“No confío en la política de Estados Unidos…”
Fidel Castro, en su carta, “Para mis compañeros de la Federación Estudiantil Universitaria”, publicada el 26 de enero de 2015.
Tal parecía que la decisión del presidente Barack Obama de establecer un nuevo método de política con el pueblo y gobierno cubanos y la aceptación de ese reto por el gobierno cubano presidido por Raúl Castro, anunciado el 17 de diciembre de 2014, era producto de un consenso de aquellas fuerzas que ejercen el poder en Estados Unidos debido, como dijera el presidente Obama y repitieran muchos otros altos dirigentes estadounidenses, que las políticas seguidas desde enero de 1959 y hasta ese momento—56 años-- por los gobiernos de Estados Unidos por destruir la Revolución del pueblo cubano y así su independencia y demás derechos que emanan de su soberanía habían fracasado.
A pesar de ese bienvenido cambio, el gobierno de Estados Unidos mantuvo la política genocida de Bloqueo y otras injustas e injerencistas políticas, resabios de lo que esperábamos que fuera una etapa superada de las relaciones entre ambos pueblos y gobiernos.
Fidel, en aquella profunda carta a la FEU, citada al comienzo de este pequeño trabajo, en que nos recordó su suspicacia sobre las políticas del gobierno del imperio, continúa “[…] ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los conflictos o peligros de guerra. Defender la paz es un deber de todos.”
Y en ese espíritu, con cierta y natural desconfianza, el pueblo revolucionario cubano y su dirigencia, puede decirse, sin prisa pero sin pausa, se dio a la tarea de ganar la paz. Paso a paso, durante más de treinta y dos meses se fueron suscribiendo acuerdos bilaterales de mutuos intereses y beneficios, y fue creándose un ambiente de más confianza y cordialidad entre ambos gobiernos y pueblos.
Pero en esta última semana, contundentes decisiones por parte del gobierno del presidente Trump han logrado restaurar el incierto y amenazante ambiente de las fallidas políticas de guerra.
Las minuciosas declaraciones del ministro cubano de Relaciones Exteriores, el 3 de octubre pasado, en La Habana, después que la Administración de Trump ordenara a 15 diplomáticos cubanos a abandonar Estados Unidos, dejó al descubierto lo que muchos sospechábamos, que toda esta situación es una patraña inventada por el gobierno de Washington para facilitar desmantelar las relaciones con Cuba. En las palabras del Ministro: “De acuerdo con la información disponible, no existen evidencias de la alegados incidentes ni de las causas y el origen de las afectaciones de salud notificadas por los diplomáticos estadounidenses y sus familiares. Tampoco se han identificado posibles autores ni personas con motivaciones o medios para justificar este tipo de acciones.”
De más estar reiterar el más estricto cumplimiento por parte de Cuba a los acuerdos internacionales relacionados a la integridad de los diplomáticos acreditados ante el gobierno cubano.
Muy al contrario, han sido diplomáticos cubanos de Cuba en Estados Unidos los que han sido, amenazados, agredidos y asesinados, y sus sedes diplomáticas bombardeadas en territorio estadounidense a través de largas décadas.
Sin olvidar que también han sido diplomáticos cubanos (e incluso familiares que los acompañaban en el cumplimiento de sus misiones) y sedes diplomáticas cubanas en varios países de nuestra región y el resto del mundo, los que han sido públicamente amenazados, agredidos, secuestrados, torturados y asesinados por terroristas de la extrema derecha cubanoamericana al servicio, control y financiamiento de las agencias de inteligencia de Estados Unidos también a través de largas décadas, como parte de una criminal política de Terrorismo de Estado de Estados Unidos contra el pueblo cubano, que hoy, desgraciadamente, continúa vigente.
Esos terroristas de la derecha cubanoamericana, perpetradores de tantos atroces crímenes, quienes aquí en Miami viven libres e impunes, bajo la protección de los gobiernos de Estados Unidos, en momentos como los actuales deben regocijarse de ser testigos del aparente triunfo de la restauración por parte de Washington de las políticas de odio contra el pueblo cubano.
Su nuevo héroe, íntimo de ellos y de sus dueños, es al fantoche de Marco Rubio, senador por la Florida, supuesto instigador y artífice, junto con siniestros personajes más encumbrados que él, de la actual crisis en las relaciones entre ambos países.
Entonces, con todo de lo que Estados Unidos ha sido y es responsable por su maléfica política de Terrorismo de Estado mantenida por casi 57 años contra el pueblo cubano, este otro gobierno estadounidense viene ahora cínicamente a esgrimir que ha tomado las recientes medidas en contra de Cuba dado que el gobierno cubano no se adhiere a las Convenciones de Viena sobre Relaciones Diplomáticas en lo que se refiere a la protección a la integrad de los diplomáticos acreditados en Cuba… Es por eso, entre otras innumerables cuestiones, que yo tampoco confío en la política de Estados Unidos.
Como emigrados cubanos que vivimos en este país, nos corresponde denunciar y repudiar las decisiones tomadas por la Administración de Trump en contra del derecho del pueblo cubano, de nuestras familias en Cuba, de vivir y desarrollarse en paz.
A estas alturas del cuento es incuestionable que la sólida mayoría de la comunidad cubana, nosotros y nuestros descendientes, nuestros hijos, hijas, nietas y nietos, radicados en Estados Unidos, específicamente en aquí en Miami, abogan y apoyan una política más justa, de absoluto respeto y de diálogo entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba; una política que garantice la armonía entre ambos pueblos; una que nos permita ejercer libremente nuestro inalienable derecho a podernos relacionar sin temores con nuestra familia en Cuba, con los nuestros en Cuba, con la sociedad cubana, si así quisiéramos.
Es el momento de que el consenso de las fuerzas que ejercen el poder en este país que hizo posible que el presidente de Estados Unidos, anunciara el 17 de diciembre de 2014, una nueva política con Cuba, basada en el respeto absoluto a la independencia y soberanía del pueblo cubano, y así descartaran por inservibles a los intereses nacionales estadounidenses las políticas de guerra anteriores, --actualmente sumadas a la incuestionable inmensa mayoría de la opinión pública estadounidense--, se movilicen, ejerzan poder, y obliguen a la inepta y destartalada Administración de Trump a resumir una política juiciosa con Cuba.
Andrés Gómez, director de Areítodigital
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