Sin embargo, todavía nada está asegurado para la población de nuestro país. Hoy, lo concreto son las 300 mil vacunas que llegaron la semana pasada, evidentemente insuficientes para inmunizar a toda la población de riesgo. Es una situación que se repite en muchos países, donde ya se vislumbra que asegurarse las dosis es una tarea prioritaria para la recuperación económica que buscan las burguesías nacionales pero difícil a la hora de competir con las potencias imperialistas.
En este sentido, según un informe publicado por Oxford Economics, para 2025 el daño económico a largo plazo de la pandemia será dos veces más grave en los «mercados emergentes» en comparación con los países ricos. Por supuesto que las vacunas abonan a eso, porque aquellos que puedan inmunizar más rápido a su población garantizan, al menos en parte, la flexibilización -sino eliminación- de las cuarentenas. Y eso es todo lo que buscan los gobiernos, dejando de lado que la urgencia por la vacunación debería basarse en la necesidad de proteger a las poblaciones y no las economías.
Es por eso que Estados Unidos está demandando hasta 1.500 millones de dosis, cuando su población es de 330 millones, y la Unión Europea cerca de 2.000 millones, con una población de 446 millones. Es más que suficiente para vacunar a la totalidad de su población dos veces (recordemos que cada vacuna cuenta con dos dosis).
Y los países subordinados al imperialismo deberán esperar. Sin dudas, las economías destruidas prepandemia y las deudas usurarias no ayudan, sino que profundizan el problema. Es una situación que no sucedería con la centralización de los recursos (y, por lo tanto, de las vacunas) y la discusión de los trabajadores sobre cuál debería ser la distribución de los mismos, con el horizonte puesto en sus necesidad y no en las ganancias de los laboratorios. El control obrero de las vacunas y de la pandemia y no el control capitalista que, hasta hoy, ha demostrado que pone a los trabajadores y su salud en el último lugar de sus prioridades.
Lucía Miguez
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