sábado, 21 de enero de 2017

Llanos del Infierno: La primera emboscada guerrillera




Croquis del Combate Llanos del Infierno, 22 de enero de 1957.

Esta típica emboscada guerrillera que marcó la segunda victoria, constituyó la primera experiencia del Ejército Rebelde en la táctica de sostener combates en los terrenos previamente escogidos y preparados a tal efecto

Después de la victoria en La Plata —el 17 de enero de 1957—, la tropa rebelde al mando de Fidel Castro Ruz emprendió la marcha por todo el camino que bordea el mar, para luego ascender por el empinado lomerío rumbo a la desembocadura del río Palma Mocha. Allí, en una pequeña abra circular, hicieron campamento.
Fidel calculó que, tan pronto el gobierno dictatorial conociera de la victoria del Ejército Rebelde en el cuartel de La Plata, enviaría sus tropas en busca de la guerrilla para aniquilarla y decidió preparar las condiciones para que cayeran en una emboscada.

UNA LECCIÓN DE SUPERVIVENCIA GUERRILLERA

Al llegar al sitio conocido como Llanos del Infierno o el Infierno de Palma Mocha, Fidel distribuyó a los combatientes y constantemente hacía recorridos para vigilar las líneas de defensa y cerciorarse de su eficacia. La mañana del 19 de enero, Fidel —acompañado por Raúl Castro, Che Guevara y Guillermo García—, avanzaba por el monte detrás de las posiciones, cuando se produjo un incidente que pudo haber tenido graves consecuencias. El Che y Guillermo, quienes iban delante, fueron confundidos con el enemigo porque tenían puesto sendos cascos militares ocupados como trofeo en el combate de La Plata.
Un disparo de la vanguardia guerrillera, hecho por Camilo Cienfuegos y las voces de alarma hicieron que Fidel y sus acompañantes se protegiesen detrás de unas piedras mientras, según contara Raúl en su diario, «emitíamos el chiflido identificador […] que no bastó para identificarnos, debido a la desconfianza de la escuadra de Julio [Díaz], que cubría la entrada del camino por donde tenían que entrar los soldados».(1) Poco después, se aclaró la confusión. Julito Díaz explicó que, en medio de la neblina, vio acercarse unas figuras con casco enemigo y, como estaba limpiando su arma, le ordenó a Camilo que hiciera un disparo al aire.
«—Ustedes venían por ahí sin avisar —argumentó.
«—Precisamente —contesta Fidel—: No podían haber tirado al aire. Tenían que habernos disparado a dar».(2)
Fidel criticó fuertemente a Julito por tener su fusil desarmado en una situación y dio a todos una lección de supervivencia guerrillera, en momentos en que la amenaza de combate era inminente.

LA EMBOSCADA CONCEBIDA POR FIDEL

Las previsiones del Comandante en Jefe de que el enemigo iría en persecución de la guerrilla fueron exactas.
El 20 de enero, con el propósito de cercar y eliminar a las fuerzas rebeldes, desembarcó en la boca del río Palma Mocha una tropa élite de 45 paracaidistas bajo el mando del teniente Ángel Sánchez Mosquera. Detrás, la seguía una columna de 300 hombres bajo las órdenes del comandante Joaquín Casillas Lumpuy —el tristemente célebre asesino de Jesús Menéndez—, quien tenía la misión de cercar y exterminar a los rebeldes.
Las tropas de Sánchez Mosquera —bien entrenadas y equipadas—, iniciaron de inmediato una marcha lenta y cautelosa siguiendo el rastro que, deliberadamente, habían ido dejando los rebeldes.
Cerca de las cinco de la mañana del día 22 de enero, en el campamento rebelde se oyeron varios disparos de armas semiautomáticas y comprendieron de inmediato que se trataba de la tropa adversaria que estaban esperando, por lo que inmediatamente se ordenó la movilización de las escuadras. Fidel, personalmente, visitó cada una de las trincheras ubicadas en sitios estratégicos y comenzó a pasar lentamente el tiempo. Poco después del amanecer, los guardias iniciaron el ascenso hacia los Llanos del Infierno avanzando al encuentro de Fidel Castro y su grupo revolucionario.
Sobre el mediodía, los soldados que componían la vanguardia, cautelosamente entraron en el claro del monte, seis de ellos se acercaron a la primera casita, aún sin percatarse que han caído en el cerco de la emboscada concebida por Fidel quien, pacientemente, seguía todos los movimientos con la mirilla de su fusil y esperaba que el mayor número posible de soldados entrara en el área rodeada por los rebeldes.
El combate se inicia con el primer disparo que hace Fidel y la caída de un soldado enemigo. Inmediatamente, Sánchez Mosquera dio órdenes para que el grueso de la tropa ocupara posiciones en el alto. Pero su avance fue detenido por la escuadra de Julito Díaz.
Tras media hora de intenso combate —una vez logrado el propósito de hostigar al enemigo y causarle varias bajas—, Fidel ordenó la retirada de los rebeldes para evitar los riesgos de un cerco.
Esta típica emboscada guerrillera que marcó la segunda victoria, constituyó la primera experiencia del Ejército Rebelde en la táctica de sostener combates en los terrenos previamente escogidos y preparados a tal efecto; causar el mayor número de bajas al enemigo en movimiento; hostigar, destruir y desmoralizar su vanguardia y, planificar con tiempo una retirada organizada con el menor desgaste de la guerrilla.
Ordenadamente, los combatientes se retiraron dentro del bosque en busca del firme de Palma Mocha, mientras el enemigo mantenía un intenso tiroteo sobre un territorio donde ya no había nadie. La tropa guerrillera marchaba intacta.
Otra vez había tenido un encuentro con el enemigo sin sufrir bajas de su parte.
En su artículo Combate de Arroyo del Infierno, el Che escribió:
«Estábamos de nuevo sobrecargados de peso, llevando muchos de nosotros hasta dos fusiles; en esta situación no era fácil el camino, pero evidentemente era otra moral la que imperaba, diferente a la que imperaba después del desastre de Alegría de Pío. Pocos días antes habíamos derrotado a un grupo menor en número atrincherado en un cuartel; ahora derrotábamos una columna en marcha superior en número a nuestras fuerzas y se pudo experimentar la importancia que tiene en este tipo de guerra liquidar las vanguardias, pues sin vanguardias no puede moverse un ejército».(3)
Las victorias en La Plata y los Llanos del Infierno elevaron el espíritu de lucha y confirmaron la capacidad de Ejército Rebelde para derrotar al enemigo en la Sierra Maestra.

Eugenio Suárez Pérez | internet@granma.cu
Acela Caner Román | internet@granma.cu

1 Pedro Álvarez Tabío: Diario de la guerra 1, pp. 230, 231.
2 Ibídem p. 230.
3 Ernesto Che Guevara: Pasajes de la guerra revolucionaria, p. 37.

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