Contribución a un debate necesario
Un símbolo es la expresión materializada de uno o muchos valores. Cuando se trata de los pueblos, es la representación del imaginario colectivo de aquellos atributos éticos, políticos y morales a los que se aspira y por los que se lucha. La elevada significación ideológica de los símbolos se expresa en que representan uno de los pocos objetos por los que las personas están dispuestas a ofrendar su vida.
Por eso los símbolos son bien precisos y definidos. Una bandera, que es el caso que nos ocupa, tiene una estructura, proporciones, colores y emblemas situados en lugares específicos, que no pueden ser alterados. Los cambios introducidos después de la Segunda Guerra Mundial por los partidos comunistas en las banderas y otros símbolos nacionales de los antiguos países socialistas de Europa Oriental nunca fueron asimilados por la consciencia popular y se convirtieron en elementos de movilización en el combate de las fuerzas regresivas por el restablecimiento del anterior orden social. En Cuba, el patriotismo de la masa fundamental del Partido y sobre todo la clarividencia de Fidel impidieron que se cometieran errores semejantes. Recuerdo alguna que otra idea peregrina manejada al respecto por determinados compañeros a raíz de los cambios que introdujo en nuestro país el proceso de institucionalización, que concluyó con la aprobación de la primera Constitución en 1977. Esto significa que ni si quiera dentro de nuestras filas han estado ausentes las personas que subestiman la verdadera significación de los símbolos.
Cualquier pedazo de tela, un pantalón, una camisa, un zapato, no son símbolos, ni banderas, aunque reflejen los colores y otros atributos, porque en ningún caso cumplen, ni pueden cumplir el resto de los requisitos, necesarios para ello.
La relación de estos objetos de consumo con los símbolos en la mayoría de los casos es más bien como la que tienen el eco con la voz o las sombras con los objetos. Se trata de una alegoría derivada de la existencia del símbolo Otra cosa es cuando éste se estampa directamente sobre una prenda, como en el caso de algunos uniformes, donde quien los porta actúa y habla en nombre del Estado.
El uso de prendas alegóricas a símbolos es una moda, no solo en Cuba, sino en todo el mundo. Las modas son obras del mercado y éste por naturaleza es capitalista. A su vez los comunistas somos, también por naturaleza, anticapitalistas. Producto de ello, en situaciones como las de nuestro país, surge una relación amor-odio muy compleja y contradictoria que obliga a amplios debates y profundas reflexiones que nos permitan adoptar una estrategia inteligente de lucha ideológica, donde además se potencialicen las posibilidades revolucionantes de nuestros símbolos y se les permita seguir influyendo con su mensaje no solo dentro, sino también fuera del país.
Es cierto que en Cuba las prendas con alegorías a nuestros símbolos se usan mucho menos que las que lo tienen con símbolos extranjeros. Nuestra juventud, como regla no compra esas prendas en Cuba, sino que las recibe como regalo de mercados, donde cuestan una bagatela, mientras que aquí, un pullover con una alegoría a nuestros símbolos vale el equivalente al salario de un mes. Eso crea la imagen posiblemente errónea de que nuestra juventud tiene preferencia por las prendas extranjeras. Pero yo recuerdo cómo los jóvenes de mi familia me disputaban un cinto alegórico a la bandera cubana, que compré en un mercado chino en el exterior.
En nuestras reflexiones sobre el papel de los símbolos no podemos pasar por alto que, en contraste con lo que pasa en nuestro país, fuera de Cuba, las alegorías a nuestros símbolos y los símbolos mismos sí se mantienen de moda y con un mensaje revolucionario. Basta ver las manifestaciones de protesta en cualquier lugar del mundo para constatarlo. En Serbia, donde estuve trabajando hasta el 2005, había tantos lugares privados con alegorías cubanas o incluso con símbolos, como en la Habana. La diferencia es que los de aquí estaban en instituciones oficiales y los de allá no. ¿Y en Barcelona, en cuantos lugares no hay banderas cubanas? Incluso a su bandera independentista le dicen la cubanita.
Nuestros símbolos representan valores totalmente contrapuestos a aquellos que las élites estadounidenses han impuesto a los suyos, pero en materia de estética, nuestros colores y sus atributos no son tan diferentes: azul, blanco, rojo y la estrella. El problema está en que, como ya expresé, las modas las impone un mercado donde ellos mandan y nosotros no siempre hemos tenido la necesaria habilidad para actuar.
Los símbolos hay que protegerlos, pero no basta con eso. Hay que divulgar más el significado de cada uno de los elementos que lo componen, educar más sobre todo a los jóvenes y niños en el respeto y el amor a cada uno de sus atributos, porque éstos son los que se utilizan en las alegorías y cualquier referencia a un símbolo nuestro debe estar llena de amor y respeto. Tal vez las leyes deban ser renovadas en algo, pero en lo fundamental pienso que son correctas. Lo que hay que combatir es su irrespeto por las instituciones oficiales: las banderas izadas las 24 horas a agua sol y sereno, los escudos sucios, sin limpiar, ni pulir durante meses o años, las estatuas de los próceres sin fregar, los lugares históricos ultrajados y sin reparar. Estas no pueden ser cuestiones administrativas. ¿Qué estructura del aparato ideológico tiene que velar por esto?
Los símbolos son los portadores del legado histórico. Ellos nos traen el mensaje de los padres fundadores, enriquecido con el aporte de todos los que han ofrendado sus vidas por la Patria. La educación de los cubanos en el amor y el respeto hacia ellos es la mayor contribución que puede hacer el Partido a la consolidación y fortalecimiento de la nación cubana.
Juan Sánchez Monroe, Doctor en Ciencias Históricas, Profesor Titular.
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