miércoles, 13 de septiembre de 2017

El otro huracán, el que no puede llegar nunca

Como las personas, los Estados se conocen en situaciones extremas. Cuba se apresta a vivir circunstancias que en otros países ha costado vidas e inmensos destrozos. Es de esperar también sufra la Isla daños porque el huracán que se aproxima es sencillamente brutal. Sin embargo, también es de esperar, por las experiencias anteriores de huracanes y tormentas espantosas que han azotado la mayor de las Antillas, un muy reducido número de víctimas y los daños, tan solo esos que la suerte y el azar pueden disponer. En Cuba la ocupación serena y eficaz del Estado, su firmeza y sobre todo, ser un gobierno agrupado en torno a un partido no electoral, con el prestigio necesario para liderar la defensa y la protección civil, un gobierno y un partido cuyos únicos compromisos son con el pueblo asegura la vida como derecho máximo.
Eso que para una u otra persona en cualquier calle y en cualquier barrio es algo común, tanto que pareciera natural el derecho de la gente a ser evacuada, protegida, atendida, cuidada, sin embargo no lo es, no en este mundo de la globalización neoliberal en el que reina la ley del mercado, y las pujas por el poder convierte el ejercicio del servicio público en una tómbola política para obtener votos y en un mercado abierto en el que la vida de las personas se llevan a licitación. Las mismas personas en cualquier calle, en cualquier barrio confían que esos privilegios que hoy tienen y que son derechos elementales nunca cambien, pero hay ahora mismo algunas personas haciendo todo lo que pueden para impedir la continuidad de este Estado, donde la vida de la gente es realmente lo importante.
¿Por qué quieren eso? Es una buena pregunta que tiene tantas respuestas como personas trabajando para derribar el gobierno revolucionario. Los hay sujetos funestos que se sienten atados en una sociedad de valores humanistas. Los hay bitonguitos con títulos universitarios y promesas de pingües presupuestos para su futura vida de hombres ilustres en la democracia burguesa, pluripartidista. Los hay otros con el ego más grande que la conciencia cívica, otros, otros, en fin, la naturaleza humana es muy complicada.
Por estos días de alertas es cotidiano ver en la TV a los cuadros del Partido Comunista de Cuba, vestidos de verdeolivo junto a los representantes del gobierno y a los ministros actuando desde el lugar de los sucesos en función de reducir al mínimo los daños que amenza esa chapeadora atmosférica y gigante con nombre de abuela, que deja, a su paso, tierra arrasada. Supongamos en un doloroso ejercicio de imaginación que en la nación caribeña impera una sociedad “democrática de republicanismo robusto” pluripartidista, a la estilo de las repúblicas de los años 40 del pasado siglo, donde se juega el juego del poder al capital. Sí, es cierto, algunos de los emprendedores políticos miran a los países nórdicos como paradigmas perfectos y esperables de sociedad para Cuba.
Ellos saben, pero no lo dicen que este caimán rebelde nunca ha visto la nieve, y se asienta en las tórridas aguas de un mar tan caliente que los ciclones se alimentan como bestias míticas de un solo ojo, capaces de volver a una próspera isla turística a la edad de piedra. Saben pero no lo dicen que la idiosincrasia, la historia, la cultura de este pueblo, nada tiene que ver con la sueca, por ejemplo. -a no ser que ellos mismos, los animosos aspirantes a políticos de corbata y dinero saben ya hacerse el sueco- prometiendo una Cuba imposible.
Imagino al gobierno de turno, electo con el 30 % de los electores que fueron a votar (el 25% de todos los que podían hacerlo) decretando el estado de emergencia. No es difícil el ejercicio de imaginación, basta mirar al Norte. Imagino la presión del ejecutivo para conseguir un buen papel ante la dramática situación y evitar que los partidos de oposición se aprovechen de sus fallos para hacerles campaña negativa. Imagino a los representantes de la defensa civil de ese gobierno buscando dinero para contratar los transportes de la evacuación porque la gente es importante pero la propiedad privada lo es más y los medios tienen dueños. El presupuesto del gobierno apenas alcanza, hay que apretar la economía a costa luego de quitarle billetes a los servicios destinados a los más pobres, la educación popular y la salud pública. Bueno, les van a salvar su miserable vida, no esperemos que se la hagan digna también.
Imagino los súpermarker de las cadenas reinsertadas en Cuba pujando por vender los productos básicos a preciso de ganancias, para prosperidad de los negocios y de los hombres de bien en una nación con su gran burguesía estrenando sus limusinas. Imagino que no habrá nada en que evacuar a los pescadores que viven en la costa remota, aunque la verdad que importan. Las fuerzas armadas, profesionales, porque cobran salarios no por el ejercicio excelente de su deber, movilizadas para evitar saqueos y disturbios de revoltosos. La prensa libre tiene también mucho que hacer, la de la oposición criticando todo lo que el gobierno hace, con narraciones lacrimógenas de gentes abandonadas a la buena de Dios, y abundante crónica roja. La del gobierno, justificando que no se pueda hacer más y acusando a los de los otros partidos de hacer propaganda política con la miseria de la pobre gente.
Declararán catástrofe nacional para usar el dinero de las arcas sin que nadie les audite, pedirán ayuda al exterior y los gringos mandaran algunas limosnas, medicinas prohibidas en su territorio y asesoramiento militar. Las instituciones económicas al servicio del poder del dinero, el Banco Mundial y el FMI, se apresuraran a disponer de préstamos para reconstruir las ciudades arruinadas siempre y cuando les paguen las deudas y los intereses generosos que exigen, junto a los recortes de presupuesto a la educación y la salud. El gobierno animoso privatizará todo lo que pueda. Finalmente los partidos políticos se pondrán de acuerdo, que tan solo es cuestión de negocios y mañana le tocará a los otros su huracán. Las donaciones terminaran en los mercados cuyos dueños son empresas fantasmas con el dinero en paraísos fiscales a nombre de señores que casualmente se llaman igual que los senadores y representantes de esta civilizada y escandinava república bananera llamada Estado socialista democrático de la República de Cuba en la que la vida, que una vez fue derecho ahora es mercancía.

Rafael Cruz Ramos
Turquinauta

No hay comentarios: