Ellos han legado a la historia y a la cultura grandes materiales fílmicos.
Hace cinco años, dos grandes documentalistas del mundo nos recibieron en su apartamento de La Habana. Escuchamos historias y referencias sobre sus creaciones de mayor impacto.
“Yo soy un fanático de la justicia social desde que era un muchacho. Por esa razón y esos principios he luchado siempre, y el sentido justiciero me llevó a hacer pelotas de plomo para la defensa de los republicanos en la llamada Guerra Civil Española, lo que significa que desde muy temprano fui revolucionario”.
Junto a su esposa, la socióloga Estela Bravo, el doctor en Ciencias Ernesto Mario Bravo Matarazzo, nos recibe y nos habla con su honestidad y sencillez peculiares. Llevan más de 65 años de casados y han hecho casi 50 documentales ya exhibidos. Figuran, sin duda alguna, entre los más progresistas, prestigiosos y populares documentalistas cinematográficos a nivel internacional.
“Desde los primeros años de mi adolescencia –argumenta él– ya había consolidado mi sensibilidad al hermoso tema de la justicia y en el libro Mis Memorias, abordo episodios y vivencias importantes de mi vida y explico en detalle, por ejemplo, cómo adquirí una conciencia en ese sentido y lo que sufrí en mi primera juventud de manera cruel e injusta”.
No había cometido ningún delito. Es apresado solo por el hecho de haber llevado a una imprenta un escrito para convertirlo en folleto sobre el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes que iba a realizarse del 5 al 6 de agosto de 1951, en Berlín, Alemania.
Lo vieron salir de la imprenta, lo siguieron con sigilo como si fuera un delincuente común y lo asaltaron sorpresivamente en su propia casa. El título del folleto que logró imprimir era noble y limpio como la juventud misma: Jóvenes, uníos en la lucha por la paz, contra la amenaza de una nueva guerra.
“Me torturaron sin piedad, de tal modo que muchos estudiantes al verme ensangrentado y casi moribundo, protestaron en masa y algunos corrieron enseguida en busca de un médico que me atendiera con urgencia y me salvara de la muerte. En el libro sobre los pasos de mi vida, reproduzco fielmente todo aquel salvajismo con que me trataron. El texto, que considero muy útil para los jóvenes de hoy, lleva por título De Buenos Aires a La Habana, con el subtítulo Memorias de un argentino que devino Doctor en Ciencias y Documentalista.
“Afortunadamente los estudiantes que protestaron contra lo que me habían hecho, encontraron a un médico dispuesto a prestarme la ayuda que necesitaba sin pérdida de tiempo. Aquel profesional, que se arriesgó a curarme y devolverme mi salud, fue el doctor Alberto Caride, casualmente el galeno de la familia del joven Ernesto Guevara de la Serna.
“Tanta fue la crueldad de las torturas que días después el propio doctor Alberto Caride redactó una carta de protesta y condena del suceso en la revista estadounidense Colliers, bajo el título El caso Bravo, importante y oportuno escrito que en julio de 1952 reprodujo íntegramente la revista cubana BOHEMIA. Por supuesto que aquel médico escribió y publicó su rotunda acusación luego de haber huido hacia Uruguay.
“La prensa amarilla argentina de aquel tiempo, como era de esperar, mencionó insólitas mentiras en torno a mi persona. El Diario Noticias Gráficas, por ejemplo, dijo que yo había disparado contra la Policía y que era un desertor del Servicio Militar, pero en mis Memorias desmiento y demuestro con pruebas fehacientes, con palabras y con fotos históricas, tales calumnias.
“Nunca olvidaré que mi madre, Margarita Matarazzo, logró publicar en la prensa una carta abierta con el título Una Madre se dirige al pueblo, el 10 de junio de 1951, denunciando con el alma mi secuestro y mis torturas. Para entonces mi padre Julio Bravo se encontraba enfermo”.
Ernesto nació en Buenos Aires, el 7 de abril de 1929 y con los años se graduó como bioquímico. Ha escrito otros libros, fundamentalmente científicos, como ¿Desarrollo en el subdesarrollo? y La Medicina Moderna Cubana, publicado por la Editorial José Martí, en 1998.
Pocos meses después de llegar a Cuba, el matrimonio recibió la visita del hermano del entonces presidente de la República Osvaldo Dorticós Torrado, quien como decano de la Facultad de Medicina, le pidió a Ernesto que fuera profesor del Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas “Victoria de Girón”.
Por el propio Ernesto supimos que él ha pertenecido siempre a la plantilla laboral de esa importante institución médica como docente e investigador. Más tarde él se convirtió en uno de los principales especialistas del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC) en la entonces deficitaria esfera de la Virología y los Cultivos de Tejidos.
En su momento Ernesto viajó a la URSS para continuar estudios superiores; allí hizo su Tesis de Grado como Candidato a Doctor en Ciencias sobre La significación de los Virus en la naturaleza.
“Esa Tesis –asegura– la defendí primero en el Instituto de Virología de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética y después hice una segunda defensa en la Escuela Victoria de Girón, frente a otro tribunal también competente, encabezado por la doctora Rosa Elena Simeón, entonces presidenta de la Academia de Ciencias de Cuba. Como Opositor estuvo el doctor y profesor Gustavo Kourí”.
Cómo se conocieron
De niño Ernesto estudió Inglés desde la escuela primaria, lo que, con el transcurso de los años, según nos dijo, le resultó “una ventana al mundo” en su formación cultural y científica; esto le facilitó mucho para conocer y comunicarse mejor con su compañera de la vida.
Se conocieron en Varsovia, Polonia, en el Congreso Mundial de Estudiantes de 1953. Estela compartió allí habitación con una estudiante de Sri Lanka.
“Aún no hablaba español, pero sabía algo de inglés. Entonces la muchacha estudiaba Química y yo Sociología. En 1963, casados los dos, viajamos a Cuba por un año y nos quedamos aquí”, rememora Ernesto.
Ambos profesionales nos mostraron un folleto que contiene el Catálogo completo de los 45 documentales que crearon juntos, desde 1980 a 2018, él como guionista y ella como directora, material donde se relacionan los temas, las fechas, los lugares y los títulos de tales obras fílmicas que se han exhibido con gran éxito en Cuba y en otras latitudes. Según aclararon, el más importante de sus documentales es el titulado Fidel, la historia no contada, concebido para el Canal 4 de la Televisión de Londres.
Al concluir el interesante diálogo, conocimos que se realizó hace poco tiempo un documental sobre sus vidas y obras, con el título Testigos de su tiempo. Nos tomamos unas fotos de recuerdo con ellos; nos mostraron las imágenes de sus hijos y nietos colocadas en la sala. Dos de esos hijos ya son médicos. Al despedirnos con un abrazo, pensamos enseguida: “¡Qué historia bella la de este matrimonio feliz. ¡Bravo por Ernesto y Estela!". Ellos han legado a la historia y a la cultura grandes materiales fílmicos.
Luis Hernández Serrano