En varios análisis y opiniones vertidas en la esfera pública cubana transnacional muchos defienden la propuesta de una reforma económica más amplia, integral y rápida. Del mismo modo, resaltan que el modelo social cubano no debe renunciar al acceso universal a la educación y a la cultura, a la salud pública, a la seguridad social y al trabajo decente –para lo cual habrá que desarrollar una gran capacidad de generar empleo. ¿Cuáles deben ser las características de una factible reforma económica así considerada? ¿Cómo podría la sociedad cubana asegurar el acceso universal, con calidad, a esos derechos? ¿Cómo colocar en función de ellos los recursos financieros necesarios sin escatimar recursos para el desarrollo de otros ámbitos también medulares? Brindamos las opiniones del jurista Michel Fernández.
Al parecer existe un consenso generalizado de la necesidad de hacer cambios importantes en la forma en que está organizada la economía en la Cuba de hoy; ese consenso abarca a casi todos los sectores del pensamiento social cubano. Por lo que el gran tema de debate es hasta dónde debe avanzar esa reforma o “actualización” y a qué ritmo o velocidad debe hacerse.
En mi opinión toda reforma económica en Cuba debe continuar garantizando el goce efectivo de los derechos sociales conquistados por la Revolución y aquí me gustaría hacer énfasis en dos de estos derechos: la salud y la educación. En ambos casos estos deben continuar siendo función exclusiva del Estado y, bajo ninguna circunstancia, pueden dejar de ser gratuitos y universales. En el caso de los derechos sociales lo que debe hacer el Estado es otorgarle mucha más atención y presupuesto a estos sectores, principalmente a la educación, que es la que garantiza el futuro del país.
El Estado cubano es el gran responsable del ritmo y la profundidad de las reformas económicas en Cuba, ya que como titular, a nombre del pueblo, de los medios fundamentales de producción, es él quien decide el “cómo” y el “cuándo” de la reforma.
La función del Estado en la economía debe moverse más en el sentido de convertirse en un regulador, que en el de un actor directo, debe dejar el espacio de la creación de riquezas a una diversidad de formas empresariales, entre las que, por supuesto, estarán las empresas públicas, junto a otras formas de organización empresarial. Pero estas empresas públicas deben ser autónomas y tener total independencia en su funcionamiento de las instituciones del Estado y el Gobierno, los que actuarían como accionistas o titulares de estas empresas.
El Estado no puede, bajo ninguna circunstancia, limitar la iniciativa o capacidad de los sujetos para asociarse económicamente con fines lícitos, lo que debe hacer es crear el marco jurídico institucional para que esto funcione con orden. Considero que el Estado debe favorecer la creación de empresas (públicas, cooperativas, privadas, familiares u otra forma de organización) que potencien la mayor riqueza que tiene la nación cubana: su capital humano. No deben existir restricciones para que las personas más preparadas, con mayor nivel académico, puedan legalmente crear sus propias empresas; al contrario, el Estado debería favorecer esto. Así como favorecer el retorno de todos los cubanos que por distintas razones viven en el extranjero y tienen el deseo, la voluntad y el capital para desarrollarse desde Cuba.
Otro elemento esencial en la reforma sería la eliminación de los monopolios, o de las prácticas monopólicas. Se debe buscar la diversidad y la competencia.
Es imprescindible en este proceso de reformas, en el que los sujetos económicos no son solo públicos o estatales, cambiar el rol de los sindicatos y de las organizaciones de la sociedad civil, para que estos tengan la capacidad de actuar como balance en el nuevo escenario.
Es mi opinión que los cambios de la economía cubana, en el sentido que expuse anteriormente, deben realizarse de inmediato, ya que no hay ningún obstáculo objetivo que los impida, solo cuestiones de tipo subjetivo, o dicho de otra manera, decisiones de tipo político, que son las que finalmente marcan el ritmo de la reforma.
Pero los que toman las decisiones políticas en Cuba hoy deben tener claro que la inacción, la lentitud y la poca capacidad para aceptar lo nuevo, son los principales aliados de una futura pérdida de los derechos sociales conquistados. Se necesita valentía para asumir los riesgos que significa una verdadera reforma o “actualización” de la economía cubana; es mucho más “cómodo” y seguro seguir a ritmo de caracol, aunque así estén hipotecando el futuro de Cuba.
Michel Fernández
Cuba Posible
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