martes, 24 de septiembre de 2019
Cuba más allá de la coyuntura, mirar al sol
Nuestra dependencia del petróleo es estructural y ha constituido desde hace mucho tiempo una de las debilidades mayores de nuestra economía
Hubo un tiempo en que los habitantes de la villa de San Cristóbal de la Habana reconocían las épocas de bonanza o penuria por la cantidad de veleros anclados en la bahía. Ese tiempo, todavía y a pesar de que las principales actividades comerciales marítimas del país se han desplazado hacia el puerto del Mariel, aún no ha pasado del todo.
Hoy las épocas de bonanza o penuria pueden ser de alguna manera diagnosticadas por la entrada o no de un carguero con petróleo en la bahía de la Habana o en la de Cienfuegos o en la de Matanzas. Así, pues, nuestra secular dependencia del petróleo nos devuelve aquella misma imagen, esta vez modernizando con barcos sin velas y con porte mucho mayor. Pero el barco en la bahía sigue siendo el ícono de nuestra dependencia, ya sea del de aceite de comer, de pollo, harina de trigo o de petróleo.
Habría también que reconocer que el acceso de todos los ciudadanos a la energía es un elemento de equidad social indiscutible. A la vez también hay que reconocer que fue una preocupación de la dirección del país desde los inicios de la Revolución Cubana de 1959 facilitar que la mayoría de la población pudiera alcanzarlo, primero con la reducción de las tarifas eléctricas, y luego con la expansión de las capacidades de generación, durante los años 60 y 80. Hoy la penetración eléctrica en Cuba es significativamente alta.
Adelantaré algunas ideas sobre este tema de nuestra dependencia energética ahora muy actual por la “coyuntura” de un contrato no conseguido:
1. Nuestra dependencia del petróleo es estructural y ha constituido desde hace mucho tiempo una de las debilidades mayores de nuestra economía desde que el petróleo se convirtiera en el combustible por excelencia a escala mundial.
2. Esa debilidad fue uno de los primeros recursos que el gobierno del presidente Eisenhower quiso aprovechar desde el propio año 1959.
3. La relación con la URSS permitió eliminar la amenaza del corte energético estadounidense, pero a la vez consolidó nuestra dependencia energética, teniendo como “daño” colateral cierta laxitud en adoptar políticas industriales y de precios hacia el consumo de petróleo y sus derivados y hacia el consumo de energía eléctrica, así como incentivos que contribuyeran a la eficiencia energética y a una cultura de ahorro, más bien se produjo un efecto contrario.
4. Ha existido una asimetría significativa entre la “preocupación” por nuestra dependencia energética y las políticas adoptadas para reducirlas.
5. Esa asimetría se ha manifestado también en el hecho del carácter reactivo de muchas medidas, casi siempre tomadas para paliar crisis producidas por escasez de petróleo. Así fue cuando el Período Especial, o cuando los apagones del 2004 debido a los problemas en una de las termoeléctricas del sistema energético nacional y que nos llevó a la Revolución energética, de la cual lo más revolucionario fue la generación distribuida, también en base a combustible fósil importado.
6. En los documentos rectores hasta el 2030 aparece la decisión de cambiar la matriz energética y alcanzar hasta un 24% de energía a partir de fuentes renovables, liderado por la generación a partir de la biomasa cañera y el marabú. Sin embargo, aparece muy poco o nada sobre el fomento del uso de la energía renovable, especialmente de la energía solar para aplicaciones específicas, como el transporte o el calentamiento de agua, etc. o para el consumo individual de los ciudadanos. Digamos que no existe una política para fomentar el consumo de energía solar en los hogares cubanos y esa es también una fuente principal de ahorro de combustible fósil si tenemos en cuenta la estructura del consumo actual de la energía eléctrica.
Es muy probable que me haya saltado algunos asuntos de relevancia para este tema pero cierto es que nuestra estrategia energética hasta el año 2030 centra el esfuerzo en la energía eléctrica producida a partir de la biomasa cañera y forestal principalmente, aunque también impulsa el desarrollo de los parques fotovoltaicos pero en mucha menor proporción.
Según el texto Energía fotovoltaica para Cuba, publicado en el 2019 por la Editorial Cubasolar, del Dr.C. y profesor de la Universidad de la Habana, Daniel Stolik –de donde he tomado esta gráfica–, la energía potencial del sol en nuestro país es de doscientos millones de GW al año y se traduce en unos 5KWh/m2: mucho más que el consumo promedio de cualquier hogar cubano.
Ahora vayamos a los hechos concretos:
1. Del 2004 a al 2017 el consumo de electricidad promedio (KWh/cliente) se incrementó en 3,6%.
2. En ese mismo período el consumo del sector residencial se incrementó en 35,5% KWh.
3. La estructura del consumo ha variado de 2004 a 2017. Hoy la población consume el 67% del total mientras solo era el 46% en el 2004.
4. Los esfuerzos de crecimiento y desarrollo y el propósito de ser un país más próspero solo son posibles de alcanzar elevando el consumo de energía de forma absoluta, aunque podamos disminuir el consumo en relación con el crecimiento del PIB.
5. No parece razonable esperar una disminución sustancial de los precios del petróleo, mas bien todo lo contrario.
6. Tampoco lo es esperar en el corto plazo una recuperación sustancial de la producción de petróleo de Venezuela.
7. Lo mismo puede decirse de la política de Trump hacia Cuba y Venezuela. Hay que considerer, además, la posible reelección de Mr. Trump.
8. Esperar un incremento decisivo de la producción nacional de petróleo y gas en el corto y mediano plazo que cubra sustancialmente nuestras necesidades actuales no parece tener fundamento real.
9. Existe también un cierto límite físico a la producción de energía eléctrica basada en bagazo y marabú; de una parte propia disponibilidad de bagazo y el posible agotamiento de nuestros “yacimientos” de marabú con el incremento de su consumo para la producción de energía. Pero es cierto que a pesar de ello, la producción de electricidad vía bioenergéticas de bagazo y marabú son una buena alternativa.
Sin embargo, aun así nos sigue quedando un recurso casi ilimitado en el plazo de unos miles de años: el sol, que sin llegar a ser “la solución” si pudiera ser esa aspirina grande que alivie, en parte, este dolor de cabeza.
La energía fotovoltaica y sus aplicaciones: “to be or no to be”
Es cierto que Cuba tiene una estrategia de cambio de matriz energética donde la energía solar es la segunda de las fuentes renovables que utilizaremos, al menos hasta 2030. Es cierto también que en esa estrategia la participación de la generación desde hogares e instituciones no es lo prioritario ni aparece como decisivo, tampoco el uso de las aplicaciones.
En Cuba muchas instituciones han investigado desde hace mucho tiempo estos temas. Conocimiento no nos ha faltado, es otra cosa de la que no hemos carecido.
La primera celda solar de silicio se hizo en 1975, cuando comenzaba las investigaciones en la temática FV en la UH que perduran hasta hoy. A finales de los 80 comenzaron en la industria a hacer los primeros módulos FV, que posteriormente continuaron mas establecidamente en lo que hoy es el CCE de Pinar del Río. En la década del 90 el CIPEL incursionaba en la obtención de inversores con la electrónica de la época. El CIES en Santiago de Cuba comenzaba a instalar sistemas remotos. El Comité Estatal de Energía hacia sus primeras promociones de la FV. Se creaba el CETER en la CUJAE y el Laboratorio de Investigaciones FV en el IMRE-UH. La empresa ECOSOL desarrollaba las instalaciones FV en el país y después en otros países. En 1992 se elevó la proposición de Programa FV para Cuba. Pero la línea energética en el país continuaba sobre las base de combustibles. Se creo el Grupo de GNESFV que trabajo varios años. CUBASOLAR promovía las FER. Se realizaron otros estudios sobre la necesidad del programa FV en 2005, 2007, 2009, 2012. y la actual actualizada en diciembre del 2012.
Importantes estudios integrales sobre energía FV se realizaron y se han publicado por más de 25 años en el marco de la Facultad de Física-UH y el IMRE UH.
En Cuba el asunto de la energía fotovoltaica ha tenido de todo, desde muchísimas instituciones investigando el tema hasta grandes detractores de su utilización, pasando, lógicamente por aquellos menos entendidos que piensan que porque tenemos ¡muuuuucho sol! y pasamos un calor de infierno casi todo el año, pues sería muy fácil utilizar el sol para producir energía.
Hoy es posible, gracias a la reducción drástica de los costos de las celdas solares, al aumento de la eficiencia de la mismas, al aumento de la calidad y la eficiencia de las baterías (especialmente las de ión litio) y la reducción en picada de sus costos respecto a unos años atrás, pensar en expandir la utilización de la energía fotovoltaica y no solo basar el cambio de nuestra matriz en la utilización de los grandes parques solares que la política del país está promoviendo.
Prácticamente existen aplicaciones para la utilización de la energía fotovoltaica en todo. Si fomentáramos la generación en el sector residencial, para la propia generación eléctrica y para el calentamiento de agua y el bombeo de agua a los edificios y casas desde las cisternas, podríamos ahorrar mucho fuel, si lo hacemos en el transporte igual de importante sería el ahorro de diésel y de piezas de repuesto y mantenimiento, ni que decir si lo empleáramos en los hoteles, para los sistemas de aire acondicionado, bombeo de agua, etc. Es cierto que todo esto requeriría de estudios específicos. Pero también es cierto que de la muestra un botón.
Por suerte ya hoy al menos tenemos una muestra de sus aplicaciones en el transporte, en especial para sustituir vehículos que prestan servicios decisivos en el bienestar de la población tal es el caso de la iniciativa de una empresa mixta, Aguas de la Habana, que incorporó veintidós vehículos eléctricos a su flota, haciendo poco caso de los escépticos y que hoy podemos ver circulando por La Habana con el consiguiente ahorro de combustible, además de piezas de repuesto, etc. y que hoy son los únicos autos en Cuba se libran de la nueva coyuntura y pueden dar el servicio a la ciudad.
¿Pensar como país?
Es cierto que en el documento de los ejes estratégicos está el cambio de matriz energética, pero pregunto, ¿cuántos de los sectores y empresas actuales tienen incorporado de manera concreta su aporte a este propósito utilizando el recurso más abundante que tiene Cuba? ¿Cuántos de los actuales hoteles que se construyen tiene incorporado en sus proyectos el uso de energía fotovoltaica con fines específicos, o la desalinización de agua de mar para disminuir el bombeo de agua dulce a veces desde centenares de kilómetros de distancia? ¿Cuántas de nuestras empresas han pensado en abandonar radicalmente los autos y algunos camiones de bajo porte de combustión interna y cambiarlo por eléctricos alimentados con paneles solares en sus estaciones de carga?
¿Acaso no es coherente con la urgencia y la estrategia emitir nuevas regulaciones para facilitar que los ciudadanos importen paneles solares para la generación sin inyección a red (o con ella) y para calentamiento de agua dado que es el sector residencial el mayor consumidor?
¿Por qué no se modifican los aranceles a la importación de carros eléctricos y a la de paneles solares para nuestras empresas e instituciones?
¿Cuánto más podemos ahorrar si pensamos como país, cuanto más independientes podemos ser?
Por lo pronto me seguiré leyendo el libro de Stolik pues tengo el privilegio de tener una copia dura de él, solo recomiendo que fuera de lectura generalizada para todos los que tienen que ver con esto tremendo problema que es la energía y esos realmente somos casi todos.
Juan Triana Cordoví
OnCuba
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