No hay que ser adivino para pronosticar que los Estados Unidos, acorralado por la mayoría de los países del mundo, permanecerá en un aislamiento total y quizás, cuando no pueda hacer daño dentro de la ONU, decida abandonarla definitivamente…
Cuando en plena campaña electoral el entonces candidato Obama lanzaba su inusitada y prometedora frase “Yes, we can change”, publiqué el artículo titulado: “Todo cambia, ¿cambiará los Estados Unidos?”. Lo dicho entonces como reflexiones y convicciones, conserva su vigencia, reforzado por la experiencia que hemos vivido desde allá hasta acá, y con el sobreañadido de una realidad pasmosa, aunque mejor podría añadirse atroz, tanto para el pueblo estadounidense como para los restantes pueblos del mundo.,
Lo que pudo ser un cambio para lo mejor, en los últimos tiempos de promesas ilusorias, pronto empezaron a hacerse añicos, y a pesar del apresurado Premio Nobel de la Paz otorgado al presidente Obama, éste, con gran desparpajo, también se lanzó a la guerra, como un “W Bush cualquiera”, y si bien en el caso de la América Latina introdujo un cambio impensado con respecto a Cuba, que conllevó al restablecimiento de las relaciones diplomáticas, a la solicitud al Congreso para la derogación del bloqueo y la ley Helms-Burton, considerándolos obsoletos, y a la abstención en la votación anual contra el bloqueo en la ONU, sin embargo, a pesar de todos estos cambios significativos, nada cambió en los propósitos del gobierno estadounidense de mantenerse fiel a la inveterada injerencia en los asuntos internos cubanos, confesando sin pudor alguno que el propósito era el mismo: subvertir el sistema político en Cuba, aunque por otros medios.
Pero para agravar la situación con América Latina, firmó la orden presidencial por la cual consideraba a Venezuela como “una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos”. Así, de forma tan sencilla como malévola, gratuitamente, sin razón material ni moral, colgó una espada de Damocles sobre la República Bolivariana de Venezuela, y sentó la base jurídica para cualquier agresión a un país que sólo había dado muestras de vocación de paz y solidaridad con los pueblos de América y del mundo.
Con la llegada a la Casa Blanca de un troglodita político como Donald Trump, que se comporta como un tiranosasurio tanto en los asuntos de la política interior de su país, como en sus relaciones exteriores con los países “amigos o “supuestos enemigos”, las cosas se han agravado de tal modo que los Estados Unidos es cuestionada, con razón, desde todos los flancos.
Lo de tiranosaurio es correcto desde el punto de vista lexicológico cuando de política se trata. Primero, por la naturaleza cavernaria del personaje que hoy ocupa la Casa Blanca, y que es propio del periodo cretácico en América del Norte, y por estricta definición del componente tirano, que se dice de una persona que abusa de su poder, superioridad o fuerza en cualquier concepto o materia, o que, simplemente, impone ese poder y superioridad en grado extraordinario.
Son manifestaciones de esa política errática y demencial de Trump las siguientes: sus diatribas contra los demócratas y hasta contra sus propios colaboradores, su retiro del acuerdo marco sobre el Cambio Climático, la renuncia al Pacto acordado con las principales potencias mundiales sobre el problema nuclear de Irán, la renuncia del Pacto sobre misiles con Rusia, las agresiones sostenidas y amenazas de guerra contra Venezuela, el reconocimiento de un farsante y marioneta como presidente oficial de Venezuela y obligar a otros a la misma actitud, las sanciones sistemáticas contra Rusia y China, las ofensas verbales contra varios pueblos de América Latina, los planes de amurallar la frontera con México, los retrocesos en todos los órdenes en los acuerdos con respecto a Cuba y las medidas agresivas adoptadas, el retiro de la membresía de la UNESCO, el establecimiento de su embajada en Jerusalén para complacer más la ocupación ilegal de Israel, la reciente adjudicación a Israel, como dádiva del amo del mundo, de las alturas del Golán sirio, la ocupación y permanencia de tropas norteamericanas en territorio de Siria sin consentimiento de ese país ni del Consejo de Seguridad.
En fin, se trata de un rosario de hechos, ilógicos e ilegales, que contravienen principios elementales del derecho internacional y en particular de la Carta de las Naciones Unidas y de los Pactos de Derechos Humanos y otras declaraciones de la ONU. De tal manera que se puede afirmar que los Estados Unidos pertenece todavía a la ONU pero la irrespeta flagrantemente, le importa un bledo lo que establece como norma civilizada esa organización, y a la cual también amenaza.
Por estas y otras razones, no hay que ser adivino para pronosticar que los Estados Unidos, acorralado por la mayoría de los países del mundo, como ha ocurrido en el asunto del bloqueo contra Cuba, permanecerá en un aislamiento total y quizás, cuando no pueda hacer daño.
Wilkie Delgado Correa
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