A partir del desmembramiento del imperio otomano al finalizar la Primera Guerra Mundial, los británicos tomaron bajo su dominio gran parte del territorio que ampliamente se conoce como Palestina (el territorio que hoy ocupa Israel, Jordania y parte del sur del Líbano. Por supuesto, también la zona de Gaza y la actual Cisjordania). Al norte, Francia dominaba la zona de Siria-Líbano, de modo que los “aliados” Gran Bretaña y Francia se recelaban mutuamente por sus áreas de influencia y la dominación de una zona que es una llave (y más hace un siglo atrás) del comercio con Oriente.
De esas negociaciones y recelos surgió lo que se conoce como la Declaración Balfour, que “se transformó en la piedra basal de la política contrarrevolucionaria de colonización sionista de Palestina” ya que “Los británicos, preocupados por el control del Canal de Suez, querían sacar de Palestina a los franceses: entonces idearon el Hogar Judío con los sionistas para actuar como Protectorado. Al mismo tiempo traicionaban las promesas de independencia nacional hechas a los árabes que fueron llevados a levantarse contra los turcos. En el esfuerzo de guerra el ministerio de Relaciones Exteriores intentó con la Declaración Balfour ganarse el apoyo del conjunto de la comunidad judía mundial” (Prensa Obrera, 14/11/2017, por Rafael Santos).
Es como parte de los intereses contrarrevolucionarios del imperialismo británico, y no como un movimiento de liberación nacional, que el sionismo llega al territorio en Palestina.
El Irgun y otras organizaciones sionistas
El Irgun se fundó como la expresión armada y más radical de la ideología del naciente sionismo revisionista, fundado por Zeev (Vladimir) Jabotinsky, quien fue su comandante militar.
La ocupación británica y sus intereses sobre la zona hizo que existieran, además de Irgun, otras organizaciones con distintas posiciones políticas, algunas más abiertamente probritánicas (en función de asegurar la política de expulsión de los pueblos que ocupaban Palestina) y otras como Stern, más proclives a luchar contra las limitaciones que Inglaterra colocaba a la emigración de judíos a Palestina. Pero todas con el objetivo común de expulsar mediante el terror a la población preexistente.
Todas ellas apelaron en sus acciones contra los británicos (previas al inicio de la Segunda Guerra Mundial) como contra los pueblos que poblaban Palestina en todo momento, acciones y atentados que merecieron que se las calificara a esas organizaciones como “terroristas” por parte de organismos oficiales, medios de comunicación y personas relevantes de origen judío como Albert Einstein, Hannah Arendt y hasta el mismísimo Winston Churchill.
Alcanzado el objetivo de la expulsión de los pueblos de la zona, sus milicias se incorporaron al ejército oficial y políticamente se reciclaron en diversos partidos que formaron parte de la ultraderecha israelí y algunos de sus principales líderes, como Menachem Begin y Yitzhak Shamir, llegaron a ser primeros ministros de Israel, marcando la impronta del origen de dicho estado.
La situación en origen
Cuando a fines de 1947 la ONU emite la resolución 181, por creciente presión de EEUU, ponía fecha concreta para el retiro de los británicos y la constitución de “dos estados”: uno árabe y otro judío.
Este último se quedaba con un 55% del territorio, que incluía la mayor parte de la costa sobre el Mediterráneo y acceso por el sur (golfo de Akaba) hacia el océano Indico y zonas estratégicas como el curso superior del río Jordán. Dejando para el “estado árabe” un territorio menor y fragmentado en tres partes.
Sobre esta “repartición” se inició la limpieza étnica de parte de Israel. En solo dos años, a través de terribles matanzas a sangre fría de poblaciones enteras y arrasar con aldeas ejecutando a su población, más de 700.000 palestinos fueron desalojados.
Las acciones de terror que antes se ejecutaban a través de organizaciones paraestatales, luego se realizaron y realizan como parte de una política genocida estatal, abiertamente. Hay un hilo de continuidad desde su origen.
Lo cierto es que hay un gran ocultamiento prosionista respecto a aquellas organizaciones que utilizaron como método el terror para avanzar en la limpieza étnica de un territorio en el cual se creó artificialmente, con el impulso del imperialismo, el Estado de Israel.
Por lo tanto, rechazar la campaña sionista, derechista y reaccionaria contra las organizaciones que reivindicamos los reclamos históricos del pueblo palestino y su derecho a resistir y liberarse con las herramientas y métodos que tengan a su alcance, es parte de una lucha más general contra la barbarie social y política del imperialismo.
Norberto E. Calducci
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