domingo, 8 de septiembre de 2019

Femicidios en Cuba, el poder de los datos

Entrevista a tres profesionales de diferentes perfiles

En su primer Informe Nacional sobre la implementación de la Agenda 2030, Cuba reconoció por primera vez la incidencia en 2016 de 0,99 femicidios por 100.000 adolescentes y mujeres cubanas de 15 y más años. El documento también afirma que el número de muertes ocasionadas por su pareja o ex pareja han disminuido entre 2013 y 2016 en 33 por ciento.
Mientras, la Encuesta Nacional de Igualdad de Género, aplicada en 2016 en todas las regiones del país, arrojó que en los 12 meses previos a la indagación, 26,7 por ciento de las mujeres sufrieron violencia en el seno de la pareja y 39,6 por ciento en algún momento de su vida. Estos y otros datos parecen abrir un camino para estadísticas de este tipo en el país.
Para dialogar sobre este tema y sus posibles impactos y desafíos en los estudios y la prevención de la violencia de género, No a la Violencia invitó a tres profesionales de diferentes perfiles y áreas del conocimiento. Esta vez responden a nuestras interrogantes la investigadora María del Carmen Franco Suárez, subdirectora del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONEI); la Doctora en Ciencias Clotilde Proveyer Cervantes, socióloga y profesora de la Universidad de La Habana, y la periodista Mayra García Cardentey, directora de la revista Alma Mater y activista por la No Violencia de Género.

¿Qué significan estos y otros datos similares y cuál es su valor de cara a la sociedad?

María del Carmen Franco: La cifra de los femicidios no es resultado del trabajo de la ONEI con la encuesta de género, pero de algún modo complementa los datos que salieron de esta y que poseen gran valor.
La encuesta tuvo representatividad nacional y un significado estadístico importante por el sistema de muestreo que se utilizó y por la manera en que se indagó sobre diversas temáticas, teniendo en cuenta el apoyo de organizaciones internacionales como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), ONU Mujeres y la Cepal, que hacen recomendaciones de cómo los países deben investigar para propiciar la cooperación internacional.
Sus resultados, por tanto, son datos sólidos, científicamente estructurados y abarcan temas tan importantes como la violencia de género, el uso del tiempo por hombres y mujeres, los estereotipos y las relaciones de parejas. Poseen un gran valor estadístico por su solidez, las realidades que reflejan y las puertas que abren hacia la profundización sobre estos asuntos en el país.
Clotilde Proveyer: El principal significado de estos datos y otros similares está en que nos ofrecen información. Las estadísticas no son necesariamente la demostración de la magnitud de un fenómeno, pero sí la constatación de su existencia. Muestran las tendencias que se viven en el país, aunque no necesariamente reflejen la realidad completa y puedan tener sesgos de diverso tipo.
Las cifras nos brindan información sobre un problema social serio, independientemente de su magnitud, y nos hacen un llamado de atención, de alerta, para trabajar con esa información. Porque realmente es importante visibilizar el problema del feminicidio como una forma extrema de la violencia de género; el asesinato que se produce contra las mujeres por el hecho de ser mujeres.
Tienen un valor extraordinario porque ofrecen no solo información para la sociedad, sino también para decisores y estudiosos. Visibilizan un problema que es tan viejo como la sociedad, pero que está naturalizado y se legitima a través del poder patriarcal. Es una forma de dominación masculina expresada en grado superlativo, una manifestación de un poder patriarcal que considera a la mujer como un objeto de placer, como un objeto de deseo, como algo de su propiedad sobre la que puede tener impunidad para ejercer violencia. Porque siempre, cuando se llega a este extremo, es la cumbre de una espiral que comenzó con otras formas de violencia y fue creciendo.
Mayra García Cardentey: Estos son datos reclamados durante mucho tiempo, que ayudan a apuntalar y le ponen números a una lucha que llevamos muchas y muchos desde hace varios años en Cuba. Creo que es, sobre todo, un reconocimiento institucional y estatal a la ocurrencia de femicidios en la Isla. Esto es un paso de avance porque permite no solo justificar la lucha, sino propiciar próximas políticas públicas y estrategias que ayuden a visibilizar el fenómeno en Cuba.
Es un dato que llama la atención sobre un hecho que sí ocurre en Cuba y que debe formar parte de las agendas de diferentes instituciones que atienden estos temas en el país. Es una fundamentación de la necesidad de políticas públicas y estrategias más específicas. Necesitamos estrategias no solo nacionales, sino locales, microlocales.
El valor real del dato no lo tengo claro. No es todo lo exacto que necesitamos. Es apenas un primer paso, un avance, pero es un dato viejo -del 2016- y solo se calcula una parte de los feminicidios, los cometidos por parejas y ex parejas. Siguen siendo informaciones parciales que no nos ayudan a calcular como país ni como localidad toda la dimensión del problema. Hacen falta más estadísticas que permitan filtrar por color de la piel, zona geográfica, situación socioeconómica… Eso arrojaría luces certeras sobre cómo, dónde y con quiénes actuar.

¿Cómo estas estadísticas pueden abrir la puerta a nuevos estudios más profundos y diversos sobre estos temas?

MF: La Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género tiene representatividad nacional de cuatro regiones del país, de tres grupos de edades y de zona urbana y rural. Como toda investigación de corte cuantitativo, los temas no se pueden profundizar en muchas cuestiones. Es una encuesta sobre igualdad de género, por lo tanto no es específica sobre violencia; también incluye la persistencia de estereotipos o el uso del tiempo. Tocó todos estos temas y abordó generalidades y tendencias, pero estos comportamientos son resultado de procesos sociales, de dinámicas de vida determinadas. Es importante estudiarlos también a partir de investigaciones cualitativas para hallar explicaciones a las tendencias que encontramos.
Por ejemplo, con respecto al uso del tiempo detectamos una diferencia marcada entre los modos en que hombres y mujeres lo usan. Hay que estudiar y explicar las dinámicas de vida que la provocan. Porque, aunque los hombres están dedicando más tiempo a las tareas domésticas, la brecha entre la cantidad de horas que las mujeres usan en el trabajo no remunerado y las que dedican los hombres sigue siendo muy amplia.
Hay otros asuntos que no fue posible preguntar. Por ejemplo, la encuesta confirmó que hay violencia de género -un tema polémico en los últimos años- y permitió determinar la cantidad de mujeres que la han sufrido y los tipos de violencia que se sufren más (la psicológica). Sin embargo, la investigación arrojó un porcentaje bastante alto de mujeres que fueron víctimas de violencia de género y ya no lo son. Hay que ver las maneras en que esas mujeres salieron del círculo de la violencia y cuáles fueron las acciones que realmente impactaron en que ellas dejaran de ser víctimas; si fueron las que nosotros creemos u otras. El hecho de que muchas mujeres son violentadas y muy pocas piden apoyo a instituciones o personas allegadas es un tema a estudiar también, para conocer las causas y diseñar futuras políticas.
CP: Estas estadísticas pueden abrir la puerta a estudios más profundos porque permiten crear una percepción de riesgo en la población, permiten generar una alerta entre los decisores. Tales datos facilitan que se reconozca que este es un tipo de violencia por motivos de género y, por tanto, urge elaborar estrategias, diseñar mecanismos de protección, trabajarlo en las leyes y generar organismos que se ocupen de atender la violencia de género. Porque muchas veces esas mujeres llegan a convertirse en víctimas de feminicidio tras haber sufrido violencia en silencio durante años o tras haber pedido ayuda de distinta naturaleza, sin conseguirla, por considerarse este “un problema privado”.
MG: Estas estadísticas abren la puerta a estudios más profundos. No creo que sean la punta de lanza, porque estudios sí han existido en Cuba, incluso con datos que quizás no manejan la cuestión y el fenómeno a nivel nacional, pero sí a nivel local.
Estos datos son puertas que con más filtros y análisis pueden ayudar a investigadores, comunicadores, sociólogos y funcionarios a tener una visión más clara del asunto y cómo mejorarlo.

¿Cómo usar estos datos y análisis para fortalecer la lucha contra la violencia de género en el país?

MF: Estos datos pueden contribuir a la lucha contra la violencia de género porque se elimina un velo sobre determinados temas. Si ya hay un dato en el país sobre esto, puedo hablar sobre ello y decidir mi criterio sobre el tema. Siempre ayuda, pero las cuestiones que salieron no eran desconocidas para las instituciones que se ocupan de ello.
La Federación de Mujeres Cubanas sabe que la violencia existe, pues a sus Casas de Orientación llegan mujeres violentadas. Esta organización y otras necesitan diseñar políticas para ello. Los organismos internacionales también saben y hacen sus campañas.
Esta encuesta da el número, da tendencias y, por supuesto, contribuye al diseño de políticas porque permite asociar situaciones de violencia contra la mujer con el uso del tiempo que hacen, los estereotipos que sufren o las relaciones de pareja que mantienen.
CP: Dichas estadísticas abren la puerta a muchas alternativas sociales de tipo político, institucional, académico, investigativo… En esos caminos es necesario trabajar con las autoridades que deben atender estos problemas, evitar la revictimización de las víctimas cuando van a solicitar ayuda y darles protección y acompañamiento cuando están en una fase previa al feminicidio.
Es imprescindible usar estos datos para fortalecer la lucha contra la violencia de género en el país, asumiéndolo como un problema que hay que atender sin sensacionalismo, sin cifras amarillas, sin alarmas, sin darle otra connotación que no sea la que tiene. Pero que sirva para que las instituciones, los decisores y la sociedad toda, que tienen la responsabilidad, tengan conciencia del problema y lo enfrenten con la atención que merece.
Hay que ir a las causas estructurales de la violencia de género porque son caldo de cultivo para que los feminicidios transiten por la sociedad sin castigo correspondiente. El feminicidio se puede evitar con políticas responsables, con leyes que lo visibilicen, con trabajo de prevención y atención y para ello, primero hay que reconocer el problema que existe.
MG: Contar con datos también apuntala la lucha de género que se está teniendo en el país. Vienen a poner números sobre las caras, los hechos y las historias que se empiezan a conocer y hacerse públicas por vías como las redes sociales. Pero para que estas estadísticas abran caminos a nuevos estudios y a la lucha contra la violencia, debe haber una voluntad estatal de seguir ofreciendo datos, de abrir las puertas de determinadas instituciones que tienen bajo su poder la posibilidad de acceder a los casos, a las víctimas. Así se fortalecería el quehacer de los que estamos trabajando el tema en Cuba.

Lirians Gordillo Piña
SEMlac

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