miércoles, 22 de abril de 2020
Agro cubano rescata estrategias por la pandemia
Alternativas propias de los años más duros de la crisis iniciada en 1991 se refuerzan en los campos cubanos frente a la covid-19, como cultivos de ciclo corto y tracción animal.
Esther Figueredo, una productora del municipio de Bejucal, en la occidental provincia de Mayabeque, ya siembra cultivos de ciclo corto para apoyar la alimentación en la emergencia sanitaria por la covid-19 y con vistas a la post pandemia.
“La economía es global y no vamos a tener aquella comida que viene en un barco de no sé dónde… Todos los países tenemos que producir por nosotros mismos para salir adelante”, opinó Figueredo, que atiende junto a su familia las fincas Las Piedras y El Melocotón, en el barrio rural de Cuatro Caminos.
Perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Antonio Maceo, ambas fincas obtienen en siete hectáreas sobre todo frutas como mango y aguacate, además de tomate, ají, col, habichuela, cebollino, rábanos, zanahoria y café, entre otros.
Ante el reto que la pandemia pone al agro cubano, que ya atravesaba una etapa compleja por debilidades internas y la recaída económica, Figueredo consideró que, “aunque no haya fumigación ni fertilizantes, hay que seguir sembrando: el pueblo tiene que comer todos los días”.
De acuerdo con Jesús Núñez, presidente de la cooperativa Antonio Maceo, en estos momentos, debemos sembrar más. Y Gardenia González, que preside la CCS Fernando Alfonso, en La Habana, apuntó que la estrategia es cambiar “los planes hacia cultivos de ciclo corto”.
“Quien iba a sembrar yuca, plantará quimbombó, pepino o habichuela, da menos comida pero en menor tiempo”, puso como ejemplo la representante de 68 socios.
Por más cosechas
Incrementar las cosechas representa un desafío para los agricultores cubanos, en un país donde la insuficiente producción local obliga a importar alimentos por unos 2.000 millones de dólares.
“Todavía entre lo que se produce y lo que se importa, no se satisface la demanda de la población, por ello urge producir y acopiar más”, dijo a la prensa local el ministro de la Agricultura, Gustavo Rodríguez.
Al respecto, un llamamiento de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, que agrupa a buena parte del campesinado, exhorta a redoblar los esfuerzos para que nada se detenga y honrar las cifras contratadas en la producción agropecuaria, estimular su incremento, el aprovechamiento de toda la tierra y aumentar las siembras.
La epidemia provocada por el nuevo coronavirus ha desatado las compras e incrementado la demanda de alimentos y otros productos de primera necesidad, lo que agrava la situación de desabastecimiento e inestabilidad en la oferta vivida en el país de 11,2 millones de habitantes desde la segunda mitad de 2019.
Esther Figueredo atiende junto a su familia las fincas Las Piedras y El Melocotón, en el barrio rural de Cuatro Caminos, ubicada en el municipio de Bejucal, en la occidental provincia de Mayabeque.Foto: IPS_Cuba
En la actual etapa, el sector retoma prácticas que utilizó la agricultura cubana en la crisis económica iniciada en 1991, entre ellas, los cultivos de ciclo corto, los abonos orgánicos, la cría de ganado menor –ovino, caprino, porcino, cunícula y avícola-, y la tracción animal.
Muchas de ellas se mantienen en la actualidad, pero con menos fuerza que en los años más duros de la crisis que persiste hasta hoy.
Sin embargo, elevar las producciones requerirá más que de buena voluntad del campesinado. El sector deberá superar obstáculos considerables: limitado acceso a riego (apenas siete por ciento de la superficie agrícola dispone de sistemas de riego), equipamiento, fertilizantes, plaguicidas y otros insumos.
Un elemento adicional se suma a la crónica carencia de suministros agrícolas y tecnología, trabas y centralización de las fuerzas productivas, junto a la actual sequía.
“Tenemos las semillas garantizadas para los cultivos de ciclo corto. Como trabajamos en secano, los rendimientos serán menores y el laboreo, mayor”, comentó Lázaro Sotolongo, presidente de la cooperativa habanera Raúl Nieves.
Emilio Interián, presidente de la CCS Sabino Pupo, explicó que su cooperativa utiliza “las alternativas que se pueden en cada finca, sobretodo, sembrando cultivos de poca agua”.
“En los frutales, tenemos sistemas de riego localizado, de poco consumo y acción espaciada, lo que permite ahorrar mucha agua. En otros lugares, estamos preparando la tierra para sembrar cuando llueva”, enfatizó.
Otro de los llamados del momento es potenciar las producciones de conservas para aprovechar los picos de cosecha y no perder ni una fruta ni una hortaliza.
“Con todas las tensiones de la pandemia, no hemos parado y estamos produciendo dulce de piña para el sector de la salud. Los hospitales no paran, por ello, hay que entregarles alimentos, el enfermo está ahí y no puede salir a buscar la comida”, destaca José Hernández, de la minindustria Amanecer, de la cooperativa Orlando López, de La Lisa.
Agricultura urbana
Una parte de las esperanzas descansa en la agricultura urbana, suburbana y familiar, un sistema productivo con más de 30 años de experiencia que abarca más de dos millones de hectáreas de tierra y unas 500.000 familias.
Entre las prioridades de esta modalidad agrícola, consideró Elizabeth Peña, al frente de este programa en el Ministerio de la Agricultura, está utilizar todas las áreas disponibles para la siembra de cultivos como pepino, habichuela, berenjena, pimiento, ají chay y cachucha, quimbombó, zanahoria, rábano y chayote.
La modalidad tiene como ventaja poder autoabastecerse en semillas de los principales cultivos y utilizar biofertilizantes y bioplaguicidas, que se obtienen en los Centros de Reproducción de Entomófagos y Entomopatógenos.
A su vez, consideró Peña, en esta agricultura las medidas higiénico-sanitarias y de distanciamiento social se pueden aplicar con facilidad ya que, en un organopónico de una hectárea, por ejemplo, trabajan de seis a 10 personas en un espacio de cien por cien metros, lo que garantiza que no haya grandes concentraciones.
IPS
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