El pasado martes 22 de octubre el ejército israelí realizó numerosas incursiones en el territorio ocupado de Cisjordania, dejando como resultado la muerte de seis palestinos y una veintena de heridos.
Con estas muertes, ya son más de 120 los asesinados por el ejército israelí en esta clase de operativos a lo largo del año (incluyendo numerosos civiles, como admite el mismo ejército ocupante), un número sin precedentes desde 2015 y una de las mayores cifras desde la Segunda Intifada que comenzó en el 2000 (El País, 25/10).
El cortejo fúnebre de los fallecidos se transformó en una multitudinaria y aguerrida movilización de repudio a la ocupación. La población palestina y particularmente su juventud responden a estos hechos con movilizaciones y huelgas masivas en todo el territorio ocupado. Pese a todos los intentos israelíes, el pueblo palestino no se doblega sino que resiste.
Sobra decir que estos asesinatos constituyen una clara violación a los derechos humanos. Esto no es ninguna sorpresa, puesto que Israel ha cometido innumerables crímenes de guerra que van desde el asesinato indiscriminado de civiles hasta situaciones de encarcelamiento inhumano.
El gobierno saliente de Naftali Bennett y Yair Lapid bombardeó la Franja de Gaza, incrementó las colonias y las provocaciones en la Explanada de las Mezquitas, y bajo su gestión se produjo el asesinato de la corresponsal de la cadena Al Jazeera, Shireen Abu Akleh.
Tras las elecciones del 1 de noviembre, el nombre que suena como futuro primer ministro es el de Benjamin Netanyahu, bajo cuyos anteriores gobiernos se cometieron toda clase de atrocidades contra el pueblo palestino.
Abajo el Estado sionista. Por una Palestina única, laica y socialista. Por una federación de pueblos socialistas de Medio Oriente.
Santiago Martín Mayorga
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