La cuna de The Beatles era la portuaria ciudad de Liverpool, en Inglaterra, y el origen de sus principales animadores Lennon y McCartney era obrero. Ambos habían nacido al ritmo de los bombardeos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. John había sido criado por su madre Julia -que murió durante su juventud- y su tía Mimi, que incentivaba la formación artística de su sobrino y le impidió cumplir su deseo de alistarse en la marina mercante (que además había cobijado al padre de Lennon cuando abandonó a su familia). Así, con el reclutamiento de otros músicos, de los que finalmente quedarían George Harrison y Ringo Starr en la banda, nacía el grupo que revolucionaría el rock y la música del siglo XX.
No es el objetivo de este artículo, que de serlo además sería inabarcable, un análisis musical de la banda inglesa, sin embargo es posible señalar que desde sus comienzos con un rock que tomaba influencias de los estadounidenses Chuck Berry y Elvis Presley y cuyo primer disco de 1963 llamado Please please me logró el estrellato con la canción “Love me do”, el grupo no abandonaría un crecimiento exponencial de su popularidad y un desarrollo y evolución de una música que tomaba los elementos de avanzada de cada momento de la agitada década de los sesenta, fundiendo como resultado a The Beatles, la vanguardia estética y el público de masas de la época. De ese modo, y en los siete años que pasaron desde el primer disco en 1963 hasta el último disco “Let it be”, grabado en medio de disputas dentro de la banda que harían inevitable su superación, llegaron a millones de fans en todo el mundo, provocaron beatlemanías y desmayos en cada aparición pública, avanzaron hacia la experimentación formal e incluyeron el uso de drogas recreativas como parte del proceso de composición, realizaron discos con planteos inéditos para la época como el llamado “Álbum blanco”, mostraron irreverencia -en la figura de John- ante los poderes. Por caso, basta citar la famosa anécdota ocurrida cuando, en el concierto real al que habían sido invitados y ante la presencia de la Reina Madre y la Princesa Margarita de Gran Bretaña, John dijo: “Para nuestro último tema les voy a pedir ayuda. Al público del gallinero, que haga sonar sus palmas. El de la platea puede hacer sonar sus joyas”. O cuando en una gira por los Estados Unidos, Lennon dijo: “Somos más famosos que Jesús”, lo que originó quemas públicas de sus discos y amenazas de muerte de los fundamentalistas religiosos norteamericanos.
Lennon, que ya estaba en pareja con Yoko Ono, justamente había decidido mudarse a Manhattan donde realizó los discos más revulsivos de su trayectoria con la Plastic Ono Band. Yoko Ono era, y es, una artista conceptual japonesa proveniente de una familia aristocrática que realizaba su carrera a través de happenings e intervenciones de gran éxito de crítica y público. Habían realizado juntos en 1969 la performance “The war is over (if you want it)”, colocando carteles con esa leyenda en once capitales del mundo, que se repitió como disco en las navidades de 1971. Ese 1969, en Estados Unidos, John y Yoko permanecieron en “La cama de la paz” durante dos semanas exigiendo el fin de la guerra, mientras personalidades de la cultura y la contracultura norteamericana visitaban a la pareja. La permanencia de Lennon en los Estados Unidos, su creciente politización y las declaraciones en los medios contra la guerra de Vietnam y el capitalismo le valieron una vigilancia permanente del FBI de J. Edgar Hoover a la vez que la decisión del presidente Richard Nixon de deportarlo de los Estados Unidos. Pero antes Lennon había aportado dinero al británico Partido Revolucionario de los Trabajadores (en el que militaba la actriz Vanesa Redgrave y que implosionaría en los ochenta en medio de acusaciones de violaciones múltiples por parte de su líder Gerry Healy a jóvenes militantes) y se había pronunciado a favor del IRA y contra la ocupación británica del Ulster. Debido al apoyo de Gran Bretaña a la guerra de Vietnam y al régimen racista de Sudáfrica, John devolvió el título de “Sir John Lennon”. “No quiero ser royal, quiero ser real”, había dicho.
De aquella época data un entrevista de 1971 realizada por Tariq Alí y Robin Blackburn a Lennon publicada en The Red Mole, periódico del trotskista Grupo Marxista Internacional, donde John plantea definiciones anticapitalistas, confusas pero reconocibles: “Siempre he sido propenso a lo político, ¿sabes?, y estoy contra el statu quo. Es lo básico cuando creces, como yo, odiando y temiendo a la policía como un enemigo natural y desprecias al ejército como un ente que se lleva lejos a tantos –y los abandona, muertos, en alguna parte. Es decir, es lo básico para la clase trabajadora, pero comienza a deslavarse cuando creces, te haces de familia y te ves tragado por el sistema. En mi caso nunca he dejado de tener mentalidad política, aunque la religión tendió a encubrírmela durante mis días de ácido, en 1965 o 1966. Y esa religiosidad era el resultado directo de toda la mierda de ser superestrellas; era una salida a mi propia represión. Pensaba: debe haber algo más en la vida, ¿no? Esto no es todo, ¿verdad? Pero siempre fui propenso a lo político en cierto sentido, ¿sabes? En los dos libros que he escrito, aunque los escribiera en esa suerte de aparente sinsentido joyceano, siempre había críticas a la religión, incluso tengo una obra de teatro entre un obrero y un capitalista. Satiricé al sistema desde niño. Escribía y confeccionaba revistas en la escuela y las repartía por ahí. Tenía mucha conciencia de clase, siempre con una astilla en el hombro (como se dice en el barrio), porque entendía lo que me ocurría y sabía de la represión de clase que se nos venía”. Luego de brindar esta entrevista, John Lennon compuso Power to the people, que se convirtió en un cantito de lucha frecuente en las movilizaciones.
Si Nixon buscaba deportar a Lennon de los Estados Unidos por su actividad antibélica, la realidad se le adelantó y tuvo que renunciar a la presidencia por el escándalo de Watergate. Así las cosas, en 1980, a los cuarenta años, se encontraba post produciendo su nuevo disco, que seguiría a su álbum Double fantasy, firmado junto a Yoko Ono –y que incluía canciones como “Imagine”, donde proponía un mundo sin religión ni posesiones, o “Starting over”, que se convirtieron en grandes éxitos y mostraban un retorno a la época musical más productiva de John Lennon. Esa jornada, hace cuarenta años, el cantante y compositor había salido de su departamento en el edificio Dakota varias horas después de una sesión fotográfica de Anne Leibovitz en su hogar que sería la tapa de la revista Rolling Stones de esa semana. Lennon fue detenido por Mark David Chapman, un joven de 25 años, que sostenía el álbum Double fantasy para que se lo firmara. Lennon accedió antes de subir junto a Yoko Ono a su limusina y enfilar hacia el estudio de grabación y, tras horas de trabajo, regresó al edificio Dakota para ver a su hijo Sean antes de dormir, desechando cenar afuera. La pareja salió del auto. “¡Señor Lennon!”, le gritó Chapman, que había regresado a los alrededores del edificio. Empuñó su revolver. Disparó.
Diego Rojas
09/12/2020
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