sábado, 30 de septiembre de 2017
Ataques acústicos en La Habana: ¿`facción disidente´, enemigo ruso o falsa bandera?
Es la “serpiente de verano” en torno a Cuba: el supuesto “ataque acústico” con una “sofisticada arma” a 21 miembros de la Embajada de EEUU en La Habana. El diario “El País” lanzaba la hipótesis de que “un tercer rival de EE UU -se habla de Rusia, Irán o Corea del Norte- llevó a cabo el ataque, quizás con ayuda de agentes cubanos díscolos”.
Paso atrás de Trump
Vitoreado por mafiosos, terroristas y mercenarios
Las aparentes y supuestas agresiones acústicas contra más de una veintena de funcionarios y algunos familiares de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana han provocado una reacción apresurada e irreflexiva por parte de la administración Trump al dar a conocer una serie de medidas que afectan directamente al proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, expuestas ayer en un comunicado del Departamento de Estado y en declaraciones “anónimas” de funcionarios de esa entidad.
Con independencia de que las autoridades de ambas naciones llevan investigando estos eventos, hasta el momento no han podido determinar quién es responsable o qué está causando estos ataques. El propio comunicado reconoce: “El Departamento no tiene respuestas definitivas sobre la causa o la fuente de los ataques y no puede recomendar un medio para mitigar la exposición.” A la par se reconoce en el mismo la preocupación cubana por seguir investigando estos ataques. Por ello, tal justificación para esa decisión es una ambigua medida por parte de USA so pretexto de que Cuba no garantice la seguridad de sus funcionarios diplomáticos.
Las medidas adoptadas se resumen a la reducción del personal diplomático a un mínimo de funcionarios considerados como “personal de emergencia”, una advertencia de viaje aconsejando a los ciudadanos de los Estados Unidos para evitar viajar a Cuba, suspensión de las operaciones rutinarias de visado de forma indefinida, así como limitar los viajes de sus funcionarios a Cuba solo a aquellos implicados en la investigación sobre los ataques contra el personal diplomático. Asimismo, Estados Unidos no enviará delegaciones oficiales a Cuba ni programará reuniones bilaterales en Cuba por el momento, aunque las mismas sí podrían realizarse en territorio norteamericano. Tales medidas causaron una reacción de rechazo por parte del Sindicato de Trabajadores del Servicio Exterior de Estados Unidos, quienes sustentan la postura de que los funcionarios “necesitan permanecer en el terreno de juego”.
Cuba respondió a través de la directora para EE.UU. de la Cancillería cubana, Josefina Vidal, quien aseveró que esa decisión va a perjudicar la relación, "en particular la cooperación sobre temas de interés mutuo y los intercambios de diversa naturaleza que tienen lugar". Agregó sin cortapisas: "El Gobierno cubano no tiene responsabilidad alguna con los hechos que se alegan y cumple seria y rigurosamente sus obligaciones con la Convención de Viena sobre protección de diplomáticos".
Según mi punto de vista esta decisión norteamericana responde a los compromisos establecidos por Trump con la ultraderecha norteamericana en el Congreso y a las presiones que recibe la misma de aquellos que le garantizaron su ascenso a la presidencia, sobre todo los sectores más radicales implicados en la guerra anticubana. Las reacciones de los mismos son elocuentes y demuestran que claman, incluso, por medidas más radicales como la expulsión masiva de diplomáticos cubanos acreditados en EE.UU., la ruptura de relaciones con Cuba y la implementación de acciones agresivas directas contra nuestra Patria.
El mafioso senador cubanoamericano Marco Rubio se pronunció en Twitter tras conocerse la decisión del Departamento de Estado: “Es vergonzoso que el Departamento de Estado retire a la mayoría de su personal de la embajada de EE UU en Cuba pero Castro puede quedarse con los que quiera en EE UU”. Otro tanto hizo el congresista Carlos Cuberlo. Y habrá otros más que se sumen a la desfachatada comparsa.
Las posturas más intransigentes han sido expresadas desde Miami por la reaccionaria Asamblea de la Resistencia Cubana, MAR por Cuba, el liderzuelo del Movimiento Democracia –el connotado terrorista Ramón Saúl Sánchez Rizo–, el Directorio Democrático Cubano, entre otros.
Por su parte, un grupo de mercenarios internos han mantenido posturas cercanas a la derecha fascista anticubana, ofreciendo declaraciones en los medios enemigos, especialmente en la mal llamada Radio Martí y su página en Internet Martí Noticias, así como Diario de Cuba, como son los casos de Berta Soler, liderzuela de las Damas de Blanco; René Gómez Manzano; Martha Beatriz Roque; Iván Hernández Carrillo; Ailer González Mena; Nelson Gandulla; por nombrar a los más apresurados en ofrecer sus puntos de vista en busca de protagonismo y ayuda financiera.
Otros, enmascarados en una supuesta preocupación sobre la afectación a los cubanos por la pérdida de visados y otros supuestos beneficios, dieron declaraciones menos agresivas y han llegado a cuestionar la decisión norteamericana, como son los casos de los contrarrevolucionarios Miriam Celaya, Dagoberto Valdés y Manuel Cuesta Morúa, por mencionar algunos.
Cuba espera con digna serenidad cualquier medida que adopte unilateralmente la administración Trump –aun cuando conocemos desde ya ciertas presiones que están ejerciendo contra otras naciones para crear un ambiente mediático desfavorable hacia Cuba, en relación al cumplimiento de los Acuerdos de Viena, e instándolos a un boicot para retirar a algunos de sus diplomáticos– y sabrá responder con la verdad a cualquier malintencionada y falsa acusación.
Percy Francisco Alvarado Godoy
Las aparentes y supuestas agresiones acústicas contra más de una veintena de funcionarios y algunos familiares de la Embajada de los Estados Unidos en La Habana han provocado una reacción apresurada e irreflexiva por parte de la administración Trump al dar a conocer una serie de medidas que afectan directamente al proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, expuestas ayer en un comunicado del Departamento de Estado y en declaraciones “anónimas” de funcionarios de esa entidad.
Con independencia de que las autoridades de ambas naciones llevan investigando estos eventos, hasta el momento no han podido determinar quién es responsable o qué está causando estos ataques. El propio comunicado reconoce: “El Departamento no tiene respuestas definitivas sobre la causa o la fuente de los ataques y no puede recomendar un medio para mitigar la exposición.” A la par se reconoce en el mismo la preocupación cubana por seguir investigando estos ataques. Por ello, tal justificación para esa decisión es una ambigua medida por parte de USA so pretexto de que Cuba no garantice la seguridad de sus funcionarios diplomáticos.
Las medidas adoptadas se resumen a la reducción del personal diplomático a un mínimo de funcionarios considerados como “personal de emergencia”, una advertencia de viaje aconsejando a los ciudadanos de los Estados Unidos para evitar viajar a Cuba, suspensión de las operaciones rutinarias de visado de forma indefinida, así como limitar los viajes de sus funcionarios a Cuba solo a aquellos implicados en la investigación sobre los ataques contra el personal diplomático. Asimismo, Estados Unidos no enviará delegaciones oficiales a Cuba ni programará reuniones bilaterales en Cuba por el momento, aunque las mismas sí podrían realizarse en territorio norteamericano. Tales medidas causaron una reacción de rechazo por parte del Sindicato de Trabajadores del Servicio Exterior de Estados Unidos, quienes sustentan la postura de que los funcionarios “necesitan permanecer en el terreno de juego”.
Cuba respondió a través de la directora para EE.UU. de la Cancillería cubana, Josefina Vidal, quien aseveró que esa decisión va a perjudicar la relación, "en particular la cooperación sobre temas de interés mutuo y los intercambios de diversa naturaleza que tienen lugar". Agregó sin cortapisas: "El Gobierno cubano no tiene responsabilidad alguna con los hechos que se alegan y cumple seria y rigurosamente sus obligaciones con la Convención de Viena sobre protección de diplomáticos".
Según mi punto de vista esta decisión norteamericana responde a los compromisos establecidos por Trump con la ultraderecha norteamericana en el Congreso y a las presiones que recibe la misma de aquellos que le garantizaron su ascenso a la presidencia, sobre todo los sectores más radicales implicados en la guerra anticubana. Las reacciones de los mismos son elocuentes y demuestran que claman, incluso, por medidas más radicales como la expulsión masiva de diplomáticos cubanos acreditados en EE.UU., la ruptura de relaciones con Cuba y la implementación de acciones agresivas directas contra nuestra Patria.
El mafioso senador cubanoamericano Marco Rubio se pronunció en Twitter tras conocerse la decisión del Departamento de Estado: “Es vergonzoso que el Departamento de Estado retire a la mayoría de su personal de la embajada de EE UU en Cuba pero Castro puede quedarse con los que quiera en EE UU”. Otro tanto hizo el congresista Carlos Cuberlo. Y habrá otros más que se sumen a la desfachatada comparsa.
Las posturas más intransigentes han sido expresadas desde Miami por la reaccionaria Asamblea de la Resistencia Cubana, MAR por Cuba, el liderzuelo del Movimiento Democracia –el connotado terrorista Ramón Saúl Sánchez Rizo–, el Directorio Democrático Cubano, entre otros.
Por su parte, un grupo de mercenarios internos han mantenido posturas cercanas a la derecha fascista anticubana, ofreciendo declaraciones en los medios enemigos, especialmente en la mal llamada Radio Martí y su página en Internet Martí Noticias, así como Diario de Cuba, como son los casos de Berta Soler, liderzuela de las Damas de Blanco; René Gómez Manzano; Martha Beatriz Roque; Iván Hernández Carrillo; Ailer González Mena; Nelson Gandulla; por nombrar a los más apresurados en ofrecer sus puntos de vista en busca de protagonismo y ayuda financiera.
Otros, enmascarados en una supuesta preocupación sobre la afectación a los cubanos por la pérdida de visados y otros supuestos beneficios, dieron declaraciones menos agresivas y han llegado a cuestionar la decisión norteamericana, como son los casos de los contrarrevolucionarios Miriam Celaya, Dagoberto Valdés y Manuel Cuesta Morúa, por mencionar algunos.
Cuba espera con digna serenidad cualquier medida que adopte unilateralmente la administración Trump –aun cuando conocemos desde ya ciertas presiones que están ejerciendo contra otras naciones para crear un ambiente mediático desfavorable hacia Cuba, en relación al cumplimiento de los Acuerdos de Viena, e instándolos a un boicot para retirar a algunos de sus diplomáticos– y sabrá responder con la verdad a cualquier malintencionada y falsa acusación.
Percy Francisco Alvarado Godoy
La Higuera, un lugar en el mundo
A 50 años del asesinato del Che
Existen lugares que por encontrarse en sitios remotos, poseer climas inhóspitos o por no disfrutar de ciertos servicios públicos, no son atractivos para muchas personas. La Higuera es uno de ellos. Lugar a donde llega quién realmente tiene un interés auténtico en conocer.
Un camino largo, de tierra, entre montañas, en el cual las curvas vienen una atrás de otra en un eslabón cuya pendiente es pronunciada. Un clima seco que produce surcos tanto en la piel como en la tierra, lluvias sólo en un mes del año, el mismo mes en el que se puede conseguir alguna fruta. El sol parte el día en dos, toda actividad al aire libre se debe hacer antes de las 11 de la mañana o después de las 4 de la tarde. Agua, hasta apenas iniciada la tarde y luz eléctrica no hay. Internet, wi-fi, señal de celulares no se conocen allí. Lugar donde se queda quien realmente tiene un interés autentico en descubrir.
Un pueblo polvoriento más se esos perdidos en la nada, a casi unos 2.000 m., al cual nadie hubiese conocido si no fuera porque allí, en la escuela del pueblo, fue asesinado una de las personalidades más trascendentes del siglo XX: Ernesto "Che" Guevara.
Desde la pequeña plaza, a simple vista se visualizan tres bustos del guerrillero nacido en Rosario, Argentina. La nueva escuela primaria, así como la mayoría de las casas y almacenes tienen murales o grafitis de viajeros y militantes sociales de todo el mundo que han llegado a este pueblo al cual la presencia de la muerte del Che los hace pasar varias horas en buses destartalados por caminos de tierra que se dibujan en grandes sierras cubiertos de vegetación de tierra seca -espinillos y arbustos- que secan la piel con tan solo animarse a espiar por la ventanilla.
Es que por más que existen reiteradas promesas de asfalto y mejoras en la carretera, el viaje entre Valle Grande -la ciudad más cercana- y La Higuera son unas largas 3 horas donde el sol es omnipresente, interrumpido por ciertos pueblitos, entre ellos Pucará, autodenominada "la capital del cielo" que deja ver, tanto en su escudo como en la comisaria, la mundialmente conocida fotografía del hombre de la estrella que el fotógrafo cubano Alberto Korda capturó en la Plaza de la Revolución de La Habana.
A 20 metros de la plaza del pueblo se encuentra el Museo Comunal "La Higuera", construido sobre la demolida escuelita donde el lunes 9 de octubre de 1967, luego de recibir la orden desde La Paz y Washington, las balas del Sargento Mario Terán atravesaron primero el antebrazo y el muslo de Guevara para luego, en una segunda ejecución después que el mismo Che le ordene que "apunte bien", perforar el cuello del líder guerrillero. El reloj marca que faltan 15 minutos para la 1 de la tarde, el Che se está desangrando cuando ingresa el sargento Bernardino Huanca, quien le da un puntapié que lo coloca boca arriba y, a menos de un metro de distancia, le dispara a quemarropa directo al corazón. Una hora antes, lo habían sacado afuera del lugar para tomarle unas fotos. Muchos vecinos del pueblo tienen aquel recuerdo. Allí, dentro de esa habitación hoy no hay más espacio libre en las paredes. Como si se tratara de un santuario de alguna deidad pagana, numerosos mensajes, agradecimientos, fotos, banderas, palabras pululan en los muros como si se tratara del reconocido bar habanero "La Bodeguita del Medio".
Nadie en el pueblo o en la zona sabía quién era el Che Guevara. Un pueblo en donde aún hoy no hay televisión, radio, diarios, ni internet, ni señal de celular, ni un transporte interurbano. Las novedades del mundo no se desayunan en este extremo de Bolivia. Con esto podemos imaginar cómo eran las noticias hace medio siglo. "Si hubiera sabido quién era lo hubiese ayudado a escapar" se sincera don Florencio ante mis preguntas, mientras bajamos a la Quebrada del Churo, lugar donde Guevara fue capturado y hoy se encuentra una piedra con una estrella roja. Uno de los dos caminos que bajan hacia aquel lugar atraviesa la hacienda del abuelo que, junto con su hijo Santos, cobran 10 pesos bolivianos -un dólar y medio- al que quiera caminar unos 40 minutos de bajada hasta el río. Don Florencio tenía 27 años aquella tarde del domingo 8 de octubre cuando el combate terminó con la captura de Guevara y comenzó la caravana hacia el pueblo pasando por su chacra. "Parecía un indigente, barbudo, sucio, flaco, con la ropa rota y con unos zapatos improvisados hechos de alguna tela". El Che había escrito el 10 de septiembre en su diario: "yo crucé el río a nado con la mula pero perdí los zapatos en el cruce y ahora estoy a abarca, cosa que no me hace ninguna gracia."
La caravana de soldados, los rehenes y los muertos en combate desde la Quebrada del Churo hasta la escuela de La Higuera se demoró unas dos horas a pie. A la vista de los entonces pobladores de esa tierra. Doña Hirma tenía 20 años cuando la caravana pasó por la puerta de su casa. Ella trabajaba como ayudante de la tipografista cuando el mundo posó sus ojos sobre su pequeño pueblo. ¿Empezaba un nuevo Vietnam? se preguntaba el Che en su diario ante la confirmación de la intervención norteamericana en el combate. "La gente del pueblo estaba asustada, apenas se animaba a espiar a los barbudos extranjeros desde atrás de las puertas de sus casas. Ya que apresaban y llevaban a Valle Grande a los campesinos que ayudaban a los guerrilleros con comida o víveres" cuenta la señora dueña del almacén "La Estrella" que esta frente a la plaza. Su tienda ofrece panes cocinados en horno de barro, quesos hechos con la leche ordeñada cada mañana por la señora de 70 años. Luego de fusilarlo, expusieron el cuerpo del guerrillero cubano-argentino afuera de la escuela, momento en el cual la gente del pueblo conoció por primera vez la imagen del peligroso revolucionario del cual le hablaban. Doña Hirma con una amiga se acercaron de curiosas a ver: "quedamos impresionadas por su mirada ya que tenía sus ojos abiertos" recuerda.
"Si algo hizo bien el ejercito es introducir la cultura del miedo en la zona" asegura Leo, responsable de la oficina de turismo de Valle Grande y gran conocedor de la historia, mientras va de una reunión a otra en plena organización para los eventos que se llevarán a cabo en octubre y que esperan que atraiga a miles de personas. "La gente del pueblo estaba asustada por la psicosis creada por el ejército y los permanentes estados de sitio en los que se vivía" agrega Leo. Estrategia que no se detuvo una vez muerto el líder guerrillero: "les van a bombardear los aviones soviéticos y cubanos por haberlo matado" cuenta doña Hirma que les decían los militares.
Son las 6 de la tarde y la noche llega luego de un sensual atardecer en las montañas que tiñen de matices violáceos, celestes y naranjas el horizonte más allá del Rio Grande. El cielo es una brillantina, ante la ausencia absoluta de luz eléctrica, todas las estrellas sirven de trasfondo de la estatua del Che. Me encuentro con Casiano, un curioso niño de unos 12 años que se gana las monedas para los dulces y sodas guiando a los visitantes a la Quebrada del Churo. Cuando le pregunto qué sabe sobre el Che me cuenta una historia que le contó su abuelo: "cuando la caravana de soldados y rehenes pasó por el pueblo, el Che tenía un reloj en su muñeca y se lo quiso dar a un campesino que estaba mirando, pero los soldados no lo dejaron. Por más que el Che insistió en que se lo quería dar al trabajador". Al ver mi cámara fotográfica me pide que le saque una foto y luego me saca una a mí. Es su primera foto con una cámara que no sea la de su celular. Al otro día vendrá a invitarme a jugar al futbol en la canchita de la escuela, bajo la luz de la luna llena. Ya soy su amigo, y él será el único en el pueblo en aprender a llamarme por mi nombre y no "don" o "gringo". Es el niño rebelde del pueblo.
A pesar de la presencia de todo lo relacionado a la muerte del Che, La Higuera no vive del turismo -la mayoría de los visitantes vienen un par de horas se sacan unas fotos y se van-. Maizales, vacas lecheras, papas entre algunos otros pocos cultivos aseguran la dieta de los locales. Sólo existe una escuela primaria, por lo tanto los adolescentes se van a Valle Grande o Santa Cruz a estudiar y ya no vuelven. "No hay gente para trabajar la tierra, esa la que todos los días nos da de comer" lamenta doña Hirma. Es que hoy allí viven aproximadamente unas 50 personas, antes vivían 70. Sus dos hijos que aún viven en el pueblo se ganan la vida ofreciendo transporte desde La Higuera a Valle Grande en sus taxis. Consciente de cómo el turismo altera la identidad de los pueblos, la señora y la mayoría de los vecinos están a favor de que se explote más el turismo. Lo que generaría más clientes para su tienda y más comensales para sus almuerzos y cenas caseras. Sabe que si se asfalta el camino y se coloca luz eléctrica una mayor cantidad de turistas se animarán a venir a sacarse fotos con la estatua del Che que tiene frente a su casa.
Frente a la plaza, funciona la escuela primaria. Atrás tiene un espacio -una cancha de fútbol- que hace las veces de alojamiento comunitario para aquellos que quieran ir al pueblo y no tengan dinero para el alojamiento. En la puerta se me acerca Brian, un niño de 6 años que está siempre sonriente, me cuenta que no le gusta ir a la escuela, pero se oyen los gritos de su madre desde la puerta de su casa y no le queda otra opción. "¿Sabes quién es el hombre de la estatua?" le pregunto. "Si, me dice. Es un guerrillero que lo mató la policía" responde antes de entrar a la escuela en la cual todas las paredes tienen frases o murales del Che. Me muestra que lleva un huevo y una papa para que le cocinen el almuerzo en el establecimiento educativo.
"A las 3 p.m. del 8 de octubre termina el Combate del Churo y el Che es capturado. A las 7 p.m. llegan a La Higuera. El 9 de octubre al mediodía es fusilado. Luego lo llevan en helicóptero a Valle Grande, donde lo exponen en "La Lavandería" -lavandería que funcionaba en el hospital de la ciudad- y donde el fotógrafo francés Marc Hutten saca las famosas fotografías del Che muerto con los ojos abiertos. Allí el médico Ustary Arze toca el cuerpo del guerrillero y nota que aún está caliente y que no tenía la rigidez de un muerto de más de un día. De esta forma, se transforma en la primer persona en denunciar que el Che había muerto ese mismo día y no el 8 de octubre en combate como afirmaba el ejército: el Che fue asesinado" concluye Cristian, un historiador francés fanático del Che que está radicado hace años en La Higuera y que, junto a su compañera, son los dueños del hospedaje "Los Amigos", el alojamiento más confortable del pueblo. Cristian va hacia su corpulenta biblioteca agarra dos libros y me los alcanza. Se trata de "El combate del Churo y el asesinato del Che" de Reginaldo Ustariz Arze y "El asesinato del Che en Bolivia: Revelaciones" de Adys Cupull y Froilán González. En estos libros se denuncia que la dictadura del general Barrientos ocultó y silenció muchas voces y testigos para instalar la idea de que el Che había muerto en combate el 8 de octubre, de allí que durante tanto tiempo se recordó esa fecha y no el 9 de octubre como la fecha en que Guevara había muerto.
Luego de esa famosa foto en "La Lavandería" al Che lo llevan a la morgue y le cortan las manos antes de ser enterrado en una fosa común ubicada en los alrededores del cementerio de Valle Grande junto a otros 6 guerrilleros, permaneciendo allí en secreto por 30 años. Hasta que en el año 1997 alguno de los militares desmintió la versión hasta ese momento sostenida por el ejército boliviano de que el cuerpo del Che había muerto en combate el 8 de octubre, que sus restos habían sido cremados y sus cenizas regadas por el Rio Grande. En la actualidad, en donde estaba esa fosa común tiene lugar el "Mausoleo del Che" junto con un interesante museo con fotos, replicas del diario del Che y de su vestimenta, además de mucha información histórica.
Don Ismael, tenía 6 años cuando anduvo la guerrilla por aquí. Recuerda que pasaron guerrilleros bajando desde Abra del Picacho, pueblito más arriba de La Higuera. Por donde los guerrilleros pasaron y hasta bailaron algunas músicas aprovechando que el pueblo estaba de fiesta. "Eran varios hombres que pasaron tranquilos, saludando como cualquier otro visitante. No recuerdo las armas, sólo sus grandes mochilas" me comenta mientras con mi inocente ayuda mata un cerdo. Trabajo que le encargó doña Gregoria, quién siguiendo su visión de negocios se prepara para la próxima fiesta del pueblo, donde venderá chicharrón -grasa y cuero de cerdo frito con papa y maíz- y asado de cerdo. "¿Usted le tiene miedo a la muerte?" me sorprende y atino un "no". "Todos decimos eso pero cuando se aparece ahí realmente nos damos cuenta lo que sentimos frente a ella" continúa. "¿Y te gustaría ser un soldado de Jesús?" me pregunta don Ismael, cuchillo en mano rasurando el cuero del cerdo ya muerto. Es que él es evangelista y frecuenta un templo de la Iglesia Universal que hay en Valle Grande. Me compara la guerrilla guevarista con los soldados de Jesús: "como el Che, Jesús luchó contra el imperio, en su caso el romano. Predicando el bien contra el mal de Satanás. El Che buscaba una vida mejor para nosotros los campesinos, pero los ricachos no lo dejaron" concluye, y ya es hora de carnear el cuchi -cerdo-.
La gente del pueblo se comienza a alborotar, todos preparando alguna comida para vender. Es que se aproxima la fiesta de la Virgen de Guadalupe, patrona del pueblo -si, la misma Virgen de Guadalupe que el cura Hidalgo y Costilla levantó como bandera en la lucha por la independencia de México-. La tradición consiste en hacer una promesa a la virgen de bailar durante tres días seguidos. Por eso, todo 7, 8 y 9 de septiembre hay fiesta en La Higuera y en todos los pueblos de los alrededores. Para esa fecha, los originarios de La Higuera que migraron para buscar mejor suerte en otros pagos - generalmente a Valle Grande, Santa Cruz o Argentina-, vuelven para reencontrarse con su tierra. Rondas de chicha -bebida de maíz fermentado- y sucumbé -bebida caliente preparada con leche ordeñada por la mañana, clavo de olor, canela y singani- giran de mano en mano al compas de bandas que tocan música vallegrandina - especie de ranchera mexicana- con sombreros tejanos y guitarrones al lado del altar de la Virgen, lleno de velas de colores y flores que le ofrendan sus fieles. La gente baila y luego se sienta para degustar el cerdo o picante de pollo.
Para esta fecha, las noches tranquilas, oscuras y silenciosas que caracterizan al pueblo se ven alteradas por la llegada de camionetas 4x4 polarizadas, generadores eléctricos, altoparlantes y hasta fuegos artificiales. La mezcla de gente que se encuentra es interesante. Se puede distinguir fácilmente entre aquellos que aún viven en La Higuera: generalmente más retraídos, tímidos, con chanclas en sus pies, ropa de campo con restos de alguna carneada o de la arriada de ganado; con los higuerenses que hoy viven lejos de su tierra: ropa más citadina, jeans, zapatillas Nike, cortes de cabellos que utilizan jugadores de fútbol, y buzos. Como también a simple vista se divisa a las personalidades más pudientes, ya que ostentan ropa de marcas europeas o norteamericanas, pieles y peinados cuidados, maquillajes, zapatos de cuero fino y una presencia que detenta un aire de superioridad.
Todo ello a unos 200 metros de la escuela, hoy museo, donde aún retumban en las paredes como un eco infinito las últimas palabras del "hombre más completo del mundo" según Sartre: “Póngase sereno, está usted por matar a un hombre”.
Octubre será de fiesta. Se cumplen 50 años de la muerte del revolucionario que hizo que La Higuera ya no fuera la misma. 10.000 personas se espera que lleguen -o consigan llegar- a este pueblo de 50 almas y se lleven un poquito de esta tierra en el corazón, tal como le sucedió a quien escribe estas líneas.
Lautaro Actis
viernes, 29 de septiembre de 2017
jueves, 28 de septiembre de 2017
La saga acústica pone a prueba las relaciones entre Cuba y Estados Unidos
Las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, restablecidas hace poco más de dos años, atraviesan una prueba de fuego.
Los supuestos incidentes que habrían causado daño a la salud de diplomáticos estadounidenses en La Habana, sobre los que todavía no existen evidencias, son el último escollo en la saga de confrontación y suspicacia que recorre el Estrecho de la Florida.
No es la primera vez que La Habana y Washington se ven envueltos en situaciones con todos los ingredientes de la Guerra Fría. La CIA trató de matar al líder de la Revolución con tabacos envenenados y un traje de buzo infectado con virus mortales. Mediante la Operación Mangosta se ejecutaron actos terroristas, ahora reconocidos, para causar pánico entre la población cubana y mermar su apoyo al proceso de cambios iniciado en 1959.
La diferencia con los supuestos incidentes en La Habana no es solo que muchos de sus elementos desafíen la lógica e incluso las leyes de la física; sino que, por primera vez en las últimas décadas, existen canales de comunicación oficiales para trabajar conjuntamente y encontrar respuestas.
El 17 de diciembre del 2014 no significó únicamente el compromiso de dos gobiernos de restablecer sus nexos diplomáticos. Ese día marca el fin de una lógica de abierta confrontación (aunque el gobierno de Barack Obama la haya sustituido luego por planes subversivos con métodos de poder suave) y la voluntad de dos naciones de intentar convivir en paz resolviendo sus diferencias mediante el diálogo.
Los alegados daños a la salud de los diplomáticos estadounidenses desconciertan a las autoridades, analistas y científicos por igual. Hasta hoy no existe una explicación creíble para la variedad de síntomas descritos, que incluyen mareos, migraña, pérdida de la audición, deficiencias cognitivas e incluso lesiones cerebrales leves.
Los científicos niegan que exista un “arma acústica” capaz de lograr los efectos alegados en tan variadas circunstancias, desde habitaciones cerradas hasta lugares públicos, con una precisión láser capaz de dañar a una persona en específico y dejar ilesas al resto.
Las autoridades cubanas han negado en reiteradas ocasiones haber perpetrado cualquier tipo de acción contra diplomáticos estadounidenses o de otros países. Fuentes con conocimiento niegan además que el país esté familiarizado con la clase de tecnología necesaria para llevar a cabo una operación de este tipo, si es que existe y algún país la posee.
Desde el comienzo, La Habana mostró su disposición a hacer todo lo que esté en sus manos para esclarecer los hechos y mantiene abierta una investigación por orden del más alto nivel del Gobierno.
Fuentes vinculadas a la investigación plantean que, por insistencia cubana, las agencias estadounidenses viajaron a La Habana en varias ocasiones para adelantar pesquisas en el terreno y reunirse con sus contrapartes de la Isla, pero sus resultados tampoco han sido concluyentes.
Una década atrás, este tipo de intercambios hubiese sido imposible. Pero el rapport alcanzado con dos años de reuniones y diálogos a distintos niveles cambió el escenario. Entre los 22 acuerdos firmados después del 17 de diciembre del 2014 hay uno dedicado en exclusiva a la cooperación en materia de seguridad, que ha permitido contactos inéditos entre las autoridades cubanas y estadounidenses encargadas de esas materias.
Sin embargo, en medio de la ola de desinformación y señalamientos infundados que marca el sensacionalismo de los «ataques acústicos en La Habana», son muchos los que han decido salir a pescar en río revuelto.
A la carta del senador de origen cubano Marco Rubio al secretario de Estado, Rex Tillerson, demandando el cierre de la embajada estadounidense en La Habana y poner fin a los nexos diplomáticos, se han sumado otras figuras conocidas de la mafia de Miami.
En un artículo reciente en el Nuevo Herald, Frank Calzón pide sangre contra Cuba y responsabiliza a las autoridades cubanas sin mostrar una sola evidencia.
Calzón, que fue miembro del grupo terroristas Alpha 66, pertenece al grupo aislado y minoritario de Florida que busca torpedear cualquier avance en los nexos diplomáticos, a pesar de que la inmensa mayoría de la emigración cubana y los estadounidenses en general son partidarios del acercamiento.
Silenciado hasta hace poco, ese sector radical y con fuertes vínculos terroristas se siente ahora empoderado. Resulta llamativo que los supuestos incidentes en La Habana les vengan como anillo al dedo para adelantar sus planes de agresión.
La saga acústica no es el primero y, sin dudas, no será el último de los retos que tengan que superar dos vecinos separados por 90 millas de mar y una historia compleja. La pregunta es si se resolverán por el camino del diálogo y la cooperación o regresarán a la época de la Guerra Fría.
Sergio Alejandro Gómez. Periodista cubano dedicado al análisis de temas internacionales.
Los supuestos incidentes que habrían causado daño a la salud de diplomáticos estadounidenses en La Habana, sobre los que todavía no existen evidencias, son el último escollo en la saga de confrontación y suspicacia que recorre el Estrecho de la Florida.
No es la primera vez que La Habana y Washington se ven envueltos en situaciones con todos los ingredientes de la Guerra Fría. La CIA trató de matar al líder de la Revolución con tabacos envenenados y un traje de buzo infectado con virus mortales. Mediante la Operación Mangosta se ejecutaron actos terroristas, ahora reconocidos, para causar pánico entre la población cubana y mermar su apoyo al proceso de cambios iniciado en 1959.
La diferencia con los supuestos incidentes en La Habana no es solo que muchos de sus elementos desafíen la lógica e incluso las leyes de la física; sino que, por primera vez en las últimas décadas, existen canales de comunicación oficiales para trabajar conjuntamente y encontrar respuestas.
El 17 de diciembre del 2014 no significó únicamente el compromiso de dos gobiernos de restablecer sus nexos diplomáticos. Ese día marca el fin de una lógica de abierta confrontación (aunque el gobierno de Barack Obama la haya sustituido luego por planes subversivos con métodos de poder suave) y la voluntad de dos naciones de intentar convivir en paz resolviendo sus diferencias mediante el diálogo.
Los alegados daños a la salud de los diplomáticos estadounidenses desconciertan a las autoridades, analistas y científicos por igual. Hasta hoy no existe una explicación creíble para la variedad de síntomas descritos, que incluyen mareos, migraña, pérdida de la audición, deficiencias cognitivas e incluso lesiones cerebrales leves.
Los científicos niegan que exista un “arma acústica” capaz de lograr los efectos alegados en tan variadas circunstancias, desde habitaciones cerradas hasta lugares públicos, con una precisión láser capaz de dañar a una persona en específico y dejar ilesas al resto.
Las autoridades cubanas han negado en reiteradas ocasiones haber perpetrado cualquier tipo de acción contra diplomáticos estadounidenses o de otros países. Fuentes con conocimiento niegan además que el país esté familiarizado con la clase de tecnología necesaria para llevar a cabo una operación de este tipo, si es que existe y algún país la posee.
Desde el comienzo, La Habana mostró su disposición a hacer todo lo que esté en sus manos para esclarecer los hechos y mantiene abierta una investigación por orden del más alto nivel del Gobierno.
Fuentes vinculadas a la investigación plantean que, por insistencia cubana, las agencias estadounidenses viajaron a La Habana en varias ocasiones para adelantar pesquisas en el terreno y reunirse con sus contrapartes de la Isla, pero sus resultados tampoco han sido concluyentes.
Una década atrás, este tipo de intercambios hubiese sido imposible. Pero el rapport alcanzado con dos años de reuniones y diálogos a distintos niveles cambió el escenario. Entre los 22 acuerdos firmados después del 17 de diciembre del 2014 hay uno dedicado en exclusiva a la cooperación en materia de seguridad, que ha permitido contactos inéditos entre las autoridades cubanas y estadounidenses encargadas de esas materias.
Sin embargo, en medio de la ola de desinformación y señalamientos infundados que marca el sensacionalismo de los «ataques acústicos en La Habana», son muchos los que han decido salir a pescar en río revuelto.
A la carta del senador de origen cubano Marco Rubio al secretario de Estado, Rex Tillerson, demandando el cierre de la embajada estadounidense en La Habana y poner fin a los nexos diplomáticos, se han sumado otras figuras conocidas de la mafia de Miami.
En un artículo reciente en el Nuevo Herald, Frank Calzón pide sangre contra Cuba y responsabiliza a las autoridades cubanas sin mostrar una sola evidencia.
Calzón, que fue miembro del grupo terroristas Alpha 66, pertenece al grupo aislado y minoritario de Florida que busca torpedear cualquier avance en los nexos diplomáticos, a pesar de que la inmensa mayoría de la emigración cubana y los estadounidenses en general son partidarios del acercamiento.
Silenciado hasta hace poco, ese sector radical y con fuertes vínculos terroristas se siente ahora empoderado. Resulta llamativo que los supuestos incidentes en La Habana les vengan como anillo al dedo para adelantar sus planes de agresión.
La saga acústica no es el primero y, sin dudas, no será el último de los retos que tengan que superar dos vecinos separados por 90 millas de mar y una historia compleja. La pregunta es si se resolverán por el camino del diálogo y la cooperación o regresarán a la época de la Guerra Fría.
Sergio Alejandro Gómez. Periodista cubano dedicado al análisis de temas internacionales.
miércoles, 27 de septiembre de 2017
Julio Antonio Mella, hereje y ángel rebelde cubano
Hace casi diez años se publicó una edición cubana de mi biografía sobre Julio Antonio Mella, basada en la primera publicada en Alemania en el 2004, y que fuera mi tesis doctoral, defendida un año antes. Con la edición cubana en el 2008 se realizó un anhelado sueño, pues desde el principio de la investigación estuve convencida de que esta figura, tan importante para la historia cubana del siglo XX, pertenece a los cubanos y mi primer deseo fue entregarles esta biografía a ustedes. Con mucho esfuerzo de amigos y colegas logramos la edición de amplia tirada, por la prestigiosa Editorial Oriente en Santiago de Cuba. Con gran alegría he podido ver que el libro tuvo bastante éxito en toda la Isla y conmovió al público lector, así como a mis colegas académicos, historiadores y filósofos. Este pequeño ensayo es una reflexión sobre el pensamiento político de Mella y lo que trasciende a la actualidad.
Encuentros con Mella
A finales del siglo XX, hace casi 20 años, yo era una posgraduada en Historia de América Latina, de la Universidad de Colonia en Alemania, que –por un sinnúmero de coincidencias personales, políticas y científicas– se había decidido a escribir una biografía de Mella. Llegué a esta decisión tras un profundo estudio de todos los textos accesibles de Mella después de comprender que todas las escritas con anterioridad, las ediciones de sus textos y los artículos publicados sobre él en Cuba no reflejaban la complejidad de su vida ni la de su pensamiento. Lo publicado se encontraba mayoritariamente desvinculado de su contexto histórico, y carecía de una investigación histórica rigurosa y apegada a las fuentes originales. Uno de los puntos neurálgicos en esta biografía fue para mí, entonces, la expulsión de Mella del Partido Comunista de Cuba (PCC)[1].
De ella, en aquel momento, solo conocía lo comentado en algunas notas al pie, sueltas en varios libros, y en un número especial de la renombrada revista cubana Pensamiento Crítico[2] del año 1970, dedicada al primer Partido Comunista de Cuba. Ahí un testigo de la época, Blas Castillo, antiguo militante del PCC, admitía muy tímidamente en una entrevista que el Partido fundado en 1925 por Mella, Baliño y otros, había visto con desagrado la huelga de hambre de Mella y le había ordenado interrumpirla. Nada más y nada menos. En publicaciones aparecidas fuera de Cuba hasta aquel entonces, solo había leído especulaciones sobre una expulsión del Partido motivada por la decisión de Mella de no interrumpir su huelga, pues la consideraban una insubordinación. Las mismas –surgidas mayoritariamente de resentimientos anticomunistas– no pudieron aportar ni una sola prueba para esclarecer el asunto. Simultáneamente con las especulaciones sobre su vida, siempre había otras sobre su muerte violenta: el atentado del 10 de enero de 1929 que le costó la vida, y que hasta se le atribuyó a la política estalinista de acabar con toda la oposición dentro de sus filas. También esto quedaba al nivel de rumor y nunca había sido comprobado. Sin embargo, fueron un estímulo para reflexionar acerca de aquellos acontecimientos.
El desafío de escribir una nueva biografía sobre Mella
Me ayudó a aproximarme a este desafío la fascinación y la curiosidad del historiador que quiere desconstruir y reconstruir desinteresadamente y con rigor científico, a partir de las disímiles fuentes que pudieran encontrarse. Desde el inicio apliqué la ética máxima de mi profesión, apoyándome en un leitmotiv expresado por mi protagonista en 1923 en su “Declaración sobre los deberes y derechos del estudiante”: buscar y decir la verdad. También proporcioné una perspectiva múltiple y amplia sobre los distintos motivos y especulaciones para el atentado contra su vida, pues una personalidad tan polémica como Mella tuvo también muchos enemigos y adversarios. Sin embargo, al final queda comprobado que el gobierno del presidente Gerardo Machado Morales había movido medio mundo para construir un clima propicio a fin de cometer el atentado contra su antagonista más poderoso en el exilio. La investigación en sí fue casi una aventura –que merecería otro libro, una tarea para el futuro– y me llevó a muchos lugares: a Cuba por supuesto, donde pude finalmente consultar una parte del Archivo del Instituto de Historia de Cuba, la biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística, y el archivo de la Universidad de La Habana, entre otros.
Mucho aportaron los archivos en México y fueron claves los de la Internacional Comunista en Moscú, accesibles a los investigadores a partir de la década de los noventa. Ahí se me abrió por primera vez la posibilidad de refutar el mito creado en torno de Mella como alguien con una trayectoria política comunista rectilínea. Con ayuda de aquellos documentos encontrados pude demostrar la suposición que se me había presentado ya: Mella fue expulsado del PCC por insubordinación, justamente cinco meses después de haberlo fundado. La documentación completa de aquellos acontecimientos –el tribunal interno organizado para esta sanción, así como las polémicas alrededor de la expulsión, que se prolongaron hasta su readmisión oficial en el 1927– la publiqué por primera vez completamente en la edición alemana de la biografía en el 2004 y las mismas se hallan en la edición cubana del 2008.
Esta posibilidad de poder viajar y consultar, comparar, analizar y presentar distintas fuentes y documentos, tuvo un resultado también inesperado para mí: una biografía muy diferente a las escritas anteriormente. La figura de Mella con la que me encontré en todos estos lugares y la cual me habló a través de muchos documentos desconocidos que emanaron en esta biografía es, al igual que su pensamiento político, multidimensional y rica en facetas, pero además provocadora y bastante incómoda a veces. En fin, pienso que he podido presentar un Mella que no brinda respuestas acabadas, sino que estimula a pensar.
Las múltiples facetas de Mella: “ángel rebelde” y “hereje”.
Pero, ¿cuáles son esas facetas novedosas en la vida de Mella? Me limito aquí a enumerar solo las más importantes. He intentado ofrecer una nueva interpretación de su vida, procurando liberarlo de los mitos de héroe y mártir que lo rodearon y lo encadenaron sin crear otro mito, y entonces colocar la figura política y su vida personal en su contexto histórico. Mi objetivo fue presentar a Mella como un ser humano de carne y hueso, y como un actor político-social con todas sus rupturas y discontinuidades. Mella, por ejemplo, tenía constantes conflictos con su familia y con instituciones sociales como la escuela y la Universidad. El mismo se presentó como “ángel rebelde” en la cubierta de la revista estudiantil “Juventud” que editaba: la imágen de un ángel desnudo y musculoso, que emergía con el puño en alto entre las llamas.[3] El rebelde que combatía contra todo aquello que lo constriñera o lo obligara a conducir su actividad según principios contrarios a los suyos.
Poco tiempo después, a la edad de 22 años, luego de su expulsión de la Universidad de La Habana, cuya reforma había naufragado, se definió a sí mismo como un “hereje”. Son precisamente esas transgresiones e imperfecciones las que hacen su vida tan fascinante, tan irresistible. Para subrayar esto he aplicado el método de contextualizar al hombre, sus pensamientos y sus acciones en su ámbito social, político, cultural e histórico. Aunque Mella es el protagonista y el centro de esta biografía, él –como persona y como líder político– nunca estuvo solo, sino rodeado de compañeros, amigos, familiares, amantes y adversarios; una red a la vez personal e institucional. Por eso he revelado al actor político inserto en el tejido de las relaciones sociales de poder, los grupos sociales, las organizaciones políticas y las instituciones estatales. Aquella perspectiva que se nutre del análisis no solo del contexto histórico, sino también de la red personal y organizativa, me ayudó a realizar una nueva valoración de su significación política, sin silenciar las rupturas.
He podido demostrar que una de las grandes fascinaciones de Mella es exactamente su pensamiento multifacético: es profundamente cubano, profundamente latinoamericano, pero también profundamente internacional. La interrelación entre la multifacética herencia de un pensamiento latinoamericano (el de José Martí y el de José Enrique Rodó, para nombrar solo algunos) y la tradición de las luchas independentistas (su abuelo, Ramón Matías Mella, fue uno de los padres de la patria en la República Dominicana) con las teorías de Marx y Lenin que Mella compartía, produjo una mezcla explosiva: hizo de él una persona imprevisible para contrincantes y enemigos políticos, y también para quienes militaban en sus mismas filas. Mella no solo era un nacionalista latinoamericano, sino además un comunista no ortodoxo. Sin embargo, durante su vida corta, no nos dejó una teoría revolucionaria perfecta, sino más bien fragmentos de ideas que no llegaron a ser un edificio teórico sólido.
Con todo, muchos de sus escritos y artículos pueden hoy parecer raros, esquemáticos o sobrepasados por la época. Especialmente, aquellos pasajes en los que difunde la creencia en un determinismo histórico y en los cuales afirma la inevitabilidad de la revolución; y donde se entusiasma demasiado con el papel del proletariado como vanguardia de estas revoluciones futuras dirigidas por los Partidos Comunistas y la Internacional Comunista. Pero esto no es nada excepcional, pues en la época de los años 20, para la mayoría de los intelectuales marxistas y militantes políticos en los partidos comunistas, la revolución social con esas características era vista como un hecho inevitable.
Mella se inscribía entonces en aquella élite intelectual de vanguardia, que mediante su acceso a los entonces más modernos medios de comunicación, podía dirigir discusiones a nivel global y reclamaba para sí la tarea de sintetizar lo más progresista del pensamiento de su época. Lo más importante, me parece, es reconocer que sus concepciones teóricas se derivan de las necesidades y los desafíos políticos de su coyuntura y de su propia militancia. En este sentido, Mella incorporó una unidad entre teoría y práctica. Sus pensamientos y sus ensayos teórico-políticos se derivan, además, de sus observaciones del terreno político, económico, social y cultural de un contexto que no se refería solo a la realidad cubana, mexicana, latinoamericana o norteamericana, sino también a escala mundial.
Siempre hay que observar y valuar sus posiciones políticas en las circunstancias de su tiempo, pues siempre las estructuras, las modas y el zeitgeist influyen en el individuo. No obstante, Mella era un individuo excepcional, y por la época en la cual le tocó vivir y actuar tenía que ser un líder político con una visión universal. Exactamente, por esta interrelación entre sujeto y ambiente apegada a la dialéctica materialista, como biógrafa me impuse el reto de estudiar y dibujar el panorama nacional e internacional, a fin de descifrar sus textos y contextualizar sus planteamientos. Los mejores instrumentos para realizar esta visión global de una revolución social mundial se le presentaron en aquella época en la organización del comunismo a nivel internacional.
Por esta misma disposición de tener una visión política amplia y global, Mella siempre fue una figura muy heterodoxa. Las disparidades que se encuentran en su trayectoria política se debieron, sobre todo, a sus permanentes conflictos con las organizaciones comunistas, tal como ya he mencionado. Todo comenzó con su huelga de hambre de diciembre de 1925 en protesta contra la represión a la oposición del gobierno del presidente Gerardo Machado. Sus conflictos no terminaron con su expulsión, sino, como un hilo rector en su biografía, continuaron en México y hasta su muerte. Sin embargo, su relación con el comunismo no estuvo, en modo alguno, marcada solamente por la disidencia, sino también por una fascinación y una esperanza grande en la profunda transformación social del futuro: hasta su último aliento defendió públicamente los principios del comunismo y de la Internacional Comunista. Sin embargo, Mella fue el antípoda del burócrata, del acatador de órdenes, del apparatschik. Se empeñó en la búsqueda de una concepción revolucionaria que proporcionara una orientación en correspondencia con las realidades sociales, culturales, políticas y económicas de la América Latina. Por eso, las dificultades de Mella con las organizaciones comunistas se agudizaron con el ascenso de Josef Stalin a la dirección política de la Unión Soviética, el cual, después de la muerte de Lenin, extinguió a sus adversarios, ante todo a León Trotsky, y se apoderó del Partido y del Estado.
El objetivo de Stalin no era ya la promoción de una revolución mundial, sino fortalecer y construir su propio poder personal, la protección de lo logrado, la edificación del socialismo en la Unión Soviética –o sea, el “socialismo en un solo país”. En consecuencia, los partidos comunistas en el mundo entero y su organización rectora, la Internacional Comunista, fueron reducidos al papel de defensores secundarios de la Unión Soviética. El punto culminante de aquel giro político definitivo a nivel internacional fue el VI Congreso de la Internacional Comunista, efectuado en Moscú, en el verano de 1928. Líderes políticos y pensadores marxistas que, como Mella, se negaron a aplicar estas directivas, habían sido marginados del movimiento comunista. Años más tarde, en la década de los treinta, aquella política estalinista llevó a una catástrofe, pues concluyó con la eliminación física de los adversarios al régimen.
No solo estas heterodoxias dentro del movimiento comunista hacen de Mella una figura tan fascinante, sino también su capacidad de transgredir, de superar fronteras nacionales, de idiomas y de mentalidades. Al parecer, tenía esta facilidad de pensar y actuar más allá de sus fronteras nacionales. Esa cualidad no es casual, mucho de ello se debió al hecho de que creció en el seno de distintos ámbitos culturales: el cubano, el norteamericano y el caribeño, dominicano. Su padre, don Nicanor Mella, dominicano de origen, fue un sastre que poseía un negocio floreciente frecuentado por la clase alta en la calle Obispo y una sucursal en Nueva York. Allí conoció a la madre de Mella, Cecilia McPartland, quien se convirtió en su amante. Por esta razón, la lengua materna de Mella no fue el español, sino el inglés, pues su madre no dominaba aquel idioma. Además, vivió buena parte de su infancia y su juventud en Estados Unidos, hecho que al parecer marcó profundamente su juventud. Su identidad oscilaba entre esos dos rumbos.
Fue así que llegó –como Martí– a conocer Estados Unidos “desde dentro”, y ese conocimiento le ayudó a analizar el fenómeno del imperialismo. Su dominio del inglés le sirvió después para leer textos de Marx y Lenin, que en su mayoría no habían sido traducidos al español. Es muy probable que él mismo hiciera algunas traducciones. El inglés y su conocimiento de otras culturas y contextos le permitieron, además, moverse en las filas de la Internacional Comunista. Le sirvió durante su viaje a Europa en 1927, donde asistió al Primer Congreso mundial contra el imperialismo y la opresión colonial, celebrado en Bruselas.
Existe una carta de Mella a Willi Münzenberg, organizador alemán de la Liga contra la opresión colonial, del año 1927, en la cual le pide a este, en un inglés casi perfecto, que apoyara con dinero a las Ligas Antimperialistas en las cuales Mella militó en primera fila. Esta misiva también se reprodujo en el anexo documental de la biografía. Su dominio del inglés le sirvió, durante su estancia en Moscú, para participar en los medios de la Internacional Comunista y de la Internacional Sindical Roja. Además de esto, su dominio del inglés le permitió organizar la Asociación Nacional de Emigrados Revolucionarios de Cuba (ANERC), porque la mayoría de los exiliados políticos –como en los tiempos de José Martí, que había establecido una organización semejante– se encontraban en Estados Unidos. Solamente una minoría, los más radicales entre los exiliados cubanos, sindicalistas, anarquistas, y comunistas como Mella y Leonardo Fernández Sánchez, o líderes sindicales, entre ellos Sandalio Junco, cubano de descendencia africana, y Alejandro Barreiro, radicaban en México. El ambicioso proyecto político de la ANERC, que siguió a partir de septiembre de 1928 y cuyo propósito era lograr el derrocamiento del régimen de Machado por la vía de las armas, es –en mi opinión– su proyecto políticamente más maduro y conserva su trascendencia en la historia contemporánea y en la actualidad. Ahí Mella muestra su capacidad de superar los esquemas políticos que se les imponían a las organizaciones comunistas e intenta crear algo nuevo, basado en la realidad latinoamericana y las necesidades políticas del momento.
Mella ayer, hoy y mañana.
Con la organización de la ANERC, cuyo eslogan era “¡Cuba Libre!”, Mella nos dejó un ejemplo concreto de un proyecto de liberación que unía los propósitos de una revolución social con los propósitos nacionalistas y antimperialistas, a tiempo que se mantenía dentro de las tradiciones de lucha insurreccional, característica de los movimientos independistas latinoamericanos. Como historiadora y biógrafa de Mella, mi tarea era proporcionar una reconstrucción del pasado por medio de las fuentes y me abstengo de derivar desde ahí planteamientos para un futuro. Sin embargo, quisiera como un último punto caracterizar brevemente la organización y los planteamientos de la ANERC, pues desde ahí se podría tender un puente entre el pasado, el presente y el futuro.
Inspirado por la lucha armada del “pequeño ejército loco” de Augusto César Sandino en Nicaragua contra la ocupación militar de Estados Unidos, Mella quería abrir en Cuba otro frente de combate contra el imperialismo. Su plan era que un grupo de hombres armados cruzara el Golfo de México y llegara a Cuba para combatir. Para esto fundó la ANERC como una alianza transclasista (en el sentido propio martiano) para llevar a cabo una revolución con objetivos nacionales, democráticos y socialistas. Apoyándose en las concepciones de las ligas anti-imperialistas, Mella llamaba a todas las fuerzas nacionalistas, revolucionarias, democráticas y antimachadistas a unirse a la ANERC, organización que estaba contra “la venta de la riqueza nacional al capitalismo extranjero”, la discriminación racial y la discriminación social y política de las mujeres. Formulaba así, por primera vez, una nueva definición inclusiva de la nación cubana: a ella debían pertenecer, expresamente, también los cubanos con antepasados africanos y las mujeres. Según el programa de la ANERC la nación cubana dejó de ser un proyecto oligárquico, burgués y blanco exclusivo.
Además, por otras características el programa de la ANERC –que hasta hoy lastimosamente solo se conoce por fragmentos publicados por Lionel Soto en su obra acerca de la revolución de 1933– era extraordinario para su época y muestra la capacidad de sus fundadores de acatarlo con creatividad y pragmatismo. El programa político que habían elaborado Mella y los organizadores de la ANERC –profundamente inspirado por la Revolución Mexicana y por su Constitución revolucionaria del año 1917– se enfocó en cinco puntos: relaciones internacionales, demandas económicas y políticas, reforma educacional y derechos laborales y sociales. Para demostrar el carácter trascendental de aquel programa, basta enumerar algunos de sus planteamientos. En el plano de las demandas económicas se exigió una reforma agraria y la entrega de tierras a campesinos pobres, el desarrollo de cooperativas agrarias de producción y distribución, además de la creación de un banco agrario de crédito controlado por las cooperativas campesinas. Se exigió la creación de una producción industrial nacional y la reconstrucción del comercio nacional. Al mismo tiempo se exigió una nacionalización de los centrales azucareros de propiedad extranjera, así como del monopolio industrial de los capitalistas foráneos. En cuanto a los derechos laborales y sociales se exigió una jornada laboral de ocho horas, salario mínimo, derecho a la huelga, libertad de organización para los trabajadores en la ciudad y el campo.
Las demandas políticas se centraron en la organización de un Estado sobre la base de principios democráticos: la libertad de organización y de reunión, de palabra y de prensa, así como la eliminación de la pena de muerte. Aquel planteamiento político, ¿podría ser una indicación de que, al parecer, Mella, al final de su vida, estuvo a punto no solo de alejarse de las organizaciones comunistas, sino tal vez también de despedirse del tipo de comunismo proclamado entonces? No lo sabemos con exactitud. Pienso que se debe poner fin a esos debates “filosóficos” sobre qué tipo de marxista era o no Mella. Indiscutiblemente lo fue. Sin embargo, no se descarta la posibilidad de que ya estaba tomando otro rumbo (o quizás transitando hacia otro rumbo) sin prejuicio alguno para su ideología política, al contrario, sus convicciones le impedían seguir el rumbo político de la Internacional Comunista, impuesto como resultado de su Congreso de 1928.
En mi opinión, para entender y asumir la capacidad, aptitudes y legado de Mella como fuente inspiradora en estos tiempos, no hay que centrarse en el examen de su marxismo, que por demás no escaparía a la especulación y la subjetividad. Si como han adelantado algunos estudiosos de su pensamiento, Mella estuvo a punto de abandonar también el marxismo, pienso que fue más por su pragmatismo que por no estar convencido del mismo. Muy propio de Mella, líder revolucionario e inteligente, habría sido el razonamiento nada descabellado de que en aquella coyuntura, si no se podía llegar a la derrota de Machado al amparo de la Internacional Comunista, debido al rumbo que impuso en 1928, cuando proclamó la táctica de “clase contra clase”, habría que continuarla sin descanso hasta el aplastamiento del dictador, con la aprobación comunista o sin ella, asentada en la lucha armada y la unidad popular. La creación de la ANERC es un ejemplo real de ese pensamiento. Si se pretende tomar a Mella como fuente inspiradora en la actualidad no bastará con examinar su marxismo. Distante de suposiciones, derivaciones o especulaciones, lo más importante, válido y útil para los tiempos que corren, es subrayar la fuerza política creadora de Julio Antonio Mella, inspirada en el marxismo sin copiarlo. Esa es la trascendencia de esta figura.
Christine Hatzky
(Este texto es una versión modificada y actualizada de un artículo que se había publicado en 2014 en la revista online El Sudamericano, Historia Política, Latinoamérica).
Notas:
[1] Entre mis colegas cubanos siempre hemos discutido si Mella fue “expulsado” o “separado” del Partido Comunista. Por mi perspectiva de historiadora sigo con la convicción de que este acto constituyó una expulsión. Primero, porque en alemán no hay otra posibilidad o expresión: o uno está fuera o dentro de un partido. Segundo, por las discusiones larguísimas que, por último, después de casi dos años, llevaron a su readmisión al Partido. Esto se constata claramente mediante los documentos que se encuentran en el anexo de la biografía.
[2] Uno de los editores de Pensamiénto Crítico era el recién fallecido filósofo cubano Fernando Martínez Heredia. Fernando acompañó mi proyecto de investigación sobre Mella desde un principio y con muchas simpatías. Recuerdo numerosas y ardientes discusiones con Fernando acerca de la biografía de Mella.
[3] Juventud, Revista de los estudiantes renovadoes de Cuba, La Habana 1924, fundado por el mismo Mella y dirigido por Leonardo Fernández Sánchez.
Christine Hatzky Profesora Titular de Historia de América Latina y del Caribe del departamento de Historia de la Universidad de Leibniz, Hannover, Alemania. Directora del Centro para Estudios Atlánticos y Globales y directora regional del Centro para Estudios Avanzados sobre América Latina; ambos de la propia universidad.
Reclamo internacional: ¿Dónde está Santiago Maldonado?
A casi dos meses del secuestro y desaparición de Santiago Maldonado a manos de la Gendarmería Nacional Argentina, en toda la Argentina y en el mundo seguimos preguntándonos por su paradero. A la vez le exigimos respuestas al gobierno de Mauricio Macri responsable
martes, 26 de septiembre de 2017
Intervención del canciller cubano, Bruno Rodríguez, en 72 Asamblea General de Naciones Unidas
El ministro de Relaciones Exteriores cubano, Bruno Rodríguez, realiza su intervención en el debate General del 72 Periodo de Sesiones de las Naciones Unidas, donde se refirió a las relaciones entre nuestro país y Estados Unidos, y abordó los desastres naturales que han sacudido a la región latinoamericana y caribeña recientemente.
lunes, 25 de septiembre de 2017
“Orejagate” parece una operación estadounidense para deshacer la apertura de Obama a Cuba
Seguimos escuchando y leyendo acerca de los llamados ataques sónicos que supuestamente han hecho daño, hasta en este momento, a 21 diplomáticos estadounidenses en Cuba. Los veintiuno han sufrido pérdidas auditivas o conmociones cerebrales, mientras que otros sufrieron náuseas, dolores de cabeza y zumbidos en los oídos. Algunos se enfrentan a la falta de concentración o problemas para recordar palabras. Todas estas son denuncias reportadas por numerosos medios de prensa estadounidenses, incluyendo a Associated Press, Reuters, The Washington Post, Fox News, el Miami Herald y otros. Hasta la fecha, ninguna de las personas atacadas ha sido identificada, excepto el reportado como Jefe de Seguridad de la embajada norteamericana en La Habana. Seguramente sus síntomas y lesiones han sido reportados, pero todavía no hay un solo rostro identificado con el delito –al menos públicamente.
Desde el principio ha sido un caso extraño. Un “who done it” de proporciones internacionales –nada realmente insólito o nuevo en lo que se refiere a la relación entre Estados Unidos y Cuba.
Vietnam puede que no parezca estar relacionado con esta historia. Pero hay una pequeña joya en el excelente documental de Ken Burns que he visto acerca de Vietnam. Algo que se me queda en la mente, una declaración de un soldado que luchó por Estados Unidos en esa guerra, quien dice –y estoy parafraseando– que la década de los 60, cuando el presidente Kennedy todavía estaba vivo, fue la última vez que los estadounidenses creyeron realmente que su gobierno nunca les mentiría…
Así que busqué un poco en mis recuerdos después de ver el programa y encontré lo siguiente:
Una explosión en el acorazado USS Maine en el puerto de La Habana dio una razón a Estados Unidos para intervenir en una guerra que se había librado durante muchos años entre Cuba y la España colonialista. Curiosamente, fueron los editores de periódicos los que empujaron a Estados Unidos a intervenir en la Guerra de Independencia de Cuba. ¿Y quién voló el Maine? Quien lo haya hecho dio a Estados Unidos una razón para entrar en la guerra…
Vietnam y la teoría del dominó. Nos dijeron que el país, involucrado en una guerra de independencia (no muy diferente a lo que hizo Estados Unidos en 1776), estaba siendo invadido por comunistas, que como dominós que caían, terminarían tarde o temprano en nuestras costas…
Armas de Destrucción Masiva en Iraq. Una mentira demostrada que empujó a Estados Unidos a una guerra contra Saddam Hussein, por la cual hasta la fecha todavía estamos pagando, y que también condujo a una desestabilización aún mayor del Oriente Medio, partes del sudeste asiático y del mundo. ISIS y otros grupos terroristas no surgieron de la nada…
La terrible experiencia de Peter Pan en Cuba. Casi 15 000 niños fueron utilizados por la CIA y la Iglesia Católica en una operación para desestabilizar al recién formado gobierno revolucionario cubano. Muchos de los niños son ahora hombres y mujeres mayores que aún llevan las cicatrices de este plan grotesco. Y muchos en Estados Unidos todavía culpan al gobierno de Castro por ello…
La lista es mucho más larga, pero esta es suficiente para demostrar que el engaño y la mentira han sido utilizados por Estados Unidos para lograr su meta final como imperio.
Lo que nos lleva de nuevo a “Orejagate” y a los 21 diplomáticos estadounidenses.
En primer lugar, no olvidemos que cuando se informó inicialmente había canadienses también enumerados como víctimas de los ataques sónicos. Progreso reprodujo a finales de agosto un reporte de Reuters: “Canadá no asume automáticamente que Cuba estuvo detrás de un presunto ‘ataque acústico’ contra personal estadounidense y canadiense en La Habana y no tiene planes de expulsar a diplomáticos cubanos”.
Añádase a esto las declaraciones hechas por científicos que son expertos en el campo del sonido y sus efectos en el cuerpo humano. En un reportaje de Fox News por James Rogers, este escribe: “Se ha especulado que el infrasonido (un sonido de baja frecuencia por debajo del nivel auditivo humano) o el ultrasonido (por encima de los 20 KHz y que no puede ser escuchado por los humanos) pueden haber sido aprovechados en los ataques.
“‘En última instancia, los dispositivos que funcionan en cualquier espectro podrían causar daños auditivos, pero es poco probable que sea infrasónico, debido al tamaño del altavoz necesario para producir la frecuencia requerida y el nivel de decibeles’, explicó el Dr. Toby Heys, jefe de Future Technologies, un centro de investigaciones de la Universidad Metropolitana de Manchester, en un comunicado enviado por correo electrónico a Fox News. ‘El infrasonido también es muy difícil/casi imposible de dirigir, según los dictados tecnológicos actuales’.
“‘No hay una forma eficiente de enfocar el infrasonido para convertirlo en un arma utilizable’, dijo Mario Svirsky, experto en trastornos del oído y neurociencia en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York.
“Heys añadió que el ultrasonido podría dirigirse a la cabeza de un objetivo, pero requeriría una orientación extremadamente precisa dentro de la infraestructura de un edificio”.
Más adelante, en el mismo artículo, abordan la cuestión de las conmociones cerebrales y la descartan como causada por los ataques sónicos alegados por el gobierno de los Estados Unidos.
Sobre la base de esta información, ofrezco mis propias ideas sobre las posibilidades de este caso. Obviamente el Herald y el Post han llegado a conclusiones basadas en evidencia cero y continúan culpando a Cuba por estos incidentes. Yo tampoco tengo evidencia, pero usando la lógica, la historia y el sentido científico común, creo que mi conclusión es más realista que la de estos dos periódicos.
Si el “Orejagate” ocurrió como se informa, los culpables son los propios estadounidenses que trabajan para deshacer los avances en diplomacia logrados desde el 17 de diciembre de 2014 entre Estados Unidos y Cuba. No tengo ni idea de si es una operación de la CIA, un grupo de renegados dentro del gobierno de Estados Unidos bajo las órdenes de la administración Trump o quién sabe quién. Pero, sobre la base de lo que dicen los científicos, esto debió haber ocurrido en el seno de los hogares y oficinas de estos diplomáticos estadounidenses y dirigido de manera muy precisa por personas bajo ese mismo techo mientras los estadounidenses estaban allí.
Sin embargo, hay una última cosa a considerar. Vivimos en una época en la que el conocimiento científico es mal visto por nuestro actual presidente de Estados Unidos y un senador de Florida que lleva zapatos con tacones elevadores. Así que cuando se trata de Orejagate, especialmente para estos dos, el engaño les es mucho más útil que la ciencia.
Álvaro Fernández
Progreso Semanal
Desde el principio ha sido un caso extraño. Un “who done it” de proporciones internacionales –nada realmente insólito o nuevo en lo que se refiere a la relación entre Estados Unidos y Cuba.
Vietnam puede que no parezca estar relacionado con esta historia. Pero hay una pequeña joya en el excelente documental de Ken Burns que he visto acerca de Vietnam. Algo que se me queda en la mente, una declaración de un soldado que luchó por Estados Unidos en esa guerra, quien dice –y estoy parafraseando– que la década de los 60, cuando el presidente Kennedy todavía estaba vivo, fue la última vez que los estadounidenses creyeron realmente que su gobierno nunca les mentiría…
Así que busqué un poco en mis recuerdos después de ver el programa y encontré lo siguiente:
Una explosión en el acorazado USS Maine en el puerto de La Habana dio una razón a Estados Unidos para intervenir en una guerra que se había librado durante muchos años entre Cuba y la España colonialista. Curiosamente, fueron los editores de periódicos los que empujaron a Estados Unidos a intervenir en la Guerra de Independencia de Cuba. ¿Y quién voló el Maine? Quien lo haya hecho dio a Estados Unidos una razón para entrar en la guerra…
Vietnam y la teoría del dominó. Nos dijeron que el país, involucrado en una guerra de independencia (no muy diferente a lo que hizo Estados Unidos en 1776), estaba siendo invadido por comunistas, que como dominós que caían, terminarían tarde o temprano en nuestras costas…
Armas de Destrucción Masiva en Iraq. Una mentira demostrada que empujó a Estados Unidos a una guerra contra Saddam Hussein, por la cual hasta la fecha todavía estamos pagando, y que también condujo a una desestabilización aún mayor del Oriente Medio, partes del sudeste asiático y del mundo. ISIS y otros grupos terroristas no surgieron de la nada…
La terrible experiencia de Peter Pan en Cuba. Casi 15 000 niños fueron utilizados por la CIA y la Iglesia Católica en una operación para desestabilizar al recién formado gobierno revolucionario cubano. Muchos de los niños son ahora hombres y mujeres mayores que aún llevan las cicatrices de este plan grotesco. Y muchos en Estados Unidos todavía culpan al gobierno de Castro por ello…
La lista es mucho más larga, pero esta es suficiente para demostrar que el engaño y la mentira han sido utilizados por Estados Unidos para lograr su meta final como imperio.
Lo que nos lleva de nuevo a “Orejagate” y a los 21 diplomáticos estadounidenses.
En primer lugar, no olvidemos que cuando se informó inicialmente había canadienses también enumerados como víctimas de los ataques sónicos. Progreso reprodujo a finales de agosto un reporte de Reuters: “Canadá no asume automáticamente que Cuba estuvo detrás de un presunto ‘ataque acústico’ contra personal estadounidense y canadiense en La Habana y no tiene planes de expulsar a diplomáticos cubanos”.
Añádase a esto las declaraciones hechas por científicos que son expertos en el campo del sonido y sus efectos en el cuerpo humano. En un reportaje de Fox News por James Rogers, este escribe: “Se ha especulado que el infrasonido (un sonido de baja frecuencia por debajo del nivel auditivo humano) o el ultrasonido (por encima de los 20 KHz y que no puede ser escuchado por los humanos) pueden haber sido aprovechados en los ataques.
“‘En última instancia, los dispositivos que funcionan en cualquier espectro podrían causar daños auditivos, pero es poco probable que sea infrasónico, debido al tamaño del altavoz necesario para producir la frecuencia requerida y el nivel de decibeles’, explicó el Dr. Toby Heys, jefe de Future Technologies, un centro de investigaciones de la Universidad Metropolitana de Manchester, en un comunicado enviado por correo electrónico a Fox News. ‘El infrasonido también es muy difícil/casi imposible de dirigir, según los dictados tecnológicos actuales’.
“‘No hay una forma eficiente de enfocar el infrasonido para convertirlo en un arma utilizable’, dijo Mario Svirsky, experto en trastornos del oído y neurociencia en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York.
“Heys añadió que el ultrasonido podría dirigirse a la cabeza de un objetivo, pero requeriría una orientación extremadamente precisa dentro de la infraestructura de un edificio”.
Más adelante, en el mismo artículo, abordan la cuestión de las conmociones cerebrales y la descartan como causada por los ataques sónicos alegados por el gobierno de los Estados Unidos.
Sobre la base de esta información, ofrezco mis propias ideas sobre las posibilidades de este caso. Obviamente el Herald y el Post han llegado a conclusiones basadas en evidencia cero y continúan culpando a Cuba por estos incidentes. Yo tampoco tengo evidencia, pero usando la lógica, la historia y el sentido científico común, creo que mi conclusión es más realista que la de estos dos periódicos.
Si el “Orejagate” ocurrió como se informa, los culpables son los propios estadounidenses que trabajan para deshacer los avances en diplomacia logrados desde el 17 de diciembre de 2014 entre Estados Unidos y Cuba. No tengo ni idea de si es una operación de la CIA, un grupo de renegados dentro del gobierno de Estados Unidos bajo las órdenes de la administración Trump o quién sabe quién. Pero, sobre la base de lo que dicen los científicos, esto debió haber ocurrido en el seno de los hogares y oficinas de estos diplomáticos estadounidenses y dirigido de manera muy precisa por personas bajo ese mismo techo mientras los estadounidenses estaban allí.
Sin embargo, hay una última cosa a considerar. Vivimos en una época en la que el conocimiento científico es mal visto por nuestro actual presidente de Estados Unidos y un senador de Florida que lleva zapatos con tacones elevadores. Así que cuando se trata de Orejagate, especialmente para estos dos, el engaño les es mucho más útil que la ciencia.
Álvaro Fernández
Progreso Semanal
sábado, 23 de septiembre de 2017
Fidel habla sobre Operación Peter Pan
Entre la extensa lista de acciones reprobables de la CIA contra Cuba estuvo la Operación Peter Pan
Fidel viaja a EE.UU. para hablar en ONU
El domingo 18 de septiembre de 1960, Fidel Castro viajó a Estados Unidos para participar en el XV Período de Se¬siones de la ONU.
El juicio más trascendente de nuestra historia
El 21 de Septiembre de 1953, en la Sala del Pleno de la audiencia de Oriente, se daba inicio al juicio más trascendente de nuestra historia: la Causa 37 o Juicio del Moncada
Toda reforma económica debe continuar garantizando los derechos sociales conquistados por la Revolución
En varios análisis y opiniones vertidas en la esfera pública cubana transnacional muchos defienden la propuesta de una reforma económica más amplia, integral y rápida. Del mismo modo, resaltan que el modelo social cubano no debe renunciar al acceso universal a la educación y a la cultura, a la salud pública, a la seguridad social y al trabajo decente –para lo cual habrá que desarrollar una gran capacidad de generar empleo. ¿Cuáles deben ser las características de una factible reforma económica así considerada? ¿Cómo podría la sociedad cubana asegurar el acceso universal, con calidad, a esos derechos? ¿Cómo colocar en función de ellos los recursos financieros necesarios sin escatimar recursos para el desarrollo de otros ámbitos también medulares? Brindamos las opiniones del jurista Michel Fernández.
Al parecer existe un consenso generalizado de la necesidad de hacer cambios importantes en la forma en que está organizada la economía en la Cuba de hoy; ese consenso abarca a casi todos los sectores del pensamiento social cubano. Por lo que el gran tema de debate es hasta dónde debe avanzar esa reforma o “actualización” y a qué ritmo o velocidad debe hacerse.
En mi opinión toda reforma económica en Cuba debe continuar garantizando el goce efectivo de los derechos sociales conquistados por la Revolución y aquí me gustaría hacer énfasis en dos de estos derechos: la salud y la educación. En ambos casos estos deben continuar siendo función exclusiva del Estado y, bajo ninguna circunstancia, pueden dejar de ser gratuitos y universales. En el caso de los derechos sociales lo que debe hacer el Estado es otorgarle mucha más atención y presupuesto a estos sectores, principalmente a la educación, que es la que garantiza el futuro del país.
El Estado cubano es el gran responsable del ritmo y la profundidad de las reformas económicas en Cuba, ya que como titular, a nombre del pueblo, de los medios fundamentales de producción, es él quien decide el “cómo” y el “cuándo” de la reforma.
La función del Estado en la economía debe moverse más en el sentido de convertirse en un regulador, que en el de un actor directo, debe dejar el espacio de la creación de riquezas a una diversidad de formas empresariales, entre las que, por supuesto, estarán las empresas públicas, junto a otras formas de organización empresarial. Pero estas empresas públicas deben ser autónomas y tener total independencia en su funcionamiento de las instituciones del Estado y el Gobierno, los que actuarían como accionistas o titulares de estas empresas.
El Estado no puede, bajo ninguna circunstancia, limitar la iniciativa o capacidad de los sujetos para asociarse económicamente con fines lícitos, lo que debe hacer es crear el marco jurídico institucional para que esto funcione con orden. Considero que el Estado debe favorecer la creación de empresas (públicas, cooperativas, privadas, familiares u otra forma de organización) que potencien la mayor riqueza que tiene la nación cubana: su capital humano. No deben existir restricciones para que las personas más preparadas, con mayor nivel académico, puedan legalmente crear sus propias empresas; al contrario, el Estado debería favorecer esto. Así como favorecer el retorno de todos los cubanos que por distintas razones viven en el extranjero y tienen el deseo, la voluntad y el capital para desarrollarse desde Cuba.
Otro elemento esencial en la reforma sería la eliminación de los monopolios, o de las prácticas monopólicas. Se debe buscar la diversidad y la competencia.
Es imprescindible en este proceso de reformas, en el que los sujetos económicos no son solo públicos o estatales, cambiar el rol de los sindicatos y de las organizaciones de la sociedad civil, para que estos tengan la capacidad de actuar como balance en el nuevo escenario.
Es mi opinión que los cambios de la economía cubana, en el sentido que expuse anteriormente, deben realizarse de inmediato, ya que no hay ningún obstáculo objetivo que los impida, solo cuestiones de tipo subjetivo, o dicho de otra manera, decisiones de tipo político, que son las que finalmente marcan el ritmo de la reforma.
Pero los que toman las decisiones políticas en Cuba hoy deben tener claro que la inacción, la lentitud y la poca capacidad para aceptar lo nuevo, son los principales aliados de una futura pérdida de los derechos sociales conquistados. Se necesita valentía para asumir los riesgos que significa una verdadera reforma o “actualización” de la economía cubana; es mucho más “cómodo” y seguro seguir a ritmo de caracol, aunque así estén hipotecando el futuro de Cuba.
Michel Fernández
Cuba Posible
Al parecer existe un consenso generalizado de la necesidad de hacer cambios importantes en la forma en que está organizada la economía en la Cuba de hoy; ese consenso abarca a casi todos los sectores del pensamiento social cubano. Por lo que el gran tema de debate es hasta dónde debe avanzar esa reforma o “actualización” y a qué ritmo o velocidad debe hacerse.
En mi opinión toda reforma económica en Cuba debe continuar garantizando el goce efectivo de los derechos sociales conquistados por la Revolución y aquí me gustaría hacer énfasis en dos de estos derechos: la salud y la educación. En ambos casos estos deben continuar siendo función exclusiva del Estado y, bajo ninguna circunstancia, pueden dejar de ser gratuitos y universales. En el caso de los derechos sociales lo que debe hacer el Estado es otorgarle mucha más atención y presupuesto a estos sectores, principalmente a la educación, que es la que garantiza el futuro del país.
El Estado cubano es el gran responsable del ritmo y la profundidad de las reformas económicas en Cuba, ya que como titular, a nombre del pueblo, de los medios fundamentales de producción, es él quien decide el “cómo” y el “cuándo” de la reforma.
La función del Estado en la economía debe moverse más en el sentido de convertirse en un regulador, que en el de un actor directo, debe dejar el espacio de la creación de riquezas a una diversidad de formas empresariales, entre las que, por supuesto, estarán las empresas públicas, junto a otras formas de organización empresarial. Pero estas empresas públicas deben ser autónomas y tener total independencia en su funcionamiento de las instituciones del Estado y el Gobierno, los que actuarían como accionistas o titulares de estas empresas.
El Estado no puede, bajo ninguna circunstancia, limitar la iniciativa o capacidad de los sujetos para asociarse económicamente con fines lícitos, lo que debe hacer es crear el marco jurídico institucional para que esto funcione con orden. Considero que el Estado debe favorecer la creación de empresas (públicas, cooperativas, privadas, familiares u otra forma de organización) que potencien la mayor riqueza que tiene la nación cubana: su capital humano. No deben existir restricciones para que las personas más preparadas, con mayor nivel académico, puedan legalmente crear sus propias empresas; al contrario, el Estado debería favorecer esto. Así como favorecer el retorno de todos los cubanos que por distintas razones viven en el extranjero y tienen el deseo, la voluntad y el capital para desarrollarse desde Cuba.
Otro elemento esencial en la reforma sería la eliminación de los monopolios, o de las prácticas monopólicas. Se debe buscar la diversidad y la competencia.
Es imprescindible en este proceso de reformas, en el que los sujetos económicos no son solo públicos o estatales, cambiar el rol de los sindicatos y de las organizaciones de la sociedad civil, para que estos tengan la capacidad de actuar como balance en el nuevo escenario.
Es mi opinión que los cambios de la economía cubana, en el sentido que expuse anteriormente, deben realizarse de inmediato, ya que no hay ningún obstáculo objetivo que los impida, solo cuestiones de tipo subjetivo, o dicho de otra manera, decisiones de tipo político, que son las que finalmente marcan el ritmo de la reforma.
Pero los que toman las decisiones políticas en Cuba hoy deben tener claro que la inacción, la lentitud y la poca capacidad para aceptar lo nuevo, son los principales aliados de una futura pérdida de los derechos sociales conquistados. Se necesita valentía para asumir los riesgos que significa una verdadera reforma o “actualización” de la economía cubana; es mucho más “cómodo” y seguro seguir a ritmo de caracol, aunque así estén hipotecando el futuro de Cuba.
Michel Fernández
Cuba Posible
miércoles, 20 de septiembre de 2017
El más devastador huracán contra Cuba es el bloqueo de EE.UU.
Cuba volvió a ser azotada por un devastador ciclón categoría 5 en la escala de Saffir-Simpson, el “Irma”. Pero el peor y permanente huracán que daña a la mayor de las Antillas desde hace más de 55 años sigue siendo el injusto e ilegal bloqueo que aún le impone Estados Unidos.
La nación caribeña ha sufrido los efectos de numerosos de esos fenómenos naturales de diferentes intensidades que transitan por el Caribe, sin embargo el cerco económico, comercial y financiero que Washington mantiene, pese al rechazo unánime de la comunidad internacional, es el que más perjuicios ha causado al pueblo cubano.
Según cifras oficiales, el bloqueo norteamericano le ha ocasionado a la Isla pérdidas por más de 975.000 millones dólares, carencias de medicamentos, alimentos y de numerosos recursos en todas las esferas de la sociedad vitales para el desarrollo sostenido de ese digno país.
Esa política agresiva de las sucesivas administraciones de la Casa Blanca es un huracán perenne, que a pesar de tener las intenciones de rendir a la Revolución cubana por hambre y necesidades, no lo ha logrado.
Los habitantes del decano archipiélago caribeño se recuperan hoy a paso firme del demoledor “Irma” en medio del bloqueo que Washington insiste en aplicarle, lo que constituye, más que una transgresión de las leyes internacionales, una flagrante violación de los derechos humanos (DDHH).
Contrario a lo que un país autotitulado defensor de los DDHH debería hacer, Estados Unidos acaba de prolongar por un año más la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, que ampara la guerra económica, comercial y financiera contra Cuba.
La decisión al respecto la adoptó el actual presidente norteamericano, Donald Trump, el pasado 9 de septiembre, precisamente cuando “Irma” inició su devastador recorrido por el norte de todo el territorio de la nación antillana.
Si esa conducta de Trump no es un crimen de lesa humanidad contra los cubanos, cómo podríamos llamarla entonces.
Pero los habitantes de los Isla siguen en pie de lucha a pesar de todas las adversidades. Un tuit del héroe antiterrorista cubano Gerardo Hernández deja bien clara la firmeza de sus compatriotas: ¡Si hemos resistido ese #huracán estacionario sobre #Cuba por más de 55 años, resistiremos cualquier cosa!
Patricio Montesinos
La nación caribeña ha sufrido los efectos de numerosos de esos fenómenos naturales de diferentes intensidades que transitan por el Caribe, sin embargo el cerco económico, comercial y financiero que Washington mantiene, pese al rechazo unánime de la comunidad internacional, es el que más perjuicios ha causado al pueblo cubano.
Según cifras oficiales, el bloqueo norteamericano le ha ocasionado a la Isla pérdidas por más de 975.000 millones dólares, carencias de medicamentos, alimentos y de numerosos recursos en todas las esferas de la sociedad vitales para el desarrollo sostenido de ese digno país.
Esa política agresiva de las sucesivas administraciones de la Casa Blanca es un huracán perenne, que a pesar de tener las intenciones de rendir a la Revolución cubana por hambre y necesidades, no lo ha logrado.
Los habitantes del decano archipiélago caribeño se recuperan hoy a paso firme del demoledor “Irma” en medio del bloqueo que Washington insiste en aplicarle, lo que constituye, más que una transgresión de las leyes internacionales, una flagrante violación de los derechos humanos (DDHH).
Contrario a lo que un país autotitulado defensor de los DDHH debería hacer, Estados Unidos acaba de prolongar por un año más la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, que ampara la guerra económica, comercial y financiera contra Cuba.
La decisión al respecto la adoptó el actual presidente norteamericano, Donald Trump, el pasado 9 de septiembre, precisamente cuando “Irma” inició su devastador recorrido por el norte de todo el territorio de la nación antillana.
Si esa conducta de Trump no es un crimen de lesa humanidad contra los cubanos, cómo podríamos llamarla entonces.
Pero los habitantes de los Isla siguen en pie de lucha a pesar de todas las adversidades. Un tuit del héroe antiterrorista cubano Gerardo Hernández deja bien clara la firmeza de sus compatriotas: ¡Si hemos resistido ese #huracán estacionario sobre #Cuba por más de 55 años, resistiremos cualquier cosa!
Patricio Montesinos
martes, 19 de septiembre de 2017
Ciclistas cubanas en clubs extranjeros: éxito y manipulación
El diario argentino “La Nación” indagaba, sin ningún motivo, en la opinión política de la ciclista Marlies Mejías, fichada por un club argentino, acerca del “régimen socialista” de Cuba, con preguntas que jamás realizaría a un deportista de otra nación. La respuesta de la cubana era clara: “estoy orgullosa de lo que me da mi país”; “en el exterior mucha gente habla del régimen (sistema cubano) sin conocerlo”, desde “una visión equivocada”. Una contestación inaceptable para el diario, a la que rápidamente buscó una explicación: esto lo “dice –leemos- quien tiene un pasaporte oficial y la posibilidad de salir y entrar (de Cuba) cuando quiere. Para Marlies el fichar con el Ladies Power (de Argentina) y ganar un sueldo le permite mantener a toda su familia, incluyendo a su abuela, hermana y sobrina”.
Cuba se recupera y sigue abierta al mundo
El diario USA Today informó el 17 de septiembre que el gobierno de Estados Unidos estaba dando ayuda humanitaria a numerosas islas del Caribe devastadas por el huracán Irma. Cuba, situada a tan solo 90 millas de las costas de la Florida- no estaba entre ellas.
Cuando el huracán Katrina golpeó a Nueva Orleans en 2005, Cuba fue la primera nación en ofrecer ayuda. La isla preparó miles de voluntarios y enormes cantidades de equipos y suministros de emergencia para ayudar a las víctimas en las regiones afectadas con todos los gastos sufragados por Cuba. Incluso en esa ocasión La Habana organizó una brigada permanente de ayuda a países afectados por desastres naturales que nombró Henry Reed (1850—1876), en honor a un ciudadano estadounidense que combatió de manera sobresaliente en las filas independentistas cubanas contra el colonialismo español, en las que alcanzó el grado de Brigadier General.
El gobierno estadounidense de George W. Bush rechazó la magnánima oferta cubana de ayuda, a pesar de la enorme catástrofe humanitaria que se desplegaba en el estado de Luisiana en aquel momento. Katrina causó daños a la ciudad de Nueva Orleáns, pero no la devastó.
Poco después, cuando los diques del lago Pontchartrain y varios canales se reventaron, un caldo tóxico de agua contaminada inundó las calles, así como miles de casas y hasta más allá del segundo piso de los edificios altos. Decenas de miles de personas, casi todas negras y pobres, debieron luchar por la supervivencia en las peores condiciones de abandono oficial. Se calcula que 300,000 familias quedaron sin techo. Tampoco fue aceptada entonces la oferta de ayuda cubana.
En estos momentos, pese a que Cuba se está recuperando de los graves perjuicios que le causara el huracán Irma, no ha vacilado en prestar ayuda a las islas vecinas que han sufrido una desgracia semejante a la propia. Cientos de profesionales, con sus asistentes y suministros médicos, han sido enviados por La Habana en apoyo a sus vecinos del Caribe.
Se conoce que en la base militar estadounidense que ilegalmente ocupa hace más de un siglo un espacio en la ribera de la bahía de Guantánamo, en territorio cubano, en la parte más oriental de Cuba (así como en el campo de concentración de sus prisioneros de guerra sin derecho a juicio que allí existen), hay actualmente alimentos, medicinas y materiales de construcción valorados en cientos de millones de dólares.
Pero se sabe, igualmente, que la base militar estadounidense no ha compartido ni una sola botella de agua potable con los cubanos residentes afectados por el huracán fuera del vallado perimetral de la base.
Entre otras naciones, están proporcionando ayuda a Cuba Argentina, Bolivia, Canadá, Colombia, Costa Rica, China, Ecuador, El Salvador, España, México, Nicaragua, Panamá, República Dominicana, Rusia, Uruguay, Venezuela y Vietnam, así como algunas dependencias de la ONU. En contraste, el Departamento de Estado ha dictado una advertencia contra los viajes a Cuba y asesora en ese sentido a los estadounidenses.
Mientras tanto, millones de voluntarios cubanos han limpiado las huellas que más evidencian el destructivo paso de huracán Irma. Turistas de los más diversos países están acudiendo masivamente ya a la isla.
Al negarle ayuda a los cubanos y desalentar los viajes a Cuba de sus ciudadanos, Washington está utilizando una vez más la ocurrencia de un desastre humanitario para castigar a los cubanos por negarse a aceptar la intromisión de Estados Unidos en sus asuntos internos.
Sin embargo, como manifiesta en mensaje a sus clientes el turoperador canadiense “Cuba Explorer”, basado hace años en La Habana, “los estadounidenses se preparan para visitar Cuba en gran número en los próximos meses, conscientes de que el turismo social es una forma humanitaria y económica de ayuda. Los viajeros quieren mantener vivo el nuevo espíritu de cooperación entre Estados Unidos y Cuba que se inició durante la Presidencia de Barack Obama”.
“Los cubanos están dando muestras de su disposición y sus deseos de dar la bienvenida y abrazar calurosamente a su llegada a la isla a sus invitados estadounidenses”, expresó el antes citado turoperador norteamericano, a partir de sus propias vivencias y expectativas.
Manuel E. Yepe
Cuando el huracán Katrina golpeó a Nueva Orleans en 2005, Cuba fue la primera nación en ofrecer ayuda. La isla preparó miles de voluntarios y enormes cantidades de equipos y suministros de emergencia para ayudar a las víctimas en las regiones afectadas con todos los gastos sufragados por Cuba. Incluso en esa ocasión La Habana organizó una brigada permanente de ayuda a países afectados por desastres naturales que nombró Henry Reed (1850—1876), en honor a un ciudadano estadounidense que combatió de manera sobresaliente en las filas independentistas cubanas contra el colonialismo español, en las que alcanzó el grado de Brigadier General.
El gobierno estadounidense de George W. Bush rechazó la magnánima oferta cubana de ayuda, a pesar de la enorme catástrofe humanitaria que se desplegaba en el estado de Luisiana en aquel momento. Katrina causó daños a la ciudad de Nueva Orleáns, pero no la devastó.
Poco después, cuando los diques del lago Pontchartrain y varios canales se reventaron, un caldo tóxico de agua contaminada inundó las calles, así como miles de casas y hasta más allá del segundo piso de los edificios altos. Decenas de miles de personas, casi todas negras y pobres, debieron luchar por la supervivencia en las peores condiciones de abandono oficial. Se calcula que 300,000 familias quedaron sin techo. Tampoco fue aceptada entonces la oferta de ayuda cubana.
En estos momentos, pese a que Cuba se está recuperando de los graves perjuicios que le causara el huracán Irma, no ha vacilado en prestar ayuda a las islas vecinas que han sufrido una desgracia semejante a la propia. Cientos de profesionales, con sus asistentes y suministros médicos, han sido enviados por La Habana en apoyo a sus vecinos del Caribe.
Se conoce que en la base militar estadounidense que ilegalmente ocupa hace más de un siglo un espacio en la ribera de la bahía de Guantánamo, en territorio cubano, en la parte más oriental de Cuba (así como en el campo de concentración de sus prisioneros de guerra sin derecho a juicio que allí existen), hay actualmente alimentos, medicinas y materiales de construcción valorados en cientos de millones de dólares.
Pero se sabe, igualmente, que la base militar estadounidense no ha compartido ni una sola botella de agua potable con los cubanos residentes afectados por el huracán fuera del vallado perimetral de la base.
Entre otras naciones, están proporcionando ayuda a Cuba Argentina, Bolivia, Canadá, Colombia, Costa Rica, China, Ecuador, El Salvador, España, México, Nicaragua, Panamá, República Dominicana, Rusia, Uruguay, Venezuela y Vietnam, así como algunas dependencias de la ONU. En contraste, el Departamento de Estado ha dictado una advertencia contra los viajes a Cuba y asesora en ese sentido a los estadounidenses.
Mientras tanto, millones de voluntarios cubanos han limpiado las huellas que más evidencian el destructivo paso de huracán Irma. Turistas de los más diversos países están acudiendo masivamente ya a la isla.
Al negarle ayuda a los cubanos y desalentar los viajes a Cuba de sus ciudadanos, Washington está utilizando una vez más la ocurrencia de un desastre humanitario para castigar a los cubanos por negarse a aceptar la intromisión de Estados Unidos en sus asuntos internos.
Sin embargo, como manifiesta en mensaje a sus clientes el turoperador canadiense “Cuba Explorer”, basado hace años en La Habana, “los estadounidenses se preparan para visitar Cuba en gran número en los próximos meses, conscientes de que el turismo social es una forma humanitaria y económica de ayuda. Los viajeros quieren mantener vivo el nuevo espíritu de cooperación entre Estados Unidos y Cuba que se inició durante la Presidencia de Barack Obama”.
“Los cubanos están dando muestras de su disposición y sus deseos de dar la bienvenida y abrazar calurosamente a su llegada a la isla a sus invitados estadounidenses”, expresó el antes citado turoperador norteamericano, a partir de sus propias vivencias y expectativas.
Manuel E. Yepe
lunes, 18 de septiembre de 2017
Fidel y la cultura.
Del genio de Fidel extrañaremos bastante; quizá más que nada su especial sentido del momento histórico; esa extraordinaria capacidad de penetrar la esencia de las cosas, para emprender acciones de éxito donde otros las pospondrían escudándose en una supuesta falta de “condiciones objetivas”. Por ejemplo, ¿qué habría hecho por la cultura el común de los mortales, de haber dirigido un país como Cuba, en medio de la convulsa circunstancia de aquellos primeros años de la Revolución? Si nos atenemos a la conocida máxima del filósofo español José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”, esa particular coyuntura histórica probablemente hubiese polarizado las acciones del líder —siempre que este no fuera Fidel— hacia aspectos muy alejados de la promoción cultural.
Repasemos los contextos, y veamos si aconsejaban otra cosa que no fuese dedicar el máximo esfuerzo al fusil y la trinchera. Solo entre 1959 y 1960, mediante aviones procedentes de los Estados Unidos, la contrarrevolución realizó más de 50 bombardeos con explosivos o fósforo vivo, a centrales azucareros o áreas urbanas. El más alevoso crimen de aquella época se registró en marzo 1960, cuando fue volado el vapor francés La Coubre: hecho que segó la vida a 101 trabajadores cubanos. Según documentos desclasificados, el gobierno de Dwight Eisenhower puso en manos de la subversión interna armamentos y explosivos que, en los seis meses anteriores a la invasión de Girón, provocaron 110 atentados dinamiteros, la detonación de 200 bombas, 950 incendios y seis descarrilamientos de trenes.
El 3 de enero de 1961, los Estados Unidos rompen relaciones diplomáticas con Cuba, y si bien el bloqueo económico y comercial se implanta oficialmente el 3 de febrero de 1962, ya desde octubre de 1960 se habían prohibido las exportaciones a Cuba, excepto medicinas y alimentos; mientras, en la práctica, también se hallaba suspendida la importación de azúcar cubano. Entretanto, en las montañas del Escambray, decenas de bandas armadas realizaban acciones subversivas, y asesinaban maestros y campesinos.
Ante la inminencia de una invasión, había que preparar al pueblo. El 26 de octubre de 1959, Fidel proclama la creación de las Milicias Nacionales Revolucionarias, y ya para marzo de 1960, apenas cinco meses después de creadas las MNR, medio millón de cubanos formaban parte de sus filas. El 15 de abril de 1961, aviones de combate bombardean la pista de Ciudad Libertad, y las bases aéreas de San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba. Dos días más tarde, 1500 mercenarios cubanos, apoyados por aviones y buques de guerra, desembarcan por Playa Larga y Playa Girón, solo para ser vencidos en menos de 72 horas.
Tras ese fracaso, el gobierno norteamericano no cejó en su empeño de derrocar la Revolución naciente, y para ello puso en práctica el programa subversivo llamado Operación Mangosta. Durante su período de vigencia, en un lapso de diez meses, se registraron más de cinco mil acciones de sabotaje y actos terroristas contra objetivos económicos y sociales, mientras que, solo con interés de asesinar a Fidel, se emprendieron o planificaron 80 atentados (38 en el gobierno de Eisenhower y 42 en el de Kennedy).
En medio de este complejo momento histórico, ¿sería posible realizar transformaciones sustanciales en la cultura? Veamos cómo para Fidel el desgaste impuesto por el enemigo, y el valioso tiempo que debió dedicar a enfrentarlo, no fue impedimento. El 31 de marzo de 1959, por su orientación expresa, fue creada la imprenta Nacional de Cuba, entidad que, con el nombre de Editorial Nacional, a partir de 1962 estaría bajo la dirección de Alejo Carpentier. Al contrario de lo que podría suponerse, dadas las circunstancias, el primer libro publicado no fue un manual para milicianos, ni un folleto de adoctrinamiento político, sino El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes y Saavedra.
No fue casual la selección de esa obra, con la cual quedó inaugurada la Colección Biblioteca del Pueblo, destinada a los clásicos de la literatura universal. Al respecto, en 1979 Armando Hart Dávalos señaló: “Al símbolo del personaje inmortal que encarna los más puros ideales humanos, se unía la voluntad de reconocer como propio el patrimonio cultural de la humanidad y el homenaje a todo lo que de tesoro comunal unificador encierra nuestra lengua en la figura del más preclaro de sus escritores”.
Los cien mil ejemplares de aquella edición del Quijote fueron puestos a disposición del público lector a un precio simbólico, y luego —también en tiradas masivas y a precios muy bajos—, se publicaron otras obras relevantes de la literatura universal. Entre los primeros autores editados estuvieron César Vallejo, Rubén Darío y Pablo Neruda. ¡Sencillamente extraordinario!: el Estado cubano destinando recursos a la publicación de poesía, mientras el enemigo más letal de la historia bañaba en sangre a nuestro pequeño país y creaba condiciones para emprender una invasión a gran escala. Naturalmente, en dicha institución no solo se imprimieron textos literarios, sino también los millones de ejemplares de las cartillas y manuales que serían utilizados durante la exitosa Campaña Nacional de Alfabetización, en 1961.
Sin duda alguna, la Campaña Nacional de Alfabetización fue el más grande evento cultural emprendido por nuestra nación en cualquier época. En ella participaron 271 mil educadores, que alfabetizaron 707 mil personas, para, de este modo, convertir a Cuba en uno de los países con menor tasa de analfabetismo en el mundo. Las palabras de Fidel, expresadas el 22 de diciembre de 1961, resumen el gigantesco esfuerzo: “Ningún momento más solemne y emocionante, ningún instante de legítimo orgullo y de gloria, como este en que cuatro siglos y medio de ignorancia han sido derrumbados”.
En enero de 1961, fue creado el Consejo Nacional de Cultura. Su objetivo fundamental fue llevar a cabo una política cultural amplia y profunda, destinada a todas las capas sociales de la población y, de manera especial, a los sectores populares. Como concreción de tales propósitos, se fortalecen instituciones como el Ballet Nacional de Cuba, la Biblioteca Nacional y la Academia de Artes Plásticas de San Alejandro. Se retoma la construcción del Teatro Nacional y se fundan la Orquesta Sinfónica, la Casa de las Américas, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), y el Instituto de Etnología y Folklore, entre otras instituciones.
Fruto de los intensos debates que durante tres jornadas nuestro Comandante en Jefe realizara con destacados artistas y escritores cubanos —los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en la Biblioteca Nacional— ha quedado para la historia el memorable discurso titulado Palabras a los Intelectuales. Este documento, más que reflexión puntual ante un público preocupado por sus derechos en la nueva realidad sociopolítica, constituyó sólida base de lo que es hoy la Política Cultural de la Nación. “La Revolución no puede pretender asfixiar el arte o la cultura —dijo Fidel entonces—, cuando una de las metas y uno de los propósitos fundamentales de la Revolución es desarrollar el arte y la cultura, precisamente para que el arte y la cultura lleguen a ser un verdadero patrimonio del pueblo”.
Apenas mes y medio más tarde, en el hotel Habana Libre, se celebró el Congreso de Escritores y Artistas, clausurado por Fidel, que dejó como resultado la creación de la Uneac. Los intelectuales se sumaban así, de manera organizada y consciente, a un turbión cultural cuyas olas creativas aún baten con fuerza. Como muestra del alto nivel artístico rápidamente alcanzado en la época, tan solo recordemos las novelas de Carpentier, especialmente El siglo de las luces; las películas de Titón (La muerte de un burócrata y Memorias del subdesarrollo), el Teatro Estudio encabezado por Raquel y Vicente Revuelta, el Ballet de Alicia y Fernando Alonso, la mejor poesía de Nicolás Guillén, la explosión creadora de René Portocarrero…
En 1962, tan solo un par de meses antes de que nuestro país viviese el peligro de ser barrido por un ataque nuclear, se funda la Escuela Nacional de Arte. Erigida en terrenos del antiguo Country Club de La Habana, por primera vez en Cuba una escuela de arte recibía alumnos procedentes de todas las capas sociales y regiones del país, previa rigurosa prueba de aptitudes artísticas. De este modo, se creaban las bases para que la enseñanza artística pudiera extenderse por toda la geografía nacional, lo cual posibilitó el extraordinario salto que en materia de cultura habría de ocurrir en las siguientes décadas.
Entre los años 70 y 80 del pasado siglo, Cuba logró convertirse en innegable potencia cultural. Fueron fundadas decenas de academias, conservatorios y escuelas de arte en los niveles elemental, medio y superior; algunas de la más alta cota profesional posible, tales son los casos del Instituto Superior de Arte y la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. No hubo municipio del país que no contara con cines, museos, casas de cultura, galerías de arte, talleres literarios, bibliotecas, agrupaciones musicales, teatrales y danzarias de alto nivel. El arte penetró las fábricas, las unidades militares, los círculos infantiles, los asilos de ancianos… muchas de tales instituciones también fue posible tenerlas en pueblos y comunidades donde antes ni siquiera hubo escuelas. Allí, donde poco tiempo atrás los niños morían de enfermedades curables, donde imperaba el hambre, la explotación, el atraso y la absoluta falta de oportunidades, ahora llegaba el poder dignificante de la cultura.
A nivel central, en La Habana y otras ciudades del país, surgen decenas de importantes eventos culturales, entre los que se hayan las muy prestigiosas Ferias Internacionales del Libro; de la Música, “Cubadisco”; de Artes Plásticas, “Bienal de La Habana”; de Artesanía, “Fiart”; los Festivales Internacionales de Ballet; del Nuevo Cine Latinoamericano; de Cine Pobre, en Gibara; del Circo en Verano, “Circuba”; de Música Electroacústica, “Primavera”; de Jazz, “Jazz Plaza”; de la Canción en Varadero; de la Trova, “Pepe Sánchez”; de la cultura caribeña, “Fiesta del Fuego”; de Poesía de La Habana; de Humorismo Gráfico, “Bienal de San Antonio de los Baños”; de Teatro de La Habana; así como la Temporada Escénica Latinoamericana y Caribeña “Mayo Teatral”, entre otras muchas acciones artísticas y culturales de envergadura.
En 1991, producto del derrumbe de la Unión Soviética y el Campo Socialista, así como por el recrudecimiento del bloqueo comercial y financiero impuesto a Cuba por los Estados Unidos, el país se adentró en una larga y profunda crisis económica en la que el PIB se contrajo un 35 %. Particularmente severas fueron las carencias alimentarias y de portadores energéticos, al extremo de que se sufrieron apagones de entre 16 y 20 horas diarias. Otra vez el momento histórico hubiera aconsejado realizar reducciones en los presupuestos destinados a la cultura. ¡Si no había qué comer ni cómo cocinar, cómo íbamos a gastar nuestros muy limitados recursos en acciones culturales!
Entonces Fidel, evocando a Martí, alza su voz para recordarnos que trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras. Lo primero a salvar es la cultura, porque “la cultura es espada y escudo de la nación”. Ninguna institución cultural fue cerrada, ningún evento dejó de realizarse, porque “ser culto es la única manera de ser libre”; y sin identidad, no hay libertad posible. De modo que apenas la situación económica ofreció respiro, se retomaron con fuerza proyectos culturales pendientes. En el año 2000, al calor de la Batalla Ideas, Fidel aprueba la construcción de las nuevas Escuelas de Instructores de Arte, con el objetivo de consolidar las escuelas y círculos infantiles como los centros culturales más importantes de la comunidad.
Ese mismo año se inaugura el programa de Universidad para Todos, donde los estudios socioculturales y de comunicación social tendrían un peso significativo; al tiempo que se crean dos canales educativos en la televisión, los cuales contarían con una programación marcadamente instructiva y cultural. Las Ferias Internacionales del Libro, que antes se celebraban cada dos años en La Habana, se extienden ahora por todas las provincias del país con un carácter anual, mientras se multiplica la edición de ejemplares.
Al respecto, quiero recordar aquella anécdota de Fidel, cuando en reunión efectuada con intelectuales y funcionarios de la cultura, tras culminar la Feria del Libro del año 2000, de pronto preguntó: ¿Dónde publica su primer libro un genio que, digamos, viva en el municipio de Colón? Le explicaron que el país contaba con decenas de editoriales, y que estas habían publicado decenas de miles de títulos en los años de Revolución; le explicaron procedimientos y mecanismos; y, en realidad, parecía suficiente el esfuerzo. Sin embargo, Fidel consideró que no lo era; aún faltaba mucho por hacer. Así surgió uno de los proyectos más inclusivos que en materia cultural podía soñarse: El Sistema de Ediciones Territoriales, popularmente conocido como Riso, el cual abarca 22 nuevas casas editoriales en todas las provincias del país. En sus 16 años de existencia, gracias a este sistema de impresión, han visto la luz más de cinco mil títulos, y cuatro millones de ejemplares, que de otro modo no hubieran dignificado ese principio revolucionario vigente desde el 1ro. de enero de 1959: “Al pueblo no le vamos a decir cree; le vamos a decir lee”.
Antonio Rodríguez Salvador
La Jiribilla
domingo, 17 de septiembre de 2017
#HuracánIrma: Antes y Después
Con increíbles instantáneas del fotógrafo Fernando Mediana (Cubahora), nuestro sitio les propone una mirada a algunos lugares de La Habana, antes y después del paso del Huracán Irma por la Isla
La balada de Elpidio Valdés
A finales de 1961 yo estaba de aprendiz de dibujante en la revista Mella. Había llegado allí cuando la enseñanza secundaria no se había reactivado del todo, tras la recién concluida Campaña de Alfabetización. Embullado por mi padre, me había presentado en la publicación con algunos dibujos bajo el brazo y resultó que mi ídolo, el gran Virgilio Martínez, hizo colocar una mesa al lado de la suya, para que desde aquella posición privilegiada aprendiera en qué consistía el arte de la historieta. Tiempo después, cuando las secundarias reabrieron puertas, decidí matricular en la sesión nocturna, porque durante el día, en los dos años siguientes, no hubo quien me sacara de mi rincón del Mella. Allí, en la calle Desagüe números 108 y 110, miliciano e imberbe, incluso viví la Crisis de Octubre del 62.
La revista, que después se convirtió en semanario tabloide, tenía una sección donde se publicaban cartas, artículos y dibujos de los lectores. Casi todas aquellas colaboraciones me pasaban por las manos y recuerdo que un día presté atención a unos dibujos humorísticos que, por su calidad, estaban siendo procesados para ser publicados. Se trataba de la colaboración de dos adolescentes hermanos, nativos de la ciudad de Cárdenas. Uno de aquellos chistes era un soldadito con casco alemán de la primera guerra, estilo Káiser, trepado a un cañón y presto a dispararlo hacia la punta de un tabaco que apretaba entre los dientes. Lo firmaba un tal Juan Padrón.
En 1964 me tocó el servicio militar y alguna vez que pasé por el Mella, ya con el uniforme, me encontré allí con Padroncito (que era Juan) y también con su ingenioso hermano Ernesto. Ya por entonces había dado yo con la guitarra, compañera que estaba cambiando radicalmente mi destino, aunque todavía no me daba cuenta. Pero aun cuando comenzaba a prestar más atención a mis cuerdas empatadas, continué siendo un rastreador y lector infatigable de dibujos e historietas, deleite que todavía conservo.
Así, primero porque lo había visto surgir y después atrapado por el magnetismo de su talento, le fui siguiendo el hilo a Padroncito, cada vez sorprendiéndome por la calidad creciente de sus dibujos y por la frescura de sus ideas. Y de hecho me convertí en uno más de los cientos de miles de admiradores de las venturas y desventuras de verdugos, vampiros y piojos. Por entonces me llamó la atención lo de los piojos, porque era un tema que le facilitó regresar al tipo de muñeco que hacía al principio: una cabezota redonda sobre un cuerpecito menudo. Como cualquier lector especulé sobre los posibles orígenes de aquellos bichos y exploré las variantes en las que la imaginación picarona del cubano los iba ubicando. Justo cuando ya comenábamos a llamarlos ladillas, maldecí y deploré, como muchos, el uso imbécil del Escabicín seudoideológico con el que pretendieron fumigarlas.
Tiempo después supe que Padroncito estaba en el ICAIC, haciendo dibujos animados. Era increíble: primero coincidir en el Mella y ahora en el ICAIC. Y un buen día, cuando solo habían salido unas pocas aventuras del coronel Valdés, se me apareció en la casa y me dijo que quería que le compusiera una balada para aquellas aventuras.
Nunca supe bien por qué lo de balada. Él le decía balada y yo pensaba todo el tiempo en un son originario, salvaje, tratándose de un mambí oriental como Elpidio. Con tal concepto en mente rastreé por Cayo Hueso a un negro viejo al que había escuchado tocar la marímbula y le pedí a Jesús Ortega una vihuela. Difícil me fue afinar la vihuela: seis cuerdas pareadas y para colmo viejas. Luego pensé que me iba a ser duro hacerle entender al marimbulista la idea de aquel son precario, pero en eso me equivoqué. Tan pronto me puse a sincopar el bajo, el golpe de los flejes se convirtió en su sombra. No había tiempo para retoques, los muñequitos esperaban, y de pronto habíamos terminado la grabación, creo que en la segunda toma. Si no recuerdo mal, Padroncito me ayudó en algo de la letra; cuando menos lo de “gaitos” lo tomé de lo que él decía: uno de los nombretes insurrectos contra las tropas de la corona.
Después de aquel día me quedé con la idea de mejorar el tema y creo que lo hablamos, pero nunca se hizo. La que suena es la misma versión de entonces y con el tiempo he llegado a tomarle cariño. Ahora hasta quizás sea un sacrilegio hacerla con otro músico que no sea aquel viejo incógnito, del que quisiera recordar el nombre y que posiblemente esté descansando ya con su marímbula, su sombrerito y su tabaco.
Muchos años después, una noche en la esquina de Gran Vía y Fuencarral, en Madrid, Juan Padrón estaba parado, conver- sando con alguien, cuando de pronto, en medio del estruendo de los carros que pasaban, se escuchó una voz gritar: “¡Viva el coronel Elpidio Valdés! ¡Viva Cuba libre!” Padrón empezó a mirar enloquecido a todas partes, buscando de dónde había salido aquello. Pero ya el taxi culpable se alejaba conmigo adentro, muerto de risa y de júbilo por haber podido hacerle semejante regalo en el mismísimo corazón de la antigua metrópoli.
Silvio Rodriguez
La Gaceta de Cuba
La revista, que después se convirtió en semanario tabloide, tenía una sección donde se publicaban cartas, artículos y dibujos de los lectores. Casi todas aquellas colaboraciones me pasaban por las manos y recuerdo que un día presté atención a unos dibujos humorísticos que, por su calidad, estaban siendo procesados para ser publicados. Se trataba de la colaboración de dos adolescentes hermanos, nativos de la ciudad de Cárdenas. Uno de aquellos chistes era un soldadito con casco alemán de la primera guerra, estilo Káiser, trepado a un cañón y presto a dispararlo hacia la punta de un tabaco que apretaba entre los dientes. Lo firmaba un tal Juan Padrón.
En 1964 me tocó el servicio militar y alguna vez que pasé por el Mella, ya con el uniforme, me encontré allí con Padroncito (que era Juan) y también con su ingenioso hermano Ernesto. Ya por entonces había dado yo con la guitarra, compañera que estaba cambiando radicalmente mi destino, aunque todavía no me daba cuenta. Pero aun cuando comenzaba a prestar más atención a mis cuerdas empatadas, continué siendo un rastreador y lector infatigable de dibujos e historietas, deleite que todavía conservo.
Así, primero porque lo había visto surgir y después atrapado por el magnetismo de su talento, le fui siguiendo el hilo a Padroncito, cada vez sorprendiéndome por la calidad creciente de sus dibujos y por la frescura de sus ideas. Y de hecho me convertí en uno más de los cientos de miles de admiradores de las venturas y desventuras de verdugos, vampiros y piojos. Por entonces me llamó la atención lo de los piojos, porque era un tema que le facilitó regresar al tipo de muñeco que hacía al principio: una cabezota redonda sobre un cuerpecito menudo. Como cualquier lector especulé sobre los posibles orígenes de aquellos bichos y exploré las variantes en las que la imaginación picarona del cubano los iba ubicando. Justo cuando ya comenábamos a llamarlos ladillas, maldecí y deploré, como muchos, el uso imbécil del Escabicín seudoideológico con el que pretendieron fumigarlas.
Tiempo después supe que Padroncito estaba en el ICAIC, haciendo dibujos animados. Era increíble: primero coincidir en el Mella y ahora en el ICAIC. Y un buen día, cuando solo habían salido unas pocas aventuras del coronel Valdés, se me apareció en la casa y me dijo que quería que le compusiera una balada para aquellas aventuras.
Nunca supe bien por qué lo de balada. Él le decía balada y yo pensaba todo el tiempo en un son originario, salvaje, tratándose de un mambí oriental como Elpidio. Con tal concepto en mente rastreé por Cayo Hueso a un negro viejo al que había escuchado tocar la marímbula y le pedí a Jesús Ortega una vihuela. Difícil me fue afinar la vihuela: seis cuerdas pareadas y para colmo viejas. Luego pensé que me iba a ser duro hacerle entender al marimbulista la idea de aquel son precario, pero en eso me equivoqué. Tan pronto me puse a sincopar el bajo, el golpe de los flejes se convirtió en su sombra. No había tiempo para retoques, los muñequitos esperaban, y de pronto habíamos terminado la grabación, creo que en la segunda toma. Si no recuerdo mal, Padroncito me ayudó en algo de la letra; cuando menos lo de “gaitos” lo tomé de lo que él decía: uno de los nombretes insurrectos contra las tropas de la corona.
Después de aquel día me quedé con la idea de mejorar el tema y creo que lo hablamos, pero nunca se hizo. La que suena es la misma versión de entonces y con el tiempo he llegado a tomarle cariño. Ahora hasta quizás sea un sacrilegio hacerla con otro músico que no sea aquel viejo incógnito, del que quisiera recordar el nombre y que posiblemente esté descansando ya con su marímbula, su sombrerito y su tabaco.
Muchos años después, una noche en la esquina de Gran Vía y Fuencarral, en Madrid, Juan Padrón estaba parado, conver- sando con alguien, cuando de pronto, en medio del estruendo de los carros que pasaban, se escuchó una voz gritar: “¡Viva el coronel Elpidio Valdés! ¡Viva Cuba libre!” Padrón empezó a mirar enloquecido a todas partes, buscando de dónde había salido aquello. Pero ya el taxi culpable se alejaba conmigo adentro, muerto de risa y de júbilo por haber podido hacerle semejante regalo en el mismísimo corazón de la antigua metrópoli.
Silvio Rodriguez
La Gaceta de Cuba
sábado, 16 de septiembre de 2017
Los huracanes y el bloqueo contra Cuba
Aunque el bloqueo a Cuba se inicio oficialmente el 7 de febrero de 1962, en la práctica comenzó en 1959, apenas triunfó la revolución popular contra la dictadura pro estadounidense de Fulgencio Batista.
La reciente tragedia que –para Cuba y varios otros países del Mar Caribe- ha significado el huracán Irma, me ha hecho recordar una discusión que tuve hace exactamente diez años con un amigo estadounidense de visita en Cuba quien sostenía que Fidel Castro debía estar agradecido al gobierno estadounidense por el bloqueo que le había impuesto durante medio siglo a la revolución cubana.
Según el criterio de ese amigo norteamericano, a los cubanos les habría resultado sumamente difícil, casi imposible, mantener la unidad de acción que han mostrado para el logro de sus grandes avances sociales, culturales, educativos, científicos y económicos, “si no hubiera existido la feroz y estúpida hostilidad contra la isla” de su poderoso vecino del norte.
Por ello, especulaba él, el gobierno de Cuba ha actuado de manera muy astuta al no hacer todo lo que ha estado a su alcance por lograr que Estados Unidos suspenda el bloqueo económico y normalice sus relaciones con la isla.
Argumenté contra tal especulación recordándole la vertical posición del gobierno cubano contra el bloqueo, la promoción que ha venido haciendo desde hace muchos años en pro de acuerdos internacionales de condena a éste y su permanente disposición de negociar equitativamente todas las disputas con Washington.
Es incuestionable –reconocí- que la posición de una docena de sucesivos gobiernos de Estados Unidos en aras de la persistencia del bloqueo contra Cuba ha contribuido, al igual que su política de amenazas y agresiones abiertas y encubiertas, a la promoción de una política de unidad popular de los cubanos que ha servido para estimular el apoyo entusiasta de la población al proyecto político.
Similarmente, hay que considerar que los ciclones aportan beneficios importantes mediante lluvias torrenciales que enriquecen el manto freático, llenan de agua los embalses y hasta renuevan los bosques derribando viejos árboles, pero sus secuelas perjudican en grado superlativo a la población mediante los daños que ocasionan sus vientos, las lluvias, las mareas y las olas del mar en aras de tales efectos presuntamente provechosos.
Cuba es azotada frecuentemente por los poderosísimos huracanes que caracterizan a la región geográfica donde está ubicada. A veces lo hacen con muy poco tiempo entre uno y otro para permitir una recuperación efectiva, pero, cada vez que esto ocurre, recuerdo este intercambio con mi amigo estadounidense.
Los cubanos se sienten orgullosos de pertenecer a un pueblo que ofrece demostraciones tan extraordinarias de unidad, disciplina, solidaridad y creatividad al enfrentar estos fenómenos naturales con evitación de víctimas fatales y con efectos materiales intangibles en comparación con otros países que no cuentan con una similar organización social basada en la solidaridad.
No puedo evitar la comparación de esta actuación de los cubanos con la que manifiesta este pueblo en el enfrentamiento a los efectos del bloqueo y frente a la hostilidad que hace casi 60 años practican los gobiernos de Estados Unidos contra Cuba.
Los ciclones traen aguas para las siembras y las represas; el bloqueo contribuye a la firmeza de la concertación de los cubanos para la defensa de la nación. Pero cuando se considera la magnitud de los perjuicios materiales, los sufrimientos y los flagelos que derivan de los ciclones y del bloqueo, cualquiera comprende por qué son tan indeseables.
Ojalá la ciencia meteorológica alcance algún día la capacidad de disolver o desviar los huracanes a lugares no habitados. Y que los científicos encuentren los medios y maneras de obtener por otros medios el agua que ellos aportan.
Hasta tanto ello no ocurra sería deseable que la sensatez mueva al gobierno de Estados Unidos a renunciar al bloqueo que ha venido ejerciendo contra Cuba.
Los cubanos sabrán encontrar y perfeccionar cada vez más las fuerzas centrípetas capaces de hacer irreversible, a partir de bases cada vez más democráticas y permanentes, la práctica y defensa del proyecto revolucionario nuestroamericano de Bolívar y Martí.
Lamentablemente, para los cubanos, volver a la normalización tras el devastador fenómeno atmosférico Irma, significa también volver a vivir en las condiciones del no menos demoledor fenómeno criminal que es el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba en inútil esfuerzo por hacer a la isla regresar al redil imperialista.
Manuel E. Yepe
Rebelión
La reciente tragedia que –para Cuba y varios otros países del Mar Caribe- ha significado el huracán Irma, me ha hecho recordar una discusión que tuve hace exactamente diez años con un amigo estadounidense de visita en Cuba quien sostenía que Fidel Castro debía estar agradecido al gobierno estadounidense por el bloqueo que le había impuesto durante medio siglo a la revolución cubana.
Según el criterio de ese amigo norteamericano, a los cubanos les habría resultado sumamente difícil, casi imposible, mantener la unidad de acción que han mostrado para el logro de sus grandes avances sociales, culturales, educativos, científicos y económicos, “si no hubiera existido la feroz y estúpida hostilidad contra la isla” de su poderoso vecino del norte.
Por ello, especulaba él, el gobierno de Cuba ha actuado de manera muy astuta al no hacer todo lo que ha estado a su alcance por lograr que Estados Unidos suspenda el bloqueo económico y normalice sus relaciones con la isla.
Argumenté contra tal especulación recordándole la vertical posición del gobierno cubano contra el bloqueo, la promoción que ha venido haciendo desde hace muchos años en pro de acuerdos internacionales de condena a éste y su permanente disposición de negociar equitativamente todas las disputas con Washington.
Es incuestionable –reconocí- que la posición de una docena de sucesivos gobiernos de Estados Unidos en aras de la persistencia del bloqueo contra Cuba ha contribuido, al igual que su política de amenazas y agresiones abiertas y encubiertas, a la promoción de una política de unidad popular de los cubanos que ha servido para estimular el apoyo entusiasta de la población al proyecto político.
Similarmente, hay que considerar que los ciclones aportan beneficios importantes mediante lluvias torrenciales que enriquecen el manto freático, llenan de agua los embalses y hasta renuevan los bosques derribando viejos árboles, pero sus secuelas perjudican en grado superlativo a la población mediante los daños que ocasionan sus vientos, las lluvias, las mareas y las olas del mar en aras de tales efectos presuntamente provechosos.
Cuba es azotada frecuentemente por los poderosísimos huracanes que caracterizan a la región geográfica donde está ubicada. A veces lo hacen con muy poco tiempo entre uno y otro para permitir una recuperación efectiva, pero, cada vez que esto ocurre, recuerdo este intercambio con mi amigo estadounidense.
Los cubanos se sienten orgullosos de pertenecer a un pueblo que ofrece demostraciones tan extraordinarias de unidad, disciplina, solidaridad y creatividad al enfrentar estos fenómenos naturales con evitación de víctimas fatales y con efectos materiales intangibles en comparación con otros países que no cuentan con una similar organización social basada en la solidaridad.
No puedo evitar la comparación de esta actuación de los cubanos con la que manifiesta este pueblo en el enfrentamiento a los efectos del bloqueo y frente a la hostilidad que hace casi 60 años practican los gobiernos de Estados Unidos contra Cuba.
Los ciclones traen aguas para las siembras y las represas; el bloqueo contribuye a la firmeza de la concertación de los cubanos para la defensa de la nación. Pero cuando se considera la magnitud de los perjuicios materiales, los sufrimientos y los flagelos que derivan de los ciclones y del bloqueo, cualquiera comprende por qué son tan indeseables.
Ojalá la ciencia meteorológica alcance algún día la capacidad de disolver o desviar los huracanes a lugares no habitados. Y que los científicos encuentren los medios y maneras de obtener por otros medios el agua que ellos aportan.
Hasta tanto ello no ocurra sería deseable que la sensatez mueva al gobierno de Estados Unidos a renunciar al bloqueo que ha venido ejerciendo contra Cuba.
Los cubanos sabrán encontrar y perfeccionar cada vez más las fuerzas centrípetas capaces de hacer irreversible, a partir de bases cada vez más democráticas y permanentes, la práctica y defensa del proyecto revolucionario nuestroamericano de Bolívar y Martí.
Lamentablemente, para los cubanos, volver a la normalización tras el devastador fenómeno atmosférico Irma, significa también volver a vivir en las condiciones del no menos demoledor fenómeno criminal que es el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba en inútil esfuerzo por hacer a la isla regresar al redil imperialista.
Manuel E. Yepe
Rebelión
viernes, 15 de septiembre de 2017
Conciencia de Cuba en palabras de Raúl Roa
Cuba es la palabra de orden. Lo es, porque hoy, como antes, se dirime en su espacio una pugna que parece impertérrita. En ese duelo, ocurren cambios que atañen a la mentalidad prevaleciente hasta hace algunos años; pero, del mismo modo, conciernen a los sentimientos, anhelos, virtudes o defectos de aquellos que —aunque habitan allende los mares—, siguen viviendo simbólicamente en ese lugar.
Cualquier avezado en la cotidianidad cubana más reciente podría llegar a afirmar que su razón es conciencia común. Sin importar de qué lado, a veces esas aserciones omiten que la nación es más ese sentimiento que junta, los rasgos que reúnen, la palabra que agolpa; y menos la segregación del factor humano en cualesquiera de las circunstancias que le resulte útil a algún docto occidental. De más está escribir que desde sus palabras, Nicolás Guillén chotearía poéticamente algunos de esos juicios crecidos sin conocer la historia y Jorge Mañach analizaría al poeta mestizo para evaluar esa particular psicología. La de esos “mercenarios de la oratoria”, que ni ante la muerte misma sienten el rubor de su “descoco”; “descoco punible”; “descoco inaudito”; “descoco sin rubor”.
Y es que los cambios paulatinos que se registran en Cuba crecen junto a razones esgrimidas, que conscientemente son convulsivas y que excluyen —en y fuera de—; dejando menos espacios para análisis basados en el conocimiento. Quizás el problema es que “ningún habitante de este inefable planeta es tan disconforme como el cubano. La protesta es su actitud permanente. Nunca está de acuerdo con nada. Ni siquiera consigo mismo. Todo le molesta y lo critica. Incluso se opone al disfrute del paraíso en la tierra”.
Precisamente en torno a esas brechas se entrevera el conflicto de nuestro tiempo. Este es un trance que parece dirimir quién tiene la razón sobre la consabida cuestión ideológica en el discurso. Ello por los fracasos en materia económica, por la frustración que estas decepciones han conllevado para generaciones distintas y en diferentes sentidos; y por la aquiescencia sobre las representaciones sociales de bienestar, basadas en el consumo de bienes tangibles y no tan simbólicos, que globalmente disminuye el alcance del conflicto social resultante del crecimiento y la reproducción de la vida humana en un ámbito de bienestar.
Aun cuando no hay crisis sin solución, a pesar de que no hay “Untergang sin Aufgang en la historia” se vuelve a dirimir en la Isla el drama social de nuestro tiempo: aquel que brota de “la paradójica coincidencia de la generalización progresiva de la miseria como condición específica de existencia de la mayoría de los hombres y del instrumental técnico apto para superarla definitivamente. Esta circunstancia objetiva —la reducción vertiginosa de las posibilidades del hombre en un mundo que él ha puesto socialmente en condiciones de garantizarle la vida y enriquecerle el almario totalizando su humanidad— lleva, forzosamente, a plantear el problema de las relaciones entre el individuo y la sociedad, a desentrañar el sentido de lo que la sociedad sea y el individuo sea en ella”.
Lo contrario es reducir la Nación a la sentencia circunstancial. Aquella que no logra percibir la contradicción latente entre un paisaje natural —imagen de paraíso perdido, descrito en Europa por utopistas en el siglo XVI, con una sensualidad mestiza, con cimbreante contorno y claro dintorno, ambos codiciados— y un paisaje social; resultante de una curiosa combinación de independencia política con una omnipresente dependencia económica y un evidente retraso productivo.
Evitar la pervivencia de esa contradicción latente parece ser también un problema que se dirime en estos tiempos. Hasta hace muy poco esta parecía ajena. No obstante, ya antes Cuba fue tierra de explotación y medro bajo condiciones de dependencia y heterogeneidad. Esa condición es latente aun —piénsese en el rol que hoy tiene la Inversión Extranjera Directa, su relación con la deuda externa, cambios operativos en los sistemas de propiedad y tipo de actores internacionales que participan— por la heterogeneidad productiva que la Isla comporta y por la no incorporación eficiente de los factores humanos de la cubanidad en la búsqueda de soluciones sólidas.
Así, el sentido de la sociedad en estos tiempos y su significado actual para los factores humanos de la cubanidad, conlleva el repaso consciente del pensamiento cubano. Un estudio consciente para entender los cambios, los problemas, las soluciones posibles. Un examen necesario, porque esos cambios son resultantes de cuestiones ya descritas y pensadas por una hornada de hombres y mujeres de pensamiento que entre los años 30 y 50 aportaron fecundas interpretaciones sobre los problemas de la Isla. También es imperativa esa revisión, porque algunos de los problemas ya son pretéritos: el de la economía, las relaciones Cuba-Estados Unidos, el de la raza, el de la exclusión política, el de la ciudadanía. Problemas pretéritos que adhieren nuevos significados claro está, como por ejemplo el de la emigración y los sujetos transnacionales.
Lo cubano del pensamiento de Raúl Roa
En términos históricos, el pensamiento cubano debería considerarse en relación a cómo este se desarrolla dentro de la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser. Fernando Ortiz explicaba cómo la cubanidad “no consiste meramente en ser cubano por cualesquiera de las contingencias ambientales que han rodeado la personalidad individual y le han forjado sus condiciones; –sino que– son precisas también la conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser”. Esto podría considerarse bajo un prisma en el que la “conciencia de ser cubano y la voluntad de quererlo ser” validen lógicas de análisis y participación necesariamente incluyentes. La cubanidad se configuraría como un espacio de síntesis y reflexión.
Intelectualmente, ello no significa que la conciencia de ser cubano se interprete bajo una exclusión relativa aupada por una ideología —cualquiera que esta sea—, cuando esta pretenda o consienta el soslayo de factores humanos que disientan o recurran a otras maneras de concebir la vida en sociedad. El raciocinio humano ha configurado cierta normatividad sobre la organización social. En la misma, cuestiones como la solidaridad, la garantía de los derechos y los deberes que operan bajo la Nación, la satisfacción de necesidades, y otros, evitan el libre albedrío sobre las cuestiones relativas a las formas de reproducción socioeconómica de los seres humanos. En tal sentido, una necesaria interpretación del pensamiento cubano consiente visiones distintas —formas diferentes de concebir la reproducción social—, pero que tienen como común denominador el abordaje de los problemas que afectan la vida de esos factores humanos. De esa manera, las soluciones posibles pueden ser consideradas en relación a cómo afectan o favorecen la vida de esos factores mencionados. Ya sean los elementos que se consideren de índole político, social o económico.
En el caso de Raúl Roa, se podría afirmar que es un intelectual de izquierda que llega a sintetizar, de acuerdo a sus propias circunstancias, lo más relevante del pensamiento cubano de su época. Ello, porque reúne en su pensamiento cuestiones esenciales como la independencia política, la necesidad de transformación económica, los conflictos sociales y la relación con Estados Unidos. Llega a esa síntesis siendo martiano y alejándose del dogma marxista. Fue un intelectual que le gustaba escribir con cuchilla. Asimismo empinar su papalote en tiempos borrascosos. Dicen que se subía en la mesa del profesor para dar sus clases y que era fumador empedernido.
Al ser martiano se asumía como antimperialista. Revolucionario en sí mismo, llegó a reconocer como un problema central de Cuba la opresión que era justificada por «grupos nativos privilegiados»; los mismos que influyeron en el despertar político de las «masas sojuzgadas» en los treinta del siglo XX. En la radicalización de su pensamiento y en el de varios de su generación, influyó la frustración que opciones políticas nacionalistas como las de Mario García-Menocal y Miguel Mariano Gómez generaron al promover “reformas puramente adjetivas, dejando intacta (…) la estructura colonial del país, fuente de su servidumbre, atraso, ignorancia y miseria”.
Sin embargo, el juicio revolucionario de Roa no se determinaba por la necesidad abstracta de la insurrección per se, sino por la circunstancia concreta —Gerardo Machado, su gobierno y la frustración posterior de movimientos nacionalistas—, que exacerbaba la condición económica de la dependencia. Llegó en su vida a sintetizar esta cuestión como un problema fundamental, alcanzando una madurez evidente en sus escritos.
En 1948 subrayaba: “Cuba ha ganado una nueva conciencia política y un complejo más avanzado de relaciones sociales. Aún subsisten las raíces de la estructura económica de factoría; mas, está en parte cimbrada y totalmente puesta en cuestión. Se distribuyen más migajas de la riqueza, creada por el trabajo social. La clase obrera le ha arrancado al poder público algunas concesiones importantes. Y, asimismo, la clase campesina. Pero distan mucho de las que les corresponde por su posición creadora en el proceso productivo”.
Esta es una cuestión relevante entonces y en la coyuntura del presente cubano. Hoy, bajo otra concepción política, con la diferencia cualitativa de que los recursos humanos contenidos en la Isla tienen una capacidad de innovación que no se integra eficientemente al proceso productivo. En este aspecto Roa era preciso, para disminuir la dependencia a activos foráneos y para fomentar el progreso resultaba necesario provocar desde lo político la “posición creadora” de esos grupos económicos.
Dos cuestiones relacionadas con este aspecto y de singular trascendencia para la actualidad fueron: en primer lugar, la inoperatividad para el progreso en la Isla de lo que él denominaba “empréstitos rapaces”; de los que poco recibió el pueblo cubano. La inversión extranjera como hoy se conoce, se contempla por la Teoría de la Dependencia como una de las causas más importantes que impiden el ahorro o excedentes económicos útiles para el mejoramiento del bienestar en las naciones en América Latina. En segundo lugar, Roa criticó la tendencia de algunos sectores a manifestarse a favor de la economía libre y la abstención del Estado en el proceso de distribución de la riqueza.
Para él, la cuestión de la distribución de la riqueza a favor de clases en desventaja era una cuestión moral. Ello implicaba una labor consciente desde lo político para garantizar los medios necesarios de subsistencia a los seres humanos en sociedad. También, un tipo de transformación social en la que se liberase la tensión presente en el sistema de relaciones políticas, jurídicas, económicas y culturales, derivado de la organización dominante de la propiedad y de la distribución de la riqueza correlativa.
Sin embargo, esa distensión no implicaba una erradicación de toda forma de propiedad privada, en tanto la sociedad la entendía como un espacio dialéctico en el cual el propio estado de desarrollo de las fuerzas productivas alentaría o disminuiría la presencia de unidades operativas con lógicas propias a partir de los procesos de distribución de esa riqueza material. Cuando presentó sus oposiciones a la cátedra de Doctrinas Sociales, para Roa no era perentorio el análisis ético sobre si la propiedad privada es consustancial o no a la naturaleza humana. Lo apremiante para Roa era cambiar en Cuba la estructura semi-feudal y colonial en la que vivían insertadas formas industriales con evidentes separaciones entre una burguesía que se apropiaba de los beneficios que producía una masa “aborregada”. Para ello se necesitaba el concierto de diferentes grupos sociales que profundizarían en una “revolución democrática”. La alianza era obligación previa e ineludible.
En la visión teórica que respaldaba sus acciones, aceptaba el marxismo como un «instrumento de redención social y humana» en el período histórico que le tocó vivir, pero no renunciaba al libre examen. Entendía que el marxismo era una visión peculiar de la vida y de sus problemas y reconocía que en las experiencias históricas el principal inconveniente de esta ideología fue el dogmatismo que dudó del mundo previo a la instauración del comunismo en muchas naciones. En los 50 negó su afiliación al Partido Comunista de Cuba por sus arraigadas convicciones democráticas. La solución marxista en términos políticos no debía entenderse como la solución final.
Él mismo explicó qué quiso decir con eso en una misiva beligerante que envió a Jorge Mañach. Allí enfatizó que el problema cubano se resolvía “con datos cubanos y no con datos rusos”. “Si la salvación del mundo no está en manos cubanas, sí lo está la de Cuba”. Tampoco vendría de Estados Unidos —o de ninguna otra parte—, y en caso de esperarla desde allí, sería “aplazar la causa de Cuba para las calendas griegas”. Creía en el método revolucionario para minar las bases coloniales cubanas. Entendía que las causas de esa dependencia y pobreza provenían de esa suerte de fatalidad histórica en la que Cuba parece ser el espacio idóneo para cambiar de época: Colón descubrió de “chiripa” a América y España sentó las bases de dominación en la Isla —justo en la fase incipiente de la modernidad—; como después también lo hizo Estados Unidos —justo cuando la modernidad entraba en otra etapa en que necesitaba nuevos mercados, nuevas fuentes de bienes primarios y materias primas.
Le quedaba claro a Roa que si se explica la historia como resultante de la evolución de los medios de producción, se podría entender que existen grupos sociales que van a estar vinculados a esa forma global. Y, entonces, sus intereses allanarían el camino para que precisamente esos intereses globales determinaran el proceso de distribución de riqueza en la nación cubana. Además de estos, Roa reconocía otras lógicas que no necesariamente estaban relacionadas de forma directa con los medios de producción, pero que también abogaban por esa reconformación de las relaciones de poder globales. Según Roa, estos últimos “¡… entre el yugo que engorda y humilla y la estrella que ilumina y mata, se hubieran abrazado alegremente al yugo! No; no hubieran podido estar junto a Martí los que ahora, con la boca enjoyada de citas y las manos repletas de infolios, están contra él en la práctica política y en la conducta ciudadana”. Entonces, Roa le puso de ejemplos en Carta a Mañach, a Bernabé Sánchez y Narciso López. Hoy quizás otros encajarían en aquella descripción.
Una cuestión contenida en la misma carta era su valoración sobre la independencia de Cuba —y los contingentes esfuerzos para lograrla—, que en muchos sentidos era periférica, en lo cual influía su estructura económica más que la Enmienda Platt en sí. La ausencia de diversificación agrícola y la concentración del comercio internacional —en aquellos tiempos con Estados Unidos—, eran causas más profundas que lastraban la propia moneda y el carácter independiente. Esta era una explicación teórica que desconocían las masas de espaldas tumefactas y que esquivaban los comensales plumíferos del Grupo Orígenes según su siempre transgresora opinión. Su sentencia: soslayar esa elucidación era irse por la tangente.
También es teórica su explicación al considerar el capitalismo «la reproducción amplificada de la concurrencia capitalista» que orienta la política del Estado hacia la dominación; teniendo esta múltiples formas de expresión en términos de política exterior. Contra esa dominación, Roa reconoce que participan en conjunto diferentes sectores de la sociedad: la pequeña y mediana burguesía, empleados, obreros y estudiantes en el caso cubano. De forma agregada, estos sectores buscaban lo que entendía Roa era la solución definitiva del problema de Cuba: cambiar sustantivamente la estructura económica de la Isla.
En su labor como profesor en los años 40 intentó reproducir y enseñar las ideas comentadas anteriormente. Al asumir la cátedra de Historia de las Doctrinas Sociales en noviembre de 1940, su primera acción fue retomar el pensamiento martiano con un premio especial dirigido a los estudiantes. Entendía que la ciencia era el vehículo para enriquecer la misión fundamental del profesor: no defraudar a la sociedad en la cual está inmerso. Por su labor, es elegido en 1947 como decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público. Intentó bajo su labor mantener una actualización académica de los profesores y de los programas de estudio. Hacer ciencia para crear conciencia.
Supo del exilio, de la vida emigrada. Su conflicto personal con Fulgencio Batista le hizo tomar ese camino. En México fue director de la revista “Humanidades”. Al volver en 1956 inauguró el edificio José Martí que fue destinado a la facultad de la que fue decano. En el mismo año, junto a Mañach, participó en los decimoprimeros cursos de la Universidad del Aire, donde expuso el rol de la educación para ganar conciencia sobre los problemas de Cuba. La Universidad de la Habana era el espacio donde concebía la posibilidad de exclaustrar la cultura y derramarla, como lluvia fecundante, sobre el surco ávido de la conciencia nacional. Su labor académica fue reconocida en varias universidades internacionalmente.
Su manera de ser irreverente podría interpretarse a partir de nociones que compartía. Estaba seguro de que uno de los principales conflictos del hombre en sociedad era que “…cuando nacemos (…) nos encontramos insertos en un sistema de relaciones sociales, cuya profusa urdimbre nos ata y esclaviza a lo que nos viene dado”. Pensaba que todos estamos a merced de usos, costumbres y normas inventados por otros; siendo solamente actores de una pieza mil veces escenificada. Complicada filosofía para mantener el orden social y la conciencia humana regida, según su criterio por la estática y las dinámicas sociales. El dilema, que es universal, se constreñía a la disyuntiva: “… o se decide uno por el cómo reptar de la vida prefabricada o por el riesgoso imperativo de ser el que es…”.
¿En qué medida esa definición formaba parte de su vida? José R. Fernández Figueroa pensaba que sí, que era un hombre excepcional. Era “…de esa estirpe de hombres, tan escasa en estos [y aquellos] tiempos de mediocridad y de acomodamiento, que se agarra a un ideal y lo levanta como una bandera de fe y de esperanza. Si su palabra peregrina de la verdad, levanta ronchas aquí, agravios allá, vítores, más adelante, poco le importa, porque no escribe para agradar a unos ni lastimar a otros. Lo hace para cumplir con su conciencia de hombre…”.
En estos tiempos donde ocurre una reconfiguración global, donde los costos sociales crecen como resultado de la brecha entre: la anomia sistémica que simboliza la prevalencia de intereses de rentabilidad dentro de un marco institucional normativo —que internacionalmente, exacerba un tipo de solidaridad utilitaria—, y donde se constata el desvanecimiento de las alternativas políticas y económicas eficientes en generar soluciones que mitiguen los efectos de esa anomia particular; resulta ineludible retomar el pensamiento cubano y encontrar allí alternativas posibles para el progreso que demanda Cuba y sus factores humanos. La ciencia brindaría argumentos para solidificar la conciencia cubana. Raúl Roa nos persuadiría de volver a José Martí, para desarrollar un examen de aquella visión que ha sido siempre síntesis del pasado y reveladora de un futuro posible.
Edel José Fresneda Camacho. Licenciado en Historia y master en Sociología por la Universidad de La Habana. Posee un doctorado en Estudios del Desarrollo.
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