Esta máxima aplica más que nunca a la situación planteada por el desenlace electoral de ayer. Milei sacó casi el 56 por ciento de los votos contra un peronismo que hizo una elección de derrumbe histórico. No fue por falta de apoyo: desde la CGT hasta el titular de la Sociedad Rural se pronunciaron en apoyo a Massa. Lo hicieron además otras importantes cámaras empresariales. El embajador norteamericano apadrinó su planteo de “unidad nacional” que fue apoyado además por Gerardo Morales o inclusive, en forma velada, por Horacio Rodríguez Larreta. Los “mercados” mantuvieron calmo el dólar en la previa al balotaje. Los movimientos sociales oficialistas y la burocracia sindical garantizaron una tregua, sin “importunar” la campaña electoral. Y, aún así, cayó por casi 12 puntos; no pudo ganar con claridad la provincia de Buenos Aires, cayó en gran parte del norte del país, inclusive en bastiones que antes el PJ consideraba inexpugnables.
¿Por qué ganó Milei? Muchos militantes y activistas populares están en un estado de desasosiego, sin llegar a comprender cómo un negacionista de la dictadura, con un programa de ajuste abierto, inclusive la dolarización, de destrucción de la salud y la educación pública pudo obtener esa indiscutible mayoría. La campaña “democracia o fascismo” contribuye a este clima social. ¿Un 56 por ciento de la Argentina optó por el fascismo?
Lo cierto es que Milei explotó la crítica a un gobierno que dejó no solamente un 42% de pobreza, sino un deterioro a fondo de las condiciones de vida de amplias capas de la población trabajadora. Los “fachos” como Milei pulularon siempre en democracia. Ahí están para probarlo Milani y Berni, Lopérfido y Bullrich, Bussi y hasta Gerardo Morales. Pero es la primera vez que una fuerza de este tipo se presenta en forma autónoma y arrastra el apoyo de la mayoría de la sociedad argentina, inclusive y muy marcadamente de las capas populares.
En los debates previos al balotaje, los compañeros de La Matanza contaron una anécdota relevante para entender de qué estamos hablando. El hospital de Niños municipal, al cual le colgaron un cartel que sostenía que se privatizaría si gana Milei, está, hoy, vaciado por completo, sin atención de guardia y la mayoría de sus especialistas renunció por la falta de pago de salarios. La “defensa de la salud pública” quedó como bandera de un gobierno que la pisoteó, no solamente por la situación de crisis de los establecimientos sanitarios, sino además por los privilegios del “vacunatorio VIP”.
A la población de los suburbios de Rosario y de muchas otras grandes ciudades del país hace tiempo que ya no le aterrorizan los “Falcon verde”, porque vive entre balaceras de bandas narco apañadas por el Estado. La defensa de los derechos laborales resulta abstracta para la tercera parte de la fuerza de trabajo en negro. Milei tuvo un voto récord entre los obreros de la construcción, los precarizados o la “juventud de Rappi”.
Al atar en el terreno discursivo estas banderas progresistas al monumental fracaso social del que es responsable, el peronismo contribuyó a que esta extrema derecha las demoliera electoralmente. Así, en nombre de la estabilidad cambiaria se votó por un ajuste, en la expectativa de terminar con el ajuste mensual por inflación. Milei explotó la crítica a la “casta” en una población hastiada de los golpes contra sus aspiraciones tanto del macrismo como del peronismo.
Por eso aunque el triunfo de una fuerza reaccionaria sea un golpe a “las ideas de la izquierda”, la particularidad es que Milei explotó la crítica al descalabro social para golpear a un progresismo e inclusive a una izquierda fuertemente integrada al régimen. Por el contrario, la izquierda independiente siempre combatió la cooptación y la integración al Estado que llevó a las Madres de Plaza de Mayo a defender en su revista a Milani. La defensa de los derechos humanos yendo de la mano de Berni es un enorme contrasentido. Las organizaciones piqueteras militaron por las candidaturas de Tolosa Paz mientras aplicaba un fuerte ajuste en el Ministerio de Desarrollo Social. La burocracia sindical que dice defender “los derechos laborales” dejó pasar la precarización laboral en gran escala, contribuyendo a la emergencia de una juventud que no tiene siquiera la experiencia de contar con derechos y que, menos aún, se siente interpelada a defender.
Este proceso de integración al Estado tuvo una contraparte fundamental: en nombre de la “defensa de la democracia” las organizaciones populares y sindicales bajo el ala del oficialismo se borraron totalmente de la calle. Contribuyeron a la demonización del movimiento piquetero independiente, que fue aislado en base a una campaña común del gobierno y la oposición. Y a instalar una enorme división en las filas obreras, entre quienes se movilizan contra el hambre y quienes suponen que esas migajas que el gobierno destina a la asistencia social se financian con impuestos que paga el resto de la clase trabajadora.
Esta ausencia de un protagonismo popular se explica a la luz de la agenda del actual oficialismo. Un gobierno plantado en un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional que encorsetó la economía argentina y que tuvo como resultado una enorme redistribución regresiva del ingreso, llevada adelante por un gobierno que propuso justo lo contrario. En un acto insólito, el asesor catalán de la campaña electoral de Massa bloqueó un acto de la CGT de cara al balotaje. Esconder a quienes realmente están interesados en defender los derechos laborales, desorganizar al movimiento obrero, anularlo como factor político es una enorme contribución al ascenso de Milei.
Esta desmovilización tuvo un punto central en la retirada de las calles del enorme movimiento de mujeres, que el peronismo confinó después de la victoria de la ley del aborto a recluirse en ministerios que fueron totalmente inútiles para combatir la violencia contra la mujer. Con el movimiento de mujeres fuera de las calles, avanzaron los antiderechos, dentro y fuera del gobierno. Terminamos con un 56% del electorado votando una alternativa que pretende eliminar el derecho al aborto. Pero también al movimiento estudiantil, desarticulado luego de la pandemia, con las conducciones kirchneristas de los centros de estudiantes que se mantenían pasivas mientras a las escuelas y universidades se le caían los techos y la juventud se volcaba al apoyo al programa de “vouchers” educativos de Milei.
Barajar y dar de nuevo
Por eso el triunfo de Milei debe servir para barajar y dar de nuevo en el movimiento popular. Atar las banderas de la defensa de los derechos humanos, la defensa de los derechos laborales o las aspiraciones populares a una fuerza política que contribuyó decisivamente en los últimos 20 años lleva a someterlos a una variante capitalista sometida al Fondo Monetario, que ya mostró su inviabilidad para llevarlos adelante. Mientras la derecha se radicalizó ganando apoyo, la izquierda agrupada en el FIT-U no supo y no pudo colocarse como una alternativa a este gobierno que permitiera que el descontento se expresara por izquierda. Y muchos compañeros están frustrados porque leyeron la elección como una batalla entre democracia y fascismo, sin percibir el infierno en el cual el sistema democrático capitalista ha transformado la vida de millones de familias trabajadoras. La izquierda que se sumó abiertamente a la defensa del voto a Massa ha contribuido a alimentar esta nueva frustración, y a darle un golpe a la independencia política del Frente de Izquierda.
El nuevo cuadro va a generar un replanteo. Porque la derrota electoral del peronismo, mal que le pese a Milei, no es una derrota del movimiento obrero. Aquí hay una nueva batalla que habrá que dar. Milei no ha reunido aún las condiciones para un régimen fascista. Deberá enfrentar una resistencia popular que va a abrirse paso a pesar de la colaboración que pretende ya la burocracia sindical y gran parte del peronismo, que ya colaboró con Macri. En esta trinchera estará la izquierda, que enfrentará desde el día 1 a Milei llamando a la clase obrera, los estudiantes y la juventud a reaccionar para defender todos sus reclamos y sacarse de encima a la lacra de los liberfachos.
Juan García
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