El 90% de los afiliados de la IATSE, la alianza de sindicatos de los trabajadores de detrás de cámara de series, películas y programas de TV, votó en 2021 por una huelga general nacional. Gran parte de las bases se transformaron en activistas, frente a empresas poderosísimas como Netflix, Disney o Paramount. La burocracia sindical logró levantar la medida de fuerza por un resultado ajustado. No se desarrolló como método y como alternativa la organización o elección de comités de huelga, algo que se encuentra en la historia del movimiento obrero norteamericano en los años 20 y en los 30 del siglo pasado.
Clase y dirección
La iniciativa de estas medidas de fuerza partió, en su mayoría, de una deliberación colectiva en los lugares de trabajo o por redes sociales, que dieron paso a asambleas, movilizaciones, piquetes y paros. Las leyes laborales permiten contratar rompehuelgas y autorizan despidos. Las luchas han sido contra los bajos sueldos, las condiciones laborales inadecuadas o perjudiciales durante el Covid, o el aumento del horario de la jornada.
Las direcciones sindicales, en especial de los sindicatos más grandes, han conspirado contra estas luchas, cada vez más con maniobras de aparato concertadas con el gobierno. La burocracia del Sindicato de minoristas, mayoristas y grandes almacenes está hace años intentando sindicalizar de manera nacional a trabajadores de las plantas de Amazon, la segunda empresa con más empleados de EE. UU., casi un millón. No, sin embargo, por medio de un plan de lucha, sino por los canales proscriptivos de la legislación estadounidense. Lo mismo sucede con Teamsters, el sindicato de camioneros, cuya dirección fue asumida recientemente por una coalición de la vieja burocracia y una oposición centro-izquierdista.
Biden se ha pronunciado en reiteradas oportunidades en favor de una sindicalización. Cuenta con el apoyo de una parte de la prensa financiera, que advierte que de otro modo no se obtendrán los aumentos de salarios que eleven la demanda de consumo personal, para contrarrestar una recesión.
Biden envió al Congreso, con amplio apoyo del Partido Demócrata y diversos lobbystas, un proyecto de ley llamado ProAct -Proteger el Derecho a Organizarse, por su sigla en inglés- que obtuvo media sanción de Diputados. “La ley apoya la negociación colectiva, el derecho de los trabajadores a sindicalizarse y supone, según sus defensores, la mejora más significativa de los derechos laborales desde el New Deal de los años treinta”, Diario El País. Sin embargo, la ley está frenada en el Senado y todo indica que quedará así.
Sindicalización y organización
La tendencia a la sindicalización no es por ello menos poderosa. Lo demuestran los miles de farmacéuticos de los más diversos puntos del país que, sin el apoyo de ningún gremio, están en proceso de formación del primer sindicato de la rama, con la huelga general como primera consigna.
Es significativo que la ola de ascenso obrero se manifieste por sobre todo en Estados Unidos, el país más conservador. Precisamente. La reacción política en Estados Unidos es un poderoso incentivo a la lucha, cuando las relaciones sociales sucumben ante la permisividad del Estado con el desarrollo de la pandemia y el uso de ésta por parte de las patronales y gobiernos, para privar de los derechos decrecientes de la clase obrera y de los trabajadores. La simpatía de la juventud norteamericana por el socialismo, con independencia de cómo lo entienda por el momento, se conjuga con un protagonismo de envergadura creciente del proletariado y la rebelión de un amplio espectro social, en lo que sigue siendo la metrópoli del capital financiero internacional.
Matias Melta
10/01/2022
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