Las protestas contra el presupuesto 2021 de ajuste en Guatemala, el país más grande de Centroamérica, llegaron a la retina de todos los luchadores del continente por la firmeza de sus animadores. El sábado, decenas de miles se congregaron en las inmediaciones del Congreso, siguiendo la convocatoria de organizaciones sociales, estudiantiles, de mujeres y de derechos humanos. Lo más impactante fue el repudio a los símbolos del régimen, como el cinemático ingreso al recinto parlamentario -vitoreado por la multitud- que posteriormente derivó en el descuelgue de cuadros y retratos de los corrompidos mandatarios guatemaltecos. Mientras tanto, en las calles aledañas, miles saldaban sus cuentas con las insignias burguesas de la herencia colonial.
“Algo no anda bien”
La reacción gubernamental optó por una feroz represión policial, que derivó en una cacería -prolongada hasta la madrugada del domingo. La Policía Nacional Civil, el corrupto organismo armado con los resabios del pasado militar, se ensañó con los manifestantes, y no vaciló en violentar a periodistas, ancianos y niños. El saldo oficial contabiliza 37 detenidos, pero las organizaciones de derechos humanos denuncian muchos más: varios manifestantes se encontrarían aún desaparecidos, mientras que a otros, heridos de gravedad y en riesgo de vida, se les estaría negando la atención médica adecuada.
Guatemala está inmersa en una prolongada crisis, que la asunción del actual presidente Alejandro Giammattei, hace escasos diez meses, no ha logrado zanjar. El regreso de la derecha conservadora y militarista al gobierno se produjo luego del descrédito del ex presidente Jimmy Morales, un conductor televisivo que se presentaba como “outsider” de manos limpias, pero que terminó sus días envuelto en nuevos escándalos de corrupción y protestas sociales. Giammattei es un hombre de Estado. Anteriormente, había encabezado la candidatura máxima con diferentes sellos y armados políticos, siempre ligados al núcleo concéntrico de la burguesía guatemalteca.
Pero es en el Congreso donde la crisis se manifiesta con mayor intensidad. Pocas semanas atrás, la derecha tradicional, haciendo gala de acuerdos y prebendas, imponía nuevamente la mayoría en la constitución interna del cuerpo. Justo cuando el gobierno se aprestaba a erguirse como garante del orden, la entrada en escena de protestas masivas, anticipadas por las valerosas luchas de campesinos y originarios contra las consecuencias devastadoras de los huracanes Iota y Eta, está trastocando todos sus planes.
Es en este marco que el vicepresidente Guillermo Castillo, en una disputa de camarillas con el primer mandatario, declaró a la prensa mundial que las cosas no estaban bien y que, atendiendo al malestar general, lo correcto era que ambos renunciaran para entregar el poder a una comisión de notables conformada por el parlamento. Esta maniobra, que el presidente Giammattei puede verse forzado a acatar, apunta a ensanchar la base de sustentación del gobierno, copado por figuras del riñón presidencial. El presupuesto 2021, con números dibujados, un tercio de su gasto solventado por deuda, erogaciones siderales para los capitalistas amigos y un recorte criminal a los fondos sociales, se ha demostrado inviable. La catástrofe económica y social está dando lugar a una nueva crisis política.
Por una Segunda Conferencia Latinoamericana
Al calor de las luchas contra el ajuste y la pandemia, está surgiendo un nuevo activismo juvenil y obrero en Guatemala que, en los últimos meses, ha dado pequeños pasos al conformar frentes de lucha universitarios y sindicales. Como en los aguerridos cortes de ruta contra el acuerdo con el FMI en Costa Rica, o las sendas manifestaciones contra el presidente Juan Orlando Hernández en Honduras, se presenta una contradicción entre la combatividad de estos movimientos y sus direcciones políticas, en las cuales aún prima la intervención sin fronteras de clase.
El llamamiento a una segunda Conferencia Latinoamericana y de los Estados Unidos, que acaba de realizar nuestra corriente, está dirigido a las organizaciones revolucionarias, obreras y antiimperialistas que acuerden con la necesidad de constituir un fuerte polo de independencia política, cuyo objetivo sea contribuir al triunfo de la nueva tanda de rebeliones.
Luciano Arienti
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