La “normalización” es el resultado directo de la intervención violenta de las fuerzas de seguridad, de los provocadores organizados por el gobierno y de las tropas enviadas por la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) para sofocar la revuelta. Los medios de prensa como El País y The Guardian (16/1/2022) informan que la cifra oficial de muertos es de 225 personas y los heridos serían 4.500. Mientras tanto el Ministerio del Interior dice mantener unas 10.000 personas detenidas.
El presidente del gobierno, Kassym-Jomart Tokáyev, fue puesto al frente del país en 2019 por su antecesor en el cargo desde 1991, el antiguo primer secretario del Partido Comunista de Kazajistán (designado en 1989) Nursultan Nazarbayev. Tokáyev advirtió en medio de la revuelta, tras solicitar la intervención de la OTSC, que las fuerzas de seguridad debían “disparar a matar” a los manifestantes 24 horas después que las masas en la antigua Alma Ata ocuparan edificios públicos y el aeropuerto de la ciudad. El presidente adjudicó los disturbios a “terroristas procedentes del extranjero”. El País publicó el 17 de enero que, además de la nutrida presencia de jóvenes desempleados de barrios marginales de Almatí, se mezclaron en las manifestaciones en esa ciudad a partir del 6 de enero grupos organizados por el gobierno para romper las manifestaciones y “grupos criminales” convocados por fracciones en pugna vinculadas al aparato estatal.
Una cohorte digna del ejército privado de criminales y provocadores que formaban parte de las herramientas de trabajo de Napoleón III, el fundador de la escuela del bonapartismo a la que son tan afectos los líderes de las repúblicas ex soviéticas… Mientras, el 18 de enero, los medios kazajos distribuyeron un video con declaraciones del propio Nazarbayev en las que desmiente que hubiese abandonado el país y niega cualquier fractura en la élite del país. Dijo que desde 2019 el poder estaba en manos de Tokáyev y que él estaba jubilado, de acuerdo con la agencia Thomson-Reuters. Sin embargo una sucesión de hechos insinúan un escenario distinto.
Un movimiento de clase independiente del gobierno y los sindicatos oficiales
Pero las movilizaciones, pacíficas en un principio, en la ciudad de Janaozen que se extendieron a la ex capital y centro financiero del país fueron la continuación de los movimientos de fuerza en los centros petroleros e industriales desatados tras el tarifazo en los precios del gas decretado por el Gobierno el 31 de diciembre pasado. Las huelgas salvajes dieron paso a las movilizaciones pacíficas callejeras en esos centros, hasta que la movilización se extendió a partir del 4 de enero a Alma Ata.
No hemos asistido a una acción espontánea sino a la continuidad de un proceso de huelgas y movilizaciones de los trabajadores kazajos a lo largo de 2021 y de forma intermitente desde el año 2000. Las medidas de fuerza de los trabajadores fueron continuadas en la minería en Zhezkazgan, en la industria petrolera en Janaozen (Mangystaumunaigaz), en Kyzylorda (Araltuz), del sector servicios en Nur-Sultan, en Mangystau (campos petroleros y en la industria del cemento), en Aktobe (campos petroleros)…
“La dinámica de este movimiento es indicativa, ya que comenzó como una protesta social, luego se fue expandiendo, y los colectivos laborales utilizaron las manifestaciones para plantear sus propias reivindicaciones de aumento del 100% de los salarios, cancelación de las medidas de optimización, mejora de la calidad de trabajo, condiciones y libertad de actividad sindical. Como resultado, el 3 de enero, toda la región de Mangistau se vio envuelta en una huelga general, que se extendió a la vecina región de Atyrau”. Es este proceso de lucha organizada por parte de los trabajadores kazajos contra los salarios de hambre y las condiciones de trabajo lo que determinó que “El 4 de enero, los trabajadores petroleros de Tengizchevroil se declararon en huelga, una empresa en la que la participación de capital estadounidense (Chevron) alcanza el 75 por ciento. Fue allí donde en diciembre del año pasado se despidió a 40.000 trabajadores y se planeó una nueva tanda de despidos. Posteriormente fueron apoyados durante el día por los petroleros de las regiones de Aktobe y Kazakhstan Occidental y Kyzylorda” (declaración del Movimiento Socialista de Kazajistán del 6 de enero pasado).
El desborde hacia las calles fue la exteriorización de un movimiento de huelga que enfrentó al ajuste capitalista expresado en el incremento del 100% en las tarifas del gas, esencial como combustible de calefacción y de la automoción de los trabajadores. El precio del gas anunció una subida general de precios sobre un escenario de salarios de hambre. Para tener una idea de la magnitud del proceso es importante tener en cuenta que estas movilizaciones se han dado al margen de los sindicatos kazajos cooptados por el aparato del estado y herederos de los sindicatos oficiales del viejo régimen estalinista.
A principios de enero, sindicatos y empresas intentaron explicar a los trabajadores que el aumento del gas era necesario para preservar a la empresa que les da trabajo, y fueron repudiado. Los trabajadores de la siderúrgica ArcelorMittal Temirtau, una concentración de 14.000 obreros en Karaganda, se unieron a la huelga al igual que los mineros y trabajadores de las fundiciones de cobre de la corporación Kazakhmys.
La huelga y el levantamiento popular entroncan con los movimientos de resistencia a los intentos del capital a escala internacional por incrementar la explotación de los trabajadores en un esfuerzo por frenar la caída de su beneficio en el marco de una incapacidad por rentabilizar una colosal masa de liquidez que circula por los mercados mundiales. Esta resistencia se ha expresado en la ola de huelgas en Francia y Argentina, en el movimiento de los Chalecos Amarillos contra la subida de los combustibles en 2018, en las movilizaciones de 2018 en Nicaragua, las luchas en Chile, o en las huelgas en la minería y la siderurgia en la cuenca del Donbas en Ucrania. El malestar también está presente en España con el fuerte incremento del precio de la energía eléctrica y los combustibles. Kazajistán no está tan lejos como parece…
Los herederos del Pacto de Varsovia
La OTSC suple, en lo que hace a la seguridad interior, a lo que fuera el Pacto de Varsovia bajo la alianza de la URSS con los otros estados del bloque denominado “socialista” a cuyo amparo se sofocaron las revueltas obreras de la República Democrática de Alemania en 1953 que se inició con una huelga de obreros de la construcción, la revolución húngara de 1956 cuyos Consejos Obreros cuestionaban la política estalinista, o la Primavera de Praga en 1968. La OTSC se constituyó el 15 de mayo de 1992 y la suscribieron Armenia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán, Rusia y Tayikistán. La constitución de este acuerdo se produjo un año después de la disolución del Pacto de Varsovia y su objetivo esencial es el de brindar protección ante la amenaza interior a los regímenes establecidos en esos países tras la caída de la URSS.
La diferencia más profunda entre aquellos acontecimientos y el escenario de hoy en día es que el desarrollo de la política de la burocracia estalinista acabó en el desmantelamiento del estado obrero soviético degenerado para dar paso a los regímenes de transición que han sustituido a los estados obreros, otrora miembros de la federación de repúblicas socialistas. La OTSC es, por lo tanto, una organización reaccionaria destinada a mantener a los regímenes parasitarios que se nutren a expensas del despojo de lo que fuera la propiedad estatal de los estados obreros reunidos como federación en 1922 bajo la denominación de la URSS. La disolución de ésta, de un lado, supuso la incorporación de las masas obreras del este de Europa y del Asia Central a la competencia directa con el proletariado occidental en el reparto internacional imperialista del trabajo y, del otro, abrió las puertas a la restauración capitalista con un intento hasta ahora fracasado de consolidar una burguesía en los estados ex soviéticos. Las burocracias de los viejos aparatos estatales apuntalaron esa transición y privatizaron los bienes del estado a manos de las camarillas próximas. La lucha por el control de esos activos es incesante.
El modelo kazajo…
Esta es la historia del Kazajistán pos soviético en el cual se hizo fuerte el hombre surgido tras los levantamientos de 1986 en contra de la eliminación de kazajos por parte de Mijaíl Gorbachov en la estructura del Partido Comunista y el gobierno de esta república. Esta reacción acabó en la designación de Nursultan Nazarbayev en 1989 como primer secretario del Partido Comunista de Kazajistán en un intento de Gorbachov por congraciarse con el pueblo y la nomenklatura kazajos. El 8 de diciembre de 1991 el presidente de Rusia, Boris Yeltsin, el presidente de Ucrania Leonid Kravchuk y el presidente de Bielorrusia Stanislav Shushkevich reunidos en el bosque de Velovezhska (Bielorrusia) decretaron la disolución virtual de la URSS en dos documentos en los que constataban que “la URSS había dejado de existir como sujeto de derecho internacional y realidad geopolítica” y que en su lugar fundaban la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
En los 30 años transcurridos desde la disolución de la URSS Nazarbayev abrió al imperialismo el mercado de las materias primas de esta república extremadamente rica en recursos naturales. Casi no hay petrolera internacional que no tenga dominios en el país. La privatización de la siderurgia y de la minería formaron parte de esta operación. Mientras tanto se ilegalizó a los partidos que podían suponer un riesgo de reagrupamiento del movimiento obrero, incluido el Partido Comunista, y a todo el espectro de la izquierda. Solo sobreviven los partidos afectos al régimen. En el terreno internacional Nazarbayev se acercó a Turquía, y a otras repúblicas ex soviéticas, mientras mantenía lazos amistosos con Estados Unidos y otras naciones occidentales. El reparto de prebendas entre miembros de su familia colocó a sus allegados entre los magnates y oligarcas locales más destacados. Todos los aspirantes a la riqueza producto del expolio de la propiedad estatal fueron filtrados por el clan presidencial.
Pero su ecléctica política exterior le granjeó la desconfianza del presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien además dejó entrever que el derecho de propiedad en las repúblicas ex soviéticas es antes que nada un atributo regulado por la política y que, desde el poder, se puede privar del derecho de propiedad a los disidentes. La crisis abierta en la primera semana de enero dio la oportunidad a Putin de retomar una relación de confianza con el régimen kazajo tras la solicitud de ayuda del presidente Tokáyev. Ya sea por la existencia de una conspiración palaciega sobre las espaldas del estallido popular por parte de Nazarbayev, o porque se decidió a una operación preventiva para centralizar todo el poder, el presidente que antes operaba como lacayo elegido por el poder en la sombra detuvo al jefe de los servicios secretos del estado, Karim Masímov, y ex primer ministro del país y tomó represalias contra el clan del ex presidente, incluyendo la exclusión de este de la presidencia del Consejo de Seguridad. El despido de los tres yernos de Nazarbayev de las empresas estatales de gas y de transporte de petróleo (El País, 16/01/2022) sugieren que habrá relevos en el club de los oligarcas kazajos y una redistribución de la riqueza obtenida de forma parasitaria.
La posición geográfica de Kazajistán determina en buena medida su importancia geopolítica. El país tiene fronteras con Turquía, la Federación Rusa y con China, además de las otras repúblicas de Asia Central y una población de más de 18 millones de habitantes y 2,7 millones de kilómetros cuadrados. Es el noveno país más grande del mundo.
Como en todas las naciones ex soviéticas la tarea de la organización independiente de los trabajadores en un partido obrero con el programa de la revolución obrera para instaurar un gobierno de los trabajadores, es la tarea prioritaria.
Grupo Independencia Obrera
20/01/2022
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