El contagio de coronavirus de Donald Trump en plena campaña no ofició, como algunos especularon, como un relanzamiento ni una reconsideración de su minimización del impacto del Covid-19. Más bien fue la confirmación de la política criminal que ha dejado correr los contagios hasta llegar ya a las 210 mil muertes, 7 millones y medio de contagios y podría llevar según proyecciones a otras 200 mil muertes más.
Anthony Fauci, la máxima autoridad sobre enfermedades contagiosas del Estado yanqui, confirmó que fue una actividad en la Casa Blanca la que ofició de “evento supercontagiador”, con gente sin máscara y en proximidad cercana.
El pantano social y económico
La recuperación económica, que algunos citaban como carta salvadora para Trump, ha mostrado su carácter superficial. El desempleo real, sumando a quienes se dice que “se fueron del mercado laboral” está por lo menos en un 9,6%, con lo cual si bien bajó desde el 14,7% de abril, es mucho menos que la anunciada reducción del desempleo a la mitad (Financial Times, 8/10). Los nuevos pedidos de subsidio de desempleo volvieron a subir la semana pasada, llegando a 898 mil casos, la cantidad más grande desde Agosto (Washington Post, 15/10).
Los datos del crecimiento de la venta minorista que siguen creciendo en relación al primer impacto de la pandemia se relacionan a los paquetes de subsidio, que se están acabando y a un fenómeno extendido de uso de los ahorros para hacer compras corrientes, lo cual lógicamente tampoco aguantará mucho tiempo más (FT, 17/10). Mientras tanto, una de cada tres familias de EEUU no puede cubrir con seguridad las necesidades alimentarias de sus hijos (npr, 29/7).
Se ha popularizado la descripción de la recuperación económica como una curva con “forma de K” (Biden incluso lo dijo en el debate presidencial), o sea que la burguesía está haciendo ganancias récord, mientras los trabajadores siguen absolutamente sumidos en la miseria. El promedio entre unos y otros compone una estadística que no refleja ninguna realidad social común.
La aprobación de un nuevo paquete de subsidio fiscal para contener el impacto de la crisis social está completamente trabada por la creciente crisis política. Jay Powell, presidente de la Reserva Federal, viene reclamando que se encamine un nuevo paquete de subsidios al capital, planteando que el daño económico de la recesión está lejos de haber llegado a un límite. Trump mismo ha reiterado que se debe aprobar un paquete significativo. Los demócratas aprobaron un paquete de 2,2 billones de dólares en la cámara baja, que la bancada republicana que domina el senado se ha negado a aprobar, reclamando que se achique el gasto fiscal que implicaría.
Otro verdadero escándalo fue el intento de secuestro de la gobernadora de Michigan Gretchen Whitner por milicias trumpistas, con varios integrantes detenidos por el FBI. La fiscal del Estado que investiga el caso remarcó que el Presidente viene dando apoyo a estos grupos y sus acciones anticuarentena, incluso citando sus tweets como llamados a la acción.
Las acciones anticuarentena de estas milicias fueron financiadas desde el inicio por sectores de la gran burguesía, interesados en quebrar la resistencia obrera a mantener el ritmo de trabajo fabril durante la pandemia, sin reclamar por las condiciones sanitarias. Los gobernadores demócratas han sido objetivo de estas milicias en otros Estados también. Pero han decidido no pedir investigación alguna sobre los evidentes lazos entre las milicias y la administración de Trump, que no podrían dejar de poner en evidencia a gran parte de la burguesía, las fuerzas de seguridad y los propios funcionarios, incluso republicanos, con cuyo apoyo piensan gobernar.
Participación récord
Los republicanos han tenido una campaña de meses para tratar de limitar la participación electoral, entendiendo que eso mejoraría las chances de Trump. Sin embargo, más de 17 millones de estadounidenses ya han emitido su voto. Son aproximadamente 10 veces más personas que a esta altura de 2016. El Proyecto Elecciones que monitorea la Universidad de Florida, estimó que esta tendencia estaría anticipando una participación de unos 150 millones de votantes, el 65% del electorado norteamericano, la más alta desde 1908. (Clarín, 16/10)
En Florida, el lunes 19 se abrió la posibilidad de emitir el voto en persona por anticipado y también se batieron récords de participación con 350.000 votos emitidos en un día (Politico, 19/10).
Las encuestas dan a Biden entre 9 y 10 puntos arriba en el voto popular. Si esto se confirma en la elección, se daría la “ola azul”, con la cual los demócratas podrían recuperar el senado junto a la presidencia. Lo cierto es que el cargo presidencial se definirá en una serie de Estados disputados que van a definir el resultado del colegio electoral.
En Estados que están en el centro de la disputa electoral por la presidencia como Pensilvania y Wisconsin, ya existen litigios legales por la pretensión de los republicanos de limitar la votación tanto en los límites de tiempo para enviar votos, como en la cantidad que puedan emitirse por ese medio (FT, 14/10).
Wall Street se mete en la pelea
El tramo final de la campaña ha permitido medir el vuelco del gran capital, concentrado en las corporaciones que se miden en Wall Street al carro de campaña de Biden. Más de 3.500 empresas han lanzado una seguidilla de presentaciones legales contra la Casa Blanca por el impacto de los aranceles impuestos a China. Esto incluye a pesos pesados como Coca-Cola y Disney, Ford, que fue parte de la pulseada contra el trabajo “esencial” que se jugó en la industria automotriz, e incluso la corporación Tesla de Elon Musk, que ha dirigido elogios y apoyo a Trump hasta hace unas pocas semanas(Clarín 9/10).
50 grandes empresas, que incluyen a las tecnológicas Linkedin y Yahoo emitieron una declaración donde piden que se cuenten todos los votos y que los medios eviten nombrar un ganador con los primeros datos, para prevenir el recrudecimiento de los choques políticos (y físicos) en torno a las elecciones. “Nuestra economía y nuestro mercado dependen de la fuerza de nuestra democracia”. Toda una advertencia al trumpismo, que es el que amenaza con no reconocer la votación e incluso no entregar el mando.
Un fondo que maneja donaciones de los billonarios de la tecnología que dominan el Sillicon Valley, entre el de Dustin Moskovitz co-fundador de Facebook ha colocado más de 100 millones de dólares en propagandas televisivas por Biden en el último mes de campaña(Vox 20/10)
Eso no quiere decir que no haya capitalistas con Trump. Los productores agrarios, beneficiarios de la protección y subsidios sistemáticos, parecen acompañarlo en masa. Las marchas de yates en Florida en su apoyo, que han registrado los medios internacionales, son organizadas por un rejunte de aventureros capitalistas. Pero la representación del capital concentrado, la bolsa de Wall Street se han jugado con claridad. Los métodos de Trump fueron tolerados cuando significaban repartir el rescate entre ellos y mantener la economía funcionando a pesar de los muertos. Pero no están dispuestos a que juegue a la guerra civil para defender su poder personal, a costa de conmociones sociales que pueden costar caras a todos ellos.
El genio no vuelve a entrar en la botella
Semejante despliegue de recursos capitalistas ¿puede evitar la profundización de la crisis política? Sólo puede pensar eso quien siga pretendiendo ignorar la gravedad de la crisis sistémica que ha engendrado la enorme polarización social y política. Es la crisis la que ha generado la tendencia a la guerra comercial y los regímenes políticos proteccionistas y autoritarios, no al revés.
Una victoria cómoda de Biden, que no está garantizada, no hará volver atrás la descomposición social en curso. Trump ha fracasado hasta el momento en montar el régimen bonapartista pero la herencia dejada por el magnate no va a pasar inadvertida en el período que se abre. Si se va del gobierno, por lo menos dejaría en pie inicialmente una mayoría ultraconservadora en la Corte Suprema de 6 a 3 con la incorporación prevista para los próximos días de la fanática religiosa Amy Coney Barret. Las milicias derechistas y fascistas, aunque minoritarias, se han largado a disputar las calles con una agresividad inédita, tratando de explotar el apoyo de la Casa Blanca. Con o sin Trump, es evidente que estamos frente a un fenómeno político que no se va a desvanecer únicamente por un resultado electoral adverso. Y menos cuando el depositario de la derrota trumpista es un elemento del establishment como Biden.
Las posibilidades de crisis políticas de fondo son numerosas. Desde ya, una elección reñida va a dar lugar a una judicialización que intente colocar a la Corte Suprema como la árbitra final. El propio desarrollo de toda esta crisis ha puesto de manifiesto el carácter distorsionado de la representación en el senado y el colegio electoral que dan un peso muy amplificado a la población rural y blanca, que apoya masivamente a Trump y los planteos conservadores. Se trata de un sistema reaccionario de garantías de la democracia burguesa norteamericana. En ese sentido, distintos elementos del Partido Demócrata han planteado que se establezca la elección a Presidente por voto directo, así como la formación de nuevos Estados como Washington DC, Puerto Rico o Islas Vírgenes. Otro planteo de reforma que viene sonando es suprimir el chicaneo (filibustering), que habilita la posibilidad de discusiones sin límite de tiempo, haciendo que de hecho una minoría en el senado pueda imponer la necesidad de obtener una mayoría especial de dos tercios para cualquier ley a la que se oponga.
Muchos demócratas plantean la necesidad de ampliar los jueces de la Corte Suprema mediante una ley para dejar en minoría al bloque de jueces conservadores. La Corte conservadora es en sí misma una fuente de choques garantizada. La agenda que trae la archireaccionaria Barret incluye la anulación del derecho al aborto legal, el matrimonio gay y en general un reforzamiento del control social religioso y familiar contra mujeres y disidencias. Así lo entendieron las más de 100.000 personas que participaron en unas 430 movilizaciones a lo largo del país rechazando que se avance con el copamiento judicial de Trump. El movimiento de mujeres sigue siendo un componente activo del proceso de radicalización y lucha.
Trump no renuncia a hacer de las propias elecciones un terreno de confrontación político y físico para imponer su planteo bonapartista. Los hijos del Presidente coordinan a la constelación de milicianos, KKK, neonazis y fundamentalistas religiosos en un “Ejército por Trump” que intenta controlar la elección y disuadir la presencia de votantes. Frente a la podredumbre de la sociedad capitalista que muestra la crisis, la derecha fascistizante muestra un perfil disruptivo y pretendidamente “antisistema”, aunque detrás del racismo y las teorías conspirativas subyace un planteo de defensa a ultranza del capital.
Las tareas de la izquierda
No se puede enfrentar a la derecha “antisistema” con una izquierda integrada al régimen y sus partidos. La necesidad de trabajar por un partido independiente de la clase obrera, reuniendo a los núcleos que se pronuncian en ese sentido, es una urgencia frente a la extendida tendencia a la cooptación al Estado de la izquierda y los movimientos de lucha, empezando por Black Lives Matter. Esto, como se discute abiertamente incluso en sectores de los Demócratas Socialistas que rechazan crecientemente votar a Biden como indica su dirección, implica empezar en lo inmediato impulsando el voto a favor de alguno de los candidatos de izquierda e independientes de los demócratas para presidente y en los cargos locales en los que han logrado presentarse.
El Frente Único de las organizaciones obreras y de los explotados es una necesidad para responder a la represión estatal y paraestatal. La recuperación de los sindicatos para la lucha es otra necesidad vital. El presidente de AFL-CIO, Richard Trumka, dice que la central debe estar en “alerta y movilización” frente a un intento de Trump de desconocer una derrota. El consejo sindical de Rochester, Nueva York pidió a la central que prepare una huelga general de ser necesario para esa finalidad (Jacobin, 15/10). Es central llevar el planteo de Frente Único en defensa de todos los reclamos de la clase obrera a los sindicatos, así como para organizar la autodefensa frente a los grupos paraestatales de choque.
Si Trump tiene oportunidad de desplegar un plan golpista sólo lo podrá frenar un movimiento de masas empezando por las grandes concentraciones de la clase obrera. Para el gran capital y el Partido Demócrata, una dictadura fascistizante es un mal menor frente a la perspectiva de un despertar de la clase obrera norteamericana.
Guillermo Kane
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