Se trata de un despliegue intimidatorio bajo la lógica del terror y la persecución que a su vez se encuentra con miles de migrantes que pelean por sus derechos, resisten redadas y deportaciones, y se organizan internacionalmente para luchar, como la revuelta que hubo en los ángeles donde Trump desplegó 700 marines y 4.000 efectivos de la Guardia Nacional.
La visita no es casual. Milei es uno de los mejores alumnos de esta política xenófoba y eso se expresa en el endurecimiento de las políticas migratorias que el gobierno nacional lleva adelante, como la reforma antiinmigrantes que facilita expulsiones exprés y estigmatiza a trabajadores extranjeros.
Hace pocos días, el gobierno deportó a un hombre uruguayo que trabajaba en el país, aduciendo que tenía en su haber una contravención. No se trataba de un delito grave, ni de una causa judicial pendiente, sino de una simple falta administrativa. En la frontera norte, en Salta, un bagallero fue asesinado en un operativo represivo. Mientras tanto, las bandas narco siguen operando gracias a la impunidad garantizada por el Estado.
Como se ve la política de “mano dura” no apunta al narcotráfico ni al lavado de dinero –que goza de impunidad con los blanqueos de capitales impulsados por el propio gobierno–, sino a los eslabones más débiles: migrantes, trabajadores precarios y sectores populares.
El gobierno de Milei se alinea sin tapujos con esta agenda reaccionaria. Se propone convertir a la Argentina en una colonia al servicio del capital financiero y del Departamento de Estado, mientras descarga todo el peso del ajuste, la miseria y la represión sobre los sectores más vulnerables.
La política antimigrante, lejos de resolver los problemas que invoca—como el narcotráfico, la inseguridad o la crisis habitacional—, solo profundiza la miseria, la discriminación y la fragmentación social. En todos los países donde se ha aplicado este tipo de endurecimiento fronterizo, desde Estados Unidos hasta Europa, no han disminuido los flujos migratorios, sino que han empujado a millones de personas a rutas más peligrosas, alimentando redes de trata, explotación laboral y violencia institucional. A su vez, el discurso del “inmigrante como amenaza” sirve para desviar la atención del verdadero saqueo: el de los capitalistas y sus políticos. Es una política que fracasa incluso en sus propios términos, y que solo busca justificar el aparato represivo del Estado contra los más pobres.
Frente a la avanzada xenófoba del gobierno y el imperialismo, el Polo Obrero y el Partido Obrero están en una campaña de organización de los trabajadores migrantes, en cada barrio y rincón del país. Es fundamental que la comunidad migrante se sume a la lucha común contra este régimen de ajuste y represión.
Camila García
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