No son pocos los que desde Miami critican y acusa a la Revolución cubana por el nivel de vida de los ancianos, obviando lo que realmente sucede a diario con los que residen en esa ciudad, en situaciones muy diferentes a las de Cuba.
Es cierto que en la Isla se vive con muchas limitaciones materiales, pero desde el Norte no mencionan las crueles y despiadadas medidas de la guerra económica, comercial y financiera que se incrementan cada día contra Cuba, con el único fin que el pueblo se desencante de su Revolución, algo no logrado.
A pesar de la escasez en la vida cotidiana del cubano, los servicios de salud, educación, cultura, seguridad ciudadana, deporte y la solidaridad ciudadana, mantienen la meta de atender ante todo al ser humano, sin más miramiento.
Sin embargo, en Miami y en otros estados no ocurre lo mismo.
Para tener acceso a los servicios médicos en los Estados Unidos, hay que tener un seguro que cuesta mensualmente cientos de dólares, de acuerdo al respaldo que cubre cada seguro médico, situación que no pueden asumir millones de residentes en ese país, por carecer de recursos económicos.
En días pasados el reaccionario diario Nuevo Herald, publicó una crónica del sufrimiento de una anciana de 94, nacida en Cuba, al no contar con dinero para seguir viviendo en su apartamento, ubicado en Hialeah.
Esa señora sufrió un derrame cerebral y reside sola, a pesar de tener hijos, nietos y bisnietos. Su apartamento es prácticamente una pocilga y no tiene los recursos monetarios para su reparación, aunque en todas las ferreterías venden los materiales, ya que Estados Unidos no está sometido a una guerra económica total como Cuba.
El derrame cerebral le paralizó el lado derecho del cuerpo, dejándola condenada a una silla de ruedas, porque ella no pudo asistir a un policlínico a recibir la fisioterapia indicada en esos casos, ante la falta de dinero.
En la Cuba comunista son miles las personas que han sufrido un accidente cerebro vascular, pero al ser gratuitos los servicios médicos, se recuperan en un alto por ciento de los casos, gracias a la existencia de los llamados Médicos de la Familia y Policlínicos que poseen departamentos para la fisioterapia, con especialistas calificados y el equipamiento necesario para tratamientos de magneto terapia, laser y otros ejercicios, que ayudan a la recuperación de los pacientes.
La anciana residente en Miami también perdió la audición y no tiene el dinero que cuesta la consulta y el aparato para poder escuchar mejor, pero en la Cuba que tanto atacan, los equipos para la audición son gratuitos, a pesar de que hay que comprarlos en Europa a un alto costo.
Ante la desgracia de esa señora, The Miami Herald y el Nuevo Herald, lanzaron una campaña desde sus páginas, solicitando donaciones para ayudarla, lo que también hacen por centenares de personas sin dinero ni amparo familiar, acción que desapareció de los diarios cubanos desde enero de 1959, tras el triunfo de la Revolución que tanto odian los yanquis.
A pesar de que el apartamento donde reside la anciana es de su propiedad desde hace 20 años, al quedar viuda y sin dinero tuvo que pedir un préstamo revertido, en el que la vivienda funciona como un colateral para pagar sus gastos, pero consumió todo el dinero del préstamo y no tiene más para vivir.
En la Cuba bloqueada hay multiplex problemas de vivienda, pero nadie vive en los portales de las tiendas o escalinatas de las iglesias, como era común hasta 1958. Existen programas de atención a los ancianos que residen sin familiares, muchos a causa de la emigración de estos hacia los Estados Unidos, donde se les ofrece alimentación, medicinas, servicios de podología, barbería y peluquería y otros, como el disponible en la Habana Vieja inaugurado en un antiguo convento.
La anciana en cuestión llegó a Miami en 1962, “huyéndole al comunismo” y ahora el capitalismo no se acuerda de ella, dejándola a merced de las pocas donaciones que pudiera recibir para solventar sus necesidades por algunas semanas, mientras en la Isla, con múltiples necesidades materiales, tendría atención médica garantizada y el apoyo solidario de sus vecinos, situación que jamás encontrará en el país de la “libertad y los derechos humanos”, porque como dijo José Martí:
¡Qué culpa tan grande es la de no amar, y mimar, a nuestros ancianos!
Arthur González
El Heraldo Cubano
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