martes, 17 de agosto de 2021

Estados Unidos debate su derrota en Afganistán


El discurso de Biden y los ataques de los republicanos. 

 La huida desordenada de Afganistán se está cobrando las primeras repercusiones políticas en Estados Unidos. Los republicanos cerraron filas para cuestionar a Joe Biden, y en el caso de Donald Trump, directamente pidió la renuncia del mandatario. La prensa norteamericana, incluso la que simpatiza con el gobierno demócrata, ha sido durísima con el presidente y ha puesto de relieve los descomunales errores de cálculo del Ejecutivo yanqui. El New York Times recuerda que hace pocas semanas el presidente estadounidense dijo que “las posibilidades de que los talibanes arrasen con todo y tomen el país son casi nulas”, y también que “bajo ninguna circunstancia veremos gente evacuada de los techos de la embajada de Estados Unidos en Afganistán” (reproducido por La Nación, 17/8). La antiprofecía.
 En el caso de los republicanos, se trata nada más que de hacer leña del árbol caído, toda vez que fue George W. Bush quien lanzó la invasión en 2001, y el propio Trump quien arribó al acuerdo de retiro de tropas consumado por su sucesor demócrata. Cuatro presidentes, dos republicanos y dos demócratas (Obama llegó a desplegar hasta 100 mil soldados), comparten el empantanamiento y el fracaso norteamericano en Afganistán. 
 Biden emitió un discurso en que defendió el retiro de las tropas, señalando que tarde o temprano había que hacerlo y posponer la resolución no hubiese alterado el resultado, algo en lo que muy probablemente tenga razón. A su vez, hizo una serie de definiciones que pasamos a diseccionar: 

 “Nunca se suponía que la misión en Afganistán fuera construir una nación. Nuestro único interés nacional vital en Afganistán sigue siendo hoy lo que siempre ha sido: prevenir un ataque terrorista en la patria estadounidense” 

 Estas dos afirmaciones son tramposas. Estados Unidos presentó la invasión no solo como un combate contra el terrorismo (algo que de por sí era simplemente una coartada para ocultar su verdadero interés de poner un pie en una región estratégica), sino también por la libertad de los afganos. A tal punto esto es así que la operación llevó por nombre “Libertad duradera”. En 2005, tras lograr su reelección, Bush señaló en su discurso de investidura que desde los atentados contra las Torres Gemelas de 2001 “el objetivo de Estados Unidos es sembrar la libertad y la democracia en el mundo”. Y abundaba: “aquel que viva en la tiranía y en la desesperanza debe saber que Estados Unidos no ignorará vuestra opresión ni excusará a vuestros opresores” (El País, 20/1/05), en un mensaje dirigido… a los pueblos que invadía. 
 Por otra parte, Estados Unidos ni siquiera ha logrado desmantelar a los grupos terroristas. A la par del progreso de los talibanes, Al Qaeda viene experimentando un desarrollo en Afganistán. Esta cuestión fue uno de los puntos introducidos por los norteamericanos en las negociaciones con la milicia pastún en Qatar. 

 “Si Afganistán no es capaz de resistir a los talibanes, las tropas de EEUU no pueden hacer la diferencia” 

 Deslindar responsabilidades. Un clásico. Tras el derrocamiento de los talibanes en 2001, quienes se reorganizarían luego desde las montañas y la vecina Pakistán, Estados Unidos apuntaló en Afganistán varias administraciones títeres. Estas se ganaron el repudio de la población, debido al contraste entre el enriquecimiento de aquellas -aprovechando el desembolso de los fondos norteamericanos- y la miseria de la mayoría. Al propio Ejército no le llegaban suficientes balas ni comida. Pero insistimos: eran los gobiernos impulsados y reconocidos por el imperialismo, pese a que llegaron en algunos casos al poder bajo denuncias de fraude, como el ahora fugado Ashraf Ghani. 

 “Seguiremos alzando la voz por los derechos básicos del pueblo afgano, de las mujeres y las niñas”

 La preocupación de Estados Unidos por las mujeres afganas es por lo menos selectiva. En la década del 80, grupos como los talibanes -contrarios a que las mujeres trabajen, estudien o salgan a la calle sin estar acompañadas por un hombre- crecieron con el apoyo de las monarquías reaccionarias del Golfo Pérsico y de Estados Unidos, que los veía como un contrapeso frente a los soviéticos en la región. Hoy en día, uno de los principales aliados norteamericanos en Medio Oriente es Arabia Saudita, donde las mujeres recién lograron su derecho a conducir automóviles en 2018. 
 Tampoco sabemos qué “derechos básicos” puede declamar una potencia que ha dejado bajo las bombas los sueños de miles de mujeres y niñas en todo el mundo. Bajo el gobierno de Biden, ya han sido bombardeadas Siria, Irak y Somalia.

 “Defenderemos a nuestra gente con una fuerza devastadora si es necesario”

 Finalmente, Biden termina mostrando la verdadera naturaleza del régimen imperialista con esta bravuconada, que bien podría haber dicho Trump o Bush. 
 La derrota norteamericana en Afganistán, que ha sido parangonada con la de Vietnam, es una muestra de la debacle del imperialismo. Se suma a su pérdida de posiciones en Medio Oriente y a su propia situación doméstica, marcada por una reciente rebelión popular, una aguda crisis política (incluyendo un intento de golpe de Estado), un devastador impacto del Covid-19 y la crisis capitalista. 
 Biden llegó al poder tratando de recomponer la primacía norteamericana, pero lo ocurrido en Afganistán revela los límites de esa tentativa. 

 Gustavo Montenegro

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