martes, 1 de julio de 2025

Cumbre de la OTAN en La Haya: otro hito de la guerra mundial


El discurso proferido por Trump, al fin de la reunión de la OTAN, señalaba repetidamente los logros de la diplomacia americana y cómo los nuevos acuerdos entre los miembros de la alianza militar serian un hito (“milestone” en inglés) por la seguridad de sus ciudadanos. De un lado propaganda interna para reforzar su apoyo político, luego un comienzo de mandato borrascoso; del otro, propaganda externa para instilar la idea de que los intereses de Estados Unidos sean coincidentes con los intereses de la “civilización occidental” (Milei diría “judeo-cristiana”) o, más prosaicamente, de los países europeos de la OTAN. 
 Como señaló una periodista presente en la sala del discurso, Trump abandonó (“given up”) el supuesto objetivo de una política diplomática americana “aislacionista” y de no intervención militar en el extranjero, al mismo tiempo que su sueño de imponer en pocos días un acuerdo de paz en Ucrania quedó frustrado y todo indica que quedará frustrado por bastante tiempo. El mismo Trump lo expresó con una torpeza, habiendo relatado una llamada donde Putin le preguntaba si necesitaba una “ayuda con Irán” y donde la respuesta sarcástica fue “me podés ayudar con Rusia”. La conversación señala emblemáticamente que Putin anhela un compromiso imperialista con Trump para gestionar el mundo, utilizando sus influencias diplomáticas y su capacidad militar; también expone los limites insalvables de esa política “multipolar”, dado que Trump no logra llegar a un acuerdo en Ucrania en cuanto quiere imponer a Putin una “victoria mutilada” –expresión acuñada por D’Annunzio luego de que Italia no obtuvo lo esperado en la primera guerra, a pesar de su participación en el bando de los ganadores y a pesar de las victimas sin precedentes-. Una Rusia siempre más sostenida militarmente por la industria china (Enabling Russia’s War, The Economist, 21/06/25).
 Así que la pregunta oportuna es: ¿es una verdadera victoria la de Trump? A primera vista parece indudable que Estados Unidos logró imponer un mayor gasto militar de los aliados para beneficiar su balance público y un mejor uso de sus recursos militares. Un aumento del 2 % del PBI al 5 % total, entre gastos militares (3,5 %) y gastos infraestructurales (1,5). En la última década el porcentaje de inversiones militares americanas sobre las inversiones totales de la OTAN bajaron del 73 % al 63 %, caída aún más significativa cuando se considera el 85 % del año 2010. Los países de la OTAN casi duplicaron su gasto militar (de 250 a 430.000 millones de dólares), mientras Estados Unidos lo subió de 90.000 millones. Ese menor gasto americano en términos relativos permite a Trump reducir sus gastos para “proteger” a Europa y liberar recursos y militares para su política de guerra hacia China (los militares yankees en Europa suman 80.000 efectivos). Además, el crecimiento repentino del gasto militar -o sea, de la demanda en ese sector- resulta incapaz de ser sustentado con la producción europea que ve una escasa integración de los capitales industriales en el sector militar; así que probablemente la industria americana se vea beneficiada por una mayor venta de sus bienes militares (el mismo Trump, en el discurso, señaló descaradamente que “hopefully” (afortunadamente) los medios militares y los misiles sean americanos porque funcionan “very well” (muy bien). 
En una segunda mirada, la victoria es mera propaganda, porque todavía hay que constatar cuál será el efectivo aumento de los gastos por los países europeos y el desarrollo de la Unión Europea como polo imperialista y sus relaciones con Estados Unidos. 

 “Parenti serpenti, cugini assassini, fratelli coltelli” 

El tema de fondo que ese acuerdo no puede ocultar son los intereses conflictivos entre Estados Unidos y la Unión Europea, o mejor dicho, el eje Francia-Alemania. Con la guerra en Ucrania Biden rompió la nueva Ostpolitik de Merkel, un eje económico donde Rusia abastecía la industria alemana de energía barata que luego exportaba sus bienes instrumentales a China y Rusia y sus bienes de consumo a Estados Unidos. Al mismo tiempo se beneficiaba de la OTAN para tener un escaso gasto militar que le permitía tener menores impuestos y un mayor gasto social. Ese atraso del imperialismo alemán y francés en términos de fuerza militar y de integración de los ejércitos significó una subordinación política en la gestión y en el comienzo del conflicto ucranio (Macron de hecho logró un acuerdo con Putin antes del estallido de la guerra que fue rechazado por Biden). Y el conflicto determinó la crisis industrial y fiscal (y en el futuro monetaria) de la Unión Europea, con Alemania a la cabeza de esa crisis económica. 
 El imperialismo europeo está muy consciente de que una reversión de la crisis pasa por la formación de una fuerza militar europea unificada, condición necesaria para la unificación política de la UE y base de apoyo para sus miras imperialistas (sea o no factible ese proyecto franco-alemán), como es muy consciente de que el camino de ese desarrollo imperialista será constelado por luchas de clase profundas. En su forma ideológica Draghi lo expresó así: “para defender nuestra libertad tenemos que apagar los acondicionadores de aire… tenemos que hacer sacrificios”. Lástima que los sacrificios reales consisten en la matanza social que sufrió Grecia en la pasada década, con la reaparición de la malnutrición infantil y la desocupación masiva; algo más que tener calor en el verano. Eso implica una secuela de crisis políticas y de rebeliones populares en cada Estado de la Unión Europea. 
 La Unión Europea, en el medio de ese marasmo, tiene que enfrentar las tarifas americanas que apuntan a obtener un alineamiento europeo con los propósitos diplomáticos y militares de Trump, con una política muy agresiva que apunta incluso a determinar las leyes europeas hacia la producción industrial y su impacto ambiental, en favor de los intereses de Exxon y de las empresas americanas (Wall Street Journal, 28/06). Trump utilizó la amenaza tarifaria para obtener el aumento de los gastos militares al 5 % del PBI, así como hizo emerger Meloni, por la negativa, afirmando en la cumbre de la OTAN “el target del 5 % y una zona de free trade entre las dos orillas del Atlántico son dos caras de la misma moneda” (Corriere della Sera, 27/06). Al mismo tiempo “Daddy” Trump apoya los partidos “soberanistas” en la misma forma que apoyó el Brexit en 2016, buscando abiertamente una Europa fragmentada y sin autonomía económica y militar. Es llamativo que el apodo antes citado -”Daddy”, papito en inglés- haya sido utilizado por el jefe de la OTAN, Mark Rutte, exprimer ministro de Holanda. Rutte -que por su historia representa el imperialismo europeo y que espera una alianza estable entre la UE y los Estados Unidos- no se enteró de que su “Daddy” es un Cronos que quiere comerse a los hijos.

 Conclusión

 Llamativamente un articulista de The Economist (“Why Europeans won’t fight”, 21/06) señala como “problema” la tendencia al pacifismo de los jóvenes y de las masas trabajadoras. “Los europeos son orgullosos de sus formas pacíficas”. “Atraer los jóvenes a una carrera que implica ser disparado nunca fue fácil”. Buscando una causa de ese “reprochable” efecto pone una hipótesis “sociológica”: nos encontramos en una era “post-heroica” y la realización personal obstaculiza el fervor patriótico. Él mismo, pero, señala como era postheroica o no era postheroica, fervor patriótico o no fervor patriótico, lo que preocupa a las masas europeas consiste en “la inflación, los impuestos, las jubilaciones y el cambio climático”, lo que un viejo revolucionario definiría como las condiciones materiales de existencia. Si la cumbre es un hito en el desarrollo de la guerra mundial que estamos viviendo por su escalada armamentista, aunque no haya resuelto las contradicciones entre Estados Unidos y la Unión Europea, la otra cara de ese hito es la lucha sistemática del proletariado en contra de una guerra imperialista. Le guste o no al Economist, los europeos y los pueblos de todo el mundo siguen teniendo una conciencia. Sigue vigente la poesía “General” de Bertolt Brecht, donde en una conversación imaginaria el poeta le dice a un general que por mucho que sea potente el tanque y los bombarderos inventados, todavía el hombre tiene un “defecto”: ¡pensar! Y con su conciencia moral no accionar esas herramientas de destrucción masiva. 
 Nuestra tarea es transformar en lucha organizada los pensamientos y los sentimientos hostiles a la guerra de las masas proletarias.

Michele Amura
30/06/2025

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