Me interesan altamente los temas que aborden las problemáticas de las mujeres. No soy sin embargo una feminista militante. Considero que esa causa demanda una dedicación casi exclusiva que deja un vacío inmenso a la hora de encauzar caminos sin los cuales cualquier lucha en pro de sectores y minorías sea por género, raciales o sexuales, será incompleta. Mi parecer es que hay que llevar a la par la agenda feminista y el debate político para el establecimiento de un sistema verdaderamente participativo y democrático.
Muchas colegas feministas, con brillantez y agudeza, han abierto una brecha y plantado bandera en nuestro patio, sobre todo en medios alternativos. A ellas me sumo hoy con este artículo, pues tras el recién finalizado congreso de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) hay tanto por decir que todas las feministas de Cuba y las neófitas como yo tendrían espacio para polemizar y aún quedaría terreno para el debate.
Tras escuchar con atención las sesiones televisadas del congreso, quedé con la impresión de estar mirando una antigua fotografía en blanco y negro. Viejas consignas, canciones pasadas de moda, interpelaciones a símbolos gastados, abordaje de problemas epidérmicos. En fin, fue una reunión que parecía más de la década del setenta que de estos tiempos. Solo las voces de algunas cuentapropistas, tímidas voces, evidenciaban que era otra la época.
La dirección del congreso era tan gris como su entorno. Al parecer, para la poco carismática dirigente de la FMC los núcleos duros del problema femenino son: realizar trabajos que por tradición han sido masculinos, ser respetadas por sus compañeros de trabajo, y apoyar las campañas de la revolución.
También me disgusta sobremanera la legitimación oportunista que se hace a partir de vincular dos figuras: Mariana Grajales como madre de la patria —iniciativa que en verdad se debe al batistato— y Vilma Espín como su continuadora. Es la consabida e inexacta imagen de una sola revolución, que salta sobre la república burguesa como sobre una hoguera peligrosa.
Y una hoguera fue ciertamente para el movimiento feminista de los años veinte y treinta, que logró ir arrancando demanda tras demanda y que al triunfo del 59 las mujeres disfrutaran aquí de derechos obtenidos antes que en otros países de mayor pedigrí cívico: derecho al divorcio, a heredar bienes, a la custodia de los hijos y al voto. Nombres como los de Ofelia Domínguez u Hortensia Lamar son desconocidos para las nuevas generaciones. ¿Qué eran intelectuales de la clase media burguesa?, sí, ¿y qué fueron los principales dirigentes de la revolución, incluida Vilma Espín?
Son varias las cuestiones que debieron tratarse para que el congreso exteriorizara una preocupación real por las condiciones actuales de las mujeres cubanas. A continuación menciono algunas, desde las relacionadas con la vida cotidiana hasta las concernientes al campo de la política. Queda abierta la lista para que las lectoras y lectores incluyan sus propuestas:
Disminución de la ya mala calidad de las almohadillas sanitarias. Pequeñas, estrechas y poco absorbentes. Es un problema con el que mes tras mes deben lidiar las mujeres y que dados los precios altísimos de ese producto en las redes comerciales crea un dilema.
Bajos salarios. Es cierto que en Cuba ganan lo mismo hombres y mujeres, pero ello no es un consuelo cuando son salarios cada vez más deprimidos por la elevación de los precios.
Necesidad de una política estatal como la que existe en otros países con baja natalidad y que estimule económicamente a las mujeres por cada hijo que decidan tener.
Los casos de discriminación a mujeres negras en el transporte público y privado, que han sido denunciados ante las autoridades y difundidos en medios digitales, y el tipo de empleo que se les ofrece en los negocios particulares.
Las mujeres que desean adoptar y no pueden lograrlo dadas las barreras jurídicas en Cuba.
La protección económica a la mujer que es madre soltera o cuida sola de los hijos ante la indiferencia de los padres y solo con la ínfima aportación económica a la que son obligados por la ley cubana de familia.
La desaparición de los programas de atención obstétrica en los municipios donde existían, al menos es lo que ha ocurrido en la provincia de Matanzas, y su concentración en el hospital de la cabecera provincial. Esto ha generado un hacinamiento, a pesar del traslado del centro para otro más amplio, y las familias que viven lejos de la ciudad deben desembolsar de la ya precaria economía doméstica para sufragar gastos de transporte.
Según datos de especialistas cubanos existe una tendencia a la feminización en todas las formas de migración, con excepción de los abandonos durante misiones de trabajo en el extranjero, en las cuales predomina el sexo masculino. También de acuerdo a estudios migratorios, son las mujeres residentes fuera del país las que más viajan a Cuba, si se compara con los hombres, a encargarse de problemas familiares, cuidado de los padres e hijos que han quedado y envío de remesas. Ante ello sería lógica una actitud de defensa de esas mujeres, que son obligadas a entrar pagando altas sumas por un pasaporte cubano que no les garantiza ni cuidados médicos ni el derecho al voto, según la antigua y la nueva Constitución.
La pobreza de análisis del congreso, su falta de compromiso y actualización con las necesidades de las mujeres cubanas, abre el debate sobre la pertinencia de la diversificación de las organizaciones asociativas femeninas. Es obvio que la centralizada FMC es cosa del pasado y se requiere de mayor osadía e independencia respecto al Estado.
En la década del noventa hubo un interesante y poco conocido intento de crear una ONG femenina en Cuba. Esto es develado por la intelectual, militante feminista y activista social Margaret Randall en su libro Cambiar el mundo. Mis años en Cuba (Ediciones Matanzas, 2016) que comparto con los lectores de LJC:
En 1993 (…) un grupo de feministas brillantes comenzó a reunirse para hablar de género en Cuba. Pensaban que era escandaloso que cuatro décadas después del triunfo de la Revolución, y especialmente con la oleada de turistas, todavía los medios difundiesen denigrantes estereotipos de la mujer. Estaban indignadas por las imágenes que mostraban mulatas seductoras, de prominentes nalgas apenas cubiertas por diminutos bikinis…
Las magineras eran mujeres revolucionarias, muchas de ellas miembros del Partido, y la mayoría trabajaba en los medios de difusión masiva. Algunas escribían en periódicos o revistas. Otras trabajaban en la televisión o la radio. Unas pocas eran cineastas. Una era socióloga…
Habían elegido su nombre cuidadosamente. “Magín” es una palabra en castellano antiguo que significa imaginación y creatividad. Al principio trataron de que la FMC se interesase en sus ideas. Pensaron que la organización masiva de las mujeres acogería su aporte con entusiasmo. No fue así. La dirigencia de la FMC se sintió amenazada e hizo todo lo posible para disuadir a aquellas que veía como intrusas en su territorio. La FMC nunca dejó de oponerse a las Magín, hasta que consiguió sacar al nuevo grupo de circulación.
Magín organizó talleres que se desarrollaron con éxito en diferentes partes del país. El grupo produjo alguna literatura. Y cada una de las mujeres (…) publicó estudios que revelaban los sesgos de género (…) Se pusieron en contacto con feministas de otros países y pasaron a formar parte importante de un movimiento regional e internacional por la igualdad de género…
Magín planeaba enviar dos de sus miembros a la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Beijing, China. Las mujeres prepararon un taller de género y comunicación que estaba incluido en la lista de actividades no gubernamentales del evento. La OXFAM UK —prestigiosa institución del Reino Unido— les dio $10000 dólares para cubrir los gastos de viaje de dos de sus miembros. Sin embargo, cuando tenían que partir, la FMC les dijo que la delegación cubana estaba completa; si querían donar el dinero que habían recibido para cubrir los gastos de la delegación oficial, el gesto sería bienvenido. Sabían que no tenían otra alternativa que acceder. A lo largo de su breve existencia, Magín adoptó consistentemente posiciones de principios.
Magín deseaba tener estatus de ONG, para lo cual necesitaba un reconocimiento oficial que no estaba próximo. En 1996, cuando las principales miembros del grupo se acercaron al Comité Central del Partido para solicitar estatus legal, les dijeron que tendrían que disolverse (…) La razón que se les dio fue paternalista en extremo: los funcionarios del Partido alegaron que a la luz de los continuos esfuerzos del gobierno de Estados Unidos para destruir la Revolución Cubana temían que estas mujeres pudieran ser embaucadas a fin de que establecieran contactos o realizaran actividades que, sin darse cuenta, estuviesen bajo el control de manos enemigas.
Como ha hecho sistemáticamente (…) el Partido Comunista de Cuba utilizó la amenaza permanente del norte para legitimar su negación de apoyo…
Estos son otros tiempos. La actitud del Partido sobre el tema no ha variado, pero la ciudadanía ha adquirido mayor conciencia de que el cambio no debe esperar por la aceptación de una estructura de mando anquilosada. En la difusión de la agenda de lucha femenina, entendida como parte de la cruzada por derechos y cambios políticos para las cubanas y cubanos, es fundamental el compromiso, la audacia y la difusión por todos los medios posibles de estas inquietudes.
Alina B. López Hernández
La Joven Cuba
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