jueves, 13 de julio de 2017

Hablemos de ciberseguridad




La #PupilaTv invita al debate sobre ciberseguridad, con la presencia del director de la Oficina de Seguridad de las redes en Cuba.

La OEA y otras infamias

Una vez más fracasó la OEA. Pese a las presiones de Washington y las febriles maniobras de Luis Almagro no pudieron condenar a la Venezuela bolivariana y chavista en su reunión en Cancún, México. Para ello había sido convocada en el balneario mexicano.
Para eso y nada más. Se le ordenó ejecutar un fratricidio y al mismo tiempo ignorar los problemas reales que laceran a los pueblos supuestamente representados en el exclusivo hotel.
Del encuentro no salió una palabra sobre los niños de Ayotzinapa, ni sobre los periodistas asesinados, o los desaparecidos, o los inmigrantes acorralados, o las poblaciones originarias explotadas y perseguidas desde el Río Bravo hasta la Araucania, ni los obreros y estudiantes reprimidos por todas partes. Nada acerca del golpe de estado en Brasil. Ni siquiera una queja por el infame muro de Trump. Se les exigió sólo apuñalar por la espalda a un estado que a nadie ha causado daño y algunos lo hicieron sin pestañear.
El Imperio consiguió el apoyo de un grupo impresentable en el que figuraban golpistas y pseudodemócratas, corruptos y represores que tienen en común el rechazo de sus pueblos. Todos los que se conjuraron para condenar a Venezuela deben afrontar al interior de sus fronteras la oposición creciente de los trabajadores, los jóvenes y muchas más víctimas del modelo neoliberal que es intrínsecamente injusto, antidemocrático y servil al dominio extranjero.
Ninguno de ellos ha sido capaz de censurar la abierta intervención imperialista ni de solidarizarse con un pueblo hermano. El Gobierno bolivariano, en contraste evidente, no sólo ha sacado de la miseria a millones de sus ciudadanos sino que además ha dado muestras de ejemplar solidaridad para con los demás pueblos de la región.
Lo ocurrido hace recordar los años Sesenta del pasado siglo cuando Estados Unidos empujó a una mayoría a convertirse en cómplices de la agresión militar y el bloqueo contra Cuba. Ahora la historia parecía repetirse aunque con algunas diferencias que vale la pena destacar.
Salta a la vista ante todo la actitud del país anfitrión. Cuando se actuó contra Cuba la diplomacia mexicana mantuvo su rechazo solitario y digno. Ahora fue protagonista principal en la maniobra contra la Patria de Bolívar. Otros, hace medio siglo, tuvieron al menos la prudencia de abstenerse. Entre estos últimos estuvo Chile gobernado por Jorge Aessandri y la derecha conservadora y que hoy bajo una coalición que se dice democrática se sumó sin reparos al alevoso ataque.
La diferencia más notable, entre los dos resultados, sin embargo, estriba en que, pese a todo, los yanquis no pudieron alcanzar la mayoría requerida. No pudieron porque lo impidió un conjunto de países que no eran miembros de la OEA, pues aun estaban sometidos al colonialismo, cuando Cuba fue condenada en Punta del Este.
Los países caribeños, estados jóvenes y de territorios y recursos limitados, siguieron políticas verdaderamente autónomas desde el momento en que asumieron su soberanía. Cuando la obtuvieron establecieron vínculos de respeto y amistad con la Isla asediada y se negaron a plegarse a la política anticubana.
Ahora se unieron a otros que en el Continente siguen resistiendo la ofensiva imperial para evitar un nuevo crimen contra Venezuela.
En los años Sesenta Washington además del garrote ofrecía una zanahoria. Hablaban entonces de una pretendida nueva relación, que bautizaron como “Alianza para el Progreso” y que pronto se disolvió en la nada y desembocó en el agujero negro de las peores tiranías.
Es francamente patético el espectáculo denigrante de unos gobernantes, algunos sobrevivientes -herederos- de aquellas dictaduras, obedientes a la voz de mando de quien desde la Casa Blanca los humilla y desprecia y ya no les ofrece siquiera la olvidada zanahoria.
Pero resulta esperanzador ver a los más pequeños rebelarse y actuar con dignidad.

Ricardo Alarcón de Quesada

miércoles, 12 de julio de 2017

Manzanillo: 225 años de la perla del Guacanayabo


El pensamiento anticolonial de Roberto Fernández Retamar

En contexto

El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales ( clacso ) ha reconocido a las y los grandes pensadores de Nuestra América. En el marco de su 50 aniversario desarrollará una serie de actividades en Cuba, cuna del pensamiento anticolonial y antiimperialista en donde se le dará un reconocimiento a Roberto Fernández Retamar, además, se presentará una antología sobre su obra Pensamiento anticolonial de nuestra América (goo.gl/trsU6Z) que se encuentra en acceso abierto en el portal virtual del clacso . No hay duda de que, al menos de Martí a Fernández Retamar, contamos con una tradición de pensamiento anticolonial y antiimperialista a la cual siempre podremos acudir para subirnos sobre hombros de gigantes.
En lo que respecta a Panamá, aún no logramos liberarnos del todo, en la década del ochenta Ricaurte Soler y Guillermo Castro Herrera nos advertían del “proyecto del nuevo bloque dominante [...] que caracteriza la transición al neocolonialismo a Panamá ” (goo.gl/ixqC8A). El simple hecho de criticar seriamente las formas de colonialismo en nuestro contexto es ya revolucionario en un contexto en el que estamos acostumbrados a cambios maquillados que, al final, terminan por ser lo mismo. En ese sentido, el pensamiento de Fernández Retamar es aleccionador para no perder esa tradición anticolonial y antiimperialista, aún más cuando conocemos concretamente los embates de la política exterior de los Estados Unidos, como su invasión de 1989 y, más recientemente, al incluir al dueño de Grupo Editorial El Siglo & La Estrella de Panamá en la Lista Clinton lo que pone en riesgo las operaciones del rotativo más antiguo del país: La Estrella de Panamá.

El autor y su obra

Roberto Fernández Retamar es bien conocido en las letras y el pensamiento crítico en Nuestra América. O, para usar la nomenclatura del clacso , es una pieza clave del pensamiento social crítico latinoamericano y caribeño. Es una mezcla de rigurosidad ensayística y sutileza literaria que da como resultado un pensamiento excelso, en donde lo sublime es lo que realmente da paso a los procesos transformadores. No hay desperdicio en cada línea de la obra de Fernández Retamar; se trata de una epifanía de sabiduría y es, como diría Marx, “un asalto a los cielos.”
Para referirnos a la obra de Fernández Retamar, adicional de la epifanía de leerlo, nos ceñiremos a lo expuesto por Fredric Jameson en el prefacio de Todo Calibán (goo.gl/94v4ga). Jameson señaló la necesidad de repensar la relación entre política y poesía que parece haber dado rienda suelta en direcciones opuestas, cuando no debería ser así; la poesía en su sublimidad puede contener las más profundas y revolucionarias transformaciones. Jameson también enfatizó en la idea que está muy presente en Fernández Retamar acerca de cuál es el locus y el lenguaje en que uno está y se expresa. Jameson es consciente de lo diferencial del contexto norteamericano y el nuestroamericano (para usar el término de Horacio Cerutti-Guldberg). Jameson hace equivalente el Calibán de Fernández Retamar con el Orientalismo de Edward Said. Las comparaciones son odiosas, a menos que sean funcionales a un propósito determinado; el que queremos exaltar aquí es el del gran impacto en el pensamiento social crítico latinoamericano y caribeño que causa cada línea de Fernández Retamar, tanto como el Orientalismo de Said en el mundo anglosajón.
La simbiosis entre lo poético y lo político en nuestro autor se encumbra en su propia figura. Tanto la lucidez estética, como el compromiso político y revolucionario —señala Jameson­— son absolutos. En el mejor de los casos, el intelectual comprometido puede aguijonear su entorno como el propio Jameson lo hace en la proyección del pensamiento crítico. En la praxis, como se puede verificar, los logros institucionales de Fernández Retamar no son pocos, siempre con una carga revolucionaria y lucidez tremenda para llevar a buen puerto las empresas más encomiables de la Revolución cubana, como Miembro del Consejo de Estado de Cuba y Presidente de Casa de las Américas, entre otros.

Anticolonialismo, antiimperialismo

En Nuestra América vivimos el colonialismo y el imperialismo desde hace más de cinco siglos en todas sus formas, vetustas y nuevas. Aún tenemos colonias y los coletazos del imperialismo pegan fuerte. Fernández Retamar condenó la invasión a Panamá como un crimen “impune”: así opera el Imperio, como policía del mundo, al margen de la soberanía de los pueblos.
Fernández Retamar fue un ferviente lector de la literatura anticolonial y antiimperialista, de Fanon, Martí, Ho Chi Minh, Lenin y el Ché, teniendo un background así, no podríamos seguir lo que dicen Michael Hardt y Antonio Negri en Imperio, de que “el imperialismo ha terminado,” lo cual fue duramente criticado por Atilio Boron en Imperio e Imperialismo, realmente no ha terminado. En términos teleológicos los coletazos del Leviatán incluso pegan más fuertes en su agonía. Los países que están subordinados de alguna u otra forma a esa dinámica conocen muy bien las consecuencias.
Una de las tantas ideas interesantes que propone nuestro autor, y queremos rescatar aquí, es la de las “potencias subdesarrollantes.” Como la historia nos muestra, son los países hoy industrializados, capitalistas y con el control monopólico de los circuitos financieros los que impusieron colonias por todo el mundo y se han pasado el bastón de mando del Imperio tras siglos, los que subdesarrollan a los demás. Ahora estamos bajo el mando, como diría Martí, de la “Roma americana” con todo y su Julio César, que está en constante movimiento y transición, para bien o para mal, de un mundo unipolar a uno multipolar.
En el contexto panameño se analiza muy poco críticamente el anticolonialismo o antiimperialismo, como si el colonialismo o el imperialismo no lo viviéramos en carne y hueso; se opta por publicitar análisis menudos que no significan nada, los efectos, tanto de lo uno, como de lo otro, se maquillan con conceptos como la globalización que —como ha dicho John K. Galbraith— los norteamericanos inventaron para ocultar la política de penetración económica en el exterior. En un escenario así, Fernández Retamar es un autor imprescindible para la formulación de un pensamiento crítico que responda a nuestros problemas.

Abdiel Rodríguez Reyes. Universidad de Panamá / Facultad de Humanidades

Cuba detuvo el retroceso de su economía

Cuba logró detener en el primer semestre de este año el retroceso de su economía, después de registrar en 2016 un decrecimiento de 0,9 por ciento –lo que supuso la primera recesión en los últimos 23 años–, según datos oficiales divulgados en una comisión de la Asamblea Nacional de la Isla.
El vicepresidente y ministro de Economía y Planificación de la isla, Ricardo Cabrisas, ofreció esa valoración, sin aportar datos precisos, durante su intervención ante la Comisión de Asuntos Económicos de la Asamblea Nacional.
Las diez comisiones parlamentarias iniciaron este lunes dos días de reuniones, previas a la sesión plenaria que la Asamblea mantendrá el próximo viernes.
De momento, el gobierno cubano mantiene la previsión de crecimiento del producto interno bruto (PIB) para 2017 en un 2 por ciento.
En declaraciones recogidas por medios oficiales, Cabrisas advirtió que el freno en la recesión “no significa que todos los problemas estén resueltos” y señaló que en el segundo semestre de 2017 se requerirá de “esfuerzos enormes” para salir adelante.
Indicó que en ese periodo se produce una bajada en el turismo –actualmente el área más dinámica de la economía– y el fin de la zafra azucarera, por lo que el país tendrá que trabajar más para garantizar ingresos y exportaciones.

¿Puede crecer un 2 por ciento la economía cubana en 2017?

El ministro también se refirió a la necesidad de ahorrar combustible, lo que consideró una “asignatura pendiente” en empresas y unidades estatales, donde han sufrido problemas de suministro en los últimos meses debido a la reducción de los envíos de crudo subsidiado por parte de Venezuela.
En diciembre pasado, los parlamentarios reclamaron “mayor control, exigencia y medidas eficaces” ante las denuncias realizadas sobre el desvío y el robo de combustibles en el sector estatal.
Los diputados de la Comisión de Industria, Construcciones y Energía aprobaron hoy el proyecto de Ley de Aguas, que regulará la gestión adecuada del agua y la preservación de las cuencas hidrográficas, con lo que la isla busca afrontar la grave sequía que arrastra desde hace dos años.
También se abordó la compleja situación del transporte ferroviario, cuya rehabilitación lleva años pendiente, afectada por la baja disponibilidad técnica de las locomotoras, insuficiencias de los equipos de carga o el mal estado en las vías.
En la comisión de Juventud, Niñez e Igualdad de Derechos de la Mujer se habló sobre la necesidad de controlar los embarazos adolescentes, que en estos momentos tienen una tasa de 52 por cada 1.000 menores de 20 años.
La Asamblea Nacional de Cuba celebra dos reuniones ordinarias al año, en julio y diciembre, está integrada por 612 diputados que representan a los 168 municipios del país y es elegida cada cinco años.
En mayo pasado, la Asamblea celebró una sesión extraordinaria para aprobar la versión definitiva de las reformas económicas emprendidas por el presidente Raúl Castro hace ya siete años antes de que este deje el cargo en febrero de 2018.

OnCuba

domingo, 9 de julio de 2017

1960: cuando la Revolución cubana expropió a EE. UU.




El presidente Dorticos Torrado firma las exropiaciones junto al primer ministro Fidel Castro en 1960

Bajo el impulso del triunfo revolucionario contra la dictadura de Batista, llegó la ola de expropiaciones a los capitales norteamericanos en Cuba. Un duro golpe que marcaría un punto de inflexión en la historia del Caribe y América Latina.

Fidel Castro como dirigente de la Revolución cubana en enero de 1959 tenía como objetivo fundamental restablecer la democracia burguesa (en este video se puede ver a Fidel Castro hablar en un perfecto inglés diciendo: “We are not communist”). Luego de la caída del dictador Fulgencio Batista, se formó un Gobierno provisional encabezado por Manuel Urrutia, un político burgués que debió renunciar el 17 de julio de ese año. Inicialmente el M26 se oponía a la opresión yankee, planteaba la reforma agraria, la reforma urbana, la baja de alquileres y una democratización política. Esas medidas, si bien no afectaban el conjunto de los intereses de los grandes capitalistas y terratenientes, eran vistas con preocupación por los EEUU. A pesar de esto, EE.UU. reconoció rápidamente al nuevo gobierno.
Pero la dinámica de la revolución y la energía de las masas oprimidas las que obligaron a los dirigentes del M26 como Fidel Castro a ir más lejos que sus intenciones originales. El bloque social que derrocó a la dictadura de Batista fue policlasista. Estaba compuesto por el campesinado, el proletariado rural, el movimiento obrero urbano, la pequeño burguesía y hasta personajes de la burguesía cubana.
Como en toda revolución, las masas tienden a radicalizarse y se desata una intensa lucha de clases. Al decir de León Trotsky “la historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”. Y agrega que “cuando en una sociedad estalla la revolución, luchan unas clases contra otras, y, sin embargo, es de una innegable evidencia que las modificaciones por las bases económicas de la sociedad y el sustrato social de las clases desde que comienza hasta que acaba no son completamente suficientes para explicar el curso mismo de la revolución que en unos pocos meses derriba instituciones seculares y crea otras nuevas, para volver en seguida a derrumbarlas. La dinámica de los acontecimientos revolucionarios está directamente determinada por los rápidos, intensivos y apasionados cambios psicológicos en las clases formadas antes de la revolución” (Prólogo a la Historia de la Revolucion Rusa, cotejado con la versión francesa).
En Cuba, mientras un sector quería pactar nuevas condiciones con el imperialismo norteamericano, otro sector; el de obreros y campesinos que habían hecho la revolución, querían ir por todo. Así Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y sus compañeros comandantes e incluso el Che Guevara se vieron desbordados.
Por un lado EEUU inicia lo que sería un largo camino de atentados y sabotajes cuyo objetivo era organizar la contrarrevolución, apoyados por la burguesía y los terratenientes cubanos. Por otra parte, las masas se arman y movilizan en defensa de la revolución. Ya no se podía volver atrás. Más aún cuando el contexto mundial era el de la “Guerra Fría”, que implicaba que en un tercio del planeta, luego de la Segunda Guerra Mundial, se le había expropiado a la burguesía los medios de producción. Más allá de la forma burocrática con la que encabezó el stalinismo este proceso, la amenaza del comunismo era algo serio para la hegemonía norteamericana.
Lo que terminó de encender la alarma del gobierno cubano es que EEUU suspendió la compra de la cuota de azúcar que había adquirido desde su “independencia” bajo la tutela del imperialismo. Además de un problema económico, significaba una extorsión política que avivó las llamas del enérgico repudio de las masas cubanas. En tal efervescencia se apoyó la dirección castrista para resistir al imperialismo.
La revolución empezaba a teñirse, lenta pero intensamente; de color “verde oliva” en “roja”…
Fernando Mires sostiene que: “de inmediato los cubanos acudieron al mercado soviético. Los rusos se comprometieron a comprar medio millón de toneladas anuales durante cuatro años a precio de mercado. A fines de 1960 Cuba se retiraba del Banco Mundial. Los empresarios cubanos, a su vez, realizaban un boicot a las inversiones. Ernesto Guevara (…) redobló el proceso de expropiaciones. Estados Unidos dejó de enviar petróleo. Los cubanos recibieron petróleo ruso. Las empresas norteamericanas que se quedaban se negaron a trabajar con petróleo ruso” (Fernando Mires, Cuba: entre Martí y las montañas).
Bajo esos contornos el gobierno cubano, el 6 de julio de 1960, respondió con la ola de nacionalizaciones: Texaco, la Standard Oil, la Royal Dutch y la Canadian Shell Ltda. Además de las empresas de gas y teléfonos (ver video).
A esta situación el Che Guevara definía como “una revolución de contragolpe”. Es decir que la revolución respondía en base a la agresión y los golpes del imperialismo, y tal presión del internacional la obligaba a ir más allá de sus intenciones.
En octubre del mismo año se dio la nacionalización de la banca. Y la respuesta yankee fue el inicio del bloqueo económico a la isla, el más largo y costoso en la historia del capitalismo, que continúa hasta el día hoy. Luego en 1961 llegará la invasión impulsada por EEUU a Playa Girón que será derrotada.
El debate económico para sacar a Cuba del atraso económico fue más que intenso. Fundamentalmente se expresaron dos posiciones. Por un lado, los partidarios del “calculo económico” que defendían un proyecto político de socialismo mercantil, con empresas gestionadas en forma descentralizada y con autarquía financiera. La planificación, para los seguidores del cálculo económico operaba a través del valor y del mercado.
Por otra parte la posición del Che Guevara –a cargo del Ministerio de Industrias-, era la del “sistema presupuestario de financiamiento” que cuestionaba la unión de socialismo y mercado. Defendía un proyecto político donde planificación y mercado son términos antagónicos. Entre cada fábrica de una misma empresa consolidada no había compraventa mediada por el dinero y el mercado, sino intercambio a través del registro de cuenta bancaria. Sin embargo, no planteaba que esta planificación se realizara democráticamente, con la participación de los trabajadores y el pueblo y sus organizaciones sino que lo dejaba en manos del gobierno que rápidamente adheriría al stalinsimo convirtiéndose en una casta burocrática.
El Che se inclinaba por los incentivos morales como manera de elevar la conciencia socialista de los trabajadores y su teoría del “hombre nuevo”. Guevara hace una reivindicación de los incentivos morales y los deberes sociales, en oposición a los estímulos materiales de los socialistas de mercado.
La URSS tenia la “teoría” de que a Cuba, en la división internacional del trabajo de los países bajo su influencia, le tocaba el papel de especializarse en el azúcar. Pero el monocultivo y la falta de industrialización solo prepararía nuevas penurias. La subordinación a este plan hará que Cuba surja como un Estado obrero "deformado" (con relación al Estado revolucionario que dio origen la Revolución Rusa dirigida por Lenin y Trotsky). Y además, totalmente débil al ser el único en el continente (gracias a la política del "socialismo en un solo país" del stalinismo) frente al imperialismo más poderoso del mundo.
En 1965 el Che perdió el debate. Allí decide salir fuera de toda responsabilidad en cuanto a la dirección de la economía nacional. Y emprende el viaje al extranjero exportando la guerrilla como método para la revolución.
A través de Julio Cortázar rescatamos algunos de los avances que el notaba en “Los colores de la revolución”:
“Lo que me interesa de la experiencia cubana son los resultados concretos traducidos en términos de vida cotidiana. Y comparo esta situación con la de otros países de América Latina”. Le impactan los 25 mil trabajadores que construyen viviendas para que todos tengan acceso a la misma. Y agrega que “Otra señal de este nuevo bienestar se encuentra en el turismo interno cubano. Esos campesinos de la montaña que nunca habían abandonado su casa, ahora se van ’de vacaciones’. Los habitantes de las ciudades conocen los lagos, la montaña. (…) Pero los grandes beneficiarios de la Revolución son, ante todo, los niños. Nada es demasiado bueno para ello”. Con respecto al lugar de la cultura sostiene que “la lectura es un fenómeno de masas. Ediciones de sesenta mil a ochenta mil ejemplares se agotan en algunos días. El libro cubano es un modelo para toda América Latina; los ejemplares circulan, se mueven: hay ochocientas bibliotecas ambulantes que llegan a los pueblos más alejados, sin contar las bibliotecas de los centros de enseñanza y trabajo. En 1975 se imprimieron treinta y cinco millones de ejemplares: una avidez de libros, como en el Chile de Allende. El día en que salió la edición cubana de la novela de Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, la cola ante las librerías de La Habana fue tal que los agentes encargados de contener las colas de espera fueron seriamente atropellados. Y me parece muy lindo que las fuerzas del orden se vean en problemas por razones estrictamente culturales...”. Y cierra reflexionando en torno a las relaciones con la URSS “cuando, hablando del futuro, se considera con ellos lo peor, todos, desde el ministro a la empleada doméstica, dicen: Si un día desembarcan los estadounidenses, si llega a pasar algo que amenace nuestra independencia, nuestro régimen, todo lo que hicimos aquí, entonces será ‘Patria o muerte’. ‘Antes morir que cambiar’”. (El Dipló. Revista EXPLORADOR “Cuba” – N°1 Cuarta Serie).
A pesar de la subordinación al estalinismo y de la burocracia castrista que hizo de todo para impedir que Cuba sea la punta de lanza de una serie de revoluciones triunfantes en América Latina y el Caribe, si hubo tales avances fue porque finalmente, en un largo proceso; se expropió a los capitalistas. Y esas son las conquistas de la revolución que defendemos contra el imperialismo y la burocracia restauracionista.

Daniel Lencina

sábado, 8 de julio de 2017

El testamento de Celia Hart Santamaría




Célia Hart Santamaria (1963-2008), revolucionaria cubana, hija de dos combatientes históricos de la revolución cubana. Una voz libre y crítica de gran actualidad.