La creación de los Órganos del Poder Popular marcó la intención de la Revolución Cubana y su modelo de socialismo de apartarse de las formulas presidencialistas y multipartidistas en la búsqueda de una verdadera democracia. Ha llovido mucho desde entonces y hoy se cuestiona como nunca antes su papel. Se habla de participación, de presupuestos ejecutados y de transparencia.
En el más reciente Congreso del PCC, se le agregó el tercer apellido que debe llevar nuestro modelo socialista: próspero, sostenible y democrático.
Mientras ahora comenzamos a cuestionarnos qué entendemos socialmente por prosperidad, sin habernos detenido mucho aun, en mi opinión, en lo que lo haga sostenible, paradójicamente lo democrático fue llevado a debate desde mucho antes.
Dándonos cuenta que la Revolución Cubana de 1959 superó la ficticia democracia capitalista de entonces, con una democracia real pero en construcción. Esa ¨democracia en construcción¨, por ser inédita, significa que no tenemos aún toda la que quisiéramos, pero sí mucha más que la inexistente que nos achacan nuestros enemigos.
En una época en que la neo contrarrevolución intenta regalarnos la manzana envenenada de la socialdemocracia, se hace necesario afincar el carácter revolucionario de ese poder popular y para que sea así tiene que ser, por su capacidad, un ¨poder real¨
Un ¨poder real¨ significa que no existan lagunas o zonas de incidencia sobre la sociedad en las que no pueda intervenir. Un poder popular real y revolucionario tiene que tener la capacidad en cada uno de sus niveles de enfrentar cualquier afectación a la ciudadanía desde el Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí.
Todo aquello que ponga en duda esa capacidad real y esa posibilidad revolucionaria de transformar la situación que lo requiera a favor de los ciudadanos, pone en duda el carácter y el sentido mismo de una sociedad socialista.
Viendo esto, no son entonces los procedimientos democráticos, ni los esquemas, ni la asignación de fondos o ejecución de presupuestos, los temas principales del Poder Popular en la Cuba de hoy. Esos son todos retos indudables, no el principal.
El mayor reto que tiene el Poder Popular en la Cuba actual es poner bajo su autoridad a las nuevas estructuras empresariales tanto estatales como privadas que funcionan en esta sociedad en que vivimos hoy.
Cuando digo ¨nuevas¨, lo hago teniendo en cuenta las décadas que tiene la organización e inicio del Poder Popular, que nacido en los años 70 y 80 fue concebido en una realidad distinta a la posterior.
Durante los 90, aparecieron en la sociedad cubana elementos que en esa época no estaban concebidos y ni siquiera imaginados: servicios en doble moneda, cadenas de tiendas y supermercados, telefonía comercial y celular, sistemas bancarios informatizados, industria hotelera, inversión internacional, cooperativas diversas y negocios privados.
Lo que se le debe exigir hoy al Poder Popular es la capacidad de asumir el control popular y democrático de esos nuevos elementos. La situación extrema en que surgieron muchos de ellos en medio del Periodo Especial, bajo la etiqueta (hoy ya más que obsoleta) de su concepción de entonces de ¨recaudadoras de divisas¨, hizo que la gran mayoría de la población (incluyendo a los mismos delegados y diputados) al no poder acceder ellos, los consideraran algo fuera de la acción del Poder Popular.
Eran entonces, algo nuevo, distanciado, opcional, privilegiado, y por lo tanto no se veían como dentro de lo ¨popular¨. Pero unos cuantos años después ya el nivel de incidencia sobre la vida y los derechos de la población, por extendidos, son incuestionables.
Al mismo tiempo, gran parte de los gerentes de esas empresas consideran –como parte de una mentalidad tecnocrática sin ideología ni concepto social- que estas están ¨fuera¨ o ¨por encima¨ del alcance de cualquier reclamo de una comunidad de ciudadanos.
Esa ¨barrera democrática¨ se refleja también en los propios electores, que al intervenir en las Asambleas o al dirigirse a las instancias del Poder Popular Municipal o Provincial, e incluso Nacional, con frecuencia no consideran que estos puedan incidir sobre esas estructuras comerciales cuando son víctimas en ellas del maltrato, de la precarización de los servicios, del irrespeto por su tiempo, de la corrupción, del acaparamiento, de la complicidad con el contrabando, del desabastecimiento negligente y de horarios excluyentes.
Entonces uno se pregunta cuando pide la palabra para hablar en la humilde Asamblea: ¿Por qué de la bodega sí, y de las TRD no? ¿Por qué de la farmacia sí, y del Cupet no? ¿Por qué del policlínico sí, y de Etecsa no?
¿Por qué no pueden los ciudadanos exigir justicia y decencia a una cooperativa a la que el Estado le ha entregado un espacio de propiedad pública para la venta de alimentos agrícolas?
Esa conciencia ciudadana, que sabe reconocer de dónde le vienen sus problemas, se está manifestando en las páginas de los periódicos pero no acaba de cuajar en el Poder Popular.
Recuerdo haber leído en la prensa una carta de un ciudadano, indignado e impotente, que decidió escribir ahí para denunciar el mal funcionamiento que sufría su comunidad en la única tienda que disponían, y mencionaba que nada se había solucionado en las varias veces que lo había planteado en la Asamblea. No olvido la sensación que me produjo que un ciudadano pensara, acertado aunque infructuosamente, en usar el Poder Popular para defender su derecho a formas dignas de consumo.
En la anterior Asamblea de mi barrio, junto a los temas ¨tradicionales¨ se habló de los temores que suscitaba en los vecinos la próxima apertura de un bar privado y se lo logró que en la obra se aumentara la insonorización. Hubo quejas por el semi bloqueo de una calle por parte de los autos de un taller de mecánica privado. Sin embargo se quedan en el aire siempre, con el rostro contrariado del delegado, muchos de los otros problemas en este texto mencionados.
Las mayores frustraciones del Poder Popular en mi barrio fueron cuándo hace anos años una empresa se negó a hacer de una antigua dulcería cerrada una tienda para la venta de alimentos de procedencia industrial que los vecinos querían, para convertirla en un tugurio de venta de alcohol que en nada los beneficia. La respuesta oficial de la empresa al delegado fue que el local era de su propiedad y que pondrían ahí lo que ellos determinaran. La contra-respuesta de los electores fue que el local de quien era propiedad era del Estado y si ellos pedían en la Asamblea una tienda para comprar alimentos era lo que debía ponerse y si esa empresa en cuestión no se dedicaba a eso, que el Estado se lo entregara a otra… Conclusión: Pasados los años, lo que hay en el lugar es el etílico expendio de bebidas.
Luego, otra tienda determinó cerrar su departamento de alimentos para extender todo el espacio para electrodomésticos y material de oficina, los vecinos, especialmente lo ancianos que deben caminar varias cuadras para llegar a la otra tienda de alimentos más cercana, reclamaron. Fue en vano, el poder del Poder Popular no llegaba a tanto.
La próxima fue cuando Etecsa decidió cerrar y retirar el quiosco-oficina más cercano, a pesar de ser el único local de esa empresa en varios kilómetros a la redonda. Luego de varias Asambleas, la indiferencia de la telefónica terminó imponiéndose para vergüenza del impotente delegado y la indignación colectiva de sus electores.
La más reciente experiencia fue todo un aprendizaje. Luego de años clamando por la reapertura de una antigua lavandería-tintorería, de aquellas llamadas Lavatín, finalmente se logró. El viejo local cerrado por el Período Especial fue entregado a un inversionista privado. Las expectativas aumentaban mientras una brigada de contratistas dejaba lugar impecable y se instalaban modernas lavadoras y secadoras de nuevas marca. Algunas amas de casa del barrio recordaban los tiempos de esplendor del viejo Lavatín adonde tantas veces acudieron.
La nueva lavandería es espléndida y se anuncia con afán publicitario. Ningún vecino del barrio va a ella como cliente, pues las expectativas terminaron en la tablilla de precios. Es una lavandería de lujo.
Las palabras del delegado fueron dichas sin alegría cuando anunció como ¨un logro¨ del período la ¨reapertura¨ del añorado Lavatín.
Estos ejemplos demuestran lo difíciles que pueden ser los retos que tienen hoy el Poder Popular y el ejercicio de la democracia participativa en Cuba. Enfrentarlos ahora es definitorio. A los que tratan de adormecernos con los cánticos hipócritas de la neo contrarrevolución, nunca les interesará que este pueda superarlos. Por el contrario, prefieren que este se sienta aplastado e impotente. Saben que un Poder Popular creado y mantenido por la Revolución Socialista, pero débil e incapaz, es la situación más favorable para ellos y para sus pretensiones de futuro.
Un Poder ciudadano, socialista, fuerte y realmente popular, solo interesa sinceramente a los verdaderos revolucionarios.
Javier Gómez Sánchez
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