Transcripción de la intervención en el espacio Dialogar, dialogar de la AHS, realizado en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana
Gracias por la invitación, gracias por poder estar aquí, en este ambiente más íntimo, y sobre todo por estar sentado al lado de Ana Cairo, yo quisiera callarme para seguirla escuchando. Ana es de esas personas que ha acumulado un conocimiento enciclopédico, no solo sobre la cultura sino también sobre muchas otras cosas, y un tipo de intelectual como ese cada vez escasea más, lamentablemente. Esa calidad, esa visión no solo de lo artístico y literario sino también de lo social, histórico, político, y creo que tenemos que aprovecharla más.
Pero bueno, cayendo en el tema, me alegra mucho que hayan empezado por ahí, porque todas esas cosas que se han dicho ‘‘yo soy Fidel’’ o ‘‘somos Fidel’’, es verdad que Fidel es un genio y el que trate de imitar eso por supuesto está destinado al fracaso, pero hay en él sobre todo un método, una ética y una cultura que sí podemos y debemos tratar de asumir y multiplicar. Creo que son esas tres cosas las que permiten ese adelantarse a las circunstancias, ese saber lo que hay que hacer en cada momento, y tener la capacidad de convencer a los demás. Guillermo Rodríguez Rivera, de quien se ha hablado mucho en estos días, profesor de esta Facultad, tiene ese libro memorable, no sé si todos lo han leído, si no se los recomiendo, yo creo que es un clásico reciente de nuestra cultura, porque siempre se habla de los clásicos de hace 50 años o hace 70 o 100 años, y yo creo que Guillermo logró escribir un clásico en el siglo XXI que es Nosotros los cubanos o por los caminos de la mar’, y él una de las cosas que explica para comprender a los cubanos lo explica a partir de Fidel, con esa cosa de ir delante, que yo creo que es una ética. ¿Por qué estuvo delante en Girón? ¿Por qué estuvo delante en el Moncada?
Pero es sobre todo también en ese sentido de escuchar a las personas en los momentos más críticos, porque en junio de 1961 cuando pronuncia Palabras a los intelectuales él ya está pasando ese contexto al que se refiere Ana, ¿qué está pasando? Cuba está viniendo de Girón, está a punto de una agresión militar directa, o sea, un país que está prácticamente en guerra, que hay gente alzada en todas las provincias prácticamente, hay bandas de alzados en todas las provincias, donde prácticamente todas las semanas y a veces todos los días había un bombazo aquí en una esquina de La Habana, no es que “nos reunimos aquí como si fuera el ambiente de la Riviera francesa”, no. Hay una situación de tensión en el país que justificaría ante ojos de otros una actitud de cualquier otro tipo, es decir, ‘‘¿por qué tenemos que estar discutiendo eso ahora, para qué vamos a destinarle tiempo cuando tenemos que ver qué vamos a comer mañana, o por dónde vienen los americanos?’. Sin embargo, su método es la insistencia en el diálogo, Fidel busca el tiempo para esa confrontación de ideas, y uno lo ve también en las actitudes históricas. Cuando uno se explica, por ejemplo, ¿quién es el primer comandante que Fidel asciende en la Sierra?, no es ninguno de sus compañeros del Moncada, no es ninguno de sus compañeros de la prisión, escoge al Che, que además no era cubano. ¿Por qué?, es verdad que era un hombre de un valor extraordinario pero otros también. El Che es el interlocutor intelectual, es con el que Fidel tiene el diálogo más alto, y es por lo que él lo valora tanto, valora otras virtudes en todos, pero esa capacidad de ser el interlocutor intelectual de Fidel es lo que él más valora. Ramonet lo dice en su libro, cuando el Che se va Fidel se queda sin interlocutor, y él lo que hace es buscar, como en Palabras a los intelectuales, siempre un interlocutor político en el sujeto colectivo.
Hay un documental, de Saul Landau, que nosotros pusimos en el programa La pupila asombrada que se llama ‘‘Una verdad horrorosa’’, un documental del año ’71, yo creo que él lo filmó en el ’69. Landau anda con la cámara por toda Cuba con Fidel y hay un momento en que le pregunta sobre su método de trabajo y Fidel le dice: yo me paso el 90 por ciento del tiempo fuera de la oficina “porque si no, no me entero de lo que pasa, y veo cómo van las cosas, y veo cómo va la Revolución”. Él filma ahí a Fidel hablando de muchas cosas, a Fidel jugando pelota con los campesinos, pero sobre todo esa idea del método, del contacto con las personas, es su método con los intelectuales, pero con los campesinos también. Y a partir de ahí en el caso concreto está también haciendo una política de país, y esa idea en la que Ana también insistía de la actualización de las políticas, ese discurso de Carlos Rafael que nosotros rescatamos y publicamos , está publicado en mi blog, el discurso de Carlos Rafael del año ’88 que no existía en digital y Elier lo buscó y lo transcribió a partir de una conversación que tuvimos, yo creo que es una pieza fundamental porque, además, es un discurso que trae los problemas nuevos que no están en ‘‘Palabras a los intelectuales’’, ese problema generacional, el problema de las contradicciones que implica ampliación de la vida cultural del país. Eso es otra cosa que hay que decir, ¿quiénes eran los intelectuales en Cuba?, cabían en un teatro. ¿Cuántos intelectuales había fuera de La Habana? Hay una carta que le hace, no sé si la estudien aquí, que le hace Virgilio Piñera a Fidel en el año ’59, comenzando la Revolución, donde le dice: “los escritores en Cuba somos la última carta de la baraja”. ¿Qué cosa era un intelectual en este país? Porque nosotros oímos hablar de Lezama y todo eso, pero era gente que sobrevivía en esa sociedad, sobrevivía. Y eran absolutamente de ninguna influencia real en la vida del país. Darle ese peso, aún con todas las contradicciones, con todos los problemas, porque una revolución también es un proceso de aprendizaje colectivo, donde la gente viene de otra sociedad, la gente que hizo la revolución no viene del socialismo, ni se formaron en un laboratorio, vienen de una herencia de una sociedad racista, machista, con un componente español colonial, de una burocracia colonial, Toledo (Sande) ha escrito sobre eso. De una cultura africana también con una herencia machista, también expoliada. Como dice Retamar en el poema “Usted tiene razón Tallet, somos hombres de transición”: “negros nocturnos, azules a veces, escogidos y purificados a través de pruebas horribles, de modo que solo los mejores sobrevivieron y son realmente la única raza superior del planeta”. La gente se pregunta por qué los negros de América son los mejores deportistas, porque son los que quedaron después de los barcos guerreros, del barracón, y los que quedaron vivos son hombres superiores y mujeres superiores, tienen el físico de la fortaleza, son los que no mató el hambre, no los mataron las enfermedades provocadas por la vida en esas condiciones.
Entonces, ese entendimiento de dónde venía Cuba, y en eso creo que insiste Ana, ¿en qué contexto?, ¿qué hombres?, ¿qué personas?, ¿cuántas mujeres hay ahí?, se pueden contar con los dedos de las manos, entonces ese es un país y ese país va cambiando, y va transformándose, y va generando contradicciones nuevas.
Elier (Ramírez) publicó, yo creo que hay también que llevarlo al papel, lo publicó en internet, el discurso de Fidel del ’88 cuando se crea la AHS, y es un discurso de un antidogmatismo, de una apertura de miras, en el momento en que todo aquello en Europa del Este se está yendo, todo en lo que creíamos se está yendo al diablo en Europa, y tiene esa capacidad de lograr ver las esencias, porque el problema no es citar de memoria un fragmento, no, sino si esas ideas tienen una continuidad, que es lo que cuando tú lees a Martí o cuando lees a Fidel, dices: ‘‘ño!’’, porque las ideas permanecen, porque hay una coherencia en lo que hace, no es Trump que hoy te dice una cosa y mañana la otra, o Mahoma, que es también un político actuante fundando un estado, y cuando tú te lees el ‘‘Corán’’, hoy en una página tú te lees una cosa y después una páginas más adelante te dice lo contrario. Entonces, eso en Fidel, en Martí, no lo encuentras, tienen una coherencia, pero a la vez esos hombres están evolucionando, están actuando según la realidad, y en el caso de Fidel lo está haciendo desde el poder político, y él mismo está transformando el país.
Yo creo que es ahí donde no nos podemos equivocar y dejarnos secuestrar por la consigna. No podemos dejarnos secuestrar por la consigna y hay que saber ver en ese método de alguien que no le teme a la discusión, porque el burócrata enseguida se hace un cerco protector de la gente, para no discutir, para no enfrentarse a la gente. El Che, en la evaluación de un guerrillero en la guerrilla de Bolivia, dice: se dejó cercar por el chofer y la secretaria. Eso de aislarte de la gente, Fidel es todo lo contrario, ante cada problema acudir siempre a la gente, abrir una discusión, y subir al pueblo, y siempre sale, por supuesto fortalecido. En ese sentido yo creo que es ahí donde hay que encontrar las lecciones que pudiera haber en ese texto y en su enorme amplitud.
Yo creo que lo esencial del texto no está en esa frase que se cita tanto, sino en otra que está cerca de ahí, que dice: “La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios‘ que es donde abre las puertas prácticamente para todo el mundo: aquel es contrarrevolucionario, si no es incorregible, tenemos que tratar de acercarlo; y dice que la revolución tiene que tener una política para aquellas personas que no son revolucionarias, para que el intelectual que no sea revolucionario pueda crear dentro de la Revolución.
Es ahí donde yo creo que está ese aprendizaje, ese diálogo y ese interés también, porque yo creo que son las líneas que como un ADN -en espiral, no sin retrocesos- van cruzándose en la política cultural de la Revolución, porque Fidel habla también, no solo de los intelectuales, sino de las transformaciones de la vida cultural del pueblo. Habla de lo que se propone con las escuelas de arte, de lo que se propone con el acceso del pueblo a la cultura: por un lado democratizar el acceso a la creación, a la difusión de la creación, y por otro el acceso de los cubanos al disfrute de esa creación nacional y también de la cultura universal. Y después tú ves cómo todo eso se va concretando.
No es un politiquero que se está parando ahí diciendo ‘‘vamos a hacer esto, vamos a hacer aquello’’, sino que se va concretando en hechos. Creo que es lo que nos puede aportar, ese método y esa ética, que yo creo que es lo que, parafraseando otra frase bastante difundida la cultura es lo que nos puede salvar, pues eso es lo que puede salvarnos a nosotros en un momento como este, donde hay realmente grandes peligros y grandes conflictos.
Paco Ignacio Taibo II, en una entrevista para La pupila asombrada nos hablaba de los peligros de la mercantilización y lo que podía significar eso para nuestra cultura. Toledo ha escrito mucho sobre eso, el propio Elier, y creo que hay que seguir insistiendo en eso porque ese diálogo entre mercado, que es un mecanismo necesario, y el propósito de hacer un país que tenga a los hombres y mujeres y a la cultura en el centro de su vida, es complejo, es muy complejo. Muy pocas sociedades lo han logrado. Nosotros no somos ni Irán, ni Rusia, ni China, ni Vietnam, que son sociedades milenarias, que tienen lenguas propias que solo las hablan ellos, que tienen masa crítica demográfica, unas tienen miles de millones de personas y otras no tanto porque son más pequeñas, y da la casualidad que son sociedades que han logrado sostener prolongadamente una confrontación con el país hegemónico hoy en el mundo, ningún país pequeño como nosotros, de pocos habitantes, con una lengua que hablan 500 millones de personas más, ha logrado sostener en el tiempo una confrontación como esa, y si nosotros lo hemos logrado hasta hoy es porque Fidel fundó una cultura de la emancipación, una cultura de la solidaridad, una cultura de la justicia. Si esa cultura se pierde, el país se pierde, o seríamos como México, Honduras, Puerto Rico, esa sería la ruta, las drogas, la corrupción. Yo creo que es abrazarnos a ese método, esa ética y esa cultura fidelistas lo que nos puede salvar.
Iroel Sánchez
La pupila insomne
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