Por tercera vez consecutiva, Estados Unidos vetó este martes 20 una propuesta de resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas –presentada por Argelia- que demandaba un cese al fuego en Palestina. De este modo, Washington reafirmó su respaldo a una operación de características genocidas que ya dejó casi 30 mil muertos (12 mil de ellos, menores de edad) y 70 mil heridos en Gaza. A la par, casi 400 personas fueron asesinadas en Cisjordania y nueve prisioneros políticos murieron en las mazmorras sionistas.
La cuestión que ahora está en discusión es si el gobierno de Benjamin Netanyahu avanzará en una invasión terrestre de Rafah, que antes del 7 de octubre contaba con 300 mil habitantes, pero donde ahora se apiñan más de un millón de personas que huyeron de la devastación israelí en el resto del enclave costero.
Un asalto sobre Rafah, ubicada en la frontera con Egipto, amenaza con una escalada dramática en términos humanitarios y con un recalentamiento de la situación regional. El gobierno de al-Sisi se opone a esta posibilidad, que plantea el riesgo de un desplazamiento de cientos de miles de personas hacia su territorio. Hasta el momento, Rafah ha sufrido varios bombardeos.
La expulsión de los palestinos de Gaza es alentada explícitamente desde un ala del gobierno israelí formada por el Partido Sionista Religioso y Poder Judío. Recientemente, un acto organizado por los colonos en Jerusalén, con la presencia de más de una decena de ministros y legisladores, planteó esta perspectiva y la recolonización del área. Netanyahu no se pronunció sobre dicha variante, pero dice que su propósito es mantener el control total de la seguridad cuando finalicen las operaciones en curso.
Egipto está desplazando cada vez más efectivos militares al cruce de Rafah y, según algunas versiones, está construyendo un muro y una zona de seguridad. Paralelamente, funcionarios egipcios e israelíes protagonizaron fuertes contrapuntos diplomáticos.
Es importante detenerse en esta crisis de las relaciones egipcio-israelíes.
Egipto fue el primer país del mundo árabe en normalizar relaciones con el Estado sionista, en 1979, a cambio de la devolución de la península del Sinaí, apropiada por Israel durante la guerra de 1967. Desde 2007, El Cairo –que es también un aliado norteamericano- colabora con Tel Aviv en el férreo bloqueo sobre Gaza, llevado al extremo desde octubre pasado. Aun hoy, a pesar de los cortocircuitos, las áreas de seguridad de ambos países siguen cooperando estrechamente.
Sin embargo, el carácter potencialmente incendiario que implica la ofensiva sobre Rafah pone en riesgo la continuidad del tratado. A partir de la invasión de Gaza, además, se frenó el proceso de normalización de relaciones entre Israel y los Estados árabes que había empezado algunos años antes, con Marruecos, Emiratos Arabes y Bahrein como puntos de largada. Arabia Saudita debió meter en el congelador las tratativas ante el repudio que despiertan en las masas de la región las atrocidades cometidas contra el hermano pueblo palestino.
La ofensiva sionista tiene un carácter desestabilizador en el Medio Oriente. Tel Aviv intercambia cotidianamente bombardeos con Hezbollah en la frontera con el Líbano y ataca también a Siria. Paralelamente, los hutíes de Yemen sostienen un exitoso bloqueo naval en el Mar Rojo en solidaridad con Palestina.
Los preparativos sobre Rafah dificultan las negociaciones para una tregua y un intercambio de los rehenes israelíes por prisioneros políticos palestinos. Al interior de Israel, esto es motivo de tensiones. Mientras los familiares reclaman mayores esfuerzos por un acuerdo, el ministro de Finanzas, Benjamin Smotrich (Partido Sionista Religioso), sostuvo que la prioridad no es la liberación de los capturados sino “destruir a Hamas”.
La barbarie sin fin del sionismo exige continuar la movilización internacional en solidaridad con el pueblo palestino.
Gustavo Montenegro
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