El cruce de acusaciones entre diferentes sectores del gobierno y de la oposición en Bolivia respecto al intento golpista del miércoles 26 de junio se parece, por momentos, a una comedia de enredos.
Como se sabe, el jefe del Ejército, Juan José Zuñiga, concentró en la Plaza Murillo frente a la Casa de Gobierno, con tanquetas y personal militar armado, rompió la puerta para entrar y dispersó con gases a sectores de la población que se acercaban. Dijo que lo hacía para impedir que Evo Morales, dirigente de una de las fracciones del oficialista MAS, pudiera presentarse el año que viene como candidato a las elecciones presidenciales. Preguntado, si esto implicaba, la destitución del presidente Luis Arce, contestó “por ahora no”, titubeando .
Finalmente, la asonada golpista fue contenida y las tropas se retiraron en forma desordenada de la Plaza, siendo hostilizadas por sectores populares que estaban confluyendo.
Pero… el golpista Zuñiga –que fue destituido por Arce y detenido- declaró que había sacado las tropas a la calle a sugerencia del propio presidente que quería aparecer como “un salvador de la patria” contra el golpe.
Sea cierto o no, la intentona golpista apareció como aventurera e improvisada. Esto, probablemente, hizo que la casi totalidad del arco político boliviano, incluyendo a la expresidenta golpista, Jeanine Añez, desde la cárcel, saliera a repudiar el mismo, para no verse implicada y acusada.
El llamado de Evo Morales y de organizaciones de masas (COB, centrales campesinas, etc.) a la huelga general y el corte de rutas jugaron un papel importante, seguramente, para que no se unieran nuevas unidades militares a la asonada (la policía y diversos regimientos permanecieron acantonados viendo la marcha de los acontecimientos y esperando).
Al momento hay más de 20 detenidos, en su gran mayoría militares de alto rango. Pero es de notar que el gobierno norteamericano no se pronunció, en su momento, en forma abierta en contra del golpe, e instó a la “calma y moderación”, mientras aseguraba que estaba “siguiendo de cerca” la situación. El gobierno argentino fue uno de los últimos en pronunciarse. Lo hizo a través de la canciller, Mondino, cuando ya estaba la situación resuelta, quien afirmó que estaba en contra de los golpes.
Pero esto duro poco. La presidencia de Milei sacó un comunicado calificando el golpe de una “farsa” montada por el propio gobierno, al que denuncio que marchaba invariablemente a establecer una dictadura comunista.
¿Milei actúa como un adelantado del imperialismo yanqui? La asonada estalló pocos días después de la vuelta del presidente Arce de un viaje a Rusia, donde llegó a acuerdos con Putin para ser abastecido de los combustibles que faltan en Bolivia. En esta tierra se está desarrollando una fuerte lucha intercapitalista por el dominio de la explotación minera del litio y de las llamadas “tierras raras”, tan necesaria para la moderna industria electrónica (autos eléctricos, etc.).
Mientras estaba en la Plaza, Zuñiga hizo público su reclamo de la libertad de la expresidenta golpista Añez, del exgobernador, también golpista, Camacho, y de los otros golpistas detenidos y juzgados.
Milei salió de punta a declarar que en Bolivia hay centenares de presos políticos, pidiendo la libertad de Añez y cía. Se trata de golpistas y asesinos del pueblo que impusieron por las armas y la represión una dictadura, volteada meses más tarde por la movilización popular.
¿Milei es un agente iniciador de una campaña golpista en Bolivia, alentada por un eventual retorno de Trump al gobierno yanqui?
Milei y su ministra de seguridad, Patrica Bullrich, acusaron de golpistas y terroristas a los manifestantes del 12 de mayo que salieron a protestar contra la votación de leyes antiobreras y reaccionarias en la Argentina. La gran mayoría fue liberada (aunque sigue procesada), quedando aún 5 compañeros en esa situación con acusaciones inconsistentes.
Dos varas. En Argentina, una manifestación es considerada como un intento de golpe de Estado. En Bolivia, sacar a los tanques y al Ejército y tomar por asalto la casa de gobierno es un reclamo democrático para liberar presos políticos (golpistas).
Rafael Santos
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