jueves, 30 de marzo de 2017

Limpia del Escambray. Lucha contra bandidos.




Los crímenes del bandidismo

Las bandas terroristas, que fueron fomentadas entre 1960-1965 por la CIA, desplegaron acciones de sabotajes para sembrar el pánico y restar apoyo a la Revolución

Entre 1960 y 1965, las bandas terroristas de alzados fomentadas en nuestro país por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), se dedicaron a realizar sabotajes en instalaciones económicas y sociales, y a cometer crímenes contra civiles indefensos, pretendiendo sembrar el pánico en las zonas rurales con el propósito de frustrar los planes de desarrollo, restar apoyo social a la Revolución, y reflejar una imagen de ingobernabilidad que sirviera como pretexto para desencadenar una intervención militar.
El 3 de enero de 1961 el Gobierno de Estados Unidos rompió sus relaciones con nuestro país. Hasta esa fecha ejecutaban muchos de sus planes subversivos desde la estación de la CIA en su embajada en La Habana. A partir de la pérdida de sus capacidades operativas bajo cobertura diplomática, utilizaron funcionarios de países capitalistas y compañías extranjeras acreditados en nuestra capital, reclutados previamente para continuar la atención de sus agentes en territorio cubano.
Al mismo tiempo, la CIA potenció el uso de la estación JM/WAVE, ubicada en el campus sur de la Universidad de Miami, que llegó a contar con un ejército clandestino integrado por unos 600 oficiales y 3 000 colaboradores de origen cubano, una flotilla aeronaval que disponía de avionetas, buques madres y lanchas rápidas artilladas para operaciones de infiltración de hombres y abastecimiento de armas. Mientras tanto, el servicio de inteligencia naval desde sus instalaciones en la ilegal base yanqui en Guantánamo, estructuró organizaciones clandestinas y fomentó alzamientos armados en la provincia de Oriente.
Estos programas subversivos eran dirigidos por especialistas en operaciones encubiertas como Theodore Shackley, Howard Hunt y Frank Bender, quienes utilizaron a los agentes William Alexander Morgan y John Meckpless Espíritto —sembrados en el II Frente Nacional del Escambray desde 1958— para promover alzamientos contrarrevolucionarios en el centro del país. Posteriormente contaron con agentes como Howard F. Anderson y William H. Patten Tabares y mercenarios como Austin F. Young, Peter J. Lambton y Richard A. Pecoraro para fortalecer las bandas de Pinar del Río, el Escambray y Camagüey.
Otros colaboradores de la CIA, que actuaban bajo la fachada de coordinadores provinciales de organizaciones contrarrevolucionarias, sirvieron de enlaces con las bandas en Pinar del Río, La Habana, Matanzas y el Escambray como Dora Delgado Soulari, Ernestino Abreu Horta, Ramón Ruisánchez y Piedad y Luis David Rodríguez González.
Al mismo tiempo la CIA creó redes de espionaje y subversión como el Frente Unión Occidental (FUO) encabezado por Esteban Márquez Novo que actuaba en Pinar del Río-La Habana-Isla de Pinos, la red de Mariano Pinto Rodríguez1 y Luis Puig Tabares en Santa Clara-Cienfuegos, la de Juan Tur Valdés en Nuevitas-Camagüey, y la de Pedro Comerón Pérez y Manuel del Valle Caral en Guantánamo-Santiago de Cuba, que se mantenían en contacto con las bandas para hacerles llegar instrucciones y apoyarlas con dinero y recursos materiales. Paralelamente, desde el interior de la base naval yanqui el agente Luis Balbuena Calzadilla promovía la ejecución de acciones terroristas.
Esta enorme infraestructura subversiva se dedicó a buscar información militar, ejecutar sabotajes, y enviar a los principales cabecillas de bandidos dinero, víveres, y armamento. Con el objetivo de garantizar el abastecimiento logístico, la JM/WAVE ejecutó unas 21 operaciones aéreas para lanzar pertrechos bélicos, y realizó más de 35 infiltraciones por vía marítima para introducir hombres, armas y medios de comunicaciones destinados a las bandas.
Generalmente las bandas de alzados estaban encabezadas por antiguos militares batistianos, confidentes de los aparatos represivos y colaboradores de los Tigres de Masferrer,2 afiliados a sindicatos controlados por los mujalistas,3 sargentos políticos a las órdenes de alcaldes y concejales, pequeños propietarios de tierras, mayorales de fincas comprometidos con latifundistas y terratenientes, ladrones de ganado, traficantes de marihuana, vagos habituales, estafadores, proxenetas y delincuentes comunes.
También hubo campesinos y obreros agrícolas que no comprendieron el alcance de las medidas de justicia social aplicadas por la Revolución, e individuos que habían participado en la lucha contra la tiranía batistiana movidos por intereses personales, que encabezaron bandas y cometieron crímenes. Con la esencia delictiva que caracterizaba a estos cabecillas, para quienes la frase «un trabajo» significaba ahorcar a cualquier persona, solo se ganaron el odio de las familias campesinas y el calificativo de «bandidos».
La forma de reprimir de estas bandas era semejante a la que en los años cincuenta asimilaron cientos de oficiales batistianos en la «Escuela de las Américas», del ejército de Estados Unidos, ubicada en la zona del Canal de Panamá, donde fueron entrenados en diferentes «técnicas» de interrogatorio para quebrar la voluntad de los jóvenes revolucionarios que se oponían al régimen, con el propósito de obligarlos a traicionar a sus compañeros de lucha.
Estos métodos de represión fueron transferidos a los sargentos y soldados del ejército y la Inteligencia Militar, a los esbirros del Buró de Investigaciones de la Policía Nacional, el Buró para la Represión de Actividades Comunistas (BRAC) y la Guardia Rural, responsables de cientos de muertos y desaparecidos en los últimos años de la tiranía batistiana, algunos de los cuales después se alzaron contra la Revolución.
Los bandidos actuaban de la misma forma a lo largo y ancho de todo el territorio nacional, lo que ponía de manifiesto que respondían al mandato de la misma «escuela» de represión. Sometían a violentas golpizas a las personas que capturaban, en ocasiones las acuchillaban, las mutilaban, les sacaban los ojos, les cortaban los genitales, y concluían su «trabajo» ametrallándolas. Cuando las ahorcaban, para comprometer a todos sus colaboradores los cabecillas los obligaban a hincar con sus bayonetas los cuerpos de las víctimas. Finalmente abandonaban sus restos mortales en pleno monte o los enterraban en lugares intrincados para ocultar las pruebas de sus delitos.
Entre los principales crímenes cometidos por las bandas, se caracterizaron por su sadismo el ametrallamiento del niño de 22 meses Reinaldo Muñiz-Bueno Machado en el kilómetro 78 de la carretera central; el asesinato de los hermanitos Yolanda y Fermín Rodríguez Díaz de 11 y 13 años, en la zona de Bolondrón, en Matanzas; el del adolescente Leopoldito Martínez de 11 años, en San Antonio de las Vegas; los asesinatos de Conrado Benítez-Eleodoro Rodríguez y Manuel Ascunce-Pedro Lantigua; el ametrallamiento de la familia Romero; del matrimonio Fidel Claro Álvarez María Luis Perera y de la familia Ramos Aróstica; el asalto a varios vehículos en la Loma del Puerto, en Trinidad, donde causaron cinco muertos y 15 heridos, y el ahorcamiento en presencia de sus padres de Rubén Navarro Jaime de 15 años, en la finca El Güije, del barrio de Río Ay, en Trinidad, y el de Emilio Pisco Sánchez de 16 años, en la finca La Fe, de la granja Benito Viñales, en Camagüey.
Las bandas de alzados incendiaron más de 150 escuelitas rurales construidas por la Revolución, cientos de viviendas campesinas, tiendas del pueblo, e innumerables objetivos de la economía agrícola en todo el país. Después de cometer estos hechos abandonaban el lugar del crimen para evitar el enfrentamiento con las unidades de Lucha Contra Bandidos.
Unas 299 bandas terroristas que aglutinaron alrededor de 4 328 alzados, fueron derrotadas por nuestro pueblo organizado en las Milicias a un alto costo en vidas. Un total de 618 combatientes y milicianos murieron en los enfrentamientos, otras 196 personas fueron asesinadas por las bandas y más de 70 resultaron heridas en actos terroristas. Unos 635 alzados murieron durante las operaciones militares, y debido a pugnas internas los bandidos cometieron al menos 18 asesinatos en sus propias filas. En total unos 1 467 cubanos perdieron la vida en una guerra fomentada por el gobierno de Estados Unidos, a cuyas autoridades no les interesaban las bajas de una u otra parte.
La victoria frente a estas agrupaciones terroristas fue posible porque frente a ellas combatió un ejército de hombres y mujeres humildes, bajo el mando de un verdadero líder como Fidel Castro, quien trazó la estrategia y la táctica del enfrentamiento, dirigió muchas de las operaciones militares y de contrainteligencia, y definió la política a seguir para proteger a las familias campesinas del accionar terrorista de las bandas.

Pedro Etcheverry Vázquez| internet@granma.cu
Manuel González Castellón | internet@granma.cu
Investigadores del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado.

1
Cumpliendo indicaciones de Pinto Rodríguez, el 11 de junio de 1962 la banda de Alfredo Borges Rodríguez (Maro) secuestró a los miembros de una comisión de estudios topográficos, en El Monte de las 16 caballerías, granja Ismael Saure Conde, zona Guasimal-El Jíbaro. Fueron asesinados Luis Ruiz Salvador, José Luis Abreu Ruiz, Bienvenido Pardillo Quintero y Rodrigo Quintero Castro, este último de 16 años y militante de la UJC.
2
Organización paramilitar encabezada por el batistiano Rolando Masferrer Rojas, responsable de numerosos asesinatos de obreros, campesinos y estudiantes en la provincia de Oriente.
3
Seguidores de Eusebio Mujal Barniol, secretario general de la Confederación de Trabajadores de Cuba, que respondía a los intereses de Batista y las trasnacionales estadounidenses y dirigía una camarilla de corruptos y traidores a la clase obrera.

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