domingo, 30 de julio de 2017

Nuestro pueblo no olvida su historia

¿Quién era realmente Bonifacio Haza Grasso, jefe de policía en Santiago de Cuba y el padre del violinista que exaltara el presidente de Estado Unidos en su discurso del 16 de junio?

El pasado 16 de junio, en Miami, en un teatro colmado de personas de reconocida trayectoria anticubana, donde el presidente norteamericano Donald Trump dio a conocer la nueva política de su gobierno hacia Cuba, un violinista de origen cubano interpretó las notas del himno nacional de Estados Unidos. En su alocución, el Mandatario mencionó reiteradamente al padre del músico, un sicario que fue fusilado en enero de 1959 por sus servicios como jefe de policía en Santiago de Cuba, una ciudad en la que durante los últimos años de la dictadura de Fulgencio Batista, sus aparatos represivos cometieron más de 350 de asesinatos.
Los antecedentes de este individuo que se llamaba Bonifacio Haza Grasso hablan por sí solos. Quienes lo conocieron antes del golpe de estado del 10 de marzo de 1952 afirman que era un típico adulón criollo, un «buscavidas», que en determinado momento logró un empleo como guardajurado en una compañía minera, donde siempre se destacaba por estar del lado de los patronos. Después del «gorilazo batistiano» ingresó en la Policía Nacional y durante los años 1956 y 1957 por sus «méritos en el servicio» fue ascendiendo hasta llegar al grado de capitán y segundo jefe de la Policía en Santiago de Cuba.
Durante esos años, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) Allan W. Dulles y su inspector general Lyman Kirkpatrick visitaron nuestra capital en distintas ocasiones, y sostuvieron conversaciones con el Dictador y el Ministro de Gobernación Santiago Rey Perna, entre otros asuntos para viabilizar la preparación profesional de los efectivos del Buró para la Represión de Actividades Comunistas (BRAC), el Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y el Buró de Investigaciones de la Policía Nacional, entrenados en el enfrentamiento a los opositores al régimen reclutando personas a cambio de fuertes sumas de dinero, bajo crueles torturas o mediante chantajes. Generalmente las pugnas entre las organizaciones estudiantiles y obreras con la fuerza pública, terminaban con el martirio de sus víctimas en los calabozos y la represión en las calles, donde moría lo mejor de la juventud cubana.
El 19 de abril de 1956, en Santiago de Cuba, los jóvenes Orlando Carvajal Colás y Carlos Manuel Díaz Fontaine tuvieron un enfrentamiento con una patrulla de la policía a caballo, resultando heridos y conducidos con vida al Hospital de Emergencias. De allí fueron secuestrados por el capitán Alejandro García Olayón, jefe de la Policía Marítima y el comandante Agustín Lavastida Álvarez jefe del Servicio de Inteligencia Regimental (SIR), quienes los trasladaron hacia el Hospital Militar donde los remataron.
El 30 de noviembre, cumpliendo órdenes de Haza Grasso, el teniente Facundo Durán Matos encerró en el calabozo de la estación de policía de la Loma del Intendente, en Santiago de Cuba, a los jóvenes Mariano Enrique Seijo (Papucho), Martin Pérez, Ernesto Matos y a otros dos no identificados, para lanzarlos hacia el interior de la instalación, cuando ardía en llamas como resultado del levantamiento del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en apoyo al desembarco del yate Granma. Afortunadamente, a última hora los muchachos –algo chamuscados por el fuego– lograron evadirse.
El 31 de diciembre de 1956 en Santiago de Cuba una patrulla del SIM asesinó a los jóvenes William Soler Ledesma, de 15 años, Hugo Alejandro de Dios Soto, de 20 y Froilán Guerra Blanco, de 28.
El 20 de mayo de 1957 en la misma ciudad fueron asesinados por la policía Roberto Lamelas Font, Joel Jordán, Orlando Fernández Badell y Salvador Rosales Clavijo.
En junio, durante una reunión en la sede del gobierno provincial, el senador Rolando Masferrer Rojas, jefe de la tenebrosa organización paramilitar «Tigres de Masferrer», expuso las medidas a tomar para asegurar la asistencia a un acto que se iba a celebrar a finales de ese mes frente al Parque Céspedes, en presencia del nuevo embajador estadounidense Earl E. T. Smith, para proyectar la falsa imagen de que Santiago de Cuba estaba en calma. En la mencionada reunión estaban presentes el alcalde Maximino Torres Sánchez, el coronel Ramón Cruz Vidal jefe del SIM en Oriente, el teniente coronel José María Salas Cañizares (Masacre) supervisor militar del Ejército y el comandante Bonifacio Haza Grasso, ya como jefe de la Policía en esa ciudad.
El 30 de junio, en la Avenida Crombet, en Santiago de Cuba, durante un encuentro con un patrullero de la policía y varios soldados, murieron Floro Bistel y Salvador Pascual, pero Josué País quedó gravemente herido. En el lugar del hecho aparecieron Salas Cañizares y el miembro de la policía secreta Luis Mariano Randich Jústiz, quien no tardó en identificar a los jóvenes. Josué fue introducido en un jeep y en el trayecto al hospital fue rematado de un disparo en la cabeza.
Ese mismo día, durante el mencionado acto, para protestar contra el asesinato de sus hijos el Frente Cívico de Mujeres Martianas organizó un desfile ante el embajador Earl Smith. Cumpliendo indicaciones de Vilma Espín Guillois desde la clandestinidad, un grupo de valientes muchachas del Movimiento 26 de Julio, vestidas de rojo y negro, entre las que se encontraban Gloria Cuadras, Amalia Ross, Nuria García Menéndez, Déborah Algeciras, Diana Santamaría, Marinita Melleuve Bottino, Marcia Céspedes, Mayra y Manolita Lavigne y Ania Martínez, marcharon delante cantando el Himno Nacional y gritando ¡Abajo Batista! ¡Muera el Tirano! ¡Batista Asesino! Bajo el mando de Haza Grasso fueron golpeadas brutalmente por la policía, atacadas con chorros de agua, y detenidas durante varias horas hasta que concluyeron las manifestaciones.
Al cabo de un mes, el 30 de julio de 1957, Salas Cañizares, los tenientes Ángel Esteban González Garay y Juan Peñate Ortiz, el cabo Ignacio Pozo Bassol, los hermanos Gayo, Sariol y Randich quien conocía a Frank País de la Escuela Normal, apoyados por una numerosa fuerza de soldados, marinos, y policías bajo el mando de Haza Grasso, participaron en un intenso operativo de rastreo que concluyó en el Callejón del Muro con el brutal asesinato de Frank País García y Raúl Pujol Arencibia.
El 1ro. de junio de 1958, alrededor de las seis y treinta de la tarde el carismático joven Fernando Proll Céspedes, de 19 años, se encontraba en la casa de su madre, ubicada en la calle F No.5 del reparto Chicharrones, en Santiago de Cuba. Allí fue detenido por la policía y trasladado al camino de El Polvorín, donde recibió un disparo en la cabeza y fue dejado por muerto.
Los esbirros se comunicaron con una funeraria para que recogieran el cadáver, pero cuando los funcionarios llegaron al lugar, el joven se incorporó preguntando qué harían con él. En el acto Haza Grasso se lo entregó al sanguinario teniente Enrique Despaigne Noret (uno de los esbirros conocidos por Mano Negra), quien se encargó de rematarlo. Con la trágica muerte de este joven quedó viuda su esposa Lilian de Feria y huérfano su hijo de dos meses.
En 1958 fueron asesinados por la policía santiaguera jóvenes como Armando Bustamante, Antonio Fernández León, Ángel Espino Sarmiento, Julio César González y la adolescente Alba López Írsula de solo 13 años, pero ni el Gobierno de Estados Unidos ni ninguna institución internacional adoptó medidas verdaderamente efectivas contra el régimen batistiano.
En la madrugada del 1ro. de Enero de 1959, después de la huida del tirano, en El Caney, muy cerca de la Loma del Escandel, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro y el comandante Raúl Castro sostuvieron un breve encuentro con el reverendo Agustín González Seisdedos y el jefe de la policía Bonifacio Haza Grasso para garantizar el orden en la ciudad durante la entrada de los rebeldes.
Al día siguiente Haza Grasso salió a la calle exhibiendo un brazalete rojinegro del Movimiento 26 de Julio, y después se las agenció para ser ratificado como jefe de la Policía de Santiago de Cuba, lo que provocó la inmediata reacción de la población santiaguera, conocedora de los innumerables abusos cometidos por los esbirros que actuaban bajo sus órdenes.
Al respecto, en su libro Gobierno Revolucionario Cubano: Génesis y primeros pasos, Luis M. Bush y Reinaldo Suárez expresan: «En la ciudad, gran número de personas manifestaban inconformidad con la ratificación de Bonifacio Haza Grasso como jefe de la Policía. El Presidente (Urrutia) tuvo conocimiento del estado de opinión desfavorable que existía al respecto, y nos comisionó a Armando Hart y a mí para que informáramos a Raúl Castro sobre la situación. Cuando llegamos al Cuartel Moncada y hablamos con él, supimos que también había recibido las quejas. Nos dijo que tan pronto se presentara la oportunidad, sustituiría a Bonifacio Haza por el comandante José Izquierdo. Pidió que nos comunicáramos con la Dirección Municipal del M-26-7, para que se calmaran los ánimos y nos confió: […] Tan pronto consolide el control del regimiento estableciendo el licenciamiento voluntario de los soldados y clases, con el total de los salarios que percibían, comenzarán a funcionar los consejos de guerra sumarísimos para los acusados de asesinatos y torturas».
Cuando comenzaron a funcionar los tribunales para juzgar a los responsables de asesinatos y torturas, el jefe de policía Bonifacio Haza Grasso fue procesado con todas las garantías legales mediante la Causa 1/59. Durante el juicio oral, en el que fue acusado por varios testigos, incluyendo un miembro del SIM, quedó demostrada además su responsabilidad en la ejecución de salvajes torturas al ciudadano Juan Reinaldo Pérez en mayo de 1956, en el asesinato del joven Alberto Sambrán en el reparto Dagnés en 1957, y en la trágica muerte de Fernandito Proll en 1958. Tenía además otras diez causas por delitos al servicio de la tiranía batistiana.
La joven María Caridad Álvarez López lo identificó como autor de maltratos a mujeres detenidas en los calabozos. También fue acusado de la detención de Emilia Fernández García y dos muchachas de su familia, quienes fueron ultrajadas, vejadas e internadas ilegalmente durante treinta días, lo que fue aprovechado por la policía para saquear su domicilio en varias ocasiones. Al definirse su responsabilidad en las operaciones represivas realizadas y los abusos cometidos durante sus servicios a la tiranía, fue sancionado a la pena máxima, y ejecutado el 13 de enero en la Loma de San Juan.
Algún tiempo después la familia de este esbirro se mudó para la ciudad de Holguín, más tarde emigró hacia España, y finalmente se estableció en Miami, el mismo lugar donde en 1959 encontraron refugio numerosos ladrones del erario público y esbirros de la tiranía batistiana, que desde entonces han contado con la protección del Gobierno de Estados Unidos.
En el acto del pasado 16 de junio, donde estaban presentes representantes de represores batistianos, de elementos contrarrevolucionarios, de mercenarios de la Brigada 2506 y de grupos terroristas, el señor Donald Trump evocó al padre del violinista, pero olvidó mencionar los crímenes y los abusos cometidos bajo sus órdenes, lo que constituyó una afrenta contra Cuba, una nación que no olvida su historia.

Pedro Etcheverry Vázquez* | internet@granma.cu
* Investigador del Centro de Investigaciones Históricas de la Seguridad del Estado

Fuentes consultadas:

Frank País, Leyenda sin mitos, Renaldo Infante Urivazo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, pp.282-290, 292-294.
Gobierno Revolucionario Cubano: Génesis y primeros pasos, Luis M. Bush y Reinaldo Suárez Suárez, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, p.47.
Graves incidentes, John F. Cunninghan, periódico El Crisol, jueves, 1ro de agosto de 1957.
Testimonios de los combatientes del Movimiento 26 de Julio Luis Alberto Clergé Fabra y Nuria García Menéndez.
Archivos del CIHSE

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