La sesión del Consejo de París del pasado 3 de febrero se desarrollaba normalmente, con el burocratismo y el parlamentarismo vacuo habituales, hasta que estalló un incidente. Se debían votar las subvenciones de la Municipalidad a las asociaciones, que en general da lugar a un reparto «equitativo» entre los grupos políticos. Un consejero de Los Republicanos, el partido de derecha, pide la palabra e impugna vigorosamente la subvención a la Asociación Las amigas y los amigos de la Comuna de París de 1871, porque la misma «glorifica los hechos más violentos de la Comuna». El 150 aniversario del «asalto al cielo» del pueblo de París vuelve a poner al día los enfrentamientos entre la burguesía y la clase obrera.
Enterrar hasta el recuerdo de la Comuna
La Comuna fue una secuencia histórica muy breve. Comenzó el 18 de marzo de 1871 ; fue proclamada el 28 de marzo e instalada el 29, interrumpió sus sesiones el 21 de mayo ; son 54 días de existencia. Del 21 al 27 de mayo la burguesía reprime sin límites al pueblo de París; es la «Semana Trágica» con cerca de 10.000 muertos (hay diferentes estimaciones): la mayor masacre en la historia de la ciudad. Luego comienzan los juicios y los destierros, con 50.000 reprimidos. Esta breve epopeya provoca la ira y la histeria de las clases dominantes.
Durante el mismo año 1871, los jefes de los «canallas burgueses de Versalles», Thiers y Favre atribuyen la Comuna a un sombrío complot, con la Ia. Internacional en el centro. Marx reflexiona irónicamente sobre esta teoría complotista: «Se ha creído hasta ahora que la mitología cristiana bajo el Imperio romano fue sólo posible porque todavía no se había inventado la imprenta. Es todo lo contrario. La prensa cotidiana y el telégrafo que difunden sus inventos en un abrir y cerrar de ojos por todo el globo, fabrican más mitos en un día que lo que antaño se podía fabricar en un siglo (y esos borricos de los burgueses se los tragan y los propagan)» (Carta a Kugelman, 27/07/1871).
La burguesía francesa atribuyó la Comuna a una conspiración internacional pero masacró al pueblo parisino, su verdadero creador y actor. Para marcar su victoria y la paz de los cementerios, que debía ser eterna, decidió en 1873 de erigir en la colina de Montmartre (uno de los barrios históricos de la Comuna) el adefesio de la iglesia del Sagrado Corazón, dedicada a glorificar el orden burgués. La construcción finalizó en 1923. Es un mamarracho odiado.
La batalla continúa.El año pasado, se lanzó una campaına para darle el título de «monumento histórico» a esta iglesia. La Asociación Las amigas y los amigos de la Comuna replicó con una petición para que sea demolida. La Municipalidad socialista de París se mantiene silenciosa y se expedirá en el 2022. La celebración del 150 aniversario de la Comuna ya está dando lugar a una ola de mentiras, insultos, garabatos, para presentarla como un antecedente del terrorismo y porque no, del «islamo-izquierdismo».
No se crea que estamos en el terreno de la farsa. El gobierno de Macrón se caracteriza no sólo por la represión sino también por la adopción de leyes represivas, que le dan al Estado un carácter policial cada vez más abierto.
El Presidente reivindica esta trayectoria y trata de apoyarla en el «relato nacional», que incluye a Versalles y la semana sangrienta. Es una cuestión de primer orden. En el 2018, Macrón recibió a Putin y para subrayar sus aires de monarca lo hiso en el palacio de Versalles. Más aún, cuando le preguntaron porque allí y no en la ciudad de París, respondió que «Versalles, es donde la República se atrincheró cuando estaba amenazada» (por la Comuna, evidentemente). Es un llamado a la masacre. ¡¡Que miseria, qué odio y que desprecio a los explotados y al pueblo, con la bandera de la República!!
¿Qué hay que celebrar con la Comuna y cómo?
La celebración, el análisis y la interpretación histórica de la Comuna no son unánimes en la izquierda y esta muy bien que sea así. El simple hecho que en su desarrollo hayan intervenido los internacionalistas, los anarquistas y proudhonianos, los comunalistas, los blanquistas, los republicanos de izquierda, y que haya durado apenas unas semanas, sin desplegar ni de lejos, toda su potencialidad y las contradicciones que la animaban, indica que hay mucha materia para discutir, inspirarse y, sobre todo actuar.
No hay que ceder, en lo que se refiere a la Comuna, en el carácter político, obrero y popular, de movilización independiente y de intento de elaboración y construcción de una nueva forma de Estado, para reemplazar este primer ensayo heroico por una defensa difusa de la democracia. Es lo que hace Roger Martelli, figura representativa del marxismo «crítico», ex dirigente del PC y vicepresidente de la Asociación Las amigas y los amigos de la Comuna. Publica una columna en Le Monde, con el título «La Comuna de París es un bien común que la República debe celebrar» con el siguiente epígrafe: «Mientras que en el Consejo de París, los consejeros de derecha se opusieron a la celebración de la Comuna, el historiador recuerda la importancia del primer poder que se apoyó en valores democráticos y sociales que no han sufrido de una sola arruga.» Martelli evita precisamente lo que Marx subraya en su balance de la Comuna, el gobierno de la clase obrera y su forma política de intervención.
Luego de la derrota, Marx trató de definir el prisma con el cual hay que observar la Comuna: «Fue esencialmente un gobierno de la clase obrera, el resultado de la lucha de la clase de los productores contra la clase de los apropiadores, la forma política finalmente lograda que permite la emancipación económica del trabajo…». Se entusiasmó enormemente con la Comuna, luego del largo paréntesis que abrió para el proletariado la masacre de junio del 48, la contrarrevolución en Europa y el advenimiento del bonapartismo en Francia. Percibió agudamente su importancia. Reivindicó su heroísmo y sus acciones, incluso la ejecución de 64 rehenes, con el arzobispo de París a la cabeza. La Comuna es a la vez el fin del ciclo de las rebeliones populares referidas a la revolución francesa de 1789 y el comienzo de la intervención del proletariado con sus formas propias, en las luchas reivindicativas y también y sobre todo, en la lucha política contra el Estado burgués. En 1880 se formará el primer partido socialista francés (congreso de Le Havre) y en 1875 se constituye el partido obrero unificado alemán -que Marx celebra como un acontecimiento aunque critica su programa (Crítica del programa de Gotha).
El curso del lugar de la Comuna en la experiencia histórica del proletariado francés tuvo enormes matices en estos 150 años. Recordemos simplemente los debates entre socialistas y anarquistas hasta los años 20, la apropiación fraudulenta por parte del PC y PS en el período del Frente Popular, el maltrato del aparato stalinista con sus falsedades y celebraciones de aparato, la fidelidad de los grupos trotskistas y también anarquistas, aunque éstos negaban la acción política de los communards, una reaparición saludable durante el mayo francés de 1968, una nueva utilización por parte de la Unión de la Izquierda (PC-PS), en la década del 70. El movimiento de los chalecos amarillos replanteó diversos aspectos de la Comuna. Las últimas décadas dieron lugar a un trabajo de investigación histórica y de reivindicación muy importante -a partir del centenario de 1871- que quebró la falsa apología del stalinismo y la dudosa reivindicación democrática de la social-democracia.
¿Y este año ?
Es temprano para hacer un análisis inicial del impacto político de la Comuna en este nuevo aniversario. La Municipalidad de París organiza una serie de actividades dispersas, que pasarán más o menos desapercibidas. La exposición consagrada a la Comuna no se hará en el Municipio sino en una galería del barrio La Boute aux Cailles, con el pretexto del Covid-19.
La Asociación Las amigas y los amigos de la Comuna programa una marcha tradicional al muro de los Federados en el cementerio del Père Lachaise -último reducto de la Comuna y de la represión- pero advierte que «He aquí que hace más de 140 años que los herederos que se reclaman de la Comuna tienen el hábito de saludar, delante del Muro de Federados, la memoria de las y los combatientes de la Comuna. Pero, hace algunas décadas que esas manifestaciones no tienen la amplitud que tuvieron en el pasado. Sin duda, este hecho se origina en gran medida en que dichas manifestaciones han sido dispersas.» Propone una marcha para el 29 de mayo, sólo si la propuesta encuentra un apoyo amplio. Más significativo es el llamado de la Asociación de una marcha el 18 de marzo, de la plaza de la Bastilla hasta el Municipio de París (edificio incendiado durante la Comuna y luego reconstruido).
Es muy probable que las diversas organizaciones de la «izquierda anticapitalista» -del anarquismo al trotskismo- hagan cada una su propia marcha al Muro. Se constituyó una asociación «Hagamos vivir la Comuna», de orientación más bien anarquista que se propone organizar del 17 de marzo al 6 de junio un conjunto de actividades (obras de teatro y cine, debates, intervenciones culturales) para darle la palabra a los historiadores y a las y los protagonistas del «movimiento social», en París y en los suburbios. Claro que este programa dependerá de la marcha de la pandemia y de la restricción a las libertades que impone el gobierno.
Hay también llamados de los Chalecos amarillos y de diversos grupos militantes a acciones callejeras el 18 y el 29 de mayo.
Las actividades planteadas son muchas pero estará ausente una acción unitaria del movimiento obrero y de lucha -mujeres, jóvenes, anti-racistas,…-que afirme la presencia política del proletariado, los oprimidos y los excluídos.
Finalmente hay que destacar la abundante producción bibliográfica y sobre todo la aparición del libro « La Comuna de París 1871. Los actores, los hechos, los lugares » que es una verdadera suma en 1500 páginas de los conocimientos, las controversias y el lugar histórico de la Comuna, sobre todo en París y también en la provincia francesa y en el mundo. También se ha publicado una recopilación muy completa de los escritos de Marx y Engels. Comentaremos esta producción más adelante.
No olvidemos que «La organización obrera argentina nació en 1856 con las tentativas mutualistas de los tipógrafos, de la cual emergió la Unión Tipográfica presidida por el antiguo communard M. Gauthier. La Unión conducirá la primera huelga del país en 1878…(que) fue parte de la actividad internacionalista de los antiguos communards. Llegados a Buenos Aires, recuperarán progresivamente su combatividad. El 28 de enero, una sección argentina de la Asociación Internacional de Trabajadores de 26 miembros fue fundada por el miembro de la Internacional Augusto Monod…En septiembre, los miembros de esta sección publican El Trabajador, primer órgano obrero de combate impreso en Buenos Aires…Se editaron ocho números, que llevaban como epígrafe la famosa divisa No hay deberes sin derechos; no hay derechos sin deberes. La Comuna de México, El Obrero Federalista de Montevideo, El Precursor y El Proletario de Chile fueron las otras publicaciones de la Internacional en América Latina.» (Marcelo Segall, historiador chileno de orientación trotskista, En América Latina, desarrollo del movimiento obrero y proscripción)
Roberto Grammar
Prensa Obrera
París, 4 de marzo del 2021
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