Este fin de semana, varios estadios alemanes fueron escenario de ásperas críticas contra la Fifa por la realización del mundial de fútbol en Qatar. Las hinchadas del Borussia Dortmund y el Bayern Munich, entre otros clubes de la Bundesliga, desplegaron afilados carteles con consignas alusivas a la violación de los derechos humanos y laborales en el emirato. Lo mismo ocurrió en uno de los partidos del ascenso, entre el Fortuna Düsseldorf y el St. Pauli.
El movimiento de hinchas alemanes que organiza estas actividades se nuclea en un colectivo llamado #BoycottQatar2022, que cuenta con su propia página web.
En un llamamiento, este frente de aficionados denuncia que “la decisión de elegir a Qatar como país anfitrión no se basó en consideraciones deportivas, sino únicamente comerciales”. Cuestiona la realización de faraónicos estadios que después del mundial ya no tendrán razón de ser, como el de Al-Shamal, que tiene espacio para 45 mil espectadores, en una ciudad de apenas 11 mil habitantes.
Pero sobre todo, el manifiesto denuncia las condiciones de superexplotación de los trabajadores migrantes en la construcción de los estadios, que llevó a la muerte de miles de obreros, debido a extenuantes labores bajo temperaturas extremas. En el partido entre el Hertha de Berlín y el Bayern Munich, algunos carteles resumían esta situación: “15.000 muertos para 5.760 minutos de Mundial” [las cifras en realidad varían: el sitio británico The Guardian contabilizó 6.500 muertos].
El manifiesto se hace eco también de la persecución contra el colectivo LGTBI y de las denuncias de soborno contra autoridades de la Federación, por parte de la corona qatarí, para conseguir la organización de la copa.
El texto pide a la DFB (la federación alemana de fútbol) renunciar al torneo. A jugadores, entrenadores y medios de comunicación, los llama a visibilizar la situación de opresión y explotación en la península. A las empresas, las exhorta a no realizar campañas de marketing relacionadas con el mundial.
En términos prácticos, propone atiborrar a la Fifa con correos electrónicos y cartas de protesta; no adquirir mercancías con el logo del mundial; no comprar productos de empresas patrocinadoras; y no viajar a Qatar.
La cruzada de los hinchas alemanes muestra el hastío que se produce cuando “la pelota se mancha” por los intereses comerciales y el afán de lucro.
Otra cosa muy distinta es la hipócrita campaña lanzada por algunos gobiernos occidentales, como el de Francia, varios de cuyos jefes comunales (París, Lille, Bordeaux) han resuelto no pasar los partidos en pantallas gigantes en espacios públicos. El expresidente Francois Hollande sostuvo que, si estuviera al frente del Palacio del Elíseo, “no iría” a Qatar.
Mientras sus personeros hacen estas diatribas para la tribuna, el Estado francés y la burguesía profundizan sus lazos con el emirato. Con una inversión de 1.500 millones de dólares, TotalEnergies se convirtió en el principal socio internacional del NFS (North Field South), controlado por Qatar Energy, en la elaboración de gas natural licuado (Euronews, 24/9).
Qatar ya es el segundo proveedor de gas de Europa (xataka.com, 2/11). Ante la guerra en Ucrania y debido a las contrasanciones rusas, las potencias del viejo continente se han volcado al emirato y otros países de Medio Oriente (como Kuwait y Arabia Saudita) en busca de recursos energéticos. Negocio mata derechos humanos. Los “petrodólares” qataríes controlan también el mayor club de fútbol francés, el Paris St. Germain.
Las denuncias que escamotean los gobiernos las terminan haciendo los hinchas, los organismos de derechos humanos y los trabajadores. Para usar una metáfora futbolística, “es por abajo”.
Gustavo Montenegro
No hay comentarios:
Publicar un comentario