Científicos internacionales debaten en Cuba
Creo que el llamado “Síndrome de La Habana” será enseñado por décadas a los estudiantes de medicina como una muestra de lo que pasa cuando la política se mezcla con la ciencia, cómo se entorpece la búsqueda de la verdad o la evidencia científica, apuntó el profesor Robert Bartholomew, del Departamento de Medicina Psicológica de la Universidad de Auckland, de Nueva Zelanda.
El científico presentó su tesis sobre la construcción social de este hecho, en el foro científico internacional sobre los alegados incidentes de salud reportados por diplomáticos de Estados Unidos desde 2019, que se desarrolló durante dos jornadas en el Centro de Neurociencias de Cuba (Cneuro), y contó con la participación de prestigiosos especialistas de Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Cuba.
Bartholomew consideró que el “síndrome” es un proceso moderno de autoengaño, similar a otros casos de estrés masivo registrados en la literatura científica, de “ver lo que se quiere ver”.
En los últimos tres años las teorías y afirmaciones van desde ataques sónicos, exposición a dispositivos, microondas, insectos, y más recientemente pesticidas; y el tema sigue presentándose como un misterio. Lo que es un misterio es cómo sin evidencia científica concluyente se ha querido hacer creer que el gobierno cubano daña a diplomáticos extranjeros, dijo el profesor.
Organizado por la Academia de Ciencias de Cuba, en coordinación con el Cneuro, el foro busca debatir las múltiples aristas de investigación sobre el tema, que ha sido utilizado por la Casa Blanca para recrudecer su hostilidad hacia la isla, y sirvió de pretexto para reducir a mínimos su presencia diplomática en La Habana, trasladar los trámites consulares de los cubanos a terceros países, y realizar incluso una alerta de viaje a sus ciudadanos interesados en visitar el país.
Los supuestos “ataques acústicos” sirvieron de pretexto al gobierno de Washington para acusar a Cuba como agresora, sin evidencia alguna de los hechos, en qué circunstancias ocurrieron y menos aún de la participación cubana.
A ello se sumó que el gobierno de Donald Trump impidió de manera reiterada que la comunidad científica especializada de ambos países discutan los temas sobre bases científicas, se accediera por Cuba al examen de los pacientes o sus historias, por lo cual hasta la fecha los principales científicos estadounidenses involucrados en la investigación actúan sin independencia y están subordinados a las indicaciones del Departamento de Estado. Ninguno de los que investigan oficialmente el tema asiste al evento cubano que concluye hoy.
Los especialistas cubanos, independientes de Estados Unidos y de otros países, solo tienen los estudios realizados por las universidades de Pensilvania y Miami.
El encuentro tiene transmisión directa por el canal de Youtube del Ministerio de Salud Pública de Cuba, y de acuerdo con el doctor en Ciencias Mitchell Valdés-Sosa, director del Cneuro, su objetivo es “llegar a la verdad con una discusión científica franca”.
“No hay evidencia de que hubo daños en las redes cerebrales de los presuntos diplomáticos atacados, no es posible apoyar la idea de que la misma enfermedad causada por un agente externo haya ocurrido en varias personas”, agregó Valdés-Sosa.
Bartholomew comentó las incongruencias de un artículo publicado en la prestigiosa revista científica JAMA (Journal of the American Medical Association), escrito por personal médico independiente involucrado en la evaluación y tratamiento de las supuestas lesiones que aparecieron en los diplomáticos, y refirió que incluso parte de los autores no tuvo acceso a los datos clínicos.
En ese sentido, llamó a la colaboración del gobierno de los Estados Unidos, “que liberen informaciones y datos en un verdadero espíritu de colaboración y transparencia”, dijo.
Interrogantes sobre la calidad de los datos clínicos
Para el doctor Miguel Blanco-Aspiazu, profesor principal de medicina interna de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, uno de los principales pendientes a resolver sobre el asunto, es la calidad de los datos clínicos que se han recogido en las investigaciones.
“Nosotros no tuvimos acceso a pacientes, sino a lo que se ha publicado, dos artículos de los Estados Unidos de dos equipos de investigadores, uno de Miami y otro de Pensilvania, y una publicación de autores de Canadá de la Universidad de Dalhousie”, explicó.
Entonces, analizando las publicaciones, es que hemos hecho algunas valoraciones. “Dichos artículos norteamericanos han tenido numerosas críticas de científicos de los propios Estados Unidos y de otros países, más los señalamientos que nosotros al interior del equipo cubano hemos realizado. A pesar de esas publicaciones con problemas, revistas importantes las aprobaron, lo cual siempre nos ha sugerido que hay factores extra científicos. ¿Qué ha conducido a que un artículo con incongruencias desde el punto de vista clínico fuera publicado?”, reflexionó.
En ese sentido, comentó que las publicaciones reúnen bajo un mismo término problemas diferentes. “Por ejemplo, cuando hacen el conteo de síntomas de pacientes, plantean que hay un 70% de personas con cefalea, y cuando usted ve los tratamientos, se da cuenta de que según los tratamientos hay cefaleas migrañosas, tensionales, puede haber cefaleas por uso prolongado de analgésicos, es decir, son problemas de salud reunidos pero que tiene un origen diferente. Lo mismo pasa con la sensación de mareo, que en medicina tiene variantes. Está el vahído o sensación de desmayo, el vértigo que es una sensación giratoria, la inestabilidad que es un trastorno de equilibrio, y está lo que usted no puede diferenciar. Entonces todo eso está reunido y por supuesto le da una cifra superior a la real de un síntoma. Ese es un problema de la publicación”, dijo Blanco-Aspiazu.
“El otro problema es que hay datos faltantes. Y en medicina usted no puede limitarse a recoger síntomas y signos, debe recoger los elementos psicológicos y sociales al detalle y no basta con hacer pruebas neuropsicológicas. Ello requiere de una entrevista a profundidad por un psicólogo, un psiquiatra o un médico que está entrenado en ese campo. Faltan datos de exactitud”, agregó.
A juicio del especialista, si se habla de que todo comenzó con la percepción de un sonido , tiene que haber una referencia muy descriptiva de las condiciones en las cuales apareció ese sonido, por dónde se encontraba o caminaba la persona, qué estaba haciendo, a qué hora fue… “Es probable que esos datos estén en las historias clínicas, pero no están en la publicación y ahí hay una incongruencia, porque para usted diagnosticar un grupo, tiene que hacer el diagnóstico de cada integrante de este grupo, y el manejo que se ha hecho de esto es como si todo fuera lo mismo, aun tratándose de síntomas muy frecuentes en cualquier consulta: trastornos del sueño, dolor de cabeza, son demasiado frecuentes en la población”.
“A este grupo lo reunió algo: primero un asunto temporal, el lugar donde ocurre y evidentemente factores políticos. Si no se pueden reunir por factores de síntomas y signos relacionados entre sí, aquí los reunieron otros factores que son los que deben haber influido. No se trata de que sean personas sanas, son personas con quejas de salud, pero el análisis de las posibilidades de diagnóstico indica que es muy probable que tengan varias enfermedades. Aquí caben factores de orden psicógeno fundamentalmente. Y no limitarse solamente a elementos biológicos. Es una información faltante que limita la valoración”, señaló el profesor.
Respecto a los estudios de muy alta tecnología que muestran hallazgos anatómicos y funcionales, mencionó que se trata de hallazgos inespecíficos frecuentes en la población general. “Ellos mismos lo dicen en una publicación. Por otro lado, el hallazgo que usted encuentre tiene que contrastarlo con las manifestaciones clínicas. No hay correspondencia entre las manifestaciones clínicas y lesiones en determinado lugar del cerebro”, agregó.
La primera teoría referente a los “ataques sónicos” contra diplomáticos del país norteño en La Habana quedó desacreditada en el intercambio. Desde entonces, la prensa internacional comenzó a llamarle “el síndrome de La Habana”.
Un estudio encabezado por el doctor Alon Friedman, del Departamento de Neurociencias y Pediatría Médica de la Universidad de Dalhousie, Canadá, expuso en el mes de septiembre de 2019, que “agentes neurotóxicos usados en la fumigación con pesticidas” pudieron ser la causa de los problemas de salud que reportaron diplomáticos canadienses mientras estaban acreditados en la isla.
Los investigadores canadienses compartieron su tesis, de forma preliminar, con las autoridades cubanas y el comité de expertos que estudia las alegaciones estadounidenses, durante un encuentro celebrado el pasado mes de julio, en esta ciudad capital.
De modo preliminar, los científicos cubanos—según comentó entonces el director general del Cneuro— consideraron que la hipótesis presentada por el equipo canadiense es un intento serio para explicar los síntomas reportados mediante la investigación científica, aunque era “prematuro llegar a conclusiones”.
En el foro participan ahora integrantes del equipo médico que hizo la evaluación en Canadá. “Hay diferencias claras en la actitud de los médicos canadienses que han propiciado la colaboración y la parte norteamericana que ha estado plenamente politizada y dependiente de las indicaciones de su gobierno. Estamos en plena colaboración con los científicos de Canadá. Valorando sus hipótesis que tiene elementos a favor y elementos en contra. ¿Pero cómo se demuestran las hipótesis? Con investigación científica y en estos momentos está teniendo lugar una investigación conjunta entre la parte cubana y la parte científica canadiense”, dijo Blanco-Aspiazu.
Otra hipótesis: estrés colectivo
El doctor Alexis Lorenzo Ruiz, presidente de la Sociedad cubana de Psicología, remarcó que la sintomatología clínica, psicológica y social que describen los artículos norteamericanos mencionados, coincide con muchos problemas de personas aparentemente sanas, con problemas neurológicos y otros problemas de salud.
“En nuestra experiencia clínica, cuando se lee la información que tenemos, porque consideramos más la hipótesis del estrés colectivo, eran personas que hasta un momento determinado estaban todas aparentemente bien. Las evidencias que tenemos, siguiendo la misma metodología de diagnóstico clínico y diferencial que describe el Manual de Diagnóstico Psiquiátrico de la Asociación americana de Psiquiatría, es que este no fue aplicado. No hay evidencia de daño orgánico y las manifestaciones clínicas que se presentan no coinciden con lo que sería un caso clínico común. Las reacciones de estrés pueden ser positivas o negativas, de corto tiempo o acumulativas, y la descripción de estos casos de histeria o estrés masivo, son personas que tenían información muy comunes, pero con historia de vida de reacciones de estrés anterior en su trabajo”, dijo.
“No hemos visto a los pacientes que es lo más importante, nunca hemos podido lograrlo y lo hemos pedido muchas veces, así como el acceso a las informaciones médicas o haber tenido una conversación similar a esta que tenemos hoy, mucho tiempo antes con nuestros colegas norteamericanos. Estas personas pudieran tener un caso de estrés masivo, o algo que la literatura describe hace algunos años como estrés traumático secundario, que no es un diagnóstico clínico, es una manifestación que pueden tener personas con profesiones altamente estresantes, amenazantes y ello tiene manifestaciones clínicas, psicológicas, y fisiológicas descritas”, explicó el psicólogo.
Por su parte, el Doctor en Ciencias Pedro Valdés-Sosa, vicedirector general del Centro de Neurociencias de Cuba, alegó que esta posibilidad no ha sido examinada de una manera objetiva.
“Es lo que quisiera que suceda, no tenemos todos los hechos, tenemos que buscar las explicaciones del hecho, y el tema de los trastornos neurológicos funcionales debe ser examinado, aunque existe el estigma con todo esto de la “histeria masiva”. No me gusta la palabra histeria debido a las connotaciones que esta tiene, por lo tanto tenemos problemas en la terminología que debe tratarse adecuadamente para no ensombrecer los temas”, señaló el científico, para quien esta perspectiva debe profundizarse, analizarse con calma y llegar al fondo.
“No digo que sea la causa, pero debe considerarse”, destacó.
Con este criterio coincidió la profesora de psiquiatría Janina Galler, de la Escuela Médica de Harvard, en Boston, para quien no puede desconocerse el estigma que acarrean ciertos términos, y que pueden influir en que no se tengan en cuenta.
Según el Doctor en Ciencias Médicas Luis Velázquez Pérez, neurólogo, neurofisiólogo, Presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, y director fundador de la Red Panamericana de Ataxias Hereditarias, “las alteraciones funcionales hoy cobran una significación extraordinaria en la medicina y en el campo de las neurociencias y no solo porque no puedan hacerse objetivas cuando se estudian con métodos objetivos que permitan cuantificarlas”.
“No solo por lo que un paciente refiere, sino porque se encuentra alteraciones, la evidencia… Hemos tenido la experiencia en nuestros estudios de más de 20 años, en el caso de algunas enfermedades neurodegenerativas y los familiares alrededor de los mismos pacientes, que son capaces de producir alteraciones del movimiento del tipo distónicas, las cuáles cuesta trabajo no pensar en un sustrato orgánico en ese sentido, o alteraciones oculomotoras, sin contar manifestaciones inespecíficas alrededor de este tipo de situaciones. Cuando uno hace los estudios imagenológicos funcionales, puede detectar estos elementos”, añadió.
Para el científico, no es posible astraerse de cualquier análisis en torno a la etiología de este fenómeno que estamos analizando en el día de hoy. “Como buenos científicos, como buenas personas que estamos tratando de buscar una solución a una situación que está afectando a pueblos, a personas en sentido general, porque tiene una implicación en el orden ético y científico, nos corresponde a todos nosotros una responsabilidad en el orden universal, más allá de cuestiones ideológicas y políticas”, remarcó.
La ciencia debe trabajar en conjunto
De acuerdo con Velázquez Pérez, los reportes que se hicieron en el año 2017 por parte del Gobierno de los Estados Unidos en torno a la situación de salud que según ellos habían experimentado algunos diplomáticos y sus familiares, indiscutiblemente representaron una situación preocupante para todos, por muchas razones.
“La propia Academia de Ciencias de Cuba se pronunció para tratar de tener una reunión científica internacional y reunir a los académicos del mundo con el propósito de buscar una respuesta o una solución a lo que estaba pasando, que además había sido objeto de una actividad mediática muy intensa que iba en contra de nuestro país, con la repercusión que podía tener para el pueblo y las familias tanto cubanas como estadounidenses”, dijo.
“Yo mismo hice una especie de carta o comunicación corta en la revista Medic Review, donde llamábamos a la comunidad científica internacional, incluyendo fundamentalmente a la Academia de Ciencias de Estados Unidos a colaborar. Ello está basado en el hecho de que las Academias de Ciencias dentro de sus misiones fundamentales tienen el contribuir al desarrollo de la ciencia desde el punto de vista universal, realizar una función consultiva asesora a diferentes instancias en materia de ciencias, para tratar de resolver los problemas, porque hay que partir de un concepto y es la responsabilidad universal de los científicos en el mundo como tal”, precisó el académico.
Señaló que desde ese momento se han hecho una serie de importantes acciones hasta llegar finalmente a esta reunión, donde el objetivo es discutir y escuchar de manera respetuosa a todas las partes y las opiniones de científicos de todas las latitudes.
“Hemos estado discutiendo diferentes aspectos relacionados con las neurociencias cognitivas, sobre todo las manifestaciones que han sido reportadas o que fueron publicadas en este sentido y todas las deficiencias en el orden metodológico de este tipo de alteración, los métodos inadecuados que se utilizaron este sentido, además de los elementos en el orden imagenológico que se han descrito en este sentido, así como las manifestaciones psicógenas fundamentalmente que puede estar alrededor de todos estos elementos”, dijo Velázquez Pérez.
En su opinión, ha sido un evento muy productivo de discusión entre científicos, para poder llegar a conclusiones certeras. Porque de lo que se trata es de buscar soluciones y alternativas, y ponerle fin a una situación que lejos de traer beneficios para la humanidad, para la sociedad, para nuestros pueblos, están trayendo problemas fuera de lo que normalmente se aspira en una etapa como el presente que se vive en el siglo XXI; donde la necesidad de la integración de las ciencias se hace cada vez más importante para la toma de decisiones, remarcó.
“Para Cuba eso es muy importante, en primer lugar porque estamos hablando de cuestiones de salud, y todos nosotros sabemos la fortaleza de nuestro sistema de salud, de la preocupación que siempre ha existido por parte de nuestro país en torno a la salud de los cubanos y todas las personas, mucho más cuando se trata de diplomáticos de cualquier región del mundo. Cuba es un ejemplo en ese sentido y por lo tanto no podemos aceptar cualquier acusación que se haya hecho en relación a esto, por todas las implicaciones desde el punto de vista ético. No podemos apartar las cuestiones políticas que han pasado en torno a las relaciones Cuba- Estados Unidos, y aspiramos a que todos estos fenómenos tenga una solución plausible”, refirió el científico.
El Doctor Mark M. Rasenick, Pofesor emérito de Fisiología y Biofísica y Psiquiatría en la Universidad de Illinois en Chicago, UIC, Investigador del Jesse Brown VA Medical Center, en Chicago, y miembro de la Academia de Ciencias de Cuba, opinó que «el punto más importante es tratar de determinar qué ha pasado y como poder arreglarlo. Hay una sola forma de poder lograrlo y es a través de una ciencia muy imparcial. La interferencia de los gobiernos en la ciencia no beneficia a nadie”, consideró.
“Se han tocado puntos muy importantes, ha existido una discusión abierta y sincera y la única forma de seguir adelante es si tenemos aceptación real de los científicos y su disposición a compartir información que pueda mejorar la ciencia en este sentido”, concluyó el prestigioso profesor.
Lisandra Fariñas Acosta
Ismael Francisco
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