Cuando un observador ajeno se asoma a una discusión política entre cubanos queda atónito al constatar que, si bien los revolucionarios tienen a José Martí como inspirador principal, sus adversarios también lo exaltan como paradigma. Tal parece que para ambos bandos Martí es una fuente de derecho espiritual de primer orden, un cáliz divino en torno al cual se dirimen los más feroces combates ideológicos.
En este sentido, la re-interpretación constante del ideario martiano forma parte de la guerra de pensamiento[1] que hoy afecta a toda la humanidad y a los cubanos en particular. Cuestión de fondo en este debate es si existe o no compatibilidad entre los postulados de José Martí y Karl Marx.
Los revolucionarios pensamos que existen posibilidades reales de coincidencia y similitud en varios aspectos que nos permiten ser martianos y marxistas al unísono. En cambio, otros criterios insisten en su absoluta oposición, lo cual pondría en evidencia la incongruencia de los fundamentos ideológicos de la Revolución Cubana y su manifiesta orfandad teórica.
En la Isla, esta vertiente de los estudios martianos ha contado con numerosos exponentes. Aunque a veces los argumentos han sido metodológicamente incorrectos al defenderse una identidad absoluta entre ambos sistemas de pensamiento, y hasta un supuesto ascenso dialéctico de Martí hacia posiciones cercanas al marxismo. Verdaderamente, ni José Martí ni Karl Marx necesitan uno del otro para brillar con luz propia en la historia del pensamiento.
Por otro lado, afanarse en buscar frases aisladas que expresen ideas similares de ambos pensadores, solo conduce a un acercamiento artificial y/o a una burda manipulación extra-científica. Intentar dilucidar el contenido de esta relación ha de hacerse desde la lógica interna de ambos sistemas de pensamiento, con toda honestidad y respeto por el ideario de cada uno y las verdaderas circunstancias en que fue expresado.
Exageran los que creen que Martí conoció a profundidad el ideario marxista pues,como era natural en su época, no lo privilegió sobre otras concepciones sociales pro-obreras, como los anarquismos de Mijail Bakunin y Pierre-Joseph Proudhon, o el reformismo de Henry George.
La perspectiva martiana tenía a Karl Marx como uno más entre los pensadores socialistas. Incluso, según el número de veces que hace referencia a esas figuras en sus Obras Completas, no es Marx el más mencionado, sino el agrarista norteamericano Henry George, al cual dedicó varias crónicas en sus Escenas Norteamericanas.
La conocida simpatía martiana hacia los trabajadores y sus luchas, hizo posible que adoptara durante su vida actitudes pro-socialistas que se iniciaron en México y continuaron luego en los EE.UU. Tales acercamientos pueden encontrarse tanto en sus análisis de la sociedad norteamericana, como en sus declaraciones ante las comunidades de obreros cubanos de La Florida, donde los ideales anarquistas alcanzaron fuerte arraigo.
Asimismo, esa amistad sincera por los obreros condicionó sus conocidas prevenciones hacia el socialismo. Entre ellas sobresalen las que expresara a su amigo Fermín: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados”.[2]
Lo cierto es que en el núcleo del pensamiento martiano hay un evidente componente socialista. Este se manifestó en el compromiso reiterado a los obreros emigrados de que no trabajaban para traidores y que sus sempiternos intereses y aspiraciones de justicia social y democracia política serían reconocidos y puestos en práctica en la república futura pues:
El cambio de mera forma no merecería el sacrificio a que nos aprestamos, ni bastaría una sola guerra para completar una revolución cuyo primer triunfo solo diese por resultado la mudanza de sitio de una autoridad injusta. Se habrá de defender en la patria redimida la política popular […] y ha de levantarse […] un pueblo real y de métodos nuevos, donde la vida emancipada, sin amenazar derecho alguno, goce en paz de todos.[3]
En estos tiempos en que la presencia de José Martí se acrecienta entre los cubanos a tenor con los debates sobre la nueva constitución y los aires de reforma y renovación que se respiran por doquier, vale la pena acercarse nuevamente a sus ideas sobre el socialismo. Una razón demás para sentirlo, no como un héroe de épocas pasadas, sino como nuestro contemporáneo y compañero.
Mario Valdés Navia
La Joven Cuba
Notas:
[1] José Martí afirmó: “De pensamiento es la guerra mayor que se nos hace. Ganémosla a pensamiento”. Nuestra América. Edición Crítica, Centro de Estudios Martianos, 1992, p.19.
[2] “Carta a Fermín Valdés Domínguez”, New York, mayo de 1894. Epistolario, t4, pp. 128-129.
[3] “Nuestras ideas”. Patria, 14-3-1892. OC, T1, p.315-316.
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