los planes «A», «B», «C», «D», con sus adecuaciones. Yo soy de la segunda generación —el plan «B»— y puedo dar testimonio —además de que hemos efectuado investigaciones documentales, de archivo, que lo sustentan— que, a pesar del nombre, se estudiaba toda la filosofía, o, al menos, toda la filosofía que era posible estudiar. Lo curioso es que la carrera, en los documentos oficiales, se denominó «Filosofía Marxista-Leninista», incluso cuando ni siquiera en la Unión Soviética —donde se generó después de la muerte de Lenin, el «marxismo-leninismo»— tuvo nunca ese nombre. Los graduados cubanos en universidades de los antiguos países socialistas, recibieron siempre titulaciones en Filosofía.
Era necesario no postergar más la decisión de poner en correspondencia el objeto de estudio de la carrera con su denominación. Ahí existía un error metodológico que se arrastraba casi por cuarenta y cuatro años: el nombre era mucho más reducido que su objeto. Y, con independencia de lo que se entienda por «marxismo-leninismo», la carrera llevaba el nombre de una sola expresión filosófica, y más estrecho aún, el nombre de una corriente específica dentro de ella: es decir, tampoco abarcaba todo el marxismo.
Por otra parte, constituye una práctica académica nacional e internacional, la denominación genérica de toda carrera: Física, Química, Derecho, Artes, Historia, Sociología, y así las demás. Esta debe ser: Filosofía.
En resumen, no es que el nuevo plan de estudios plantee, por primera vez, una carrera de «Filosofía». Siempre fue así desde 1976. Ahora solo se corrige su denominación.
Por otra parte, al interior de los sucesivos planes de estudios implementados en Cuba, se ha atendido de modo especial el estudio del marxismo, diseñado a partir de un conjunto de asignaturas. Hasta fines de los años ochenta, ese segmento de marxismo tenía limitaciones, entre ellas: uno, se reducía al marxismo originario, es decir, no se consideraba el resto de la tradición marxista —entre otros: Rosa Luxemburgo, G. Lukacs, K. Korsch, A. Gramsci—; dos, no se relacionaba con suficiencia el contexto histórico con su producción teórica; tres, la interpretación crítica de las proposiciones marxistas no estaba en primer plano; y cuatro, apenas se disponía de información actualizada acerca de las investigaciones marxistas generadas fuera de los países socialistas.
En todos los planes de estudios se mantuvo esa disciplina de marxismo la cual asumió distintos nombres a lo largo del tiempo; quizás desde fines de los ochenta o los años 90 se denomina «Teoría e Historia del marxismo», justo porque incorpora la contextualización de una teoría, que se nutre no solo de premisas intelectuales, sino de modo especial de motivaciones sociales y políticas. Esta perspectiva histórica —reclamada alguna vez por un segmento de profesores de Filosofía de la Universidad de La Habana, e implementada en un programa docente en los sesenta— es una de las fortalezas de la carrera, y se mantiene en el Plan «E».
En otras palabras: se estudia toda la filosofía; y una de sus disciplinas es «Teoría e Historia del marxismo»; quiere decir no hay una renuncia al marxismo —ni al leninismo, que forma parte de su tradición—. Y en ese sentido, asume los principios que recoge la nueva Constitución cubana en su artículo 5.
¿Cómo aparece en el nuevo plan de estudios? Contempla 256 horas en total —cuatro semestres, cada uno con 64 horas—. Un primer semestre dedicado al estudio de la obra de Marx y Engels, el marxismo originario. Un segundo semestre dedicado al marxismo de Lenin, en el que se han incorporado, desde planes de estudio anteriores, todo un conjunto de marxistas que le fueron contemporáneos, y en particular aquellos que dialogaron críticamente con él, para que el estudiante comprenda la esencia heterogénea y hasta contradictoria de la producción teórica del marxismo en la etapa de la Segunda Internacional, que sentó bases definitivas para la conformación de las distintas corrientes: entre esos teóricos y militantes trabajamos a Lev Trotski; Rosa Luxemburgo, los comunistas de izquierda, la teoría y la política al interior de la socialdemocracia alemana, entre otros. Un tercer semestre que estudia el marxismo posterior a Lenin —téngase en cuenta que siempre es una selección—. Y un cuarto semestre que repasa ciertas cuestiones teóricas. Esta es una asignatura abierta a la actualización.
Entre las novedades de este plan, se sitúa el estudio de la ética en un lugar más destacado de la estructura disciplinar, así como se actualizan contenidos relativos a bioética, medioambiente, género, filosofía de la mente, entre otros. Asimismo, los cursos optativos privilegian la filosofía latinoamericana y caribeña, y debates culturales cubanos. Por cierto, desde los años noventa el «Pensamiento filosófico cubano y latinoamericano», constituye toda una disciplina del currículo básico.
En ese sentido, la carrera tiene una voluntad anticolonialista, pues no solo comprende la filosofía occidental y su racionalidad: tenemos incluso «Filosofía oriental» y estamos incorporando cada año novedades investigativas al respecto.
LT: Por tu respuesta, entiendo que el anterior, y en este mismo nuevo plan de estudios, hay «marxismo», hay «leninismo, incluso hay «marxismo-leninismo» —en las maneras en que eso se concibió en un momento dado como ya has apuntado, con todas sus deudas—. En este sentido, la pregunta es cuánto de «marxismo-leninismo» —con las implicaciones que eso tiene, ya sabidas— hay en este nuevo plan de estudios; ya sea porque subsisten contenidos, prácticas, formas de pensar, tradición pedagógica —porque los profesores están acostumbrados a ello—, o por cualquier otra razón. ¿Cuánto se parece este marxismo y este leninismo a los contenidos de marxismo-leninismo de hace treinta años, antes del derrumbe de la Unión Soviética?
NG: Una de las novedades es que, por primera vez, se va a estudiar el «mapa» de las tendencias heterogéneas del marxismo —eso va a estar en una de las asignaturas—; y una de esas tendencias es el marxismo-leninismo. Ese es su lugar dentro del actual plan. Por supuesto, que se va a analizar críticamente, al igual que se aborda el análisis de todos los discursos filosóficos.
LT: Para llegar a ese cambio, porque sin dudas es un cambio, ¿cómo ha incidido el debate intelectual, académico de los últimos veinte o treinta años alrededor del marxismo y del marxismo-leninismo? ¿En qué medida estos cambios son deudores de esos debates?
NG: El nuevo plan de estudios que ha sido aprobado no es el logro de la generación actual de profesores de filosofía. Esto ha sido el resultado de un proceso acumulativo en el cual tienen mérito desde los primeros profesores del primer Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, allá en los años sesenta, hasta las sucesivas y actuales generaciones de profesores. Es un efecto acumulativo, el cual a la generación actual le ha correspondido conducir a este punto, que es también un punto de continuidad porque habrá que seguir actualizando, incorporando resultados investigativos a la docencia, y siempre prevenirnos críticamente frente a dogmas propios y ajenos. Nos ha tocado recoger una cosecha, pero hay siembras de mucha gente anterior, de generaciones anteriores, de profesores e incluso de estudiantes que tuvieron conciencia de que el marxismo que se estudiaba había que ampliarlo y que había que tener una concepción más plural, fundamentada en investigaciones científicas, a lo cual todas esas generaciones han ido contribuyendo con una obra intelectual muy importante desde los años sesenta, incluso los setenta y ochenta y, sobre todo a partir de los años noventa.
Sin embargo, la comunidad académica cubana dedicada al marxismo, no ha tenido una posición unánime, a través de la historia, sobre la apertura crítica, investigativa y docente hacia la pluralidad de marxismos.
En este momento existe una correlación —pudiéramos decir «favorable»— para esos cambios: una conciencia crítica de que no existe una sola tendencia del marxismo que pueda representar la diversidad de marxismos o que pueda considerarse como única legítima. La premisa de que el marxismo es, en rigor, un conjunto de corrientes heterogéneas y contradictorias en su interior, ha ido ganando espacio.
LT: Natasha; tú llevas muchos años ya desarrollando la docencia del marxismo lo cual te ha permitido acumular una invaluable experiencia en ese campo. En tu perspectiva, ¿cuál es la salud de la enseñanza oficial del marxismo —que ya sabemos que no es lo mismo que el marxismo oficial, son cosas distintas— en las universidades, en tu condición de presidenta de la Comisión Nacional de Carrera, pero sobre todo como profesora? ¿Qué valoración tienes en relación con la enseñanza del marxismo en los niveles anteriores al universitario?
NG: Hay dos dimensiones en tu pregunta. En cuanto al marxismo que se imparte en la carrera, considero que, desde luego, hay cosas que están por hacer. Sin embargo, este claustro está realizando investigaciones efectivas, está produciendo cada año en términos de publicación de artículos y libros de interés —en particular en nuestro contexto—, y cuyos resultados deben ser, por cierto, más socializados —porque se conocen apenas en determinados grupos, determinados segmentos—. ¡Y todo eso ha ido a parar a la docencia! La docencia actual en la carrera incluye también algo que por décadas en Cuba apenas se estudió: la historia del marxismo; el enfoque crítico de su historiografía, la contextualización histórica de los distintos autores, de las distintas teorías, de las distintas obras; todo eso se ha ido incorporando.
En términos temáticos también hay avances notables: por ejemplo, estamos trabajando en los últimos años por el enfoque de género, incluso a partir de marxismo clásico; también cuestiones relativas a la ecología. Este es un proceso, debemos avanzar más en nuestras investigaciones; en recuperar autores que no han sido trabajados. Como parte de una comprensión más realista, nos hemos interesado por la presentación de contradicciones, polémicas, teorías alternativas, teorías inconclusas, y todo eso, ejercitando una apreciación crítica, para que pueda ser prospectiva. No podemos pensar que eso está terminado. Pero sí hemos avanzado bastante.
En relación con la enseñanza general del marxismo en Cuba, creo que debe seguir avanzando. Incorporar la idea de esa pluralidad: existen diversas teorías para un mismo problema y debemos apropiarnos de esa diversidad. Presentar el marxismo como una tradición, y no solo reducirlo a tres personalidades. Esa vida real del marxismo, debe ser llevada a los estudiantes. La enseñanza no puede ser apologética, tiene que ser crítica. La crítica señala la distancia entre lo que es y lo que debe ser. Si no somos críticos, no se identifica el objetivo, prevalece el conformismo, y muere la voluntad de revolución. También debe pensarse en la segmentación artificial del marxismo con fines docentes. El marxismo nació como una teoría unitaria que integraba saberes e investigaciones distintos: empíricos y teóricos, históricos, económicos, políticos, de activismo, filosóficos, científicos, entre otros. Asimismo, hay que hacer uso de las investigaciones. Las universidades deben ser escenarios sistemáticos de debates y de presentación de resultados, por parte de académicos, e intelectuales nacionales y extranjeros. Hay que recuperar la voluntad por el estudio —estudio, digo— del marxismo y sobre todo en la gente joven. Puede ser que los jóvenes estén saturados de un tipo de marxismo, de una codificación, de una manera de presentarlo, de una envoltura pedagógica. La recuperación de ese interés no puede ser, y no es, responsabilidad exclusiva de una asignatura escolar; tiene que ser una necesidad orgánica de la gente, de la sociedad y de la política cubanas. Tiene que experimentarse como una necesidad individual y social, para que ese estudio se convierta en motivación real. De manera que el marxismo no puede ser, porque no es, una materia como la Lengua Española o la Química, que se imparte en determinada hora de la semana. Hay que repensarse de manera radical el marxismo escolar y sus procesos regulares de institucionalización.
LT: Filosofía, y en especial Filosofía marxista-leninista, no es solo una carrera; es también una disciplina que se estudia en todas las carreras universitarias, incluso en ocasiones bajo el nombre de «Marxismo para los servicios»… Estos cambios en la propia carrera, en su concepción, en sus contenidos ¿tendrán algún impacto en la docencia del marxismo en otras carreras?
NG: En cuanto a los estudios de marxismo en otras carreras, se han desarrollado programas de perfeccionamiento y con seguridad conducirá a cambios. Sin embargo, debe haber una reconsideración radical del asunto.
Los debates que se generaron alrededor de la presentación del Plan de Estudios de la carrera de Filosofía y la socialización de argumentos en el ámbito institucional y académico —incluso han tenido cierto impacto fuera de esos márgenes—, así como la producción científica del claustro que lo ha acompañado, pudieran tener alguna influencia en otros espacios escolares.
LT: Se acaba de defender una carrera de «filosofía»… Y uno se pregunta, en el contexto actual, «¿Para qué una carrera de filosofía hoy?». Parece que puede entenderse la presencia de determinadas carreras, pero no deja de ser llamativo esto ¿filosofía hoy, carrera de filosofía, por qué, para qué?
NG: ¿Para qué una carrera de filosofía? Yo te pudiera dar una explicación muy formal. Y es que en casi todas las universidades se estudia la filosofía, casi siempre como parte del área de las ciencias humanísticas o sociales —con independencia de que su estatus científico esté sujeto a una profunda discusión—. Pero sí se le reconoce a la filosofía como un saber académico tradicional; de hecho, de la filosofía griega partieron el resto de lo que hoy llamamos ciencias según la racionalidad occidental. Te pudiera dar esa explicación: «en casi todas las universidades del mundo hay una carrera de filosofía, como de matemáticas, de física, como la ingeniería, entre otras». Así que: «¿por qué debía faltar en Cuba una carrera de Filosofía?». Pero esa sería la respuesta formal.
A pesar de que el mundo de la filosofía es limitado —pues la vida filosófica en cualquier lugar tiene un espacio limitado— y que su funcionalidad no es evidente para todos ni para la sociedad; a pesar de eso, la filosofía es un saber necesario para la sociedad y los procesos revolucionarios. Porque formar un filósofo es formar un pensamiento crítico —la filosofía, en su esencia, es un saber crítico; que comienza siendo crítico consigo mismo y además es crítico con el mundo en que se desenvuelve—. Si partimos de una definición de la filosofía como un pensamiento crítico en general, autorreflexivo y reflexivo, entonces eso significa que tiene como objetivo central —no quiere decir que el resto de los saberes no lo tenga, pero la filosofía lo tiene en sí misma— la comparación entre lo que es y lo que debe ser. Por eso es que tiene un sentido crítico. No argumenta o legitima lo que es, sino argumenta lo que debemos ser y lo que debe ser. Y en ese sentido, yo considero que cualquier sociedad y también la sociedad cubana y su proyecto político, necesitan tener una conciencia crítica formada en la academia, que ejerza la crítica sistemática, con investigaciones científicas que la sustenten, que proyecte, imagine y establezca la distancia entre lo que somos y tenemos, y lo que debemos ser.
Otra cosa es ver cómo un filósofo se integra a la sociedad de manera efectiva para realizar este ejercicio: en términos institucionales es muy difícil situar un filósofo. Pero su ejercicio, aunque sea en apariencia intelectual —y nunca lo es, siempre se mueve en la dimensión social y práctica—, pudiera llegar a situarse en las coordenadas decisivas para la transformación de la sociedad, en el sentido en que Marx lo expresó.
La Tizza
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