Cerca de 12 mil migrantes arribaron a la isla italiana de Lampedusa en apenas seis días, durante la semana pasada, marcando un nuevo hito en la crisis de refugiados. En lo que va de 2023, se estima que llegaron al viejo continente 123 mil personas, el doble que en 2022 (La Nación, 15/9). Además, 1.300 personas perecieron en el camino.
Los informes que llegan desde la isla son desoladores. “Los niños lloran porque no tienen comida, hay bebés y mujeres embarazadas, no podemos comer, tampoco beber, solo nos dan una botella de agua pequeña al día, no podemos asearnos, llevamos días con la misma ropa y algunos no tienen zapatos”, explicaba un migrante de origen nigeriano (El País, 17/9). Al día domingo, según la Cruz Roja, había 1.500 personas en el centro de refugiados, que apenas posee capacidad para 400.
Los viajantes que llegan a Lampedusa lo hacen desde Libia o Túnez, tras navegar el Mar Mediterráneo en barcazas precarias. Ambos países son tanto generadores de la oleada como punto de tránsito de los emigrados de otras naciones del continente africano. Para tratar de contener estos desplazamientos, la Unión Europea (UE) arribó en julio a un acuerdo con la dictadura tunecina de Kais Saied, semejante al que estableció con Turquía en 2016. A cambio de que el gobierno tunecino reprima los flujos migratorios, la UE se compromete a entregar 250 millones de euros a la nación norafricana, que podrían elevarse en 900 millones, en caso de que Túnez cierre un pacto que está negociando con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Crisis dentro y fuera de Italia
La crisis en Lampedusa agudizó las tensiones entre los Estados europeos. Italia, que junto a Grecia es uno de los principales receptores primarios de las migraciones, denuncia a los demás Estados por desentenderse de la situación. A fines de agosto, Alemania se retiró de un mecanismo voluntario recientemente establecido por la Comisión Europea, que pautaba el reparto anual de unos 30 mil migrantes.
En Berlín, aducen que se han disparado las solicitudes de asilo en un 77% con respecto a 2022, totalizando más de 200 mil. Y que, además, han tenido que albergar a más de un millón de refugiados ucranianos (ídem, 14/9). Así, le echan la pelota a Roma: le exigen que cumpla con los acuerdos de Dublín, que establecen que el país que pisa el migrante es el que tiene que hacerse cargo del problema. Más puntualmente, las autoridades alemanas denuncian que el gobierno derechista de Giorgia Meloni se resiste a aceptar las “devoluciones” de migrantes que llegaron a la nación teutónica a través de Italia. Y, desde el palacio Chigi, acusan al gobierno socialdemócrata de Olaf Scholz de no cumplir con los compromisos asumidos. Vale señalar que la negociación del Pacto de migración y asilo de la UE está estancada desde 2020.
Mientras los Estados riñen entre sí, la tensión política crece al interior de Italia. Desde la oposición, el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático lanzaron planteos demagógicos acerca de un fracaso de la política migratoria de Meloni, omitiendo su propia responsabilidad en la crisis migratoria y las políticas represivas, como parte del gobierno anterior de Mario Draghi.
Pero la crisis también agrietó a la coalición de derecha, ya que la Liga Norte de Matteo Salvini aprovechó para cuestionar a la primer ministro, reclamando medidas más duras contra la migración. “Cuando Salvini era ministro del interior, todo esto no pasaba”, reprochó un ministro de la Liga.
En este marco, se produjo el fin de semana la visita conjunta a Lampedusa de Meloni y la titular de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. La noche anterior, se limpiaron los alrededores del centro de migrantes, que estaba atestado de basura, restos de comida y botellas vacías (ídem, 17/9). De todos modos, las funcionarias ni siquiera visitaron el lugar.
Desde la isla, ambas coincidieron en planteos represivos y expulsivos. Meloni llamó a acelerar las “repatriaciones” y a coordinar con los países de origen, como Túnez o Libia. También postuló una “misión naval” europea sobre el Mediterráneo. La titular de la CE, por su parte, dijo que “seremos nosotros los que decidamos quién llega a Europa y no los traficantes”. Y se comprometió a acelerar la aplicación del acuerdo con Túnez, empezando por la formación de sus guardacostas.
La Unión Europea es responsable de la crisis migratoria porque ha participado de las guerras imperialistas y la opresión de los pueblos de Africa y Asia que están en la base de las oleadas migratorias. Una vez que esos grandes contingentes humanos golpean sus puertas, sus gobiernos apelan a políticas xenófobas, expulsivas y represivas, o bien buscan asimilarlos con trabajos precarios, mal pagos y sin derechos laborales.
Ante esta crisis migratoria, que es una expresión de la crisis capitalista, planteamos la defensa irrestricta del derecho al asilo y la unidad de los trabajadores nativos y migrantes contra los gobiernos capitalistas y la UE.
Gustavo Montenegro
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