Mientras aniquila a Gaza y a los gazatíes por medio de las bombas y el hambre, Israel avanza en todos los órdenes en la anexión de Cisjordania. En la más grave confiscación de tierras desde la firma de los Acuerdos de Oslo, en 1993, el gobierno de Benjamin Netanyahu declaró la semana pasada “tierras del Estado” a 1.200 hectáreas palestinas en el valle del Jordán, que se suman a otras 264 en febrero y 800 en marzo, cercanas a Jerusalén.
El valle del Jordán alberga las dos más importantes cuencas de agua de Cisjordania y es una franja de tierra agrícola muy fértil que se extiende 70 kilómetros a lo largo de la frontera con Jordania. Incluye muchas zonas abiertas y sin urbanizar, “lo que lo convierte en una valiosa reserva para el futuro desarrollo de Cisjordania”.
La construcción de asentamientos es ilegal según las normas internacionales. La declaración de que la tierra palestina es propiedad del estado sionista es el fraude “legal” que emplea Israel, junto a la denominación de reservas naturales y áreas de entrenamiento, para expulsar a la población palestina y apropiarse del territorio.
Para el gobierno fascista de Netanhayu, la ocupación de Cisjordania es estratégica porque destruye la base material para la construcción de un Estado palestino, la alternativa para salir de Gaza que le proponen su socio norteamericano Biden y la comparsa de la Unión Europea. Pero los sionistas no admiten un “estado” palestino ni siquiera en el nivel de los bantustanes sudafricanos de la época del apartheid y ni se molestaron en comentar las quejas de Gran Bretaña y otros, que insistieron en que “los dos estados” son el único camino para “poner fin al conflicto en Gaza de manera sostenible lo más rápido posible y asegurar una paz duradera en el Medio Oriente”.
La anexión de Cisjordania es una meta del gobierno muy anterior a la incursión de las milicias palestinas el 7 de octubre. En la ley básica votada en 2022 crearon un nuevo ministro “especial” dentro del Ministerio de Defensa. Así se entregó a autoridades civiles -el colono supremacista Bezalel Smotrich- el control de Cisjordania, que hasta entonces habían sido competencia exclusiva de las Fuerzas de Defensa de Israel. “Este cambio administrativo equivale a declarar la soberanía israelí sobre Cisjordania, una violación de la prohibición de conquista territorial de la Carta de la ONU” (Foring Affaires 9/6/23).
Aunque esta transferencia no es más que la culminación de décadas de políticas que han garantizado el control de Israel sobre los territorios palestinos, “el gobierno ha cruzado ahora un umbral que representa una transformación (…) Israel ya no necesita declarar formalmente la anexión de Cisjordania. El hecho está consumado” (ídem).
Desde entonces, el Estado sionista avanza vertiginosamente sobre Cisjordania y Jerusalén Este: en general, primero los colonos, armados por el Estado y apoyados por el ejército sionista, echan a sangre y fuego a los pobladores palestinos y ocupan sus viviendas y tierras de cultivo. Después, el gobierno legaliza la ocupación.
Desde 1998, Netanyahu ha convertido en estatales más de 4 mil hectáreas de tierra palestina. Este año, mientras aniquila Gaza, confiscó 2.300 hectáreas en Cisjordania. El Ministerio de Vivienda subsidia a los israelíes que se trasladan a los asentamientos para que alquilen o compren las tierras apropiadas.
El gobierno también anunció que construirán otras 6.016 viviendas en decenas de asentamientos. Es una avanzada descomunal: por ejemplo, en el asentamiento de Gevaot, donde actualmente solo hay unas 60 viviendas, se construirán un millar.
El año pasado, Smotrich ordenó que se duplicara el número de colonos hasta alcanzar el millón (BBC, 4/7). El jefe de la Administración Civil israelí en los Territorios, considerado en la práctica el gobernador de Cisjordania, suele celebrar: “Estamos construyendo la buena tierra y frustrando el establecimiento de un estado palestino".
La anexión del valle del Jordán dificultará aún más la circulación de los pobladores palestinos, ya muy complicada por las crecientes restricciones y los numerosos puestos de control militares. Los bloqueos impiden acudir al trabajo o a la escuela, separan a las familias de sus tierras de cultivo o dificultan algo tan indispensable como ir a parir al hospital. Que los puestos de control autoricen el paso depende en general del humor de los soldados a cargo, e invariablemente implica horas de espera y múltiples vejaciones.
En junio, un informe de la ONU dijo que entre 2022 y 2023 se construyeron 24.300 viviendas en los asentamientos. A esto se agrega que por lo menos 700.000 colonos israelíes viven en Cisjordania y otros 200.000 en Jerusalén. Son una fuerza de ocupación armada que solo la hipocresía de los opinólogos occidentales pueden confundir con población civil. En lo que va de 2024, por lo menos 689 palestinos han sido asesinados por soldados o colonos sionistas.
Los colonos de Cisjordania y 11 ministros del gabinete, incluidos los del Likud, el partido de Netanhayu, se han movilizado varias veces en Jerusalén y en Tel Aviv exigiendo que también se les entregue la tierra gazatí. Piden la expulsión total de los palestinos de Gaza y plantean que reimplantar las colonias no solo es un derecho divino sino la única salida para garantizar la seguridad de Israel.
La existencia del Estado ocupante, reconocen, necesita mucho más que la bendición bíblica y el favor de dios. Depende de las armas y los recursos que les entrega el imperialismo para que prosigan en la limpieza étnica del pueblo palestino.
La tarea de los trabajadores y la juventud es apoyar de todas las maneras la heroica resistencia de los palestinos, apuntando al corazón de los que están empeñados en su exterminio.
Olga Cristóbal
08/07/2024
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