Por su envergadura, Pino del Agua II fue la primera acción rebelde calificada como batalla, la última en que pelearon juntos los barbudos fundadores, y que cerró la fase nómada del ejército verde olivo
En la abultada cronología de acciones guerrilleras que hicieron hervir de rebeldía a la Sierra Maestra luego del desembarco del Granma, el 16 de febrero de 1958 se distingue como fecha que marcó varios inicios, puntos de giros y cierres en la epopeya liberadora del ejército verde olivo.
Pino del Agua era entonces un pequeño asentamiento en torno a un importante aserrío de la porción occidental de la cordillera.
Aunque estaba enclavado en una de las más altas e intrincadas zonas del firme escarpado, los caminos acondicionados para el trasiego de la madera propiciaban a las tropas batistianas una vía fundamental de internarse en la zona frontal de operaciones contra los guerrilleros; quienes, debido a la presencia permanente de fuerzas bien equipadas, debían hacer grandes rodeos a fin de evitar confrontaciones inútiles.
Hacía algunos meses que el lugar representaba una especie de espinita en la garganta de la estrategia rebelde, pues si bien en septiembre del año anterior se había librado allí un primer combate, la presencia enemiga volvía a ser entonces muy importante; al punto de completar una columna acantonada, superior en número a los insurgentes.
Además, luego de aquel combate, una reacción cobarde de una partida batistiana al mando del sanguinario Sosa Blanco cobró la vida de 11 campesinos –nueve de una misma familia- del cercano caserío El Oro de Guisa. La masacre reciente exacerbaba entonces el afán de justicia de la guerrilla.
La decisión de Fidel, en provecho también del levantamiento temporal de la censura de prensa, fue asestar un revés resonante a las tropas de la tiranía, que los obligara a desalojar la región y declarar libre la porción occidental del firme.
La correlación de fuerzas indicaba, a priori, que aquella acción sería hasta entonces la de mayor envergadura afrontada por los rebeldes, y en efecto, alcanzó dimensiones de batalla, la primera librada por los barbudos.
El Che, uno de los jefes principales en la escaramuza, resumió así la táctica trazada: «Fidel, sabiendo que había una compañía entera en el aserrío, no tenía confianza en que nuestras tropas pudieran tomarlo; lo que se pretendía era atacarlo, liquidar sus postas, cercarlo y esperar a los refuerzos, pues ya sabíamos bien que las tropas que van en camino son mucho más hábiles que las que están acantonadas. Se establecieron las distintas emboscadas de las cuales esperábamos tener resultados grandes. En cada una pusimos el número de hombres equivalente a la probabilidad de que por allí viniera el enemigo».
Impartida la orden, antes del amanecer la tropa de Camilo Cienfuegos cayó con furia sobre las postas, aniquilándolas.
Tomó 11 armas, tres prisioneros y causó ocho bajas; pero en una imprevista reacción en la retirada, el enemigo se reorganizó y respondió con un fuego nutrido que provocó la muerte de los combatientes Gilberto Capote, Enrique Noda y Raimundo Liens, así como heridas de importancia a otros como el propio Señor de la Vanguardia, alcanzado en el muslo y el abdomen. Más tarde morirían Florentino Quesada y Ángel Guevara.
En la incursión temeraria se estrenaron unas pequeñas bombas de hojalata lanzadas con ligas de fusil de caza submarina, fabricadas por los insurgentes y bautizadas como Sputniks; cuyo valor de guerra, al decir del Guerrillero Heroico, era más sicológico que de impacto mortal, pues sonaban muy duro al estallar y generaron, en efecto, mucho desconcierto entre sus víctimas.
Las previsiones de Fidel sobre el envío de refuerzos fueron cumplidas y en su contención participaron varias formaciones dirigidas por distinguidos conductores como Raúl Castro Ruz, Guillermo García, Félix Duque, Paco Cabrera, Vilo Acuña, Lalo Sardiñas y Raúl Castro Mercader.
La batalla provocó, a la postre, que la jefatura del ejército batistiano ordenara la retirada de la zona, y con ello se consumara el objetivo final trazado por Fidel.
Liberada la porción occidental del firme de la Sierra Maestra, el líder considera llegado el momento de ampliar el radio de acción de la guerrilla y abrir varios frentes en Oriente, al mando de sus principales jefes.
La decisión, que se concretaría en el mes siguiente, enalteció, por tanto, la batalla de Pino del Agua como punto culminante de la fase nómada del Ejército Rebelde, y la última ocasión en que combatieron juntos, en una misma escaramuza bélica, sus fundadores Fidel Castro, Ernesto Guevara, Camilo Cienfuegos, Raúl Castro, Juan Almeida, Guillermo García, Ramiro Valdés y Efigenio Ameijeiras.
Dilbert Reyes Rodríguez | dilbert@granma.cu
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