viernes, 17 de mayo de 2019
Guiteras : Representación del más puro antimperialismo
Así lo calificó el Che, quien lo consideraba además precursor de la lucha guerrillera que luego librara el Ejército Rebelde
Cuando la Pentarquía, aquella presidencia colectiva que surgió tras el golpe de Estado del 4 de septiembre de 1933, no sobrevivió por su inoperancia, el Directorio Estudiantil Universitario (DEU) llevó al profesor de Fisiología, Ramón Grau San Martín, a la primera magistratura. Conformar su gabinete ministerial no le fue fácil al docente, pues muchos de los nombres con que pensaba integrarlo rehusaron la supuesta distinción. Para el puesto de Secretario de Gobernación, un expentarca, José Miguel Irisarri, le propuso a Antonio Guiteras.
Ante el gesto afirmativo de Grau, el periodista Sergio Carbó se apoderó de un teléfono y llamó a Santiago de Cuba. Tardaron algo en localizar a Toni. Carbó le habló de cómo apoyaban su nombramiento los integrantes del DEU. Guiteras partió para La Habana al día siguiente.
Dicen que al llegar a la capital, cuando lo vieron sus amigos con una ropa que evidentemente no era suya, reunieron dinero y le compraron un traje gris de rayas, zapatos, medias y pañuelos para que acudiera presentable a su toma de posesión. Muchos no aquilataron sus palabras, cuando el 12 de septiembre, al asumir el cargo, expresó: “Seré firme defensor del Gobierno, hasta tanto no se convierta en lacayo fiel de Washington”. De esta forma, Antonio Guiteras Holmes fijaba una posición de principios, que no abandonaría hasta su muerte.
El Ministro
Pronto se comenzó a hablar de él. A los portuarios les dio la razón en su conflicto con la patronal; igual pasó en los centrales Chaparra y Delicias, en los que el Gobierno Provisional Revolucionario tomó la dirección ante la soberbia de sus dueños. Entretanto, llevó a la firma del presidente Grau “los decretos que atacaban más duro al imperialismo”, como el propio Toni comentara después. Entre otras leyes, implantó la jornada laboral de ocho horas, rebajó las tarifas de electricidad y del gas (ambos suministrados por compañías yanquis), suspendió los desahucios, estableció la sindicalización libre y el jornal mínimo e instituyó un sistema de seguridad social.
En Washington crecía la preocupación y su embajador en La Habana, Benjamin Sumner Welles, en el colmo de la prepotencia, exigió la excarcelación de los contrarrevolucionarios que se habían alzado en armas contra el Gobierno Provisional Revolucionario en la sedición del 8 de noviembre de 1933. El diplomático acudió al campamento de Columbia, hoy Ciudad Libertad, pero no lo recibió Batista sino Toni Guiteras, quien por su cargo en el gabinete ministerial era el superior de aquel, entonces jefe del ejército.
El yanqui no reparó en quien tenía delante y sin sonrojo alguno, amenazó con el desembarco de tropas para proteger la vida de los contrarrevolucionarios. Guiteras le escuchó tranquila y serenamente. Cuando el norteño terminó de hablar, de acuerdo con el testimonio de Vizcaíno, Toni extrajo su reloj del bolsillo y lo colocó sobre el escritorio: “Señor Welles […] le concedo 10 minutos para que abandone mi despacho y toda el área del campamento de Columbia que es una zona militar o de los contrario me veré obligado a ordenar su arresto”.
Desconcertado, el estadounidense alegó su inmunidad diplomática. El cubano replicó: “Como usted sabe, su gobierno no ha reconocido al mío y como es lógico suponer, usted para mí es solo un ciudadano norteamericano, y ni a usted ni a ningún ciudadano de cualquier otro país le puedo permitir ofensas personales ni amenazas a mi Gobierno”. Señaló entonces al reloj: “Me place comunicarle que ya han transcurrido tres minutos”.
Semanas después, la compañía yanqui de electricidad no cumplía lo prometido a los trabajadores y estalló la huelga. La Habana quedó a oscuras. Guiteras intentó mediar, pero cuando comprendió que la patronal no abogaba por solución alguna, dijo: “Sigan ustedes discutiendo, que yo voy a dar agua y luz al pueblo”. Y decretó la intervención de la compañía.
El 15 de enero de 1934 Grau presentó su renuncia como presidente del Gobierno Provisional Revolucionario. Los antiguos miembros del DEU promovieron a uno de los suyos, Calos Hevia, como sustituto. Batista no lo aceptó y tras un “golpe suave” de Estado, dio vía libre para que Carlos Mendieta, su candidato, enrumbara hacia la primera magistratura. Ante tales acontecimientos, acudieron a la casa de Guiteras varios de sus seguidores leales, entre los que se encontraba Newton Briones Fernández. Según el testimonio de este último, le preguntaron qué se podía hacer ante la nueva situación. El ya exministro dijo simplemente: “Comenzar de nuevo la lucha, ahora mismo”.
Septembrismo
Estaba ya Guiteras en la total clandestinidad, cuando apareció un texto firmado por Sergio Carbó (BOHEMIA, 25 de marzo de 1934) donde se emitían criterios sobre el Gobierno Grau-Guiteras, o de los 100 días, como ya lo llamaban desde su reciente caída. Guiteras decidió entonces enviarle a la revista sus consideraciones, las cuales, bajo el título de Septembrismo, BOHEMIA las publicó el 1º de abril de ese año. Allí expuso su visión sobre los sucesos acaecidos entre el derrocamiento de Machado hasta su toma de posesión como ministro. “Nuestra labor desde el gobierno, luchando contra los sectores mediacionistas, era ardua; pero más arduo era nuestro esfuerzo gigantesco para convertir el Golpe del 4 de septiembre en una revolución anti-injerencista y sobre todo, determinar hasta dónde llevar el anti–injerencismo.
“Nuestro programa no podía detenerse simple y llanamente en el principio de la No Intervención. Tenía que ir forzosamente hasta la raíz de nuestros males: al imperialismo económico […]. Un estudio somero de la situación político-económica de Cuba, nos había llevado a la conclusión de que un movimiento, que no fuese anti-imperialista en Cuba, no era una revolución. Se servía al imperialismo yanqui o se servía al pueblo, pero sus intereses eran incompatibles”.
Puntualizó igualmente las causas de la caída del Gobierno de los 100 días: “Fracasamos, porque una Revolución solo puede llevarse adelante cuando está mantenida por un núcleo de hombres ideológicamente poderoso por su unión inquebrantable, aunados por los mismos principios”. Pero no perdía el optimismo, pues opinaba que a pesar de la derrota momentánea, esos 127 días en el poder no fueron estériles: “Esa posición erguida mostró a los revolucionarios el camino. Esa fase de nuestra historia es la génesis de la revolución que se prepara -que no constituirá un movimiento político con más o menos disparos de cañón, sino una profunda transformación de nuestra estructura económica-político-social”.
Su programa político
A finales de mayo de 1934, fundó La Joven Cuba, con el fin de preparar una insurrección popular armada para derrocar al régimen Caffery-Batista-Mendieta. En el programa de esta organización, publicado íntegramente por el periódico Ahora en su edición del 24 de octubre de 1934, se define la necesidad de que el Estado cubano “se estructure conforme a los postulados del socialismo”. Se aclara que “al Estado socialista nos acercaremos por sucesivas etapas preparatorias. Fijada la gran meta a la que dirigimos la marcha, nuestro programa debe interpretarse como el trazado de la primera etapa”.
El Programa suscribía “como esencial el credo antimperialista, a cuya luz se desenvolverá una política exterior e interior genuinamente cubana. Y puesto que la libertad de Cuba debe significar la independencia integral de su economía, la estructura nacional vendrá determinada por las fuerzas de la producción en cuyas manos se concentre la soberanía, de manera que el poder político sea reflejo fiel del poder económico”.
Entre los principales objetivos económicos del programa estaban la nacionalización de las riquezas del subsuelo y la implantación de una reforma agraria. Para implementar esta última medida se proponía crear un Instituto agrario. Igualmente se proyectaba estimular la creación de cooperativas de agricultores, la nacionalización de los servicios públicos, la creación de una marina mercante, la intervención y regulación del comercio exterior y la institución de una Banca Nacional.
En lo social, se declaraba la igualdad civil, económica y política de la mujer y se le otorgaba los mismos derechos electorales activos y pasivos que el hombre. En lo educacional, la lucha contra el analfabetismo, la supervisión e intervención de la escuela privada, laica y religiosa, mientras no se implante integralmente la escuela única, la creación de ciudades escolares en todo el país, la institución de becas para la población trabajadora.
Legado
El 8 de mayo de 1935 Guiteras cayó en combate en el Morrillo mientras intentaba partir hacia México, donde proyectaba organizar una expedición para iniciar la lucha guerrillera en las montañas orientales. En las décadas posteriores a su muerte, devino personalidad satanizada tanto por la derecha, temerosa de su ejemplo, como por buena parte de la izquierda, increíblemente cegada por el dogmatismo y el sectarismo.
Sería la Generación del Centenario, al retomar sus banderas, quien lo pondría en el justo sitio que siempre debió ocupar en el pensamiento socialista cubano. Fidel, al convocar al pueblo contra la tiranía batistiana, proclamaba: “Hay tirano otra vez, pero habrá otra vez Mellas, Trejos y Guiteras”. En el manifiesto A la nación, los moncadistas hacían suyo el programa revolucionario de la Joven Cuba.
A solo cuatro meses del triunfo revolucionario, se le rindió homenaje en todo el país. El Che dijo entonces: “Representa al más puro luchador antimperialista, y al precursor de la nueva etapa, la lucha guerrillera”. Raúl, por su parte, afirmó: “Esta de ahora es la Cuba Libre que soñara Martí, es la Cuba progresista que agitara en la década de los ‘20 Julio Antonio Mella; es la Joven Cuba, extinguida al florecer, que soñó Antonio Guiteras”. Y Fidel, también por aquellos días, aseveró que Toni “quería hacer lo que nosotros hemos hecho y cayó como han caído otros muchos revolucionarios, porque se lanzó a hacer lo que nosotros estamos haciendo hoy”.
Pedro Antonio García
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Fuentes consultadas
Los libros Guiteras, de José A. Tabares del Real, y Aquella decisión callada, de Newton Briones Montoto; las compilaciones Guiteras 100 años, a cargo de Ana Cairo, y Antonio Guiteras, su pensamiento revolucionario, de Olga Cabrera.
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