La importancia de la ciencia y la tecnología para el desarrollo económico y social fue promovida desde el triunfo revolucionario en 1959, y contó durante más de cinco décadas con la orientación, el apoyo y participación directa de su líder histórico Fidel Castro Ruz, quien el 15 de enero de 1960 expresó la ya antológica frase: “el futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento”.
Desde entonces la estrategia en este campo evolucionó a través de tres fases principales. La primera de ellas extendida hasta mediados de la década del 70 del pasado siglo, hizo un énfasis extraordinario en la creación de instituciones científicas y la formación de investigadores, principalmente los dedicados a la atención de la salud, la educación y las ciencias básicas.
Muchos de los especialistas se prepararon en el exterior, aunque también hubo un importante aporte de científicos extranjeros que vinieron a trabajar a Cuba.
Una segunda fase basada en un modelo de gestión centralizada tuvo lugar entre 1976 y 1991. El objetivo de este periodo radicó en utilizar los resultados científico tecnológicos e introducirlos en la sociedad.
Dicho modelo identificaba los “problemas de la Investigación”, a partir de determinar las prioridades del uso de sus aportes, mientras la política tecnológica se distinguía por la importación generalizada de tecnologías, la mayor parte de ellas procedentes de países de Europa oriental.
La tendencia de asimilar, en lugar de producir tecnologías, y la frecuente falta de interés por la innovación por parte del segmento empresarial y otros agentes económicos, explica por qué el desarrollo científico y el potencial humano creados no dieron los resultados esperados.
Entre otras razones, ello condujo al país a introducir cambios en su política de ciencia y tecnología desde mediados de los años 80. Los más importantes incluyeron el relanzamiento de la investigación científica universitaria con un enfoque más aplicado, la definición de nuevas prioridades para el desarrollo, como la biotecnología e ingeniería genética, la electrónica e informática y la energía nuclear.Creados respectivamente junto a sus centros de producción.
Ya en 1994 y hasta la fecha puede hablarse de una tercera fase, donde es establecida una política científica y tecnológica destinada a lograr una mayor vinculación entre dichas actividades y los sectores productivos y de servicios. Así surge el Sistema de Ciencia e Innovación Tecnológica (SCIT), que pone a la producción en el centro del mismo y concibe la innovación tecnológica como un proceso socio-técnico, que demandaba un tipo especial de comunicación y solución de conflictos.
Por tanto la creación del SCIT se sustentó en la comprensión de que no bastaba generar conocimientos y tecnologías; también debían incorporarse a la práctica social. Actualmente lo integran las entidades estatales encabezadas por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), las instituciones generadoras de nuevos conocimientos, entre ellas las universidades, y las denominadas de interfaces que contemplan por ejemplo a la Academia de Ciencias de Cuba, el Sindicato de la Ciencia, la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (Anir) y las sociedades científicas.
También forman parte las instituciones de asimilación de tecnologías representadas por aquellas productoras de bienes y servicios.
Si bien en el 2015 el país tenía un total de un millón 165 002 graduados universitarios y en el sistema de ciencia por millón de habitantes había 943 doctores, 400 investigadores categorizados y 16 513 trabajadores, el crecimiento en el número de publicaciones científicas entre 1996 y el 2014 resultó pequeño en comparación con el experimentado por muchos países de América Latina.
Un reciente análisis de nuestra Academia de Ciencias constató que el índice relativamente bajo alcanzado en ese indicador se debe entre otras razones al debilitamiento del potencial científico, la insuficiente promoción y estímulo, y la escasa contribución de las revistas certificadas existentes en Cuba.
También hay una tendencia similar de disminución progresiva en lo referido a la aplicación de patentes durante la etapa 2009-2015, lo que pone de relieve la urgencia de aumentar el impacto de las invenciones en la economía.
Como resultado de las condiciones económicas adversas provocadas por el bloqueo e insuficiencias internas, en las últimas tres décadas se han acumulado problemas que generan hoy debilidades en el SNCTI cubano.
Según un pormenorizado estudio-diagnóstico hecho por la ACC, el sistema es hoy relativamente pequeño, está débilmente vinculado lo que incide en su gestión y se carece de una estrategia actualizada en ciencia, tecnología e innovación, que permita dar prioridad a los objetivos e indicadores para la evaluación.
De igual forma destaca la obsolescencia tecnológica y el deterioro de la infraestructura, la falta un sistema integral de financiamiento que promueva los proyectos, y los recursos humanos se ven afectados por la disminución del personal, con un éxodo creciente a otros destinos por salarios y condiciones inadecuadas.
A pesar de las debilidades citadas, en 58 años el país logró éxitos notables en el campo de la educación, la ciencia, la salud pública y el desarrollo de un elevado número de instituciones científicas y técnicas.
Para alcanzar un nuevo marco institucional que propicie dar un verdadero impulso a la innovación, incrementar la productividad científico-tecnológica, y el papel de los intangibles como patentes, marcas y la calidad en la gestión, se hace necesario continuar desarrollando la formación de un potencial científico altamente cualificado, y mejorar los métodos de planificación y financiación de la ciencia, la tecnología y la innovación, adaptándola a las nuevas realidades del modelo económico y a sus nuevos protagonistas.
Crucial será también fomentar y promover vínculos dinámicos entre el sector generador de conocimientos y el productor de bienes y servicios, haciendo uso de nuevos instrumentos esencialmente económicos y financieros.
El diseño de estas prácticas innovadoras que son ineludibles y posibles, permitirá la elevación de conocimientos y cualificación del conjunto de las actividades productivas de bienes y servicios, algo imprescindible para construir realmente las ventajas competitivas que Cuba requiere.
Por tanto el reto radica en vincular esas estrategias con las del país, para alcanzar la prosperidad y sostenibilidad del proyecto político y socioeconómico que nuestro pueblo merece.
Fidel Castro Díaz-Balart
Cubadebate
*Síntesis realizada por el periodista Orfilio Peláez de la conferencia del autor en el Foro Cuba-Francia de las Academias de Ciencias de ambos países.
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