Con rigurosos tratamientos y controles de una veintena de médicos rusos -por los balazos recibidos un año antes- y la estrecha vigilancia y cuidado de varios escoltas personales, el líder de la Revolución de Octubre de 1917 acudió a las celebraciones que se efectuaron en la Plaza Roja de Moscú por el Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, donde inauguró obras, colocó tarjas y puso las primeras piedras de varios monumentos ,y habló a las miles de personas presentes en las diferentes actividades.
De pocos grandes hombres de la historia moderna se sabe qué hicieron en un día tan señalado y relevante como el primero de mayo. Y un ejemplo singular y curioso es el caso del fundador del primer Estado socialista del mundo, Vladimir Ilich Uliánov “Lenin”, para llegar a ser un hombre excepcional y de actuación extraordinaria: necesitó muchos años de trabajo intenso sobre sí mismo y no para sí mismo.
Aún en medio de la duras y graves secuelas del atentado del 30 de agosto de 1918, con proyectiles envenenados, dos de los cuales penetraron en el cuello y uno de sus pulmones, cuando salía de la fábrica Michelson, en las afueras de la capital del país, estuvo la presencia y actuación de Lenin durante los días primeros de mayo de 1919 y 1920 que ahora contamos a los lectores de la BOHEMIA digital (bohemia.cu).
Para decirlo con los términos a que estamos acostumbrados los cubanos en la inmensa mayoría de los casos, el líder del debut histórico del socialismo en el poder, participó en la Plaza Roja de Moscú en el desfile de soldados, campesinos y obreros, y, al finalizar, en la concentración de representantes del pueblo de la República de los Soviets que celebraban -eliminado el Zarismo- el Día Internacional de los Trabajadores de Rusia.
No obstante, encontrarse todavía con dolores y molestias que lo asediaban cíclicamente, no dejó de trabajar y en la primera celebración masiva organizada de la población moscovita y de otras localidades cercanas, pasó revista a soldados, campesinos y obreros, y luego, trasladándose sucesivamente a las cuatro pequeñas tribunas habilitadas, pronunció muy emocionado igual número de breves discursos a tan multitudinaria concentración reunida, solo comparable un tanto a la del triunfo revolucionario del 7 de noviembre de 1917.
Se refirió el pensador y líder ruso del Partido Comunista (bolchevique) al que calificó como “día de los que crean con sus manos y corazones las riquezas cotidianas necesarias para la vida y con el mayor esfuerzo físico”.
Enfatizó en los visibles cambios que se apreciaban claramente en la nueva situación política del país a favor de “la Rusia de los Soviets” y a las “victorias obtenidas por el Ejército Rojo”, así como al “significado de la solidaridad internacional de la clase obrera, apoyada igualmente por los soldados y los campesinos, unidos en la misma causa y batalla, mientras en otras latitudes sufrían la terrible explotación de los ricos contra los pobres”.
Habló también Lenin de las perspectivas futuras de los trabajadores no solo en el antiguo país de los Zares, sino en otras regiones, y aclaró que estaban dando los primeros pasos en la conformación de una sociedad de nuevo tipo: “Nuestros hijos y nietos y los que nacerían después seguramente van a leer y a estudiar en los periódicos los documentos, publicaciones, libros; con enorme curiosidad encontrarán las reliquias de la época zarista. Difícilmente podrán representarse cómo era antes la vida, la manera novedosa y sana en que iba desarrollándose la eliminación de vicios, lacras, de la explotación de los burgueses contra los proletarios; en particular, contra los más pobres y desposeídos”.
Hasta ese momento -como en un cuento de hadas- hablaba del porvenir que verían los hijos y nietos. Recalcaba en su mensaje esperanzador, escuchado con absoluto silencio: “Camaradas, ustedes podrán ver que el edificio de la sociedad socialista, que a puro coraje hemos cimentado, no es una simple utopía. Comprobarán que los niños que nazcan en lo adelante serán más cultos, más optimistas, más preparados, más creadores y, sobre todo, mucho más libres. Por eso luchamos, estuvimos presos, fuimos desterrados en nuestra propia nación, tuvimos que escondernos, mudarnos, e incluso disfrazarnos, y viajar a varios países, así como también crear un partido defensor de los ciudadanos”.
Posteriormente Lenin subió a una elevación en los alrededores de Moscú denominada Lóbnoie Miesto, donde se irguió un monumento provisional dedicado a rendir tributo al valiente ruso Stepán Razin, líder de la histórica y poco conocida sublevación campesina del siglo XVIII. Allí aprovechó para expresar y comentar detalles muy interesantes sobre el movimiento obrero en Rusia y acerca de la muerte trágica de sus participantes a mano de los Zares en la lucha por la libertad y el bienestar social.
Realmente la celebración aquella del primero de mayo fue filmada en parte, pero los fotógrafos y camarógrafos, desafortunadamente, no supieron conservar las gráficas e imágenes captadas de modo adecuado, tal vez por desconocimiento técnico, por lo que apenas hoy quedan algunas fotografías y filmes cortos que no logran mostrar completamente, con la fidelidad requerida, tan singular y valiosa experiencia del líder fundador junto a su pueblo.
Concluido su breve, pero emotiva e ilustrativa intervención, fue rodeado por muchos obreros y otros participantes y conversó con dirigentes del pueblo capitalino ruso. Quedó constancia gráfica del instante brevísimo, pero sentimental, en que el Presidente del Consejo de Comisarios del Pueblo y de toda Rusia, y líder de sus trabajadores y comunistas, abordó el automóvil blindado antes de irse de la Plaza Roja al término de los engalanados festejos del primero de mayo.
Al año siguiente en la fiesta obrera.
El primero de mayo de 1920 el Comité Central del Partido bolchevique organizó a escala nacional, en saludo al primero de mayo nuevamente, un “sábado rojo comunista de trabajo voluntario” que en ruso llamaban “subbotnik”. Este día todos los proletarios del país participaban con gran entusiasmo, alegría y creatividad en las fábricas, construcciones, ferrocarriles y empresas de diferentes sectores productivos y especialidades que más empuje y apoyo real necesitaban, no a manera de simple cumplido formal, sino en beneficio práctico de la economía y el desarrollo de la joven república de los soviets de obreros y campesinos.
Por supuesto que Lenin tomó parte activa en el mencionado “subbotnik”: limpiaba y cargaba junto a otros compañeros pesadas piedras y voluminosos troncos de árboles diseminados como testigos de viejos parapetos defensivos que estorbaban ya y afeaban la denominada Plaza de los Dragones, en ese momento la más grande del Kremlin. Y es curiosa la anécdota de que cuando alguien con mucho respeto y preocupado por la salud del jefe de la Revolución, aún en tratamiento médico de recuperación, le sugirió que dejara de realizar ese esfuerzo físico para que no le hiciera daño o dificultara su restablecimiento, Lenin le contestó:
"Gracias, camarada, pero yo también vivo en el Kremlin, y esto que estamos haciendo, cargando y quitando obstáculos de buen tamaño que impiden el paso y afean el entorno, no puede dejar de tocarme personalmente como a los demás. Los jefes también trabajan”.
Otro detalle significativo. Ese día Vladimir Ilich observó en sus manos detenidamente la placa que debía colocar en la base del futuro monumento a Carlos Marx y Federico Engels.
Firmó con una clavija la placa y la puso en una cavidad abierta en la base y colocó los primeros 13 ladrillos del cimiento original de aquella memoria escultórica.
Pocos minutos antes había colocado la primera piedra de otro monumento dedicado al “Trabajo Emancipado” que se levantaría en un malecón capitalino situado a orillas del río Moscova.
Otras actividades en que Lenin intervino
El fundador del primer Estado socialista del planeta, según el escritor norteamericano Jonh Reed en su conocido libro Diez días estremecieron al mundo, llegó a las dos de la tarde de aquella fiesta obrera nacional por el primero de mayo, en 1920.
Inmediatamente caminó seguido por sus escoltas, compañeros de la Revolución y del Partido, y de su esposa Nadeshda K. Krúpskaia y otros camaradas rumbo a ese malecón. Se detuvo en el nombrado “Jardín de Alexander” para acercarse al obelisco con los nombres esculpidos de los pensadores revolucionarios y permaneció allí varios instantes en silencio. Al llegar al espacio concreto de la ceremonia prevista, pasó revista a la guardia de honor. Subió a una tribuna adornada de guirnaldas verdes, acompañado de unánimes aplausos de bienvenida y habló a los concentrados con visible sentimientos patrióticos.
Terminada la actividad, se encaminó igualmente a pie con un grupo de compañeros y jefes políticos hacia el Museo de Artes Plásticas, después llamado Museo de Bellas Artes A.S. Pushkin, donde cortó la cinta e inauguró una exposición de proyectos arquitectónicos y artísticos que iban a ser ejecutados en Moscú.
Luis Hernández Serrano
mayo 1, 2024
Bohemia, Cuba
Fuente consultada: Álbum de fotografías y documentos cinematográficos Vladimir Ilich Lenin, Editorial Planeta, páginas 85 al 119, Moscú, 1983.
No hay comentarios:
Publicar un comentario