Un buen amigo mío radicado en Estados Unidos desde hace muchos años, a quien considero un excelente analista de temas de política internacional, me comenta que el ex presidente James Carter ha reconocido hace apenas unos meses que fue un error suyo el no haber completado el proceso de normalización de relaciones con Cuba durante su mandato en la Casa Blanca.
El tema vino al caso a la luz de que, según él, desde hace más de dos meses el impulso destructivo de Trump hacia las relaciones con Cuba parece haber entrado en una fase en la que tal impulso se presenta más tibio, en el sentido de que no se han producido nuevas acciones hostiles graves, la farsa de los "ataques sónicos" se congeló oficialmente y se están retomando los encuentros bilaterales y negociaciones puntuales anteriores a Trump.
Según la opinión de mi amigo “es como si el rumbo hacia la colisión estuviera siendo reconsiderado, dando paso a una suerte de tregua temporal o hacia un cierto arreglo o nuevo modus vivendi.” No es la primera vez que una aproximación de este tipo aparece en las propuestas de política que aparecen a nivel de la rama ejecutiva a manera de propuestas.
En 1979, Robert Pastor, asistente y asesor muy cercano de Zbigniew Brzezinski, consejero del Presidente estadounidense Lyndon Johnson entre 1966 y 1968, introdujo -al caracterizar varias propuestas sobre Cuba- el término Cool but Communicative (Fría pero comunicativa), significando que Washington debía mantener canales de comunicación con La Habana, pero apretando al mismo tiempo un cerco alrededor del cuello de los cubanos.
¿Será esta aparente tregua temporal una nueva versión del estilo Cool but Communicative o -considerando el contexto diferente que sustenta la proyección internacional de Cuba así como el respaldo doméstico que en Estados Unidos tiene la normalización de los vínculos con la Isla- se pretenderá avanzar hacia un modus vivendi de bajo perfil, pero portador de estabilidad?
Claro que el cerco de que hablaba entonces Pastor tenía lugar en un contexto bien diferente al de hoy. Los gobiernos de Canadá y toda América Latina se alinean a favor de la normalización del comercio y la cooperación con Cuba. El primer ministro de Japón, Shinzo Abe, visita Cuba y fomenta las relaciones con este país. Corea del Sur se ha convertido en un importante socio comercial de Cuba y las posiciones se aproximan hacia una normalización. La Unión Europea avanza en el Acuerdo de Diálogo Político y la Cooperación con Cuba luego de tres visitas a La Habana de Federica Mogherini, la Alta Representante de Política Exterior y Vice Presidenta de la Unión Europea. Hace apenas unos días, Trump se reunía con la Primera Ministra de Noruega, país que ha cooperado estrechamente durante años con Cuba en el proceso de paz en Colombia. Sin estos factores del lado opresor, no hay cerco posible y la posición de todos ellos contradice el rumbo anunciado por Trump el 16 de Junio del pasado año desde Miami.
No comparto el pronóstico de que la política de Trump hacia Cuba está considerando un enfriamiento y una tregua temporal en su agresividad porque no es eso lo que se aprecia, entre muchas otras cosas, en el anuncio de la creación de una nueva Fuerza de Tarea (Task Force) en Internet dedicada a subvertir el orden interno en Cuba. Ello supondría la continuidad de las fracasadas políticas de guerra fría y bloqueo como parte de la doctrina de Guerra No Convencional que han demostrado su inoperancia frente a la orientación de Guerra de Todo el Pueblo en que la Isla basa su preparación para la defensa.
Por otra parte, sí estoy plenamente de acuerdo en cuanto a lo mucho que puede influir una opinión mayoritariamente favorable a la normalización sustentada por los grupos de presión de sectores económicos norteamericanos importantes a favor de un modus vivendi de bajo perfil, opción contraria a aquella por la que viene trabajando Marco Rubio con su espectacular farsa de los ataques sónicos y las intrascendentes audiencias senatoriales contra Cuba.
La próxima victoria electoral en la Cuba socialista aportará continuidad al proceso revolucionario en la Isla y estimulará a los pueblos de toda la América Latina a continuar su bregar por la autodeterminación frente a los designios de las oligarquías nativas y la hegemonía imperialista de Estados Unidos.
La victoria presidencial de la derecha encabezada por Santiago Piñera en Chile, no pudo acallar un notable ascenso de las fuerzas de centro-izquierda representadas por el novedoso ejemplo del Frente Amplio. El regreso de Lula y el Partido de los Trabajadores en Brasil, MORENA con López Obrador en México, el casi seguro triunfo de Maduro y el Partido Socialista Unido en Venezuela frente a una oposición atomizada pero con todos los recursos del imperio estadounidense; la indudable victoria de Evo en Bolivia; la crisis de Macri en Argentina; el incierto resultado en Colombia y el regreso de la izquierda en Paraguay, son los más comentados escenarios de lucha patriótica latinoamericana en 2018.
Manuel E. Yepe
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