sábado, 10 de febrero de 2018
Reunión sobre plan subversivo contra Cuba calentó el ambiente en el Departamento de Estado, según agencias
Edificio del Departamento de Estado en Washington.
Tal y como se había anunciado hace una semana el Departamento de Estado convocó el pasado miércoles 7 de febrero a la primera reunión del Grupo de Tarea destinado a “aumentar” el acceso a la “información” y la internet en Cuba.
Según apunta una nota oficial publicada en el sitio del Departamento de Estado, el “Equipo de Internet de Cuba compuesto por representantes gubernamentales y no gubernamentales durante el próximo año examinará los desafíos tecnológicos y las oportunidades para expandir el acceso a Internet en Cuba con el objetivo de ayudar al pueblo cubano a disfrutar del flujo de información libre y no regulado”.
La nueva Fuerza de Tarea de Internet para Cuba está presidida por el Subsecretario Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, John S. Creamer, y además del Departamento de Estado, por otras entidades como la Oficina de Radiodifusión de Cuba, la Comisión Federal de Comunicaciones, la Administración Nacional de Telecomunicaciones e Información del Departamento de Comercio, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, Freedom House y el Consejo de la Industria de Tecnología de la Información. Todas, como se sabe, con antecedentes en el historial la guerra subversiva de Estados Unidos contra Cuba.
Según diversas fuentes, a la reunión, que se celebró bajo una iluminación fluorescente en una sala de conferencias en el sótano del Departamento de Estado, asistieron una veintena de representantes de los llamados grupos opositores cubanos y entidades locales que promueven la plena restitución de las relaciones diplomáticas.
Como era de esperarse, informó la agencia AP, los “opositores”, al son de la voz del amo, utilizaron el espacio público para arremeter contra el gobierno de Cuba, haciendo comparaciones con la Segunda Guerra Mundial y con los gobiernos de Siria e Irán.
Sin embargo, y de acuerdo con la AFP, los representantes de la sociedad civil estadounidense no parecieron muy impresionados con los objetivos planteados.
Según cita la agencia francesa, el abogado Tony Martínez cuestionó que “no hay en el Departamento de Estado ningún grupo específico sobre internet sobre ningún otro país. ¿Por qué? ¿Creen que ésta es la forma de alcanzar los cambios esperados?”
La misma fuente señaló que la activista Cheryl LaBash apuntó que en Detroit, su ciudad, “en 2015 el 40% de la población tampoco tenía acceso a internet. Creo que la mejor forma de mejorar el acceso a internet en Cuba sería negociar con el gobierno cubano de manera respetuosa”. “¿Algunos de ustedes ha estado en Cuba?”. La pregunta de LaBash a los integrantes del grupo solo recibió el silencio como respuesta.
No faltó por supuesto el tema de los llamados medios “independientes” en cuya defensa algunos argumentaron que cualquier plan estadounidense sería contraproducente porque socavaría la independencia y la credibilidad que se percibe en los florecientes medios de comunicación “independientes” en Cuba.
Por su parte, el jefe del grupo, el subsecretario de Estado John Creamer, quien debe entregarle en octubre un informe final con recomendaciones al Secretario de Estado y el Presidente, puntualizó que el gobierno de Cuba “filtra y bloquea los sitios web” en un intento de impedir que los cubanos tengan la oportunidad de criticar a las instituciones y políticas cubanas. “Ese tipo de actos agresivos tienen un efecto escalofriante en el ejercicio de la libertad de expresión”.
Hablando de libertad de expresión, el nuevo grupo de trabajo creado por el gobierno de Estados Unidos para la subversión mediática contra Cuba, debería volcar sus esfuerzos y recursos a ocuparse de los problemas que en ese sentido confronta actualmente Estados Unidos.
Según alertó recientemente en Ginebra el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein: “la libertad de prensa y la integridad de los periodistas peligran en Estados Unidos bajo la Administración del presidente Donald Trump.
“Trump está socavando la libertad de prensa, al tiempo que peligrosos acontecimientos ya en marcha podrían llevar a un aumento de la violencia contra los periodistas”, apuntó en esa ocasión Zeid.
El funcionario se refería a las constantes acusaciones de Trump de que los medios producen fake news, el famoso término acuñado por el mandatario para referirse a mentiras o noticias falsas, y a sus repetidos ataques verbales contra los diarios The New York Times, The Washington Post o la televisión CNN.
Como si fuera poco, en enero de este año, el International Press Institute (IPI) anunció que llevará una misión internacional Estados Unidos para evaluar los cambios en los medios y el panorama de libertad de prensa y exponer sus preocupaciones a la atención de las autoridades pertinentes.
El IPI, como el mundo entero, no ve con muy buenos ojos los reiterados ataques contra periodistas y medios de comunicación durante la campaña presidencial de Trump, que incluyeron acoso verbal y negación de credenciales de prensa.
Para cualquiera con dos dedos de frente resulta en extremo contraproducente y paradójico que el primer censor de los Estados Unidos evalúe en octubre la “libertad de expresión” en Cuba. No existe mayor maquinaria de “fake news” que la que suelen emplear los grupos de trabajo al estilo del recién creado contra Cuba contra aquellos países que no se doblegan ante la hegemonía imperial, como son el caso de Venezuela, Irán o Siria.
Resultará sin dudas muy poco ético criticar las fake news en casa mientras se crean maquinarias mediáticas para su exportación a otras naciones.
M. H. Lagarde
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