Obcecado por esa suerte de síndrome imperial contemporáneo de desprecio hacia los demás países, y sobre todo hacia Cuba y Venezuela, Washington coloca el uniforme militar por encima del usado por el “ejército de batas blancas” con que La Habana “invade” a países necesitados de esa ayuda
Campaña contra médicos cubanos, una nueva enfermedad estadounidense.
La humana labor desarrollada por los médicos cubanos, desde enfermedades perfectamente curables, hasta las grandes epidemias –como el ébola- “enferman gravemente” a las autoridades estadounidenses y a sus acólitos.
Quizás en este mismo momento un médico cubano esté salvando una vida “en cualquier oscuro rincón del planeta” masacrado tiempo atrás por marines estadounidenses, pero Washington prefiere esa acción de guerra a cualquier acto humanista, en especial si este último demuestra los méritos de otros.
Y, mucho menos, si esa actuación es de un doctor cubano, a juzgar por la actual campaña de descrédito de la Casa Blanca contra los 50 mil especialistas de salud del país caribeño, cuya obra es reconocida por la comunidad internacional, con la excepción, claro, de Estados Unidos.
Obcecado por esa suerte de síndrome imperial contemporáneo de desprecio hacia los demás países, y sobre todo hacia Cuba y Venezuela, Washington coloca el uniforme militar por encima del usado por el “ejército de batas blancas” con que La Habana “invade” a países necesitados de esa ayuda.
“Empieza una campaña mendaz, calumniosa, contra la cooperación médica cubana que beneficia a más de 70 países en este momento. Hay acusaciones verdaderamente ridículas sobre esclavitud moderna, de trata de personas”, declaró hace solo unas horas en Nueva York el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla.
En declaraciones al margen del presente período 74 de sesiones de la Asamblea General de la ONU, el Canciller ratificó así este martes su rechazo a esa cruzada, al responder a preguntas capciosas sobre el tema a la agencia estadounidense de prensa Associated Press, en la citada entrevista con ese medio en sus propias oficinas de Nueva York.
Ese foro, a propósito, escenificó este septiembre dos ángulos opuestos del citado debate: por un lado, el respaldo a La Habana de los representantes de la mayoría de los miembros del organismo; y, por el otro, la campaña contra los galenos cubanos representada por uno de sus pioneros más señalados, el presidente brasileño Jair Bolsonaro.
El gobernante y aliado cercano de Washington, quien afirmó en su intervención en la ONU que los médicos cubanos realizan en el extranjero un trabajo “de esclavos” y “de explotados”, fue en 2018 uno de los iniciadores de la cruzada, al maltratar a los que trabajaban en su país y provocar así la decisión por La Habana de su regreso al país.
Esa parte de la disputa en noviembre de 2018 concluyó con la declaración del Ministerio de Salud Pública (Minsap) “de no continuar participando en el programa Más Médicos en Brasil”, ante las palabras despectivas de Bolsonaro respecto a que la preparación de los galenos insulares era insuficiente y debían revalidar su título y someterse a la contratación individual.
La determinación de La Habana implicó la retirada de los 8 mil 471 colaboradores médicos que se encontraban en aquel momento en Brasil, mediante el proyecto iniciado en agosto de 2013 por la entonces presidenta Dilma Rousseff, ascendente a 18 mil 240 plazas cubiertas por nacionales y extranjeros.
Medios latinoamericanos y caribeños de prensa lamentaron que la partida de los profesionales cubanos afectó sobre todo a las zonas más vulnerables del norte del país, y la semiárida región del noreste, que incluye ciudades con un bajo índice de desarrollo humano.
“No es aceptable que se cuestione la dignidad, la profesionalidad y el altruismo de los colaboradores cubanos que, con el apoyo de sus familias, prestan actualmente servicios en 67 países”, sentenció un comunicado del Minsap.
Según fuentes brasileñas, en cinco años de trabajo, casi veinte mil colaboradores de distintas especialidades de la salud atendieron a 113 millones 359 mil pacientes de más de tres mil 600 municipios, comprendidas personas que experimentaban la asistencia de un médico por primera vez.
La Confederación Nacional de Municipios de Brasil, por su parte, consideró que la retirada del personal cubano del programa social brasileño, en particular sin garantizar a otros profesionales, dejaba sin cobertura sanitaria a más de 28 millones de personas.
La Universidad Federal de Minas Gerais aseguró en un estudio que el 95 por ciento de la población entrevistada calificaba al programa “Mais Médicos” como “bueno” o “muy bueno”.
Por otro lado, figura el llamado programa “de Parole”, que aunque fue cerrado el 12 de enero de 2017 junto a la Política de Pies secos-pies mojados, ocho días antes de la asunción del presidente Donald Trump, es otra estrategia dentro de la mencionada campaña para dañar la imagen del personal médico de la nación antillana.
Diseñado mucho tiempo antes (en 2006 por el presidente George W. Bush), y reactualizado según intereses coyunturales de Washington, ese otro mecanismo instrumenta la entrada a Estados Unidos de los galenos que abandonen sus misiones en terceros países y se acojan a la condición de refugiados políticos.
Para el Presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, mediante ese programa los gobernantes estadounidenses “tratan de imponer un perverso recurso para estimular el robo de cerebros”, y calificó el hecho como “una campaña anticubana más, que manifiesta la impotencia imperial ante las conquistas revolucionarias”.
El jefe de Estado, quien reaccionó ante un nuevo intento en Estados Unidos por restablecer ese sistema para Médicos cubanos, mediante una resolución bipartidista propuesta por los senadores Marco Rubio y Bob Menéndez, añadió que “sus promotores son incapaces de favorecer una relación civilizada” porque “les ciega la soberbia”.
Los dos parlamentarios de extrema derecha caracterizaron de “tráfico humano” la labor cubana de salud pública en el extranjero, cuyos resultados hasta ahora son agradecidos por muchos pueblos y elogiados por una buena parte de la humanidad.
El Ministerio de Salud Pública de Cuba, fundado en 1909 como el primero del continente americano, convirtió desde 1959 en un principio la solidaridad internacionalista y luego basó en ese precepto la evolución y trascendencia de su colaboración médica.
Desde entonces, el gobierno del país del mundo con más médicos por cada mil habitantes y el que atiende a una mayor cantidad de pacientes de todo el planeta, centró las perspectivas de esa colaboración en la formación de recursos humanos de la salud para alcanzar un desarrollo sostenible del sector en beneficio de la población.
Eso preparó también al personal médico para riesgosas misiones contra el ébola en África; la ceguera en América Latina y el Caribe; el cólera en Haití; y otras en Pakistán, Indonesia, México, Ecuador, Perú, Chile y Venezuela, mediante 26 brigadas del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Desastres y Grandes Epidemias Henry Reeve.
Durante todo ese tiempo y hasta la actualidad, el máximo impulsor de esa política fue el líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro, quien, durante una graduación de estudiantes de medicina en 1999, expresó:
“Me siento especialmente orgulloso de lo que están haciendo nuestros médicos porque esa es una medida de la creación de valores de nuestra Revolución, independientemente de los malos ejemplos que dan algunos ciudadanos y de aquellos que se dejan arrastrar, o sueñan con los cantos de sirena de la sociedad de consumo, sin que lleven nada en el pecho ni en la mente.
Antonio Paneque Brizuela
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