viernes, 5 de octubre de 2012

La Habana, capital para la paz



El próximo 15 de octubre se iniciarán en Oslo, Noruega, las negociaciones en busca de la paz en Colombia entre el gobierno de ese país y la guerrilla de las FARC-EP, aunque la mesa de conversaciones no se instalará oficialmente hasta tres días después para sesionar allí durante durante dos semanas y luego trasladarse a la capital cubana, donde continuarán ininterrumpidamente por un plazo máximo de ocho meses.
La confianza que las partes en conflicto depositan en Cuba como sede y garante de las negociaciones es el resultado de tres décadas de esfuerzos del gobierno cubano en busca de la paz en el país suramericano, sacudido por la violencia política desde hace más de sesenta años. El líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, documenta en su libro La paz en Colombia la participación discreta y ética de la Isla, por solicitud de las partes, en los distintos procesos negociadores que se han producido, incluso su aporte a la salida incruenta de momentos muy agudos para el gobierno colombiano, como la ocupación por el M-19 de la embajada dominicana en Bogotá o el secuestro del hermano del expresidente César Gaviria.
A la tranquilidad y seguridad de la capital cubana para las representaciones extranjeras -reconocida hasta por los diplomáticos norteamericanos en los cables revelados por Wikileaks-, se suman la actuación del gobierno de la Isla en procesos anteriores y en las conversaciones exploratorias para el actual. El exembajador colombiano en La Habana, Julio Londoño, dice que Cuba “ha demostrado una gran capacidad para ser facilitador y genera confianza entre las partes”, mientras Clara Nieto, que ocupó el mismo cargo de Londoño entre 1977 y 1980, hace honor a su nombre y afirma con claridad que la Isla “quiere ayudar a Colombia, no sólo por la paz misma, sino porque en su opinión dejaría sin pretextos a Estados Unidos para seguir entrometiéndose en la situación interna de Colombia y de otros países de América Latina”.
La señora Nieto lleva mucha razón cuando habla del interés de Estados Unidos en Colombia como plataforma de su injerencia en América Latina. El mismo libro de Fidel cita abundantemente los hechos que lo demuestran y se apoya en el testimonio del expresidente colombiano Andrés Pastrana sobre cómo a los halcones de W. Bush (Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz) les interesaba más la lucha contra la guerrilla que el combate al narcotráfico.
Colombia también fue el país escogido por Kennedy en 1961 para lanzar su “Alianza para el progreso”, un intento fallido por contener las simpatías por la Revolución cubana en el continente. Una prueba de la falsedad y el verdadero objetivo de la publicitada “alianza” es que las promesas de aquella maniobra -reforma agraria, acceso a salud y educación- aún están pendientes y encabezan la agenda de las conversaciones de paz que ahora comienzan, cuyo mayor enemigo -Estados Unidos- es el que puede, con ellas, perder más.

Iroel Sánchez
La pupila insomne

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