Entrevista a Yohana Lezcano, periodista y educadora popular
Empoderamiento Ciudadano en la Web: esa fue la propuesta de la periodista y educadora popular Yohana Lezcano Lavandera cuando en 2012 defendió su tesis de licenciatura. No fue una propuesta solo teórica. Implicó una experiencia de talleres basados en la concepción y metodologías de la Educación Popular, en la que un grupo diverso de estudiantes universitarios, que participaron de manera voluntaria, aprendió a hacer un uso crítico y activo de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Durante seis meses debatieron, construyeron sus propios conceptos, crearon un grupo en Facebook y un blog (Trazo digital) en el que sistemáticamente publicaban textos sobre la realidad cubana. Casi seis años después, en un escenario comunicativo distinto, Yohana Lezcano conversa con Periodismo de Barrio.
¿Cuáles fueron los principales aprendizajes que se generaron durante los talleres educativos sobre Empoderamiento Ciudadano en la Web que coordinaste?
Uno de los principales aprendizajes fue que es posible hacer un uso crítico de Internet cuando se generan procesos educativos que parten del análisis de las relaciones de dominación y proponen un camino plural, amplio y liberador. Y que no solo es posible, sino necesario. Internet y las tecnologías están ahí y no aprender a usarlas de manera crítica puede ser un peligro. No estar o no participar es casi imposible hoy. Entonces, si ya de todas maneras vas a estar, ¿por qué no hacerlo con un sentido crítico?
¿Qué significaría estar con un sentido crítico?
Pasaría por saber discriminar y jerarquizar información ante la avalancha informativa que hay hoy en las redes, saber cuáles son las fuentes confiables, saber dónde yo puedo posicionarme, y saber que existen también relaciones de dominación en esos espacios. El empoderamiento es un proceso. No es llegar a decir: “Me empoderé y ya terminé”. Siempre decimos que no es un fin sino la capacidad de cuestionar, de desconfiar de ciertas cosas y tener conciencia de las implicaciones de lo que hacemos.
¿Y cómo se vivenció y materializó en los talleres ese proceso de empoderamiento?
Se trabajó primero en reflexionar sobre las relaciones de poder que existen en la web y fuera de ella, en deconstruir y problematizar nuestras prácticas comunicativas diarias, en aprender a utilizar plataformas como Facebook, Twitter, Wikis y Blog, y en labrar un camino en el que los participantes se sintieran como protagonistas de cambios importantes. En una segunda etapa, se continuó el trabajo de reflexión, pero los estudiantes comenzaron a participar ya no solo reaccionando a los contenidos que podían encontrar en las aplicaciones web sino también generando contenidos propios, y para ello organizaron estratégicamente un blog grupal (Trazo digital), que sirvió para poner en práctica la voluntad de tomar decisiones desde un colectivo, con responsabilidades claras.
Existe el prejuicio de que empoderarse es algo que tiene que ver con la política más tradicional o “aburrida” y hay mucha gente que dice que no le interesa hacer un uso crítico de Internet sino comunicarse con su familia y amigos y entretenerse. A esas personas, con esa actitud frente a las redes, ¿crees que le sirva de alguna manera el concepto de empoderamiento?
Esa es la idea. Por eso yo defiendo la educación y la comunicación populares, porque develan que por más apático que seas, siempre estás asumiendo un rol político. El político no es solo la figura tradicional que sale en los grandes medios. Los ciudadanos también pueden hacer política y les toca hacer política. Y si se unen pueden llegar a algo que dé respuesta a sus necesidades.
¿Pero tendría sentido posicionarse críticamente en las redes sociales si luego en la vida cotidiana no hay una coherencia con ese posicionamiento?
Para mí no. La coherencia es un concepto muy grande, no creo que todas las personas podamos ser cien por ciento coherentes todo el tiempo, pero evidentemente no es tan auténtico un empoderamiento ciudadano que solo funciona en la web. Desde las redes se apoya, pero no se transforma profundamente, no si las acciones dentro de las redes carecen de un correlato sustantivo en la vida cotidiana. Las aplicaciones web son instrumentos que facilitan el empoderamiento ciudadano, pero no constituyen el proceso en sí mismas. Las oportunidades que ofrecen no garantizan que ocurra una participación contrahegemónica.
¿Crees que los debates y posicionamientos que ocurren hoy en las redes en torno a Cuba tienen un correlato sustantivo en la vida cotidiana?
Creo que en Cuba la gente que está dando la batalla en las comunidades no está tan cerca de las redes. Y al revés: la que está dando la batalla en las redes no está tan cerca de las comunidades. Es posible que haya gente que empiece a ser activa dentro de la web y luego comience a ser activa en su vida cotidiana. La web puede servir para movilizar, pero no se transforma una sociedad solo desde ahí. Es necesario tener una mirada crítica que entienda las ventajas y limitaciones de ese entorno tecnológico.
¿Qué significaría para quienes están intentando transformar su comunidad contar con mayor acceso a Internet?
Visibilidad, reconocimiento, legitimidad. Que se sepa que existen, cuáles son sus problemas y cómo se organizan para solucionarlos. Pero eso depende del contexto en que está la gente, de sus necesidades y de cómo entiende la tecnología. Hay algunas comunidades a las que ahora mismo no se puede llegar con el discurso de un uso con sentido de la web, porque tienen necesidades de vida más básicas, como la electricidad o el agua. Ese problema todavía existe en Cuba hoy. Además, a veces hay que empezar por crear comunidad, porque la comunidad se crea estableciendo sentidos compartidos, y eso requiere tiempo y trabajo sistemático.
Cuando expusiste los resultados de tu tesis en 2012, el escenario comunicativo cubano era muy distinto. Ahora el acceso de los ciudadanos a Internet es mucho mayor. ¿Qué perspectivas ves de generar un proceso de empoderamiento ciudadano en la web en el escenario actual?
Primero hay que convencer a la gente de participar, de que puede hacer, de que su opinión vale, de que si se une puede lograr algo, porque tampoco es que la gente en Cuba se muera de ganas de participar, sea dentro o fuera de la web. Lo que se ha naturalizado es que los ciudadanos no somos actores políticos, que no podemos cambiar nada. Eso es lo que es natural hoy en Cuba. Pero eso hay que desnaturalizarlo. Y después entonces veremos cómo la tecnología nos puede ayudar y cómo podemos incorporarla.
¿Cuál sería el rol de la educación en impulsar un proceso de esa índole?
Sin dudas, tiene que haber educadores que medien ese proceso, porque muy poca gente llega por sí misma a entender que puede haber un uso crítico de Internet. El sistema educativo tradicional nos forma para acumular y reproducir conocimientos de manera acrítica. Por eso una de las recomendaciones de mi tesis fue que se impulsaran, en las escuelas cubanas, procesos de aprendizaje participativos que propusieran un uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones menos instrumental y más consciente de para qué sirven y para qué las usas.
¿Qué potencialidades existen para desarrollar en Cuba procesos educativos que enseñen a los ciudadanos a hacer un uso crítico, distinto, de Internet?
Ciertamente, el hecho de contar con educación pública nos coloca en una posición de ventaja. Yo en eso veo un potencial importante. Sin embargo, hay condiciones estructurales que tienen que madurar. Para sentir que tenemos que hacer un uso crítico de Internet, primero la tenemos que usar, aunque sea acríticamente. Primero hay que conocer la herramienta. Aquí todavía estamos en la fase de deslumbramiento, de exploración.
¿Y qué significa estar en esa fase?
Que todavía para gran parte de los cubanos Internet es algo muy distante, que no forma parte de la gestión diaria de su vida, que se utiliza sobre todo para establecer comunicación con las personas queridas que viven fuera del país. Entonces, no podemos poner a competir un uso crítico de Internet con la necesidad básica de comunicarse con hijos, parejas, madres… Pero tampoco debemos esperar a que Internet tenga mayor presencia en nuestras vidas para empezar a educar en una relación diferente con Internet, las redes sociales, las tecnologías. En cinco años puede cambiar el escenario comunicativo y tecnológico de Cuba, pero formar ciudadanos críticos y activos en el uso y apropiación de la web, con capacidades para proponer y generar proyectos autóctonos, requiere un proceso gradual de cambios en el sistema educativo cubano que implica mucho más tiempo.
Mónica Baró Sánchez
Periodismo de barrio
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