viernes, 6 de septiembre de 2013
A cinco años de la muerte de Celia Hart Santamaría.
Hace cinco años falleció prematuramente en La Habana la compañera Celia Hart Santamaría. Lapso de tiempo breve y largo a la vez. Un lustro, el mismo espacio de tiempo que va desde su primer artículo en 2003 y sus últimos escritos en septiembre de 2008. Tiempo corto, pero suficiente para que dejara su huella revolucionaria.
Por una parte, parece que todavía Celia estuviera sonriendo entre nosotros y bombardeando nuestras conciencias con sus profundos y amenos artículos semanales, la mayoría de los cuales siguen tan vigentes hoy como ayer. Por otra parte, algunas cosas han cambiado y no podemos dejar de interrogarnos qué habría pensado Celia al respecto.
Con toda seguridad se alegraría de que su referente político inmediato y principal, Fidel Castro, vive y orienta con lucidez sobre muchos aspectos de la política cotidiana internacional. Pero la muerte del presidente Hugo Chávez le habría dolido inmensamente. Para Celia, la Revolución Bolivariana y la Revolución Cubana eran un "sistema doble de estrellas" que impulsan la revolución socialista continental.
Más difícil saber es qué habría pensado respecto a procesos como los diálogos de paz entre las FARC y el gobierno de Santos, aunque en términos generales habría apoyado, porque ella mantuvo su respaldo a la dirigencia de las FARC incluso cuando muchos en la izquierda latinoamericana se lo quitaron. Pero, con toda seguridad, habría reprochado al gobierno venezolano la detención de Julián Conrado y habría exigido su liberación inmediata.
¿Qué habría opinado de las reformas económicas en Cuba impulsadas por el gobierno de Raúl Castro? No creo que hubiera cambiado su oposición a la apertura económica como viene enfocada por los "lineamientos" y su apego al modelo guevarista con eje en la economía colectivizada, como sustentaba en sus artículos de hace cinco años. ¿Habría hecho algún matiz a la luz de la experiencia? ¿Quién sabe?
La prolongación de la crisis económica internacional, las luchas obreras contra el neoliberalismo en Grecia y Europa, las sucesivas explosiones juveniles en el mundo, los "indignados" y el movimiento "ocupar Wall Street", las llamadas primaveras árabes, son otros acontecimientos sobre los que hubiera sido interesante conocer las orientaciones de Celia en las que, con certeza, se habría volcado a favor de los oprimidos.
Pero, con toda seguridad, si Celia Hart viviera, estaría hoy, junto a todas las personas honestas y democráticas del mundo condenando la nueva agresión imperialista que se teje contra el pueblo de Siria.
Para recordarla reproducimos abajo la presentación que hiciéramos a la colección de sus artículos recogidos bajo el título de Escritos Políticos (2003-2008)
¡HASTA EL SOCIALISMO SIEMPRE, CELIA!
Olmedo Beluche
Panamá, enero de 2009
PRESENTACION
Para quien quiera comprender a cabalidad los interesantes años de la primera década del siglo XXI en América Latina es obligada la lectura, o relectura, de los Escritos Políticos (2003 - 2008) de Celia Hart Santamaría.
Celia, quien falleciera en un trágico accidente en septiembre de 2008 fue, durante un lustro, una de las escritoras políticas más leídas y prolíficas del continente gracias a la magia de “internet”, por la que llegaba a un público internacional, burlando el bloqueo cultural, político, económico y mediático que se cierne sobre su querida isla revolucionaria, Cuba.
Tal vez por ser mujer, Celia, tiñó sus artículos con una frescura y calidez humana de la que suelen carecer los analistas políticos más reputados, sin que ello menguara para nada la profundidad de su pensamiento. Por el contrario, ese carácter abierto, a veces jocoso, a veces enojado, pero siempre optimista y nunca neutral, le permitía la transmisión de su mensaje con una efectividad nunca alcanzada por las “plumas” fríamente analíticas.
Muchos nos acercamos a sus escritos movidos por la curiosidad: “una trotskista cubana” y, para colmo, “hija de dos dirigentes de primera línea de la revolución”, Haydée Santamaría y Armando Hart. Era la comidilla en las tertulias. Había que leerla. La mórbida curiosidad se fue transformando en respeto, conforme la conocíamos y ella misma maduraba con cada página. Otros, los menos, por las mismas razones, la odiaban y no vacilaron en sus imprecaciones, que nunca hicieron mella en ella y, por el contrario, las asumía con el estoicismo de su compromiso revolucionario.
Ella misma nos ha contado cómo se hizo trotskista al llegar a La Habana, a mediados de los años 80, decepcionada de la República Democrática Alemana, donde había estudiado, y cómo su padre abrió un anaquel en el que guardaba bajo llave algunos libros de León Trotsky, los cuales le entregó para ayudarla a comprender y superar su crisis de convicción.
Pero esas lecturas le tomarían todavía algún tiempo para que fermentaran en su mente y florecieran en el compromiso político cabal que asumió con sus artículos. El más antiguo de los que hemos podido encontrar, data de Diciembre de 2003, publicado en inglés por la corriente The Militant (“The flag of Coyoacan”). Desde su título es una reivindicación del revolucionario ruso.
Madurez que le llegó en México, no por casualidad, donde hizo su doctorado y entró en relación con diversas corrientes trotskistas, pero principalmente con la dirigida por Allan Woods, con quienes se relacionó estrechamente, le publicaron sus primeros artículos en el periódico El Militante y a quienes agradeciera en una emotiva carta, poco tiempo después, el que le ayudaran a encontrar su verdadera vocación.
Si no me equivoco, Celia se estrena y se convierte en un referente obligado con “El socialismo en un solo país y la revolución cubana”, publicado el 11 de mayo de 2004, en el que hace una comparación entre los fracasados regímenes de Europa oriental y la Revolución Cubana (siempre la escribió con mayúscula). Allí se marca con claridad el eje de su aporte: la Revolución Cubana pervive, contrario a los regímenes de Europa oriental y la URSS, porque se mantiene fiel a los principios de la Revolución Bolchevique.
En ese ensayo también aborda el paralelismo entre sus dos figuras históricas fundamentales: el Che Guevara y León Trotsky (a los que hay que agregar Martí y el propio Fidel). Dice: “No creo que exista una aplicación práctica más consecuente de la revolución permanente” que el realizado por el Che al dejar Cuba para seguir combatiendo por otras revoluciones en otros países.
A Celia le impresionó mucho la similitud de ideas entre el Che y Trotsky a propósito de la economía de transición al socialismo. Admiró de manera particular el libro de Carlos Tablada: Ernesto Che Guevara, hombre y sociedad. El pensamiento económico del Che, el cual le tocó el honor de prologar en una edición posterior (“Un libro salvado del mar”, 16/6/05).
la Revolución Cubana bajo el prisma del trotskismo, superando las meteduras de pata del “posadismo” de los años sesenta, o de trotskistas de verdadera talla, pero cuyos visiones sobre la isla revolucionaria siempre parecieron incompletas (como Mandel, Lambert o Moreno) hizo de Celia Hart Santamaría un referente obligado.
Esta perspectiva aportada por Celia se mantuvo constante y alcanzó mayor profundidad en posteriores artículos, de los cuales cito mis favoritos: “La defensa de Cuba pasa por la revolución socialista en Latinoamérica y el mundo” (8/10/04), “Welcome... Trotsky” (25/8/05), ”¿Fue el Movimiento 26 de Julio un Partido Comunista?” (19/6/05), “Profundizar la revolución socialista: única vía de salvarla” (13/12/05), “Reflexiones trotsko-guevaristas de una cubana” (18/5/07) y “El Che, Trotsky y mi reflexión favorita de Fidel” (15/9/07).
En estos ensayos se aborda, más que una perspectiva hacia el pasado, un agudo análisis del presente y un programa o curso de acción para vencer los problemas que enfrenta Cuba socialista.
Celia Hart le entró sin miedo al debate actual, abierto por la propia dirección del PCC, sobre la economía cubana y qué rumbo seguir, tomando partido contra quienes abogan por una apertura al mercado, siguiendo el modelo chino: “¡Que el Che nos agarre confesados a 40 años de su asesinato! Si es que nos meten el cuento chino (chino con toda la intención de la palabra), de que trabajar bajo los resortes mercantiles... es la vía para construir la nueva sociedad” (“El Che, Trotsky y mi reflexión favorita de Fidel”).
Esta preocupación también fue persistente en ella y ocupó el centro de sus escritos últimos, como en “El signo de los cambios... en Cuba” (7/7/08) y en “Cuba, en marcha revolucionaria... y sin Fidel” (26/8/08) escrito para Revista de América, de vertiente morenista, con quienes se relacionó centralmente en el último año de su vida, en especial a partir del referendo constitucional venezolano de diciembre de 2007.
Sin embargo, es necesario tener presente que cualquier opinión y perspectiva crítica de Celia siempre tuvo como marco el propio proceso revolucionario cubano. Siempre se ocupó de dejar en claro que sus opiniones “totsko-guevaristas” se hacían desde el tronco mismo de la revolución dirigida por Fidel y bajo su conducción política. Y jamás permitió que pudieran ser utilizadas por los enemigos externos y los “gusanejos” de Miami, como los llamó.
Al respecto es ilustrativa la nota que envía al diario El Clarín de Buenos Aires, el 29 de agosto de 2008, poco antes de su muerte, en el que deja claro, entre otras cosas, que: “Los dirigentes comunistas cubanos que han llamado a cambios dentro de la revolución, con vista al próximo Congreso del PCC son Fidel Castro y Raúl Castro...”. (“Lo que no dice Clarín”).
Por supuesto, Celia también nos traza múltiples retratos de las figuras prominentes de la Revolución Cubana, muchos de ellos cargados de anécdotas vividas por ella misma, no sólo sobre sus propios padres, Haydée y Armando, sino también sobre Celia Sánchez, Vilma Espín, su tío Abel, al propio Che y como no... Fidel.
El día que la conocí personalmente me confesó que lo que más le dolía fue que le quitaran su carnet del Partido Comunista de Cuba, cuando se hizo trotskista. “Mi carné firmado por Fidel”. Porque ella era del partido de Fidel, al menos mientras él viviera. Después ya no le importaría.
Los artículos de Celia constituyen una fotografía, o para usar una mejor metáfora, una toma (fílmica), de la Latinoamérica política de la primera década del siglo XXI. En ellos se siguen y reflexionan los momentos más conmovedores del proceso revolucionario bolivariano de Venezuela, liderizado por Hugo Chávez, que tanto ha influido a la presente generación, desde el referéndum revocatorio de 2004 (“El 15 de agosto tomamos el Palacio de Invierno”) hasta el referéndum constitucional de diciembre de 2007, al que le dedicó varias notas (“Sobre meduzas, caracoles y Venezuela”).
Su declarada admiración por el proceso bolivariano, en algún momento dijo que las revoluciones cubana y venezolana eran como un sistema doble de estrellas (no olvidemos que era física de profesión), así como su afecto hacia el presidente Chávez, no le nubló nunca la razón ni le impidió criticarlo cuando, por ejemplo, éste señaló que la lucha armada de las FARC en Colombia constituían un método pasado de moda (“El sacrificio de los hombres no se mide por las revistas de moda. Una nota para el camarada Hugo Chávez”).
Mientras, en la hora oscura que vivió Colombia bajo el régimen de Álvaro Uribe Vélez, muchos renegaban de las FARC, Celia mantuvo su apoyo moral a los legendarios guerrilleros, dedicándoles sus reflexiones en los duros momentos del asesinato de Raúl Reyes y la muerte de Manuel Marulanda, Tirofijo. Al momento de su muerte planeaba un viaje a Caracas, donde se inauguraría un monumento en homenaje al máximo dirigente de las FARC.
Su honestidad revolucionaria se evidenció con claridad al defender a Ernesto Cardenal de los arteros ataques del gobierno de Daniel Ortega y, su crítica al sandinismo reciclado (”Elecciones rosa en Nicaragua”, artículo que dedicó a la memoria de Carlos Fonseca), le costó que le negaran la visa para entrar a ese país en julio de 2008.
Celia, sin duda, como cualquier ser humano tendría muchos defectos y debilidades, pero todos ellos se empequeñecen al lado de sus tremendas virtudes humanas. Para ella, lo decía con orgullo, el ejemplo de sus padres, de su tío Abel, de la valerosa generación del Moncada y, por supuesto del Che, marcaban la pauta moral de comportamiento que debía seguir un revolucionario consecuente. Ella vivió bajo esos criterios.
Por eso la muerte la encontró redactando, la madrugada del infausto 7 de septiembre, una resolución de Revista de América en apoyo a los cinco cubanos presos en Estados Unidos.
Que no se la recuerde como simple escritora, sino como una consecuente militante revolucionaria, que usó la palabra como un arma de combate.
Olmedo Beluche
Panamá, enero de 2009
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